{"id":1473,"date":"2020-03-09T17:43:20","date_gmt":"2020-03-09T17:43:20","guid":{"rendered":"http:\/\/tecuentoalgo.com\/?p=1473"},"modified":"2020-03-09T17:43:20","modified_gmt":"2020-03-09T17:43:20","slug":"dos-amigos-guy-de-maupassant","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/dos-amigos-guy-de-maupassant\/","title":{"rendered":"Dos amigos – Guy de Maupassant"},"content":{"rendered":"
\n

En un Par\u00eds bloqueado, hambriento, agonizante, los gorriones escaseaban en los tejados y las alcantarillas se despoblaban. Se com\u00eda cualquier cosa.<\/p>\n

Mientras se paseaba tristemente una clara ma\u00f1ana de enero por el bulevar exterior, con las manos en los bolsillos de su pantal\u00f3n de uniforme y el vientre vac\u00edo, el se\u00f1or Morissot, relojero de profesi\u00f3n y alma casera a ratos, se detuvo en seco ante un colega en quien reconoci\u00f3 a un amigo. Era el se\u00f1or Sauvage, un conocido de orillas del r\u00edo.<\/p>\n

Todos los domingos, antes de la guerra, Morissot sal\u00eda con el alba, con una ca\u00f1a de bamb\u00fa en la mano y una caja de hojalata a la espalda. Tomaba el ferrocarril de Argenteuil, bajaba en Colombes, y despu\u00e9s llegaba a pie a la isla Marante. En cuanto llegaba a aquel lugar de sus sue\u00f1os, se pon\u00eda a pescar, y pescaba hasta la noche.<\/p>\n

Todos los domingos encontraba all\u00ed a un hombrecillo regordete y jovial, el se\u00f1or Sauvage, un mercero de la calle Notre Dame de Lorette, otro pescador fan\u00e1tico. A menudo pasaban medio d\u00eda uno junto al otro, con la ca\u00f1a en la mano y los pies colgando sobre la corriente, y se hab\u00edan hecho amigos.<\/p>\n

Ciertos d\u00edas ni siquiera hablaban. A veces charlaban; pero se entend\u00edan admirablemente sin decir nada, al tener gustos similares y sensaciones id\u00e9nticas.<\/p>\n

En primavera, por la ma\u00f1ana, hacia las diez, cuando el sol rejuvenecido hac\u00eda flotar sobre el tranquilo r\u00edo ese peque\u00f1o vaho que corre con el agua, y derramaba sobre las espaldas de los dos empedernidos pescadores el grato calor de la nueva estaci\u00f3n, Morissot dec\u00eda a veces a su vecino: \u00ab\u00a1Ah! \u00a1qu\u00e9 agradable!\u00bb y el se\u00f1or Sauvage respond\u00eda: \u00abNo conozco nada mejor.\u00bb Y eso les bastaba para comprenderse y estimarse.<\/p>\n

En oto\u00f1o, al caer el d\u00eda, cuando el cielo ensangrentado por el sol poniente lanzaba al agua figuras de nubes escarlatas, empurpuraba el entero r\u00edo, inflamaba el horizonte, pon\u00eda rojos como el fuego a los dos amigos, y doraba los \u00e1rboles ya enrojecidos, estremecidos por un soplo de invierno, el se\u00f1or Sauvage miraba sonriente a Morissot y pronunciaba: \u00ab\u00a1Qu\u00e9 espect\u00e1culo!\u00bb Y Morissot respond\u00eda maravillado, sin apartar los ojos de su flotador: \u00abEsto vale m\u00e1s que el bulevar, \u00bfeh?\u00bb<\/p>\n

En cuanto se reconocieron, se estrecharon en\u00e9rgicamente las manos, muy emocionados de encontrarse en circunstancias tan diferentes. El se\u00f1or Sauvage, lanzando un suspiro, murmur\u00f3:<\/p>\n

-\u00a1Cu\u00e1ntas cosas han ocurrido!<\/p>\n

Morissot, taciturno, gimi\u00f3:<\/p>\n

-\u00a1Y qu\u00e9 tiempo! Hoy es el primer d\u00eda bueno del a\u00f1o.<\/p>\n

El cielo estaba, en efecto, muy azul y luminoso.<\/p>\n

Echaron a andar juntos, so\u00f1adores y tristes. Morissot prosigui\u00f3:<\/p>\n

