{"id":1775,"date":"2020-07-07T00:46:58","date_gmt":"2020-07-07T00:46:58","guid":{"rendered":"http:\/\/tecuentoalgo.com\/?p=1775"},"modified":"2020-07-07T00:47:00","modified_gmt":"2020-07-07T00:47:00","slug":"karen-elbio-firpo","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/karen-elbio-firpo\/","title":{"rendered":"Karen – Elbio Firpo"},"content":{"rendered":"

S<\/span>e hab\u00edan conocido en la Cinemateca Pocitos a las tres de la tarde. La hora preferida de Ignacio para recorrer los anaqueles de videos  en el silencio sacramental que eligen los cin\u00e9filos en su lenta y meticulosa b\u00fasqueda, tan singularmente parecida al acto amoroso, tanto m\u00e1s disfrutable cuanto m\u00e1s paulatino y quedo.<\/p>\n

Dudaba en llevar de nuevo El jard\u00edn de los Finzzi-Contini . Amaba esa maravillosa adaptaci\u00f3n que hab\u00eda hecho Vittorio de Sica de la novela de Bassani . Lo fascinaba la historia de un amor no correspondido en la Italia fascista de los a\u00f1os cuarenta y el tr\u00e1gico destino de aquella familia jud\u00eda.<\/p>\n

El la hab\u00eda visto acercarse pero no levant\u00f3 los ojos de la caja que ten\u00eda en  sus manos por no parecer indiscreto. Ten\u00eda cincuenta y dos a\u00f1os y un acentuado temor al rid\u00edculo que lo hac\u00edan parecer hura\u00f1o. En realidad,  una at\u00e1vica timidez que el divorcio, como fracaso afectivo, hab\u00eda agudizado, lo empujaban a una misoginia protectora de su menoscabado ego.<\/p>\n

La consulta trivial sobre una pel\u00edcula inici\u00f3 una charla a la que Ignacio no pudo rehusarse. M\u00e1s all\u00e1 de coincidencias cinematogr\u00e1ficas, lo sorprendi\u00f3 el conocimiento profundo de su interlocutora, casi erudito, sobre Films y directores a la que, cierta jerga intelectual al que el personalmente adher\u00eda, denominaba \u201ccine de culto\u201d. La naturalidad<\/p>\n

y seguridad de su  discurso parec\u00edan no pertenecer a una mujer de su edad.<\/p>\n

Era muy joven, despu\u00e9s se enterar\u00eda que hab\u00eda cumplido veinticuatro a\u00f1os, usaba el pelo negro muy corto. Sus ojos de igual color, contrastaban con una piel muy blanca. La nariz era delicadamente aquilina y la boca h\u00fameda.<\/p>\n

Se llamaba Karen.<\/p>\n

La tranquilidad de templo de la Cinemateca se romp\u00eda. Las puertas batientes dejaban pasar a los ruidosos feligreses que no tardaron en lanzarse sobre los estantes y a interrogar al encargado sobre los \u00faltimos estrenos. Se sorprendieron al comprobar que eran las cinco de la tarde. Salieron juntos sin retirar nada de lo que hab\u00edan ido a buscar. Ella estaba ligeramente atrasada. Ignacio aprovech\u00f3 el momento para despedirse-Por qu\u00e9  no me acompa\u00f1\u00e1s hasta el \u00f3mnibus y charlamos un rato m\u00e1s? Total, ten\u00e9s algo que hacer? \u2013pregunt\u00f3.<\/p>\n

Bueno-dijo \u00e9l-sin ofrecer para su sorpresa ninguna excusa.<\/p>\n

Caminaron hasta Avenida Brasil. En esa breve caminata se dijeron todo. Es decir, esa s\u00edntesis apretada, especie de sinopsis de la vida de cada uno, a cuenta del film que ver\u00edan el fin de semana. A pesar de que Ignacio se dec\u00eda que todo terminar\u00eda en la parada del \u00f3mnibus, reconoc\u00eda haber obrado como un adolescente intentando impresionar a su joven acompa\u00f1ante y se recrimin\u00f3 interiormente por tama\u00f1a idiotez.<\/p>\n

