{"id":1954,"date":"2020-09-25T01:05:21","date_gmt":"2020-09-25T01:05:21","guid":{"rendered":"http:\/\/tecuentoalgo.com\/?p=1954"},"modified":"2020-09-25T01:05:21","modified_gmt":"2020-09-25T01:05:21","slug":"el-traje-del-prisionero-naguib-mahfuz-premio-nobel","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/el-traje-del-prisionero-naguib-mahfuz-premio-nobel\/","title":{"rendered":"El traje del prisionero – Naguib Mahfuz (Premio Nobel)"},"content":{"rendered":"
El Buche, el cerillero, llegaba antes que nadie a la estaci\u00f3n de al-Zagazig cuando iba a pasar el tren. Recorr\u00eda los andenes incomparablemente ligero, ojeando a los clientes con sus ojos peque\u00f1os y expertos. Si alguien hubiese preguntado al Buche por su trabajo, el Buche habr\u00eda echado pestes de \u00e9l. Porque el Buche, como la mayor\u00eda de la gente, estaba harto de su vida, descontento con su suerte. Si hubiese sido due\u00f1o de elegir, hubiera preferido ser chofer de alg\u00fan rico y vestir ropa de\u00a0effendi<\/i>\u00a0y comer lo mismo que el bey y acompa\u00f1arle a sitios selectos en todo tiempo, una manera de ganarse la vida que parec\u00eda diversi\u00f3n, placer. Ten\u00eda adem\u00e1s otros motivos particulares y razones sutiles para desear un trabajo como aquel; lo deseaba desde un d\u00eda en que vio c\u00f3mo el Fino, el chofer de uno de los Importantes, paraba a la Nabawiyya, la criada del comisario, y la requebraba, descarado y seguro. Incluso, una vez, oy\u00f3 que le dec\u00eda frot\u00e1ndose las manos satisfecho: \u201cPronto vendr\u00e9 con el anillo\u2026\u201d Y vio que la joven sonre\u00eda con arrumaco mientras levantaba el borde de la\u00a0milaya\u00a0<\/i>como si lo estuviese arreglando (lo que quer\u00eda es que se viera su pelo negr\u00edsimo y abrillantinado). Vio aquello y el coraz\u00f3n se le inflam\u00f3 y los celos lo mordieron dolorosamente; los ojos de ella eran sus dolores y sus enfermedades. La sigui\u00f3 a poca distancia y en una calleja le sali\u00f3 al paso aqu\u00ed y all\u00ed e hizo volver a sus o\u00eddos lo que le hab\u00eda dicho el Fino: \u201cPronto vendr\u00e9 con el anillo\u201d. Pero ella torci\u00f3 la cabeza, frunci\u00f3 la frente y dijo desde\u00f1osa: \u201cMejor c\u00f3mprate unos zuecos\u201d. Y \u00e9l se mir\u00f3 los pies como si fueran una sima de significados misteriosos, su\u00a0galabeyya\u00a0<\/i>sucia, su\u00a0taqiyya<\/i>\u00a0mugrienta y se dijo: \u201c\u00c9ste es el motivo de mi miseria y el ocaso de mi estrella\u201d, y envidi\u00f3 al Fino, su trabajo y su suerte\u2026 S\u00f3lo que estas esperanzas, en lugar de apartarle de su oficio le hac\u00edan enfrascarse en \u00e9l con mayor af\u00e1n y satisfacer sus esperanzas con sue\u00f1os.<\/p>\n
Aquella tarde subi\u00f3 a la estaci\u00f3n con su caja a atender al tren del crep\u00fasculo que todav\u00eda no era m\u00e1s que una nube de humo en el horizonte, pero que avanzaba, se acercaba. Ya se distingu\u00edan las distintas unidades y se percib\u00eda el estr\u00e9pito; ya est\u00e1 parado junto a los andenes\u2026 Al lanzarse a los vagones vio el Buche con sorpresa que en las puertas hab\u00eda centinelas y que por las ventanillas asomaban caras extra\u00f1as con ojos ausentes, rotos. Pregunt\u00f3 y le enteraron de que eran prisioneros italianos que hab\u00edan ca\u00eddo a montones en manos del enemigo y que les conduc\u00edan a campos de concentraci\u00f3n.<\/p>\n