-\u00bfY la pesca, eh? \u00a1Qu\u00e9 buenos recuerdos!<\/p>\n

El se\u00f1or Sauvage pregunt\u00f3:<\/p>\n

-\u00bfCu\u00e1ndo volveremos a pescar?<\/p>\n

Entraron en un caf\u00e9 y tomaron un ajenjo; despu\u00e9s volvieron a pasear por las aceras.<\/p>\n

Morissot se detuvo de pronto:<\/p>\n

-\u00bfTomamos otra copita?<\/p>\n

El se\u00f1or Sauvage accedi\u00f3:<\/p>\n

-Como usted quiera.<\/p>\n

Y entraron en otra tienda de vinos.<\/p>\n

Al salir estaban bastante atontados, perturbados como alguien en ayunas cuyo vientre est\u00e1 repleto de alcohol. Hac\u00eda buen tiempo. Una brisa acariciadora les cosquilleaba el rostro.<\/p>\n

El se\u00f1or Sauvage, a quien el aire tibio terminaba de embriagar, se detuvo:<\/p>\n

-\u00bfY si fu\u00e9ramos?<\/p>\n

-\u00bfA d\u00f3nde?<\/p>\n

-Pues a pescar.<\/p>\n

-Pero, \u00bfa d\u00f3nde?<\/p>\n

-Pues a nuestra isla. Las avanzadas francesas est\u00e1n cerca de Colombes. Conozco al coronel Dumoulin; nos dejar\u00e1n pasar f\u00e1cilmente.<\/p>\n

Morissot se estremeci\u00f3 de deseo:<\/p>\n

-Est\u00e1 hecho. De acuerdo.<\/p>\n

Y se separaron para ir a recoger los aparejos.<\/p>\n

Una hora despu\u00e9s caminaban juntos por la carretera. En seguida llegaron a la ciudad que ocupaba el coronel. \u00c9ste sonri\u00f3 ante su petici\u00f3n y accedi\u00f3 a su fantas\u00eda. Volvieron a ponerse en marcha, provistos de un salvoconducto.<\/p>\n

Pronto franquearon las avanzadas, cruzaron un Colombes abandonado, y se encontraron al borde de las vi\u00f1as que bajan hacia el Sena. Eran aproximadamente las once.<\/p>\n

Frente a ellos, el pueblo de Argenteuil parec\u00eda muerto. Las alturas de Orgemont y Sannois dominaban toda la regi\u00f3n. La gran llanura que se extiende hasta Nanterre estaba vac\u00eda, completamente vac\u00eda, con sus cerezos desnudos y sus tierras grises.<\/p>\n

El se\u00f1or Sauvage, se\u00f1alando con el dedo las cumbres, murmur\u00f3:<\/p>\n

-\u00a1Los prusianos est\u00e1n all\u00e1 arriba!<\/p>\n

Y la inquietud paralizaba a los dos amigos ante aquella tierra desierta.<\/p>\n

\u00ab\u00a1Los prusianos!\u00bb Nunca los hab\u00edan visto, pero los percib\u00edan all\u00ed desde hac\u00eda meses, en torno a Par\u00eds, arruinando Francia, saqueando, matando, sembrando el hambre, invisibles y todopoderosos. Y una especie de terror supersticioso se sumaba al odio que sent\u00edan por aquel pueblo desconocido y victorioso.<\/p>\n

Morissot balbuci\u00f3:<\/p>\n

-\u00bfY si nos los encontr\u00e1ramos? \u00bfEh?<\/p>\n

El se\u00f1or Sauvage respondi\u00f3, con esa chunga parisiense que siempre reaparece, a pesar de todo:<\/p>\n

-Los invitar\u00edamos a pescadito frito.<\/p>\n

Pero dudaban de si aventurarse en la campi\u00f1a, intimidados por el silencio de todo el horizonte.<\/p>\n

Al final, el se\u00f1or Sauvage se decidi\u00f3:<\/p>\n

-Vamos, \u00a1en marcha!, pero con cuidado.<\/p>\n

Y bajaron a una vi\u00f1a, doblados en dos, arrastr\u00e1ndose, aprovechando los matorrales para cubrirse, con ojos inquietos y o\u00eddos alerta. Para llegar a la orilla del r\u00edo les faltaba cruzar una franja de tierra desnuda. Echaron a correr; y en cuanto alcanzaron la ribera, se acurrucaron entre unas ca\u00f1as secas. Morissot peg\u00f3 la mejilla al suelo para escuchar si alguien caminaba por las cercan\u00edas. No oy\u00f3 nada. Estaban solos, completamente solos. Se tranquilizaron y se pusieron a pescar.<\/p>\n