Fat\u00eddico, el 121, ven\u00eda desde la Rambla.<\/p>\n

_ Llam\u00e1me\u2026y seguimos hablando\u2026ten\u00e9s en que anotar?- en tanto levantaba el brazo advirtiendo al conductor de su presencia.<\/p>\n

\u2026mejor no, Karen,\u2026no creo que\u2026yo que s\u00e9\u2026<\/p>\n

El \u00f3mnibus se deten\u00eda.<\/p>\n

_…dame tu n\u00famero. \u2013Dijo casi subiendo<\/p>\n

_ Setecientos diez\u2026siete\u2026siete \u2026_ Y termin\u00f3 todos los d\u00edgitos mientras ella sub\u00eda los primeros escalones y el veh\u00edculo se pon\u00eda en marcha.<\/p>\n

Lo mir\u00f3 alejarse. La soledad volvi\u00f3 por sus fueros. Se apresur\u00f3 a la seguridad de su apartamento, lejos de la gente que s\u00fabitamente hab\u00eda vuelto a aparecer. Regres\u00f3 por Chucarro hasta Mart\u00ed. Se apresuraba. Necesitaba el sill\u00f3n, la m\u00fasica, los libros, la l\u00e1mpara que lo protegiese de la tristeza de la tarde oto\u00f1al. Que estupidez-se repet\u00eda- apenas unos a\u00f1os m\u00e1s que  Virginia.. Por suerte no comet\u00ed la pavada de anotar su tel\u00e9fono.<\/p>\n

Sin embargo, aunque \u00e9l no lo reconociese, el encuentro hab\u00eda alterado los r\u00edgidos par\u00e1metros de su existencia donde se consideraba a salvo de nuevas frustraciones. Intentaba desglosar el impacto intelectual que la muchacha le hab\u00eda provocado del meramente f\u00edsico, del cual, recurrentemente, volv\u00edan las im\u00e1genes de su rostro.<\/p>\n

Recordaba con exactitud el desarrollo del di\u00e1logo. Ella lo dej\u00f3 hablar extensamente de Dominique Sanda  en el personaje central de Nicole en el Jard\u00edn de los Finzi Contini despu\u00e9s hab\u00eda pasado a Millie Perkins en el Diario de Ana Frank. El libro en el que se basaba la pel\u00edcula le hab\u00eda causado honda impresi\u00f3n en su infancia. Se detuvo en un momento cuando iba a mencionar la obra teatral estrenada en los cincuenta por la Comedia Nacional y se excus\u00f3 por haberse dejado llevar por su entusiasmo sapiente y envanecido.<\/p>\n

_ Perd\u00f3n\u2026perd\u00f3n\u2026Karen, estoy hablando de mi prehistoria\u2026vos ni siquiera hab\u00edas nacido.<\/p>\n

_ La estrenaron en el Sol\u00eds-fue la sorprendente respuesta- Candeau hizo de Otto Frank y China Zorrilla de la se\u00f1ora Van Damm \u2013y lo qued\u00f3 mirando divertida con sus expresivos ojos. Antes que Ignacio se recobrara de la sorpresa, agreg\u00f3:<\/p>\n

– Soy jud\u00eda. No es m\u00e9rito m\u00edo el que lo supiera. He escuchado a mis padres mil veces hablar de esa obra. Hasta lo que pude averiguar no quedan registros, lo que es una verdadera pena, me hubiera gustado verla<\/p>\n

Un destello de admiraci\u00f3n sustituy\u00f3, ef\u00edmero, al asombro y fue en ese momento que Ignacio la quiso imaginar, apenas, diez a\u00f1os mayor.<\/p>\n

Recluido en su apartamento, neg\u00e1ndose a admitir cualquier desequilibrio en su imaginada estabilidad  sicol\u00f3gica, volv\u00eda a afirmarse en la fortaleza de su misoginia, la cual hab\u00eda demostrado su efectividad frente a los persistentes intentos de la cincuentona que atend\u00eda Cinemateca, por escalar sus inexpugnables muros.<\/p>\n

Por otro parte- pregunt\u00e1base con lastimera y esperanzada autocompasi\u00f3n- Como podr\u00eda haber escuchado el n\u00famero de tel\u00e9fono con el ruido del \u00f3mnibus y la gente subiendo?<\/p>\n

