{"id":1974,"date":"2020-10-08T12:23:27","date_gmt":"2020-10-08T12:23:27","guid":{"rendered":"http:\/\/tecuentoalgo.com\/?p=1974"},"modified":"2020-10-08T12:23:29","modified_gmt":"2020-10-08T12:23:29","slug":"la-carne-virgilio-pinera","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/la-carne-virgilio-pinera\/","title":{"rendered":"La carne – Virgilio Pi\u00f1era"},"content":{"rendered":"
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Sucedi\u00f3 con gran sencillez, sin afectaci\u00f3n. Por motivos que no son del caso exponer, la poblaci\u00f3n sufr\u00eda de falta de carne. Todo el mundo se alarm\u00f3 y se hicieron comentarios m\u00e1s o menos amargos y hasta se esbozaron ciertos prop\u00f3sitos de venganza. Pero, como siempre sucede, las protestas no pasaron de meras amenazas y pronto se vio a aquel afligido pueblo engullendo los m\u00e1s variados vegetales. Solo que el se\u00f1or Ansaldo no sigui\u00f3 la orden general. Con gran tranquilidad se puso a afilar un enorme cuchillo de cocina, y, acto seguido, baj\u00e1ndose los pantalones hasta las rodillas, cort\u00f3 de su nalga izquierda un hermoso filete. Tras haberlo limpiado lo adob\u00f3 con sal y vinagre, lo pas\u00f3 \u2013como se dice\u2013 por la parrilla, para finalmente fre\u00edrlo en la gran sart\u00e9n de las tortillas del domingo.<\/p>\n

Sentose a la mesa y comenz\u00f3 a saborear su hermoso filete. Entonces llamaron a la puerta; era el vecino que ven\u00eda a desahogarse\u2026 Pero Ansaldo, con elegante adem\u00e1n, le hizo ver el hermoso filete. El vecino pregunt\u00f3 y Ansaldo se limit\u00f3 a mostrar su nalga izquierda. Todo quedaba explicado. A su vez, el vecino deslumbrado y conmovido, sali\u00f3 sin decir palabra para volver al poco rato con el alcalde del pueblo. Este expres\u00f3 a Ansaldo su vivo deseo de que su amado pueblo se alimentara, como lo hac\u00eda Ansaldo, de sus propias reservas, es decir, de su propia carne, de la respectiva carne de cada uno. Pronto qued\u00f3 acordada la cosa y despu\u00e9s de las efusiones propias de gente bien educada, Ansaldo se traslad\u00f3 a la plaza principal del pueblo para ofrecer, seg\u00fan su frase caracter\u00edstica, \u201cuna demostraci\u00f3n pr\u00e1ctica a las masas\u201d. Una vez all\u00ed hizo saber que cada persona cortar\u00eda de su nalga izquierda dos filetes, en todo iguales a una muestra en yeso encarnado que colgaba de un reluciente alambre. Y declaraba que dos filetes y no uno, pues si \u00e9l hab\u00eda cortado de su propia nalga izquierda un hermoso filete, justo era que la cosa marchase a comp\u00e1s, esto es, que nadie engullera un filete menos. Una vez fijados estos puntos diose cada uno a rebanar dos filetes de su respectiva nalga izquierda. Era un glorioso espect\u00e1culo, pero se ruega no enviar descripciones. Por lo dem\u00e1s, se hicieron c\u00e1lculos acerca de cu\u00e1nto tiempo gozar\u00eda el pueblo de los beneficios de la carne. Un distinguido anat\u00f3mico predijo que sobre un peso de cien libras, y descontando v\u00edsceras y dem\u00e1s \u00f3rganos no ingestibles, un individuo pod\u00eda comer carne durante ciento cuarenta d\u00edas a raz\u00f3n de media libra por d\u00eda. Por lo dem\u00e1s, era un c\u00e1lculo ilusorio. Y lo que importaba era que cada uno pudiese ingerir su hermoso filete.<\/p>\n