Frente a ellos, la isla Marante, abandonada, les tapaba la otra ribera. La casita del restaurante estaba cerrada, parec\u00eda abandonada hac\u00eda a\u00f1os. El se\u00f1or Sauvage cogi\u00f3 el primer zarbo, Morissot atrap\u00f3 el segundo, y a cada instante alzaban sus ca\u00f1as con un animalillo plateado coleando en el extremo del sedal: una verdadera pesca milagrosa.<\/p>\n

Introduc\u00edan delicadamente los peces en una bolsa de red de mallas muy finas, en remojo a sus pies. Y los invad\u00eda una alegr\u00eda deliciosa, esa alegr\u00eda que nos asalta cuando recuperamos un placer amado del que nos hemos visto privados mucho tiempo.<\/p>\n

El buen sol dejaba correr su calor sobre sus hombros; ya no escuchaban nada; no pensaban en nada; ignoraban al resto del mundo: pescaban.<\/p>\n

Pero de pronto un ruido sordo que parec\u00eda llegar de debajo de la tierra estremeci\u00f3 el suelo. El ca\u00f1\u00f3n volv\u00eda a retumbar.<\/p>\n

Morissot volvi\u00f3 la cabeza, y por encima de la ribera divis\u00f3 all\u00e1 abajo, a la izquierda, la gran silueta del Mont-Valerien, que llevaba en la frente un copete blanco, el vapor de la p\u00f3lvora que acababa de escupir.<\/p>\n

Al punto un segundo chorro de humo parti\u00f3 de lo alto de la fortaleza; unos instantes despu\u00e9s reson\u00f3 una nueva detonaci\u00f3n.<\/p>\n

La siguieron otras, y a cada momento la monta\u00f1a lanzaba su aliento mortal, resoplaba vapores lechosos que se elevaban lentamente, en el cielo tranquilo, formando una nube sobre ella.<\/p>\n

El se\u00f1or Sauvage se encogi\u00f3 de hombros:<\/p>\n

-Ya vuelven a empezar -dijo.<\/p>\n

Morissot, que miraba ansiosamente c\u00f3mo se hund\u00eda una y otra vez la pluma de su flotador, se vio asaltado de pronto por la c\u00f3lera del hombre pac\u00edfico contra los fan\u00e1ticos que as\u00ed luchaban, y refunfu\u00f1\u00f3:<\/p>\n

-Hay que ser est\u00fapido para matarse de esa manera.<\/p>\n

El se\u00f1or Sauvage replic\u00f3:<\/p>\n

-Peor que los animales.<\/p>\n

Y Morissot, que acababa de coger una breca, declar\u00f3:<\/p>\n

-\u00a1Y pensar que siempre ocurrir\u00e1 lo mismo, mientras haya gobiernos!<\/p>\n

El se\u00f1or Sauvage lo detuvo:<\/p>\n

-La Rep\u00fablica no habr\u00eda declarado la guerra\u2026<\/p>\n

Morissot lo interrumpi\u00f3:<\/p>\n

-Con los reyes, hay guerras fuera; con la Rep\u00fablica, hay guerra dentro.<\/p>\n

Y se pusieron a discutir tranquilamente, desembrollando los grandes problemas pol\u00edticos con la sana raz\u00f3n de hombres bondadosos y limitados, siempre de acuerdo en un solo punto, que nunca ser\u00edan libres. Y el Mont-Valerien retumbaba sin tregua, demoliendo a ca\u00f1onazos casas francesas, segando vidas, aplastando seres, poniendo fin a muchos sue\u00f1os, a muchas alegr\u00edas esperadas, a mucha felicidad deseada, sembrando en corazones de esposas, en corazones de hijas, en corazones de madres, all\u00e1 lejos, en otros pa\u00edses, sufrimientos que nunca acabar\u00edan.<\/p>\n

-Es la vida -declar\u00f3 el se\u00f1or Sauvage.<\/p>\n

-Diga m\u00e1s bien que es la muerte -replic\u00f3 riendo Morissot.<\/p>\n

Pero se estremecieron asustados, oyendo que alguien caminaba detr\u00e1s de ellos; y, volviendo la vista, vieron, pegados a sus espaldas, cuatro hombres, cuatro hombres altos armados y barbudos, vestidos como criados con librea y tocados con gorras de plato, apunt\u00e1ndoles con sus fusiles.<\/p>\n