El Buche se qued\u00f3 perplejo pasando los ojos por los rostros polvorientos, y luego le tom\u00f3 la desilusi\u00f3n; cuando estuvo cierto de que aquellas caras p\u00e1lidas, hundidas en la miseria y la necesidad dif\u00edcilmente podr\u00edan saciar su ansia de cigarrillos\u2026 Se dio cuenta de que devoraban su caja y les repeli\u00f3 con una mirada irritada y desde\u00f1osa. Pensaba darles la espalda y volver por donde hab\u00eda venido cuando oy\u00f3 que una voz le gritaba en \u00e1rabe con acento europeo: \u201ccigarrillos\u201d. Le ech\u00f3 una mirada sorprendida y desconfiada, luego frot\u00f3 el dedo \u00edndice con el pulgar: \u201c\u00bfhay dinero?\u201d. El soldado comprendi\u00f3 y contest\u00f3 afirmativamente con la cabeza. El Buche se acerc\u00f3 cauteloso y se detuvo fuera del alcance de las manos del soldado, El soldado se quit\u00f3 calmosamente la guerrera y le dijo mostr\u00e1ndosela: \u201cEste es mi dinero\u201d. El Buche qued\u00f3 deslumbrado y escudri\u00f1\u00f3 la guerrera gris con botones dorados entre sorprendido y \u00e1vido. Le hab\u00eda ganado el coraz\u00f3n, pero como no era un c\u00e1ndido ni un palurdo disimul\u00f3 lo que se hab\u00eda levantado en \u00e9l para sacar ventaja de la avidez del italiano. Con estudiada parsimonia exhibi\u00f3 una cajetilla y extendi\u00f3 el brazo para recoger la chaqueta. El soldado frunci\u00f3 la frente y le grit\u00f3: \u201c\u00bfUna cajetilla por la guerrera?\u2026 \u00a1Diez!\u201d El Buche dio un respingo y se ech\u00f3 para atr\u00e1s; su deseo recedi\u00f3. Iba a irse por otro lado, pero el soldado le grit\u00f3: \u201cUna cosa razonable\u2026 nueve\u2026 ocho\u2026\u201d El Buche sacudi\u00f3 la cabeza negando tercamente. \u201cEntonces, siete.\u201d Pero \u00e9l sacudi\u00f3 la cabeza como antes y fingi\u00f3 que se iba. El soldado se dio por satisfecho con seis y luego baj\u00f3 a cinco. El Buche hizo un gesto con la mano: nada que hacer. Se volvi\u00f3 hacia un banco y se sent\u00f3. El soldado le grit\u00f3 enloquecido: \u201cVen\u2026 me conformo con cuatro\u2026\u201d Ni se dio por aludido, y para demostrar su falta de inter\u00e9s encendi\u00f3 un cigarrillo y se puso a fumar palade\u00e1ndolo pausadamente. La desaz\u00f3n del soldado aument\u00f3, se puso rabioso, parec\u00eda que el \u00fanico fin de su existencia era conseguir cigarrillos. Baj\u00f3 su demanda a tres, luego a dos. El Buche sigui\u00f3 sentado, dominando sus violentas ganas y su dolorosa impaciencia. Pero cuando el soldado hubo bajado a dos no pudo evitar un movimiento delator. El soldado, nada m\u00e1s verlo, extendi\u00f3 la mano con la guerrera: \u201cToma\u201d, y el Buche no tuvo m\u00e1s remedio que levantarse, acercarse al tren, recoger la guerrera y dar al soldado las dos cajetillas. Escudri\u00f1\u00f3 la guerrera con ojos alegres y satisfechos y rompi\u00f3 sus labios una sonrisa triunfante. Dej\u00f3 la caja en el banco y se puso la guerrera y la aboton\u00f3. Le quedaba ancha, pero no le import\u00f3.<\/p>\n
