{"id":1275,"date":"2019-10-01T14:31:03","date_gmt":"2019-10-01T14:31:03","guid":{"rendered":"http:\/\/tecuentoalgo.com\/?p=1275"},"modified":"2019-10-01T14:31:03","modified_gmt":"2019-10-01T14:31:03","slug":"la-tunica-de-tassino-cuento-de-elbio-firpo","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/la-tunica-de-tassino-cuento-de-elbio-firpo\/","title":{"rendered":"La t\u00fanica de Tassino – cuento de Elbio Firpo"},"content":{"rendered":"
\u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0Pr\u00f3logo<\/strong><\/span>\u00a0<\/strong> \u00a0<\/span><\/span><\/p>\n E<\/span>l cuento que presentamos hoy, in\u00e9dito, fue escrito para integrar el libro A la derecha del roble publicado en el\u00a0 a\u00f1o 2008. Por razones de tiempo y espacio editorial no pudo ser inclu\u00eddo. Lo que puede hacer interesante a\u00a0la narraci\u00f3n, es que todos los personajes, lugares y circunstancias, son absolutamente los que alguna vez poblaron la vida del autor. Hoy, la mayor\u00eda de ellos, y los m\u00e1s queridos, ya no est\u00e1n. Tampoco la vieja casa de los Tassino. Afortunadamente la querida Escuela Italia sigue tan lozana y blanca como la t\u00fanica de Marcos.<\/p>\n \u201cPero\u00a0 solo nosotros sab\u00edamos que aquella mansi\u00f3n navegaba como un nav\u00edo. <\/strong><\/em>Solo nosotros, que visit\u00e1bamos los pa\u00f1oles, la cala, conoc\u00edamos en qu\u00e9 lugar\u00a0<\/strong><\/em>hac\u00eda agua. Conoc\u00edamos los agujeros de la techumbre donde se introduc\u00edan los p\u00e1jaros para morir\u00bb.<\/strong><\/em><\/p>\n \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 Antoine de Saint \u2013\u00a0 \u00a0Exup\u00e9ry\u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u201cCorreo del Sur\u201d<\/strong><\/p>\n La ruta desde la Casa Presidencial al Palacio Est\u00e9vez no sigue la distancia m\u00e1s corta sino la m\u00e1s segura. El Mercedes se desliza en silencio. En la herm\u00e9tica cabina climatizada apenas se escuchan las sirenas de las motos que nos despejan el camino. El aire acondicionado, el olor a cuero, el conductor de lentes oscuros, eficiente e impersonal, el mullido asiento en que reposo, me sumen en una somnolencia hipn\u00f3tica.\u00a0 Un inesperado regreso. No debo preocuparme por mi silente compa\u00f1ero de viaje. Dormita sumido en sus pensamientos. Dif\u00edcilmente inicie un di\u00e1logo que me vuelva s\u00fabitamente al presente. Porque el Mercedes en sus sinuosas e incongruentes vueltas, rueda sobre las calles de mi barrio. La casa todav\u00eda est\u00e1 all\u00ed. El jard\u00edn cubierto de rosas donde mi padre corta jazmines. El clic-clac de la tijera de podar. Mi madre recibiendo las flores. Sobre la calle empedrada los altos pl\u00e1tanos. El coche se estremece levemente al tomar Caridad y rodar sobre los adoquines que desaf\u00edan su amortiguaci\u00f3n. Es la hora del recreo. Hemos tomado la leche en los grandes vasos de aluminio. Yo le agrego siempre cocoa y az\u00facar para darle gusto. A veces le pongo caf\u00e9 que mi madre me prepara y yo lo llevo en un frasquito con forma de ferrocarril. Marcos est\u00e1 junto a m\u00ed o yo junto a \u00e9l, no s\u00e9, pero siempre estamos juntos. Tiene la t\u00fanica m\u00e1s blanca y almidonada de toda la Escuela. Creo que le da un poco de verg\u00fcenza porque todos lo miran y \u00e9l tan blanco con la enorme mo\u00f1a azul. Nosotros estamos en primero, mi hermano Alberto y el suyo, Oscar, en sexto. Tambi\u00e9n son amigos. Y su mam\u00e1, que le dicen Mamina, es amiga de mi madre. Al lado de la Escuela hay una panader\u00eda, \u201cLa Granada\u201d donde los ni\u00f1os de sexto van a buscar los bizcochos y los venden en el recreo. Con la leche tambi\u00e9n te dan un pan calentito reci\u00e9n horneado.