Pronto se vio a se\u00f1oras que hablaban de las ventajas que reportaba la idea del se\u00f1or Ansaldo. Por ejemplo, las que ya hab\u00edan devorado sus senos no se ve\u00edan obligadas a cubrir de telas su caja tor\u00e1cica, y sus vestidos conclu\u00edan poco m\u00e1s arriba del ombligo. Y algunas, no todas, no hablaban ya, pues hab\u00edan engullido su lengua, que dicho sea de paso, es un manjar de monarcas. En la calle ten\u00edan lugar las m\u00e1s deliciosas escenas: as\u00ed, dos se\u00f1oras que hac\u00eda much\u00edsimo tiempo no se ve\u00edan no pudieron besarse; hab\u00edan usado sus labios en la confecci\u00f3n de unas frituras de gran \u00e9xito. Y el alcaide del penal no pudo firmar la sentencia de muerte de un condenado porque se hab\u00eda comido las yemas de los dedos, que, seg\u00fan los buenos gourmets<\/em> (y el alcaide lo era) ha dado origen a esa frase tan llevada y tra\u00edda de \u201cchuparse la yema de los dedos\u201d.<\/p>\n

Hubo hasta peque\u00f1as sublevaciones. El sindicato de obreros de ajustadores femeninos elev\u00f3 su m\u00e1s formal protesta ante la autoridad correspondiente, y esta contest\u00f3 que no era posible slogan<\/em> alguno para animar a las se\u00f1oras a usarlos de nuevo. Pero eran sublevaciones inocentes que no interrump\u00edan de ning\u00fan modo la consumaci\u00f3n, por parte del pueblo, de su propia carne.<\/p>\n

Uno de los sucesos m\u00e1s pintorescos de aquella agradable jornada fue la disecci\u00f3n del \u00faltimo pedazo de carne del bailar\u00edn del pueblo. Este, por respeto a su arte, hab\u00eda dejado para lo \u00faltimo los bellos dedos de sus pies. Sus convecinos advirtieron que desde hac\u00eda varios d\u00edas se mostraba vivamente inquieto. Ya solo le quedaba la parte carnosa del dedo gordo. Entonces invit\u00f3 a sus amigos a presenciar la operaci\u00f3n. En medio de un sanguinolento silencio cort\u00f3 su porci\u00f3n postrera, y sin pasarla por el fuego la dej\u00f3 caer en el hueco de lo que hab\u00eda sido en otro tiempo su hermosa boca. Entonces todos los presentes se pusieron repentinamente serios.<\/p>\n

Pero se iba viviendo, y era lo importante, \u00bfY si acaso\u2026? \u00bfSer\u00eda por eso que las zapatillas del bailar\u00edn se encontraban ahora en una de las salas del Museo de los Recuerdos Ilustres? Solo se sabe que uno de los hombres m\u00e1s obesos del pueblo (pesaba doscientos kilos) gast\u00f3 toda su reserva de carne disponible en el breve espacio de 15 d\u00edas (era extremadamente goloso, y por otra parte, su organismo exig\u00eda grandes cantidades). Despu\u00e9s ya nadie pudo verlo jam\u00e1s. Evidentemente se ocultaba\u2026 Pero no solo se ocultaba \u00e9l, sino que otros muchos comenzaban a adoptar id\u00e9ntico comportamiento. De esta suerte, una ma\u00f1ana, la se\u00f1ora Orfila, al preguntar a su hijo \u2013que se devoraba el l\u00f3bulo izquierdo de la oreja\u2013 d\u00f3nde hab\u00eda guardado no s\u00e9 qu\u00e9 cosa, no obtuvo respuesta alguna. Y no valieron s\u00faplicas ni amenazas. Llamado el perito en desaparecidos solo pudo dar con un breve mont\u00f3n de excrementos en el sitio donde la se\u00f1ora Orfila juraba y perjuraba que su amado hijo se encontraba en el momento de ser interrogado por ella. Pero estas ligeras alteraciones no minaban en absoluto la alegr\u00eda de aquellos habitantes. \u00bfDe qu\u00e9 podr\u00eda quejarse un pueblo que ten\u00eda asegurada su subsistencia? El grave problema del orden p\u00fablico creado por la falta de carne, \u00bfno hab\u00eda quedado definitivamente zanjado? Que la poblaci\u00f3n fuera ocult\u00e1ndose progresivamente nada ten\u00eda que ver con el aspecto central de la cosa, y solo era un colof\u00f3n que no alteraba en modo alguno la firme voluntad de aquella gente de procurarse el precioso alimento. \u00bfEra, por ventura, dicho colof\u00f3n el precio que exig\u00eda la carne de cada uno? Pero ser\u00eda miserable hacer m\u00e1s preguntas inoportunas, y aquel prudente pueblo estaba muy bien alimentado.<\/p>\n

                                                                                                FIN<\/p>\n<\/div>\n<\/article>\n


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