{"id":1665,"date":"2020-05-13T12:18:22","date_gmt":"2020-05-13T12:18:22","guid":{"rendered":"http:\/\/tecuentoalgo.com\/?p=1665"},"modified":"2020-05-13T12:18:42","modified_gmt":"2020-05-13T12:18:42","slug":"el-espejo-alphonse-daudet","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/el-espejo-alphonse-daudet\/","title":{"rendered":"El espejo – Alphonse Daudet"},"content":{"rendered":"
Al Norte, a orillas del Nieman, ha llegado una peque\u00f1a criolla de quince a\u00f1os, blanca y rosa como una flor de almendro. Viene del pa\u00eds de los colibr\u00edes, la trae el viento del amor\u2026<\/p>\n
Los de su isla le dec\u00edan:<\/p>\n
-No vayas, en el continente hace fr\u00edo\u2026 El invierno te matar\u00e1.<\/p>\n
Pero la peque\u00f1a criolla no cre\u00eda en el invierno y s\u00f3lo conoc\u00eda el fr\u00edo por haber tomado sorbetes; adem\u00e1s estaba enamorada, no ten\u00eda miedo a morir\u2026 Y ah\u00ed estaba, desembarcada en las brumas del Nieman con sus abanicos, su hamaca, sus mosquiteros y una jaula de enrejado dorado llena de p\u00e1jaros de su pa\u00eds.<\/p>\n
Cuando el anciano padre del Norte vio llegar a aquella flor de las islas que el Sur le enviaba en un rayo de sol, su coraz\u00f3n se apiad\u00f3; y como pensaba que el fr\u00edo pronto devorar\u00eda a la chiquilla y a sus colibr\u00edes, encendi\u00f3 r\u00e1pidamente un hermoso sol amarillo y se visti\u00f3 de verano para recibirlos\u2026<\/p>\n
La criolla se confundi\u00f3; tom\u00f3 aquel calor del Norte, brutal y pesado, por un calor que durar\u00eda; aquella eterna y oscura vegetaci\u00f3n por el verdor de la primavera y, colgando su hamaca al fondo del parque entre dos abetos, pasaba el d\u00eda abanic\u00e1ndose, meci\u00e9ndose.<\/p>\n
-En el Norte hace mucho calor -dice riendo.<\/p>\n
Sin embargo hay cosas que la inquietan. \u00bfPor qu\u00e9, en este extra\u00f1o pa\u00eds, las casas no tienen miradores acristalados? \u00bfPor qu\u00e9 esos muros gruesos, esas alfombras, esas pesadas cortinas? Esas gruesas estufas de may\u00f3lica, esos grandes montones de le\u00f1a apilados en los patios, y esas pieles de zorro azul, esos abrigos forrados, esas pieles que duermen al fondo de los armarios \u00bfpara qu\u00e9 pueden servir?<\/p>\n
Pobre peque\u00f1a, muy pronto va a saberlo.<\/p>\n
Una ma\u00f1ana, al despertarse, la peque\u00f1a criolla siente un gran escalofr\u00edo. El sol ha desaparecido y, del cielo negro y bajo que parece haberse aproximado a la tierra durante la noche, caen copos de una pelusa blanca y silenciosa como la que se desprende de los algodonales\u2026 \u00a1Es el invierno! \u00a1Ha llegado el invierno! El viento sopla, las estufas resuenan. En la gran jaula de enrejado dorado, los colibr\u00edes ya no gorjean. Sus peque\u00f1as alas azules, rosas, amarillas, verde mar, permanecen inm\u00f3viles y da pena ver c\u00f3mo se aprietan unos a otros ateridos e hinchados por el fr\u00edo, con sus finos picos y sus ojos de cabeza de alfiler. All\u00e1, al fondo del parque, la hamaca tirita cubierta de escarcha y las ramas de los abetos son de cristal hilado.<\/p>\n
La peque\u00f1a criolla tiene fr\u00edo y ya no quiere salir. Acurrucada junto al fuego como uno de sus p\u00e1jaros, pasa el tiempo contemplando las llamas, y se hace un sol con sus recuerdos. En la gran chimenea luminosa y ardiente, vuelve a ver todo su pa\u00eds: los anchos muelles repletos de sol con el az\u00facar moreno de las ca\u00f1as que chorrean, y los granos de ma\u00edz flotando en una polvareda dorada; luego las siestas de la tarde, los estores claros, las esteras de paja; luego las noches estrelladas, las moscas enardecidas, y los millones de peque\u00f1as alas que zumban entre las flores y en las mallas de tul de los mosquiteros.<\/p>\n
Y mientras ella sue\u00f1a as\u00ed ante las llamas, los d\u00edas de invierno se suceden cada vez m\u00e1s cortos, cada vez m\u00e1s oscuros. Cada ma\u00f1ana se retira un colibr\u00ed muerto de la jaula; pronto s\u00f3lo quedan dos, dos copos de plumas verdes que se erizan uno junto al otro en un rinc\u00f3n\u2026<\/p>\n