<\/p>\n En las calles laterales los motociclistas apagan las sirenas y toda la caravana disminuye su marcha. En mi barrio hay poca incidencia de francotiradores. Pero a la altura de Burgues y San Martin pasamos veloces. Cruzamos Vilardeb\u00f3 hacia Guadalupe. A mitad de cuadra la Central de Tel\u00e9fonos Aguada. Apenas alcanzo el timbre con el brazo derecho extendido. En el izquierdo la vianda tibia envuelta en una gran servilleta con mo\u00f1o. Las puertas met\u00e1licas son enormes. Subo la gran escalera de m\u00e1rmol. Hace calor y hay un olor a pl\u00e1stico en el aire. Mi padre de overall azul viene desde la Sala de Selectores donde siempre hay ruido de la gente que llama por tel\u00e9fono. A veces me lleva con \u00e9l y me ense\u00f1a c\u00f3mo funcionan. Despu\u00e9s me da un beso y yo me voy corriendo a casa. El cine \u201cAvenida\u201d es ahora un estacionamiento cerrado. Era enorme y ten\u00eda butacas de madera. Lo observo de reojo para no perder mi compostura. Pero mi acompa\u00f1ante parece seguir dormitando. \u201cEl Hombre del Planeta X\u201d, mi primera pel\u00edcula de ciencia ficci\u00f3n. Blanco y negro. Los p\u00e1ramos y la niebla. La nave espacial y el alien\u00edgena asust\u00e1ndome desde la pantalla. En ocasiones el trazado de la ruta era geom\u00e9trico. Reyes, Mill\u00e1n, San Mart\u00edn, Agraciada, 18 de Julio. Siempre evoco a la Avenida Mill\u00e1n bajo una llovizna pertinaz y gris. Quiz\u00e1s porque a pocas cuadras del Hospital Vilardeb\u00f3 estaba la casa de Marcos. Un caser\u00f3n antiguo con un gran living sin ventanas solo iluminado por la tenue luz de la alta claraboya. Hay cuadros oscuros en las paredes y viejos sillones. En una mesa un velero de delicado modelaje. Lo miro muy de cerca sin tocarlo. Velas, jarcias, palos y la maravilla de los botes salvavidas tan diminutos y perfectos. Un polvo imperceptible difumina en grises las blancas velas y el casco. Al fondo del sal\u00f3n, ins\u00f3litamente en lo alto, la cocina. Se accede a ella por una escalera apoyada en la pared. El procedimiento resulta algo arriesgado para los no iniciados pero vale la pena.\u00a0 Abajo quedan la cala y las bodegas oscuras. El lugar me parece maravilloso. Nos rodea un mar de azoteas que el alquitr\u00e1n cubre siguiendo sus quebradas l\u00edneas. Y est\u00e1n las chimeneas rojas y negras descascaradas por el \u00f3xido. Crecen desparejas en dudosa verticalidad. Volcados c\u00f3micamente los protectores de zinc cubiertos de holl\u00edn. \u00cdbamos por las tardes a estudiar. Ellos eran cuatro varones, Oscar, \u00c1lvaro, Marcos y Javier. A veces estaban todos alrededor de la bulliciosa mesa. Mamina nos preparaba un gran taz\u00f3n de caf\u00e9 con leche y pan con manteca. El conductor enciende los limpiaparabrisas. Sobre la casa abandonada cae la lluvia. Moja las hojas amontonadas en los balcones, corre sobre los vidrios biselados de la vieja claraboya. Su h\u00fameda luz ilumina \u00e1mbitos vac\u00edos. Con los a\u00f1os de mi padre recorro las calles del barrio buscando jardines desaparecidos y amigos perdidos. \u00a0Los sue\u00f1os son m\u00e1s amables conmigo que ese ejercicio de melancol\u00eda tenuemente masoquista. El sol de invierno entibia el patio con olor a bizcochos. Marcos est\u00e1 junto a mi o yo junto a \u00e9l , no s\u00e9, pero siempre estamos juntos.<\/p>\n Elbio Firpo<\/strong><\/p>\n \u00a0Enero 17 del 2008<\/strong><\/p>\n<\/div>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":" \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0Pr\u00f3logo\u00a0 \u00a0 El cuento que presentamos hoy, in\u00e9dito, fue escrito para integrar el libro A la derecha del roble publicado en el\u00a0 a\u00f1o 2008. 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