El tel\u00e9fono son\u00f3 dos d\u00edas despu\u00e9s.<\/p>\n

Karen lo invitaba, si estaba de acuerdo, a seguir la charla en el Caf\u00e9 Arenas en Benito Blanco, frente al Expreso Pocitos, a las ocho de la noche.<\/p>\n

_…entonces quedamos as\u00ed\u2026nos vemos a las ocho\u2026y te dejo porque tengo una entrevista en la Facu. y estoy llegando tarde\u2026chau\u2026chau\u2026<\/p>\n

El breve di\u00e1logo y su inmediata aceptaci\u00f3n  provocaron la inmediata reacci\u00f3n del \u201cS\u00faper yo\u201d freudiano de Ignacio, endilg\u00e1ndole la culpa a su  \u201cEllo\u201d, pleno de pulsiones oscuras y primitivas, cediendo a est\u00edmulos libidinosos que atentaban contra la integridad de su esp\u00edritu. Cosa que no estaba dispuesto a permitir.<\/p>\n

Conforme con la firmeza de su resoluci\u00f3n se dedic\u00f3 el resto de la tarde a preparar su atuendo. Se decidi\u00f3 por un conjunto de pantal\u00f3n y saco sport sin corbata. Si estaba fr\u00edo llevar\u00eda un pa\u00f1uelo al cuello que se prob\u00f3 innumerables veces frente al espejo. Se preocup\u00f3 que la prenda tuviera una elegancia casual, lejos de la rigidez cl\u00e1sica de las golillas con las que suelen identificarse las personas mayores. Y por supuesto no ser\u00eda blanca.<\/p>\n

Un toque apenas de Faherenheit de Dior, casi imperceptible, ser\u00eda suficiente.<\/p>\n

A las ocho en punto entr\u00f3 al Caf\u00e9 Arenas. Lo tranquiliz\u00f3 la semipenumbra del lugar. Apreci\u00f3 las mesas de madera y las c\u00f3modas sillas forradas en cuero en las que crey\u00f3 distinguir lejanas pertenencias del Sorocabana.<\/p>\n

Ella lleg\u00f3 unos minutos despu\u00e9s. Vest\u00eda de negro. Sobre sus altos tacos las medias caladas dejaban entrever, con gracia pudenda, la contundencia de sus piernas.<\/p>\n

Con la misma facilidad del primer encuentro retomaron la charla inconclusa.<\/p>\n

A medida que transcurr\u00eda la velada una atenci\u00f3n casi an\u00f3mala por lo excluyente, se fue apoderando de Ignacio. La vida de Karen, que esta le fue narrando con la naturalidad de costumbre, lo acercaba, sin que el lo advirtiese, al peligroso l\u00edmite de la fascinaci\u00f3n. Hab\u00eda estudiado arquitectura en Francia, sin embargo recibir\u00eda su t\u00edtulo en Uruguay ya que su padre, sometido a las obligaciones de su cargo diplom\u00e1tico, debi\u00f3 abandonar Par\u00eds y regresar a Montevideo. Hab\u00eda vivido en Israel y Egipto. Ignacio intuy\u00f3 que otra raz\u00f3n debi\u00f3 existir para que Karen regresara. Su esp\u00edritu independiente no parec\u00eda depender de la seguridad que la proximidad paterna pod\u00eda ofrecerle. Ignacio lo percibi\u00f3 cuando su voz perdi\u00f3 por unos instantes la seguridad habitual y not\u00f3 que sus ojos se humedec\u00edan.<\/p>\n

Un ramalazo de celos, agudo e inesperado, lo deprimi\u00f3 profundamente.<\/p>\n

Seg\u00fan la Biblia, los muros de Jeric\u00f3 se derrumbaron despu\u00e9s de siete d\u00edas en que los hijos de Israel, liderados por Josu\u00e9, haciendo sonar estridentes trompetas, consiguieron entrar a la amurallada ciudad del pecado y pasaron a cuchillo a los imp\u00edos adoradores del sangriento dios Moloch. Ignacio no era precisamente un lector de la Biblia y, aunque lo fuera, dif\u00edcilmente asociar\u00eda el hecho con la circunstancia que viv\u00eda en la c\u00e1lida atm\u00f3sfera del Arenas, plena del aroma a caf\u00e9 y madera. Mucho menos reconocer\u00eda que una hija de Israel, en apenas dos horas, hab\u00eda destruido totalmente sus ut\u00f3picas murallas de ladrillo.<\/p>\n

