{"id":1945,"date":"2020-09-16T10:53:20","date_gmt":"2020-09-16T10:53:20","guid":{"rendered":"http:\/\/tecuentoalgo.com\/?p=1945"},"modified":"2020-09-25T01:12:31","modified_gmt":"2020-09-25T01:12:31","slug":"la-roma-de-marco-tulio-ciceron-2da-entrega-ciceron-de-regreso-en-roma","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/la-roma-de-marco-tulio-ciceron-2da-entrega-ciceron-de-regreso-en-roma\/","title":{"rendered":"LA ROMA DE MARCO TULIO CICER\u00d3N (2) – Cicer\u00f3n de regreso en Roma"},"content":{"rendered":"
C<\/span>icer\u00f3n no ha querido el alevoso crimen de Julio C\u00e9sar. Tal vez ni en sus sue\u00f1os m\u00e1s \u00edntimos se haya atrevido siquiera a desearlo. Bruto y Casio \u2013aunque Bruto, al sacar del pecho de C\u00e9sar el pu\u00f1al ba\u00f1ado de sangre, ha gritado su nombre, el de Cicer\u00f3n, poniendo as\u00ed como testigo de su crimen al maestro del credo republicano- no le han informado de la conspiraci\u00f3n. Pero ahora que el crimen se ha perpetrado de modo irrevocable, al menos hay que aprovecharlo en beneficio de la rep\u00fablica. Cicer\u00f3n reconoce que el camino hacia la antigua libertad romana pasa por encima de ese cad\u00e1ver imperial. Y su deber es mostr\u00e1rselo a los dem\u00e1s. Un momento como \u00e9ste, \u00fanico, no puede desperdiciarse. Ese mismo d\u00eda, Marco Tulio Cicer\u00f3n, deja sus libros, sus escritos y el bendito ocio del artista, la contemplaci\u00f3n. Con el coraz\u00f3n palpitante, corre hacia Roma, para salvar a la rep\u00fablica, la verdadera herencia de C\u00e9sar, tanto de sus asesinos como de sus vengadores.<\/p>\n En Roma, Cicer\u00f3n se encuentra una ciudad confundida, consternada y desorientada. Desde el momento en que se produce, el asesinato de Julio C\u00e9sar se revela como m\u00e1s grande que sus autores. La abigarrada camarilla de los conjurados no ha sabido hacer otra cosa que asesinar, nada m\u00e1s que eliminar a ese hombre superior a ellos. Pero ahora que hay que sacar provecho de esa acci\u00f3n, se quedan desamparados, sin saber qu\u00e9 hacer. Los senadores vacilan sobre si deben aprobar o condenar el asesinato. El pueblo, hace tiempo acostumbrado a ser dirigido con mano brutal, no se atreve a opinar. Antonio y los dem\u00e1s amigos de C\u00e9sar temen a los conjurados y tiemblan por su vida. Los conjurados, a su vez, tienen miedo de los amigos de C\u00e9sar y de su venganza.<\/p>\n En medio de la confusi\u00f3n general, Cicer\u00f3n se revela como el \u00fanico capaz de mostrar determinaci\u00f3n. En otras ocasiones vacilante y temeroso, como todo hombre de esp\u00edritu y nervio, el mismo se pone, sin titubear, tras ese crimen en el que no ha participado. Erguido, pisa las baldosas aun mojadas con la sangre de C\u00e9sar y ante el senado reunido ensalza la supresi\u00f3n del dictador como un triunfo de la idea republicana. \u201c\u00a1Ah, pueblo m\u00edo, una vez m\u00e1s has recuperado la libertad!, exclama. \u201cVosotros, Bruto y Casio, vosotros hab\u00e9is llevado a cabo la acci\u00f3n m\u00e1s grande, no s\u00f3lo de Roma, sino del mundo entero.\u201d Pero al mismo tiempo exige que a ese acto en s\u00ed criminal se le d\u00e9 un sentido m\u00e1s elevado. Los conjurados deben tomar en\u00e9rgicamente el poder, desierto tras la muerte de C\u00e9sar, y utilizarlo para sin demora salvar la rep\u00fablica, para restablecer la vieja constituci\u00f3n romana. Antonio debe encargarse del consulado. Y a Bruto y Casio hay que transmitirles el poder ejecutivo. Por primera vez, y para imponer para siempre la dictadura de la libertad, este hombre de leyes tiene que infringir, por un breve instante en la historia universal, la r\u00edgida ley.<\/p>\n Pero ahora se demuestra la debilidad de los conjurados. S\u00f3lo eran capaces de urdir una conjura, de cometer un asesinato. Ten\u00edan \u00fanicamente la fuerza necesaria para hundir sus pu\u00f1ales a cinco pulgadas de profundidad en el cuerpo de un hombre indefenso. Y con ello se acab\u00f3 su entereza. En lugar de hacerse del poder y emplearlo para restablecer la rep\u00fablica, se afanan por conseguir una amnist\u00eda a buen precio y negocian con Antonio. A los amigos de C\u00e9sar les dan ocasi\u00f3n para reunirse y con ello desperdician un tiempo precioso. Cicer\u00f3n, con perspicacia, reconoce el peligro. Se da cuenta que Antonio prepara un contragolpe, que habr\u00e1 de liquidar no s\u00f3lo a los conjurados, sino tambi\u00e9n las ideas republicanas. Previene, lanza invectivas, instiga y pronuncia discursos, para obligar a los conjurados, para obligar al pueblo que act\u00fae con decisi\u00f3n. Pero -\u00a1hist\u00f3rico error!