{"id":1659,"date":"2020-05-06T11:11:55","date_gmt":"2020-05-06T11:11:55","guid":{"rendered":"http:\/\/tecuentoalgo.com\/?p=1659"},"modified":"2021-05-30T21:28:55","modified_gmt":"2021-05-30T21:28:55","slug":"el-altillo-mario-benedetti","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/el-altillo-mario-benedetti\/","title":{"rendered":"El altillo – Mario Benedetti"},"content":{"rendered":"

Est\u00e1 all\u00e1 arriba. Lo veo desde aqu\u00ed. Siempre quise un altillo. Cuando ten\u00eda nueve a\u00f1os, cuando ten\u00eda doce. Lo veo desde aqu\u00ed y es bueno saber que existe. Tiene la luz encendida. Es una bombilla de cien buj\u00edas, pero desde el patio la veo apenas como un resplandor. Siempre quise un altillo, para escaparme. \u00bfDe qui\u00e9n? Nunca lo supe. Francamente, yo quisiera saber si todos est\u00e1n seguros de qui\u00e9n escapan. Nadie lo sabe. Puede ser que lo sepa un rat\u00f3n, pero yo creo que un rat\u00f3n no es lo que el doctor llama un fugitivo t\u00edpico. Yo s\u00ed lo soy. Quise un altillo como el de Ignacio, por ejemplo. Ignacio ten\u00eda all\u00ed libros, almanaques, mapas, postales, \u00e1lbumes de estampillas. Ignacio pasaba directamente del altillo a la azotea, y desde all\u00ed pod\u00eda dominar todas las azoteas vecinas, con claraboyas o sin ellas, con piletas de lavar ropa o macetas en los pretiles. En ese momento ya no ten\u00eda ojos de fuga sino de dominador. Dominar las azoteas es aproximadamente lo mismo que dominar las intimidades. La gente cuelga all\u00ed la ropa interior, amontona trastos viejos, toma el sol sin pedanter\u00eda, hace gimnasia para s\u00ed misma y no para las muchachas, como sucede en la playa. La azotea es como una trastienda. Claro que hay azoteas que tienen perros y eso es un inconveniente; pero siempre queda el recurso de tirarles piedras o simplemente espantarlos con gritos. De todos modos, ni a Ignacio ni a m\u00ed nos gustaba que un perro nos estuviera mirando. Una azotea con perro pierde su soledad y entonces no sirve, especialmente si el perro tiene ojos de persona. A m\u00ed ni siquiera me gustan los perros con ojos de perro. Los gatos me importan menos. Son como un decorado y nada m\u00e1s. Puedo sentirme perfectamente solo con el cielo, un avi\u00f3n, una cometa y un gato. Incluso con Ignacio pod\u00eda sentirme casi solo. Ser\u00eda tal vez porque no hablaba. Tomaba los gemelos de teatro, miraba detenidamente la azotea de los Risso, y una vez que se cercioraba de que ni Mecha ni Sonia hab\u00edan subido todav\u00eda, entonces me los alcanzaba a m\u00ed, y yo miraba detenidamente hacia la azotea de los Antu\u00f1a hasta cerciorarme de que ni Luisa ni Marta hab\u00edan subido. Siempre quise un altillo. El de Ignacio era un lindo altillo, pero ten\u00eda el inconveniente de que no era m\u00edo. Ya s\u00e9 que Ignacio nunca me hizo sentirme extranjero, ni intruso, ni enemigo, ni pesado, ni ajeno; pero yo sent\u00eda todo eso por m\u00ed mismo, sin necesidad de que nadie me lo recordara. Para huir, para escapar de algo que uno no sabe bien qu\u00e9 es, hay que hacerlo solo. Y cuando escapaba (por ejemplo, cuando hice a\u00f1icos los anteojos de mi t\u00eda y los tir\u00e9 por el w\u00e1ter\u00b9 y ella perdi\u00f3 todo su aplomo y se puso furiosa y me grit\u00f3 tarado de porquer\u00eda, linda consecuencia de las borracheras de tu padre, aunque seg\u00fan el doctor no es seguro