Cuando decidieron irse una multitud colmaba el local. La mayor\u00eda de la edad de Karen. Una pareja se apresur\u00f3 a ocupar los lugares que dejaban con gesto de alivio. Los miraron con reproche. Empujaron con impaciencia los pocillos de caf\u00e9 a un costado de la mesa y se tomaron de las manos. Se escuchaban voces y risas destempladas.<\/p>\n

Hac\u00eda fr\u00edo. En el Expreso Pocitos, inmunes a la luz brillante que se reflejaba en el pl\u00e1stico y el acero, los contertulios de costumbre. Hombres y mujeres de rostros ajados exhibidos como en una vitrina. Inm\u00f3viles frente a sus vasos de whisky y el humo de los cigarrillos. La Tienda Inglesa con las cortinas cerradas. M\u00e1s all\u00e1 los sem\u00e1foros.<\/p>\n

Soplaba una ligera brisa. El le pas\u00f3 los brazos por los hombros en un instintivo adem\u00e1n de protecci\u00f3n. Caminaron muy juntos las pocas cuadras que los separaban del apartamento de Ignacio adonde, sin concertaci\u00f3n previa, se dirig\u00edan. Iban en silencio pendientes solamente del roce de sus muslos, la turgencia creciente que se insinuaba, la evanescencia soterrada que se confund\u00eda con el tenue perfume.<\/p>\n

El portero con rostro inmutable les abri\u00f3 la puerta.<\/p>\n

A veces en invierno ocurren abruptos cambios de temperatura. En general son de muy corta duraci\u00f3n, excepci\u00f3n hecha del denominado veranillo de San Juan que, por lo menos, antes de la aparici\u00f3n de los grandes cambios meteorol\u00f3gicos, pod\u00edan extenderse por m\u00e1s de una semana, alcanzando temperaturas casi veraniegas. La gente r\u00e1pidamente se desabrigaba e, ingenuamente, volv\u00edan a sacar del fondo de sus cajones, la liviana y colorida ropa para lucirla en un artero y fraudulento est\u00edo. Como no confiar si hasta la naturaleza desconcertada llenaba de reto\u00f1os los \u00e1rboles, haciendo fluir la savia adormecida, insinuar las flores.<\/p>\n

Y entonces el invierno volv\u00eda por sus fueros. Regresaba con una helada mortaja sobre los confundidos campos, las germinales siembras, desprendiendo los ciegos brotes de las  ramas  a golpes de cierzo.<\/p>\n

Y la gente se enfermaba de tristeza.<\/p>\n

La aparici\u00f3n de Karen en la vida de Ignacio, aunque \u00e9l no lo reconociese,  se parec\u00eda mucho a ese inesperado y c\u00e1lido fen\u00f3meno. Sin embargo, perceptiblemente, no hubo cambios en su conducta, ni en su apariencia. No se le ocurri\u00f3 incorporar a su vestimenta vaqueros ni mocasines. Era muy conciente de sus a\u00f1os y mucho el temor al rid\u00edculo a la que la situaci\u00f3n lo expondr\u00eda.<\/p>\n

Cuando ella le pidi\u00f3 que la fuera a buscar a la salida de la Facultad a las siete de la tarde, la esper\u00f3 en un extremo de la amplia escalinata. Karen se ri\u00f3 cuando lo vio.<\/p>\n

– Por qu\u00e9 no subiste? Mir\u00e1 que nadie te va a comer.<\/p>\n

Y lo tom\u00f3 del brazo, divertida y feliz.<\/p>\n

Caminaron unas cuadras antes de ir al apartamento. A un costado de los juegos infantiles del Parque Rod\u00f3, cuando las sombras de la noche se insinuaban, Ignacio la bes\u00f3. Se abrazaron largamente al borde de los reflejos multicolores.<\/p>\n

Sin percibirlo, Ignacio sal\u00eda de un recinto herm\u00e9tico para entrar en otro. En el primero, su encierro le permit\u00eda controlar su espacio exterior, es decir, las personas, como un francotirador que observa protegido desde la seguridad de su refugio. Tiene conciencia de ese mundo hostil del que se mantiene alejado y fuera de peligro. En el que ingresa, la atenci\u00f3n, instrumento supremo de la personalidad, queda paralizada, fija en el objeto que lo fascina, pierde su invisibilidad, pasa de ver sin ser visto, a ser visto sin ver, indefenso y fr\u00e1gil.<\/p>\n