- \u00e9l mismo no lo hace. Ahora tiene los recursos en sus manos. El senado est\u00e1 dispuesto a declararse conforme. El pueblo en definitiva s\u00f3lo espera que alguien con decisi\u00f3n y arrojo se haga cargo de las riendas que se han escapado de las fuertes manos de C\u00e9sar. Nadie se habr\u00eda opuesto. Todos habr\u00edan respirado aliviados, si ahora \u00e9l se hubiera hecho cargo del gobierno y en medio del caos hubiera puesto orden.<\/p>\n El momento hist\u00f3rico, el momento universal de Marco Tulio Cicer\u00f3n, que tan ardientemente a\u00f1orara desde sus discurso catilinarios (\u201c\u00bfHasta cuando abusar\u00e1s, Catilina, de nuestra paciencia?\u201d), ha llegado por fin con esos idus de marzo. Y si hubiera sabido aprovecharlos, la asignatura de Historia que todos nosotros estudiamos en la escuela habr\u00eda sido distinta. El nombre de Cicer\u00f3n no se habr\u00eda transmitido en los anales de Livio y Plutarco como el de un mero escritor notable, sino como el del salvador de la rep\u00fablica, como el del verdadero genio de la libertad romana. Suya ser\u00eda la gloria imperecedera de haber tenido en sus manos el poder de un dictador y de haberlo devuelto voluntariamente al pueblo.<\/p>\n Pero en la Historia se repite sin cesar la tragedia del hombre de esp\u00edritu que, en el momento decisivo, inc\u00f3modo en su fuero interno por la responsabilidad, rara vez se convierte en un hombre de acci\u00f3n. Una vez m\u00e1s, en el hombre de esp\u00edritu, en el creador, se renueva la misma escisi\u00f3n: ver mejor las necedades de su \u00e9poca le lleva a intervenir y en un momento de entusiasmo se lanza con pasi\u00f3n a la lucha pol\u00edtica, pero, al mismo tiempo, duda sobre si se ha de responder a la violencia con violencia. Su conciencia retrocede ante la idea de practicar el terror y derramar sangre. Y esa vacilaci\u00f3n y esa deferencia en ese momento \u00fanico, que no s\u00f3lo autoriza la falta de consideraci\u00f3n, sino que incluso la exige, paraliza sus fuerzas. Tras un primer arranque de entusiasmo, Cicer\u00f3n observa la situaci\u00f3n con peligrosa clarividencia. Observa a los conjurados, los que aun ayer ensalzaba, y ve que no son m\u00e1s que unos pusil\u00e1nimes, que huyen de las sombras de su propio crimen. Observa al pueblo y ve que hace tiempo ya no es el viejo populos romanus, <\/em>aquel pueblo heroico con el que so\u00f1ara, sino una plebe degenerada que s\u00f3lo piensa en el beneficio y en la diversi\u00f3n, en comer y en el juego, panen et circenses, <\/em>que un d\u00eda recibe con j\u00fabilo a Bruto y a Casio, a los asesinos, y al siguiente a Antonio, quien clama venganza contra ellos, y al tercero a Dolabela que manda derribar todos los retratos de C\u00e9sar. En esa ciudad degenerada, reconoce, nadie sirve ya con honradez a la idea de la libertad. Todos quieren \u00fanicamente el poder o su bienestar. C\u00e9sar ha sido eliminado en vano, pues todos ellos aspiran y pelean por su herencia, por su dinero, por sus legiones, por su poder. Tan s\u00f3lo buscan el provecho y la ganancia para s\u00ed mismos, y no para la \u00fanica causa sagrada, la causa de Roma.<\/p>\n A la vista de su fracaso, Cicer\u00f3n debe reconocer que su papel de conciliador ha terminado, que ha sido demasiado d\u00e9bil o demasiado cobarde para salvar a su patria de la amenaza de la guerra civil. De modo que la abandona a su destino y vuelve a sus libros en la solitaria villa de Pozzuoli, en el golfo de N\u00e1poles.<\/p>\n Pr\u00f3xima entrega: El testamento pol\u00edtico y moral de Cicer\u00f3n<\/em><\/p>\n <\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":" Cicer\u00f3n no ha querido el alevoso crimen de Julio C\u00e9sar. Tal vez ni en sus sue\u00f1os m\u00e1s \u00edntimos se haya atrevido siquiera a desearlo. 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