que mi atraso tenga que ver con las papalinas\u00b2 de mi viejo, que en paz descanse) y cuando yo escapaba al altillo de Ignacio para estar solo, no pod\u00eda estar solo, porque claro, estaba Ignacio. Y tambi\u00e9n a veces el perro del vecino, que es de los que miran con ojos de persona. Todo eso a los doce a\u00f1os y tambi\u00e9n a los nueve. A los trece se acab\u00f3 el altillo porque empec\u00e9 a ir al colegio de fronterizos. No recuerdo nada de lo que hice en el colegio. Hay que ver que fui solamente por tres d\u00edas; despu\u00e9s me peg\u00f3 el grandote mal\u00edsimo y estuve mucho tiempo en cama sin poder abrir este ojo que ahora abro, y adem\u00e1s conteniendo la respiraci\u00f3n. Todo debido a la costilla rota, claro. Pero al final ten\u00eda que respirar porque me pon\u00eda colorado, colorado, primero como un tomate y despu\u00e9s como una remolacha. Entonces respiraba y el dolor era enorme. Se acab\u00f3 el colegio de fronterizos, dijo mi t\u00edo. Despu\u00e9s de todo es casi normal, dijo mi t\u00eda. Yo estaba agachado y de pronto sent\u00ed el fr\u00edo de la llave en el ojo. Me apart\u00e9 de la cerradura y me puse el camis\u00f3n. Ella vendr\u00e1 a ense\u00f1arte aqu\u00ed desde ma\u00f1ana, dijo mi t\u00eda, antes de arroparme y darme un beso en la frente. Yo no ten\u00eda todav\u00eda mi altillo, ni tampoco pod\u00eda ir al de Ignacio porque su pap\u00e1 se pele\u00f3 con mi t\u00edo, no a las trompadas sino a las malas palabras. Ella vino a ense\u00f1arme todas las ma\u00f1anas. No solo me ense\u00f1aba las lecciones. Tambi\u00e9n me ense\u00f1aba unas piernas tan peludas que yo no pod\u00eda dejar de mirarlas. Le advert\u00ed que yo era casi normal y ella sonri\u00f3. Me pregunt\u00f3 si hab\u00eda alguna cosa que me gustaba mucho, y yo dije que el altillo. Enseguida me arrepent\u00ed porque era como traicionar a Ignacio, pero de todos modos ella lo iba a saber porque su mirada era de ojos bien abiertos. Yo creo que nunca cerraba los ojos, o quiz\u00e1 pesta\u00f1eaba en el instante que yo tambi\u00e9n lo hac\u00eda. Algunas veces yo demoraba m\u00e1s, a prop\u00f3sito, pero ella se daba cuenta de mi intenci\u00f3n y tambi\u00e9n demoraba su pesta\u00f1eo, y tal vez luego parpadeaba junto conmigo porque nunca la vi cerrar los ojos. Mejor dicho, la vi una sola vez, pero esa no vale porque estaba muerta. Los exalumnos le llevamos un ramo de flores. Yo era exalumno pero no la quer\u00eda demasiado. Quer\u00eda sus piernas, eso s\u00ed, porque eran peludas, pero la persona de ella tambi\u00e9n ten\u00eda otras partes. As\u00ed que solo dur\u00f3 un mes y medio. Una l\u00e1stima porque hab\u00eda mejorado mucho, dijo mi t\u00eda. Ya sab\u00eda la tabla del ocho, dijo mi t\u00edo. Yo sab\u00eda tambi\u00e9n la del nueve, claro que nunca dije nada porque alg\u00fan secreto hay que tener. Yo no s\u00e9 c\u00f3mo hay gente capaz de vivir sin secretos. Ignacio dice que el secreto m\u00e1s secreto de sus secretos es que. Pero yo no lo voy a decir porque le jur\u00e9 no comunicarlo a nadie. Fue sobre el perro muerto que lo jur\u00e9. No s\u00e9 exactamente cu\u00e1ndo. Siempre se me mezclaron las fechas. Acabo de hacer algo y sin embargo me parece muy lejano. En cambio, hay ocasiones en que una cosa bien antigua, me parece haberla hecho hace cinco minutos. A veces puedo saber cu\u00e1ndo, sobre todo ahora que mi t\u00edo me regal\u00f3 