En buen romance, Ignacio estaba enamorado.<\/p>\n

Y el mundo no perdi\u00f3 tiempo. Ese mundo pacato de vecinas viejas, hasta ayer complaciente y amable, que ahora miraban para otro lado cuando lo ve\u00edan pasar murmurando horrorizadas que Karen no era su hija, extend\u00eda sus redes, maledicientes e hip\u00f3critas, para juzgar al r\u00e9probo, al que ya, gozosamente, hab\u00edan condenado.<\/p>\n

Inmerso en ese estado de gracia con que suele identificarse el enamoramiento, las habladur\u00edas y los consejos que no faltaban, llam\u00e1ndolo al recato y la moderaci\u00f3n, llegaban mitigadas a su conciencia. Cuando la desproporci\u00f3n entre la atenci\u00f3n prestada a una mujer y la que concedemos a las dem\u00e1s y al resto del cosmos, pasa de cierta medida, no est\u00e1 ya en nuestra mano detener el proceso.<\/p>\n

Para Ortega y Gasset el enamoramiento es un estado inferior de esp\u00edritu, una especie de angostura mental, de angina s\u00edquica que, aunque transitoria, altera la realidad y nos sumerge en el inefable universo de la ilusi\u00f3n.<\/p>\n

En esas profundidades azules andaba Ignacio considerando ya como posible la cuadratura del c\u00edrculo cuando ocurri\u00f3 el encuentro.<\/p>\n

El timbre los sorprendi\u00f3 un domingo como a las tres de la tarde sentados en los sillones del peque\u00f1o living discutiendo, nadie podr\u00eda jam\u00e1s creerlo, sobre la vigencia de Nietzsche, la postmodernidad y la idea del pensamiento d\u00e9bil sostenido por Vattimo.<\/p>\n

-Soy yo-dijo una voz por el intercomunicador-Virginia.<\/p>\n

La relaci\u00f3n con su hija era dif\u00edcil de definir. Se hab\u00eda tornado difusa a partir de su entrada en la adolescencia. Ignacio siempre hab\u00eda temido ese momento. Su mirada hab\u00eda perdido la inocencia de la ni\u00f1ez y se hab\u00eda tornado progresivamente incisiva, c\u00e1ustica inclusive. Como todo buen divorciado atribu\u00eda ese cambio a la influencia de su madre y abuela, con las que Ignacio hab\u00eda cortado todo v\u00ednculo.<\/p>\n

Se ve\u00edan poco. Generalmente a instancias de Ignacio y muy pocas veces por su propia iniciativa.<\/p>\n

Esta era una de ellas.<\/p>\n

A la sorpresa inicial la sigui\u00f3 la ilusoria convicci\u00f3n de que ser\u00eda una buena oportunidad para que se conocieran.<\/p>\n

No advirti\u00f3 la luz de alarma encendida en los oscuros ojos de Karen.<\/p>\n

Ignacio hizo las presentaciones. Un r\u00e1pido saludo de besos en las mejillas y sonrisas fugaces. Virginia se sent\u00f3 en un viejo y c\u00f3modo butac\u00f3n deslucido. Sobre los muebles escasos y grandes, la descuidada biblioteca y el equipo de m\u00fasica, se acumulaba el polvo. La l\u00e1mpara de pie, sorprendida por la cruda luz de la tarde, mostraba la p\u00e1tina descascarada de su alto pi\u00e9, la vetusta pantalla.<\/p>\n

El intento de charla de Ignacio, apoyado por Karen, dur\u00f3 poco. Un segundo de silencio en aquella circunstancia parec\u00eda  un siglo. Virginia contestaba poco m\u00e1s que con monos\u00edlabos. Su mirada se posaba sobre los grandes sillones de madera donde se apoyara cuando ni\u00f1a. La estancia a oscuras. La estufa a le\u00f1a iluminando los rostros.<\/p>\n

