{"id":2367,"date":"2021-08-02T13:41:41","date_gmt":"2021-08-02T13:41:41","guid":{"rendered":"http:\/\/tecuentoalgo.com\/?p=2367"},"modified":"2021-08-02T13:41:41","modified_gmt":"2021-08-02T13:41:41","slug":"reanimador-5-el-horror-de-las-sombras-h-p-lovecraft","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/reanimador-5-el-horror-de-las-sombras-h-p-lovecraft\/","title":{"rendered":"Reanimador 5: El horror de las sombras – H. P. Lovecraft"},"content":{"rendered":"
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Muchos hombres han contado cosas espantosas, no referidas en letra impresa, que sucedieron en los campos de batalla durante la Gran Guerra. Algunas de estas cosas me han hecho palidecer; otras me han producido unas n\u00e1useas incontenibles, mientras que otras me han hecho temblar y volver la mirada hacia atr\u00e1s en la oscuridad; sin embargo, creo que puedo relatar la peor de todas: el espantoso, antinatural e incre\u00edble horror de las sombras.<\/p>\n

En 1915 estaba yo como m\u00e9dico con el grado de teniente en un regimiento canadiense en Flandes, siendo uno de los numerosos norteamericanos que se adelantaron al gobierno mismo en la gigante contienda. No hab\u00eda ingresado en el ej\u00e9rcito por iniciativa propia, sino m\u00e1s bien como consecuencia natural de haberse alistado el hombre de quien era yo ayudante indispensable: el celebre cirujano de Bolton, doctor Herbert West. El doctor West se hab\u00eda mostrado siempre deseoso de poder prestar servicio como cirujano en una gran guerra; y cuando dicha posibilidad se present\u00f3, me arrastr\u00f3 consigo en contra de mi voluntad. Hab\u00eda motivos por los que yo me hubiera alegrado de que la guerra nos separase; motivos por los que encontraba la pr\u00e1ctica de la medicina y la compa\u00f1\u00eda de West cada vez m\u00e1s irritante; pero cuando se march\u00f3 a Ottawa, y consigui\u00f3 por medio de la influencia de un colega una plaza de comandante m\u00e9dico, no me pude resistir a la autoritaria insistencia de aquel hombre decidido a que le acompa\u00f1ase en mi calidad habitual.<\/p>\n

Cuando digo que el doctor West estuvo siempre ansioso de poder servir en el campo de batalla no me refiero a que fuese guerrero por naturaleza ni a que anhelase salvar la civilizaci\u00f3n. Siempre hab\u00eda sido una fr\u00eda m\u00e1quina intelectual; flaco, rubio, de ojos azules y con gafas; creo que se re\u00eda secretamente de mis ocasionales entusiasmos marciales y de mis cr\u00edticas a la indolente neutralidad. Sin embargo, hab\u00eda algo en la devastada Flandes que \u00e9l quer\u00eda; y a fin de conseguirlo, tuvo que adoptar aspecto militar. Lo que pretend\u00eda no era lo que pretenden muchas personas, sino algo relacionado con la rama particular de la ciencia m\u00e9dica que \u00e9l hab\u00eda logrado practicar de forma completamente clandestina y en la cual hab\u00eda conseguido resultados asombrosos y, de vez en cuando, horrendos. Lo que quer\u00eda no era otra cosa, en realidad, que abundante provisi\u00f3n de muertos recientes, en todos los estados de desmembramiento.<\/p>\n

Herbert West necesitaba cad\u00e1veres frescos porque el trabajo de su vida era la reanimaci\u00f3n de los muertos. Este trabajo no era conocido por la distinguida clientela que hab\u00eda hecho crecer r\u00e1pidamente su fama, a su llegada a Boston; en cambio yo lo conoc\u00eda demasiado bien, ya que era su m\u00e1s \u00edntimo amigo y ayudante desde nuestros tiempos de la Facultad de Medicina, en la Universidad Miskatonic de Arkham. Fue en aquellos tiempos de la universidad cuando inici\u00f3 sus terribles experimentos, primero con peque\u00f1os animales y luego con cad\u00e1veres humanos conseguidos de manera horrenda. Hab\u00eda obtenido una soluci\u00f3n que inyectaba en las venas de los muertos; y si eran bastante frescos, reaccionaban de maneras extra\u00f1as. Hab\u00eda tenido muchos problemas para descubrir la f\u00f3rmula adecuada, pues cada tipo de organismo necesitaba un est\u00edmulo especialmente apto para \u00e9l. El terror lo dominaba cada vez que pensaba en los fracasos parciales: seres atroces, resultado de soluciones imperfectas o de cuerpos insuficientemente frescos. Cierto n\u00famero de estos fracasos hab\u00edan seguido con vida (uno de ellos se encontraba en un manicomio, mientras que otros hab\u00edan desaparecido); y como \u00e9l pensaba en las eventualidades imaginables, aunque pr\u00e1cticamente imposibles, se estremec\u00eda a menudo, debajo de su aparente impasibilidad habitual. West se hab\u00eda dado cuenta muy pronto de que el requisito fundamental para que los ejemplares sirviesen era su frescura, as\u00ed que hab\u00eda recurrido al procedimiento espantoso y abominable de robar cad\u00e1veres. En la universidad, y cuando empezamos a ejercer en el pueblo industrial de Bolton, mi actitud respecto a \u00e9l hab\u00eda sido de fascinada admiraci\u00f3n; pero a medida que sus procedimientos se hac\u00edan mas osados, un solapado terror se fue apoderando de m\u00ed. No me gustaba la forma en que miraba a las personas vivas de aspecto saludable; luego, ocurri\u00f3 aquella escena de pesadilla en el laboratorio del s\u00f3tano, cuando me enter\u00e9 de que cierto ejemplar a\u00fan estaba vivo cuando West se hab\u00eda apoderado de \u00e9l. Fue la primera vez que hab\u00eda podido revivir la funci\u00f3n del pensamiento racional en un cad\u00e1ver; y este \u00e9xito, conseguido a costa de semejante abominaci\u00f3n, lo hab\u00eda endurecido por completo.<\/p>\n