el reloj que fue de mam\u00e1 que en paz descanse. Pobrecito, as\u00ed se entretiene, dijo mi t\u00eda. Pero yo no quiero entretenerme, es decir no quer\u00eda, porque eso fue a los doce a\u00f1os y ahora tengo veintitr\u00e9s, me llamo Albertito Ruiz, vivo en Solano Antu\u00f1a cinco seis nueve, mi t\u00edo es el se\u00f1or Orosm\u00e1n Rivas y mi t\u00eda la se\u00f1ora Amelita T. de Rivas. La T. es de Tard\u00e1guila. Al fin consegu\u00ed el altillo. Para m\u00ed solo. Lo consegu\u00ed ayer, anteayer, o hace cinco a\u00f1os. No me importa el plazo. Mi altillo est\u00e1. Lo veo desde aqu\u00ed. Siempre quise mi altillo. Dice el doctor que no es exactamente un fronterizo, suspir\u00f3 mi t\u00eda, y por el ojo de la cerradura yo vi exactamente su suspiro, o sea c\u00f3mo se levantaba la pechera y luego bajaba, c\u00f3mo se levantaba el collar con la crucecita y luego bajaba. Luego bajaba del altillo y mi t\u00edo estaba tomando mate y preguntaba qu\u00e9 tal. Lindo, dije. Mi altillo tiene una port\u00e1til con una bombilla que oficialmente es de setenta y cinco buj\u00edas. Yo hice trampa y le puse una de cien buj\u00edas, pero la t\u00eda cree que es una de setenta y cinco. A veces me molesta en los ojos tanta luz. El t\u00edo se dio cuenta de que, aunque en la bombilla dice setenta y cinco, en realidad es de cien buj\u00edas, pero yo s\u00e9 que no me va a denunciar frente a la t\u00eda, porque en su mesa de noche \u00e9l tambi\u00e9n tiene una de setenta y cinco cuando la t\u00eda le ha dado permiso para tener una de cuarenta buj\u00edas. Buj\u00edas quiere decir bichitos. Si Ignacio no hubiera venido hace un rato, yo estar\u00eda ahora en el altillo. Pero vino y hac\u00eda muchos a\u00f1os que no lo ve\u00eda. \u00c9l dijo que once. Yo supe que se hab\u00edan mudado y que \u00e9l no ten\u00eda m\u00e1s altillo. Hola, dijo. Ignacio nunca habl\u00f3 mucho, ni siquiera en la \u00e9poca que ten\u00eda su altillo y estaba tan orgulloso. Ahora yo tengo el m\u00edo. De tarde me gusta salir a la azotea y por suerte aqu\u00ed no hay perros con mirada de persona. Hay uno chiquito en la azotea de Terneiro, uno chiquito que se llama Goliat, pero ese tiene mirada de perro as\u00ed que no me preocupa tanto. Hola, dije yo tambi\u00e9n. Pero me di cuenta a qu\u00e9 ven\u00eda. Enseguida me di cuenta. \u00c9l dijo que hac\u00eda once a\u00f1os que no nos ve\u00edamos y que estaba en tercero de Facultad. Me pareci\u00f3 que ten\u00eda bigote. A m\u00ed no me crece el bigote. Tu t\u00edo me dio permiso para que viniera a verte, dijo para disimular. Dice tantas macanas mi t\u00edo. Se acerc\u00f3 a la ventana. Mir\u00f3 el cielo. Tambi\u00e9n el cielo lo mir\u00f3 a \u00e9l. Paf. Qu\u00e9 tal, me pregunt\u00f3 mi t\u00edo cuando baj\u00e9. Lindo, dije. Yo dej\u00e9 la luz encendida y desde aqu\u00ed veo el resplandor. A m\u00ed no me va a quitar nadie el altillo. Nunca. Nadie. Nunca. Yo a \u00e9l no lo traicion\u00e9 y ahora viene y se pone el muy falluto\u00b3 a mirar disimuladamente el cielo. Todos sabemos que \u00e9l perdi\u00f3 su altillo, pero yo no tengo la culpa. Qu\u00e9 tal, pregunt\u00f3 mi t\u00edo. Lindo, dije. La luz est\u00e1 encendida, la bombilla de cien buj\u00edas, pero estoy seguro que a Ignacio no le molesta, porque antes de bajar dije perd\u00f3n y le cerr\u00e9 los ojos.<\/p>\n

FIN<\/p>\n


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