{"id":1268,"date":"2019-10-01T14:15:13","date_gmt":"2019-10-01T14:15:13","guid":{"rendered":"http:\/\/tecuentoalgo.com\/?p=1268"},"modified":"2019-10-01T14:15:15","modified_gmt":"2019-10-01T14:15:15","slug":"el-convoy-pq-17-arturo-perez-reverte","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/el-convoy-pq-17-arturo-perez-reverte\/","title":{"rendered":"El convoy PQ-17 – Arturo P\u00e9rez Reverte"},"content":{"rendered":"
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Alguna vez he escrito que una de las cosas \u2013persona en este caso\u2013 que m\u00e1s respeto en el mundo es un marino mercante. Me cri\u00e9 en un puerto mediterr\u00e1neo y eso imprime car\u00e1cter; pero tambi\u00e9n tuve ocasi\u00f3n de navegar con algunos de ellos, y de todos conservo recuerdos admirados y precisos. A su lado aprend\u00ed, por ejemplo, que un barco no es una democracia. Ni debe serlo. Aqu\u00e9l es un mundo con reglas aparte. Y aunque ahora, gracias a la tecnolog\u00eda moderna, un marino s\u00f3lo es un empleado sin decisi\u00f3n propia, sometido al control directo de su armador, yo a\u00fan tuve el privilegio de conocerlos cuando las cosas eran distintas. Cuando el mar era un lugar remoto donde un ser humano tomaba sus propias decisiones y un capit\u00e1n era responsable \u00fanico de su barco, su carga, su pasaje y su tripulaci\u00f3n.<\/p>\n<\/div>\n

Me cri\u00e9 entre ellos, como digo. Varios familiares y amigos \u00edntimos de mi padre, que naveg\u00f3 alg\u00fan tiempo en petroleros, eran capitanes de la marina mercante, y mis recuerdos infantiles est\u00e1n poblados de sus charlas tomando caf\u00e9 o unas copas en casa, jugando al ajedrez, echando humo por sus pipas; de las historias que acicateaban mi imaginaci\u00f3n y fraguaron el respeto del que antes habl\u00e9: maniobras, tragedias, el naufragio del Castillo Montealegre<\/i>, la gran pelea del puerto de Rotterdam\u2026 Y uno de los relatos que me impresionaron entonces fue el del convoy PQ-17, en el que un conocido de mi padre \u2013creo recordar que se apellidaba Vi\u00f1as\u2013 aseguraba haber estado a bordo de un barco de bandera paname\u00f1a. Despu\u00e9s, con los a\u00f1os, indagu\u00e9 sobre esa historia hasta conocerla mejor. Y ayer mismo, mirando unas viejas fotos de mi padre y sus amigos, me acord\u00e9 de ella. Una historia dura y cruda de mar y de guerra. De marinos de los de antes.<\/p>\n

Escoltado por buques de guerra brit\u00e1nicos y norteamericanos, el convoy PQ-17, compuesto por 33 mercantes, sali\u00f3 en junio de 1942 de Reykiavik hacia Murmansk, en Rusia, llevando ayuda para los aliados sovi\u00e9ticos. Las fechas eran malas, pues al fr\u00edo y al hielo de esas aguas se un\u00eda el hecho de que en tal \u00e9poca del a\u00f1o el sol apenas se ocultaba tras el horizonte, y 18 horas de luz diurna facilitaban la localizaci\u00f3n por la aviaci\u00f3n y la marina alemanas, cuyas bases estaban cerca. Y as\u00ed ocurri\u00f3. A partir del 1 de julio, una vez al este de la Isla de Los Osos, empezaron los ataques de aviones y submarinos. Ampar\u00e1ndose en bancos de niebla, defendidos por la escolta, los mercantes navegaban agrupados, despacio, a s\u00f3lo ocho o nueve nudos, encajando con estoicismo la ofensiva enemiga. Todo parec\u00eda ir bien hasta que el 4 de julio la inteligencia brit\u00e1nica crey\u00f3 \u2013err\u00f3neamente\u2013 que los acorazados alemanes Tirpitz<\/em> y Scheer<\/em> y el crucero Hipper <\/em>hab\u00edan zarpado de Noruega para atacar el convoy. Y entonces, ante el temor de que fuesen destruidos los buques de guerra de la escolta aliada, necesarios para otras misiones, se dio orden a \u00e9stos de abandonar a su suerte al convoy; y a los capitanes de los mercantes, la de dispersarse e intentar alcanzar Murmansk cada uno por su cuenta.<\/p>\n

\u00c9se, el del abandono, es el momento que de ni\u00f1o me puso los vellos de punta al escucharlo y a\u00fan hoy al evocarlo: aquellas tripulaciones de indefensos mercantes viendo alejarse la escolta, rompiendo la formaci\u00f3n para dispersarse lentamente y correr cada cual su propia suerte, solos en la inmensidad gris de unas aguas donde un n\u00e1ufrago no sobreviv\u00eda m\u00e1s de un par de minutos. Puedo imaginar perfectamente a los capitanes de pelo cano y arrugas en el rostro inclin\u00e1ndose angustiados sobre las cartas n\u00e1uticas, calculando con el comp\u00e1s de puntas c\u00f3mo navegar las 800 millas restantes, qu\u00e9 ruta seguir, c\u00f3mo llevar a puerto a sus barcos, sus tripulantes y su carga. Me conmueven el desamparo y la grandeza de esos marinos sentenciados, dispersos, tenaces, que pese a todo siguieron adelante, cumpliendo con su deber incluso cuando los aviones y los submarinos alemanes les cayeron encima. Porque lo que vino a continuaci\u00f3n fue una matanza: una cacer\u00eda sin misericordia. Artillados algunos con s\u00f3lo peque\u00f1os ca\u00f1ones ligeros y ametralladoras \u2013las mujeres tripulantes del petrolero ruso Azerbaijan<\/em> se defendieron y combatieron su incendio como leonas\u2013, los solitarios mercantes fueron localizados y hundidos uno tras otro: de los 33 que hab\u00edan zarpado de Reykiavik, s\u00f3lo 10 llegaron a puerto. El resto se hundi\u00f3 en las aguas del \u00c1rtico.<\/p>\n

Y, bueno. \u00c9sa es la breve historia del convoy PQ-17. La que o\u00ed contar de ni\u00f1o y la que a ustedes les cuento ahora: una historia de navegantes en tiempos en los que aqu\u00e9llos a\u00fan lo eran de verdad. Capitanes y tripulantes que parec\u00edan personajes de un libro de Joseph Conrad. Aut\u00e9nticos y admirables marinos de leyenda.<\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"

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