Estaba maravillado, feliz. Recogi\u00f3 la caja y empez\u00f3 a cortar el and\u00e9n orgulloso, transportado. Evoc\u00f3 la imagen de Nabawiyya envuelta en su\u00a0milaya<\/i>\u00a0y murmur\u00f3: \u201cSi me viese ahora\u201d. S\u00ed, a partir de ahora no me evitar\u00e1 ni me apartar\u00e1 la cara con desd\u00e9n, y el Fino no tendr\u00e1 motivo de qu\u00e9 presumir delante de m\u00ed. Aqu\u00ed record\u00f3 que el Fino llevaba uniforme completo, no una simple guerrera. \u00bfC\u00f3mo conseguir los pantalones? Cavil\u00f3 un tiempo, luego ech\u00f3 una mirada de inteligencia a las cabezas de los prisioneros que asomaban por las ventanillas del tren. El deseo le jugaba en el coraz\u00f3n y le inquietaba el alma cuando casi la ten\u00eda satisfecha. Se lanz\u00f3 al tren pregonando decidido: \u201cCigarrillos, cigarrillos. Un pantal\u00f3n la cajetilla si no hay dinero. Un pantal\u00f3n la cajetilla\u201d. Repiti\u00f3 el preg\u00f3n por segunda y tercera vez. Temiendo que no comprendiesen lo que pretend\u00eda, se\u00f1al\u00f3 la guerrera que llevaba puesta y mostr\u00f3 una cajetilla. Su gesto produjo el efecto apetecido: un soldado no vacil\u00f3 en quitarse la guerrera. El Buche corri\u00f3 hacia \u00e9l y le hizo gestos de que fuese despacio y le indic\u00f3 los pantalones. El soldado se encogi\u00f3 de hombros desde\u00f1oso, se quit\u00f3 los pantalones y el cambio se complet\u00f3. La mano del Buche se engarfi\u00f3 en los pantalones; casi volaba de gozo. Volvi\u00f3 al banco de antes y se puso los pantalones en un santiam\u00e9n: estaba hecho todo un soldado italiano\u2026 \u00bfo le faltaba algo?\u2026 Era una aut\u00e9ntica pena que estos soldados no llevaran\u00a0tarb\u00fas\u2026\u00a0<\/i>\u00a1Pero llevan botas! Las botas le son indispensables para estar a la altura del Fino, que le amarga la vida. Carg\u00f3 con la caja y se abalanz\u00f3 al tren gritando: \u201cCigarrillos\u2026 un par de botas la cajetilla\u201d. Como la otra vez, se ayudaba de gestos\u2026 Pero antes de que diera con un cliente el tren hizo o\u00edr su pito; iba a arrancar. Se produjo una ola de agitaci\u00f3n entre los centinelas. El manto de la sombra hab\u00eda cubierto los rincones de la estaci\u00f3n; el p\u00e1jaro de la noche planeaba en el espacio. El Buche se detuvo desconsolado, en los ojos una mirada de aflicci\u00f3n y rabia. Cuando el tren se puso en marcha le vio el centinela del vag\u00f3n delantero y la exasperaci\u00f3n apareci\u00f3 en su cara. Le grit\u00f3, primero en ingl\u00e9s, luego en italiano: \u201cSube ligero. T\u00fa, preso, al tren\u201d. El Buche no entendi\u00f3 lo que dec\u00eda y quiso consolarse remed\u00e1ndole, seguro de que no pod\u00eda hacerle nada. El centinela grit\u00f3 otra vez mientras el tren se alejaba lentamente: \u201cSube, te lo advierto, sube\u201d. El Buche apret\u00f3 los labios desde\u00f1oso y le volvi\u00f3 la espalda dispuesto a marcharse. El centinela crisp\u00f3 el pu\u00f1o que esgrimi\u00f3 amenazante, apunt\u00f3 su fusil contra el inocente Buche y dispar\u00f3. A la detonaci\u00f3n, que atron\u00f3 los o\u00eddos, sucedi\u00f3 un grito de dolor y de espanto. El cuerpo del Buche perdi\u00f3 el movimiento, la caja se le cay\u00f3 de las manos y se desparramaron las cajetillas de cigarros y cerillas. Luego, la cara del Buche se mud\u00f3 en la de un cuerpo ex\u00e1nime.<\/p>\n<\/div>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"
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