Las dos ca\u00f1as se les escaparon de las manos y empezaron a descender r\u00edo abajo. En unos segundos los cogieron, los ataron, se los llevaron, los arrojaron a una barca y los trasladaron a la isla. Y detr\u00e1s de la casa que hab\u00edan cre\u00eddo abandonada vieron una veintena de soldados alemanes. Una especie de gigante velludo, que fumaba, a horcajadas en una silla, una gran pipa de porcelana, les pregunt\u00f3 en excelente franc\u00e9s:<\/p>\n

-\u00bfQu\u00e9, se\u00f1ores? \u00bfHan tenido buena pesca?<\/p>\n

Entonces un soldado dej\u00f3 a los pies del oficial la red llena de peces, que se hab\u00eda preocupado de recoger. El prusiano sonri\u00f3:<\/p>\n

-\u00a1Ah, ah! Veo que no les ha ido mal. Pero se trata de otra cosa. Esc\u00fachenme y no se inquieten. Para m\u00ed, ustedes son dos esp\u00edas enviados a vigilarme. Yo los cojo y los fusilo. Ustedes fing\u00edan pescar, con el fin de disimular sus intenciones. Han ca\u00eddo en mis manos, mala suerte; es la guerra. Pero, como ustedes han salido por las avanzadas, seguramente tienen una contrase\u00f1a para regresar. D\u00edganme esa contrase\u00f1a y les perdono la vida.<\/p>\n

Los dos amigos, l\u00edvidos, el uno junto al otro, con las manos agitadas por un leve temblor nervioso, callaban.<\/p>\n

El oficial prosigui\u00f3:<\/p>\n

-Nadie lo sabr\u00e1 nunca, ustedes volver\u00e1n tranquilamente a casa. El secreto quedar\u00e1 entre nosotros. Si se niegan, es la muerte\u2026 y en seguida. Elijan.<\/p>\n

Ellos continuaban inm\u00f3viles, sin abrir la boca.<\/p>\n

El prusiano, sin perder la calma, prosigui\u00f3, extendiendo la mano hacia el r\u00edo:<\/p>\n

-Piensen que dentro de cinco minutos estar\u00e1n ustedes en el fondo de esa agua. \u00a1Dentro de cinco minutos! \u00bfNo tienen ustedes familia?<\/p>\n

El Mont-Valerien segu\u00eda retumbando.<\/p>\n

Los dos pescadores permanec\u00edan en pie y silenciosos. El alem\u00e1n dio unas \u00f3rdenes en su lengua. Despu\u00e9s cambi\u00f3 su silla de sitio para no encontrarse demasiado cerca de los prisioneros, y doce hombres fueron a colocarse a veinte pasos, con los fusiles al pie.<\/p>\n

El oficial prosigui\u00f3:<\/p>\n

-Les doy un minuto, y ni un segundo m\u00e1s.<\/p>\n

Despu\u00e9s se levant\u00f3 bruscamente, se acerc\u00f3 a los dos franceses, cogi\u00f3 a Morissot del brazo, se lo llev\u00f3 aparte, le dijo en voz baja:<\/p>\n

-\u00a1R\u00e1pido, la contrase\u00f1a! Su compa\u00f1ero no sabr\u00e1 nada, fingir\u00e9 compadecerme\u2026<\/p>\n

Morissot no respondi\u00f3 nada.<\/p>\n

El prusiano se llev\u00f3 entonces al se\u00f1or Sauvage y le propuso lo mismo.<\/p>\n

El se\u00f1or Sauvage no respondi\u00f3.<\/p>\n

Volvieron a encontrarse uno junto a otro.<\/p>\n

Y el oficial se puso a dar \u00f3rdenes. Los soldados alzaron sus armas.<\/p>\n

Entonces la mirada de Morissot cay\u00f3 por casualidad sobre la red llena de zarbos, que hab\u00eda quedado en la hierba, a unos pasos de \u00e9l.<\/p>\n

Un rayo de sol hac\u00eda brillar el mont\u00f3n de peces, que se agitaban a\u00fan. Y lo invadi\u00f3 el desaliento. A pesar de sus esfuerzos, se le llenaron los ojos de l\u00e1grimas. Balbuci\u00f3:<\/p>\n