Aquella ma\u00f1ana, la peque\u00f1a criolla no ha podido levantarse. Como una balancela de Mah\u00f3n atrapada por los hielos del Norte, el fr\u00edo la oprime y la paraliza. Est\u00e1 oscuro, la habitaci\u00f3n est\u00e1 triste. La escarcha ha puesto sobre los cristales una espesa cortina de seda mate. La ciudad parece muerta y, por las calles silenciosas, el quitanieves a vapor, silba lamentablemente\u2026 Para distraerse, la criolla hace espejear las lentejuelas de su abanico y pasa el tiempo entreteni\u00e9ndose con los espejos de su pa\u00eds ribeteados de grandes plumas indias.<\/p>\n
Cada vez m\u00e1s cortos, cada vez m\u00e1s oscuros, los d\u00edas de invierno se suceden. Tras sus cortinas de encaje la peque\u00f1a criolla languidece y se desola. Lo que m\u00e1s la entristece es que desde su cama no puede ver el fuego. Tiene la sensaci\u00f3n de haber perdido su patria por segunda vez\u2026 De vez en cuando pregunta:<\/p>\n
-\u00bfHay fuego en la habitaci\u00f3n?<\/p>\n
-Claro que s\u00ed. La chimenea est\u00e1 ardiendo. \u00bfOyes como crepitan los troncos y estallan las pi\u00f1as?<\/p>\n
-\u00a1Oh! Veamos, veamos.<\/p>\n
Pero de nada le sirve asomarse, la llama est\u00e1 demasiado lejos, no puede verla y eso la desespera. Una tarde que est\u00e1 all\u00ed, p\u00e1lida y pensativa, con la cabeza en el extremo de la almohada y los ojos siempre vueltos hacia aquella llama invisible, su amigo se acerca, y coge uno de los espejos que se encuentran sobre el lecho:<\/p>\n
-\u00bfQuieres ver el fuego, querida? Muy bien, espera\u2026<\/p>\n
Y arrodill\u00e1ndose delante de la chimenea, trata de enviarle con el espejo un reflejo de la llama m\u00e1gica.<\/p>\n
-\u00bfPuedes verla?<\/p>\n
-No, no veo nada.<\/p>\n
-\u00bfY ahora?<\/p>\n
-No, a\u00fan no.<\/p>\n
Luego, de repente, recibiendo en pleno rostro un rayo de luz que la ilumina:<\/p>\n
-\u00a1Oh! \u00a1La veo! -dice feliz.<\/p>\n
Y muere riendo con dos peque\u00f1as llamas en el fondo de sus ojos.<\/p>\n
FIN<\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"
Al Norte, a orillas del Nieman, ha llegado una peque\u00f1a criolla de quince a\u00f1os, blanca y rosa como una flor de almendro. Viene del pa\u00eds de los colibr\u00edes, la trae el viento del amor\u2026 Los de su isla le dec\u00edan: -No vayas, en el continente hace fr\u00edo\u2026 El invierno te matar\u00e1. Pero la peque\u00f1a criolla […]<\/p>\n","protected":false},"author":1,"featured_media":1666,"comment_status":"open","ping_status":"open","sticky":false,"template":"","format":"standard","meta":{"footnotes":""},"categories":[10,19],"tags":[],"class_list":{"0":"post-1665","1":"post","2":"type-post","3":"status-publish","4":"format-standard","5":"has-post-thumbnail","7":"category-cuentos-cortos","8":"category-los-mejores-cuentos-clasicos","9":"czr-hentry"},"_links":{"self":[{"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/1665","targetHints":{"allow":["GET"]}}],"collection":[{"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/posts"}],"about":[{"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/types\/post"}],"author":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/users\/1"}],"replies":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/comments?post=1665"}],"version-history":[{"count":0,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/1665\/revisions"}],"wp:featuredmedia":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/media\/1666"}],"wp:attachment":[{"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/media?parent=1665"}],"wp:term":[{"taxonomy":"category","embeddable":true,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/categories?post=1665"},{"taxonomy":"post_tag","embeddable":true,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/tags?post=1665"}],"curies":[{"name":"wp","href":"https:\/\/api.w.org\/{rel}","templated":true}]}}