Ignacio comprendi\u00f3 tard\u00edamente su error.<\/p>\n

Los restos del naufragio a los que se aferraban padre e hija.<\/p>\n

El nav\u00edo perdido.<\/p>\n

_  Ya son las cuatro\u2026!    Que tarde se me hizo\u2026qued\u00e9 con mi t\u00eda que ir\u00eda por su casa a tomar el t\u00e9.<\/p>\n

Ignacio agradeci\u00f3 con doloroso alivio la mentira de Karen.<\/p>\n

_ Un gusto conocerte, Virginia\u2026 a ver si arreglamos otro d\u00eda con m\u00e1s tiempo\u2026<\/p>\n

El zumbido del ascensor bajando. Otra vez el silencio del domingo.<\/p>\n

Virginia no tard\u00f3 en irse. Hubiera querido abrazarla No lo intent\u00f3. Virginia hac\u00eda tiempo que rehu\u00eda los abrazos. Cuando se cerr\u00f3 la puerta volvi\u00f3 a los sillones vac\u00edos. A la alfombra de lana, mal cortada y manchada, que hab\u00edan comprado con tanto esfuerzo.<\/p>\n

Los encuentros se fueron espaciando hasta que un d\u00eda Karen desapareci\u00f3 de su vida.<\/p>\n

A\u00f1os despu\u00e9s supo que se hab\u00eda casado y viv\u00eda en Italia<\/p>\n

Hubiera podido luchar a\u00fan, probar suerte: no hay fatalidad externa. Pero si una fatalidad interior, un dejarse ir del alma. Entonces las faltas, reales o imaginarias, nos atraen como un v\u00e9rtigo.<\/p>\n

Karen se convirti\u00f3 en un recuerdo. Breve h\u00e1lito sentimental que seguir\u00eda manando en el subsuelo de la conciencia de Ignacio con la ternura intacta que solo tienen las cosas queridas.<\/p>\n

En invierno el viento que corre por Bulevard Artigas convierte la amplia escalinata de la Facultad de Arquitectura en un lugar inh\u00f3spito que los estudiantes suben corriendo envueltos en abrigos y bufandas.<\/p>\n

A veces, sin embargo, la estaci\u00f3n nos enga\u00f1a. Una temperatura casi veraniega hace fluir la savia de los \u00e1rboles que r\u00e1pidamente se llenan de reto\u00f1os. Las personas se desabrigan e ingenuamente se visten de verano.<\/p>\n

Pero el invierno siempre regresa. Las germinales siembras sucumben bajo una helada mortaja y los ciegos brotes de las ramas se desprenden a golpes de cierzo.<\/p>\n

Y la gente se enferma de tristeza.<\/p>\n

 <\/p>\n

 <\/p>\n

Elbio Firpo. Agosto 25 del 2009<\/p>\n

 <\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"

Se hab\u00edan conocido en la Cinemateca Pocitos a las tres de la tarde. La hora preferida de Ignacio para recorrer los anaqueles de videos  en el silencio sacramental que eligen los cin\u00e9filos en su lenta y meticulosa b\u00fasqueda, tan singularmente parecida al acto amoroso, tanto m\u00e1s disfrutable cuanto m\u00e1s paulatino y quedo. Dudaba en llevar […]<\/p>\n","protected":false},"author":1,"featured_media":1776,"comment_status":"open","ping_status":"open","sticky":false,"template":"","format":"standard","meta":{"footnotes":""},"categories":[10,20],"tags":[],"class_list":{"0":"post-1775","1":"post","2":"type-post","3":"status-publish","4":"format-standard","5":"has-post-thumbnail","7":"category-cuentos-cortos","8":"category-cuentos-de-elbio-firpo","9":"czr-hentry"},"_links":{"self":[{"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/1775","targetHints":{"allow":["GET"]}}],"collection":[{"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/posts"}],"about":[{"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/types\/post"}],"author":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/users\/1"}],"replies":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/comments?post=1775"}],"version-history":[{"count":0,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/1775\/revisions"}],"wp:featuredmedia":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/media\/1776"}],"wp:attachment":[{"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/media?parent=1775"}],"wp:term":[{"taxonomy":"category","embeddable":true,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/categories?post=1775"},{"taxonomy":"post_tag","embeddable":true,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/tags?post=1775"}],"curies":[{"name":"wp","href":"https:\/\/api.w.org\/{rel}","templated":true}]}}