-Adi\u00f3s, se\u00f1or Sauvage.<\/p>\n

El se\u00f1or Sauvage contest\u00f3:<\/p>\n

-Adi\u00f3s, se\u00f1or Morissot.<\/p>\n

Se estrecharon las manos, sacudidos de pies a cabeza por invencibles temblores.<\/p>\n

El oficial grit\u00f3:<\/p>\n

-\u00a1Fuego!<\/p>\n

Los doce disparos sonaron como uno solo.<\/p>\n

El se\u00f1or Sauvage cay\u00f3 de bruces. Morissot, m\u00e1s alto, oscil\u00f3, gir\u00f3 sobre s\u00ed mismo y cay\u00f3 atravesado sobre su compa\u00f1ero, boca arriba, mientras la sangre escapaba a borbotones por la guerrera agujereada en el pecho.<\/p>\n

El alem\u00e1n dio nuevas \u00f3rdenes.<\/p>\n

Sus hombres se dispersaron, regresando despu\u00e9s con cuerdas y piedras que ataron a los pies de los dos muertos; despu\u00e9s los llevaron a la orilla.<\/p>\n

El Mont-Valerien no cesaba de retumbar, coronado ahora por una monta\u00f1a de humo.<\/p>\n

Dos soldados cogieron a Morissot por la cabeza y por las piernas; otros dos agarraron al se\u00f1or Sauvage de id\u00e9ntica manera. Los cuerpos, balanceados un instante con fuerza, fueron lanzados al r\u00edo, describieron una curva, despu\u00e9s se hundieron, de pie, en el r\u00edo, pues las piedras arrastraban primero las piernas.<\/p>\n

El agua salt\u00f3, burbuje\u00f3, se agit\u00f3, despu\u00e9s se calm\u00f3, mientras unas peque\u00f1as ondas llegaban hasta la orilla.<\/p>\n

Flotaba un poco de sangre.<\/p>\n

El oficial, siempre sereno, dijo a media voz:<\/p>\n

-Ahora los peces se ocupar\u00e1n de ellos.<\/p>\n

Despu\u00e9s regres\u00f3 hacia la casa.<\/p>\n

Y de pronto vio la red con los zarbos en la hierba. La recogi\u00f3, la examin\u00f3, sonri\u00f3, grit\u00f3:<\/p>\n

-\u00a1Wilhelm!<\/p>\n

Acudi\u00f3 un soldado de delantal blanco. Y el prusiano, lanz\u00e1ndole la pesca de los dos fusilados, le orden\u00f3:<\/p>\n

-Fr\u00edeme en seguida esos animalitos, mientras a\u00fan est\u00e1n vivos. Ser\u00e1n deliciosos.<\/p>\n

Y volvi\u00f3 de nuevo a fumar su pipa.<\/p>\n

FIN<\/p>\n<\/div>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"

En un Par\u00eds bloqueado, hambriento, agonizante, los gorriones escaseaban en los tejados y las alcantarillas se despoblaban. Se com\u00eda cualquier cosa. Mientras se paseaba tristemente una clara ma\u00f1ana de enero por el bulevar exterior, con las manos en los bolsillos de su pantal\u00f3n de uniforme y el vientre vac\u00edo, el se\u00f1or Morissot, relojero de profesi\u00f3n […]<\/p>\n","protected":false},"author":1,"featured_media":0,"comment_status":"open","ping_status":"open","sticky":false,"template":"","format":"standard","meta":{"footnotes":""},"categories":[10,19],"tags":[],"class_list":{"0":"post-1473","1":"post","2":"type-post","3":"status-publish","4":"format-standard","6":"category-cuentos-cortos","7":"category-los-mejores-cuentos-clasicos","8":"czr-hentry"},"_links":{"self":[{"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/1473","targetHints":{"allow":["GET"]}}],"collection":[{"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/posts"}],"about":[{"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/types\/post"}],"author":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/users\/1"}],"replies":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/comments?post=1473"}],"version-history":[{"count":0,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/1473\/revisions"}],"wp:attachment":[{"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/media?parent=1473"}],"wp:term":[{"taxonomy":"category","embeddable":true,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/categories?post=1473"},{"taxonomy":"post_tag","embeddable":true,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/tags?post=1473"}],"curies":[{"name":"wp","href":"https:\/\/api.w.org\/{rel}","templated":true}]}}