No me atrevo a hablar de sus m\u00e9todos durante los cinco a\u00f1os siguientes. Segu\u00ed a su lado por puro miedo, y presenci\u00e9 escenas que la lengua humana no podr\u00eda repetir. Gradualmente, llegu\u00e9 a darme cuenta de que el propio Herbert West era m\u00e1s horrible que todo lo que hac\u00eda\u2026 fue entonces cuando comprend\u00ed claramente que su celo cient\u00edfico por prolongar la vida, en otro tiempo normal, hab\u00eda degenerado sutilmente en una curiosidad meramente morbosa y macabra y en una secreta complacencia en la visi\u00f3n de los cad\u00e1veres. Su inter\u00e9s se convirti\u00f3 en perversa afici\u00f3n por lo repugnante y lo diab\u00f3licamente anormal; se recreaba con tranquilidad en monstruosidades artificiales ante las que cualquier persona en su sano juicio caer\u00eda desvanecida de repugnancia y de horror; detr\u00e1s de su p\u00e1lido intelectualismo, se convirti\u00f3 en un exigente Baudelaire del experimento f\u00edsico, en un l\u00e1nguido Heliog\u00e1balo de las tumbas. Afrontaba imperturbable los peligros y comet\u00eda cr\u00edmenes con impasibilidad. Creo que el momento cr\u00edtico lleg\u00f3 al comprobar que pod\u00eda restituir la vida racional, y busc\u00f3 nuevos \u00e1mbitos que conquistar experimentando en la reanimaci\u00f3n de partes seccionadas de los cuerpos. Ten\u00eda ideas extravagantes y originales sobre las propiedades vitales independientes de las c\u00e9lulas org\u00e1nicas y los tejidos nerviosos separados de sus sistemas ps\u00edquicos naturales; y obtuvo ciertos resultados espantosos preliminares en forma de tejidos imperecederos, alimentados artificialmente a partir de huevos semiincubados de un reptil tropical indescriptible. Hab\u00eda dos cuestiones biol\u00f3gicas que ansiaba terriblemente establecer: primero, si pod\u00eda darse alg\u00fan tipo de conciencia o actividad racional sin cerebro, en la m\u00e9dula espinal y en los diversos centros nerviosos; y segundo, si exist\u00eda alguna clase de relaci\u00f3n et\u00e9rea, intangible, distinta de las c\u00e9lulas materiales, que uniese las partes quir\u00fargicamente separadas que previamente hab\u00edan constituido un solo organismo vivo. Todo este trabajo cient\u00edfico requer\u00eda una prodigiosa provisi\u00f3n de carne humana reci\u00e9n muerta\u2026 y esa fue la raz\u00f3n por la que Herbert West particip\u00f3 en la Gran Guerra.<\/p>\n

El horrendo y abominable suceso ocurri\u00f3 una medianoche, a finales de marzo de 1915, en un hospital de campa\u00f1a detr\u00e1s de las l\u00edneas de St. Eloi. A\u00fan ahora me pregunto si no fue meramente la diab\u00f3lica ficci\u00f3n de un delirio. West se hab\u00eda montado un laboratorio particular en el lado este del edificio que se le hab\u00eda asignado provisionalmente, alegando que deseaba poner en pr\u00e1ctica nuevos y radicales m\u00e9todos para el tratamiento de los casos de mutilaci\u00f3n hasta ahora desesperados. All\u00ed trabajaba como un carnicero, en medio de su sanguinolenta mercanc\u00eda. Jam\u00e1s llegu\u00e9 a acostumbrarme a la ligereza con que \u00e9l manejaba y clasificaba determinado material. A veces hac\u00eda verdaderas maravillas de cirug\u00eda en los soldados; pero sus principales satisfacciones eran de car\u00e1cter menos p\u00fablico y filantr\u00f3pico, y se vio obligado a dar muchas explicaciones acerca de ruidos extra\u00f1os a\u00fan en medio de aquella babel de condenados, entre los que hab\u00eda frecuentes disparos de rev\u00f3lver\u2026 cosa corriente en un campo de batalla, aunque completamente inusitada en un hospital. Los ejemplares reanimados por el doctor West no reun\u00edan condiciones para recibir una larga existencia ni ser contemplados por un amplio n\u00famero de espectadores. Adem\u00e1s del humano, West utilizaba gran cantidad de tejido embrionario de reptiles que \u00e9l cultivaba con resultados singulares. Era mejor que el material humano para conservar con vida los fragmentos privados de \u00f3rganos, y esa era ahora la principal actividad de mi amigo. En un oscuro rinc\u00f3n del laboratorio, sobre un extra\u00f1o mechero de incubaci\u00f3n, ten\u00eda una gran cuba tapada, llena de esa sustancia celular de reptiles que se multiplicaba y crec\u00eda de forma borboteante y horrenda.<\/p>\n

La noche de que hablo ten\u00edamos un ejemplar nuevo y espl\u00e9ndido: un hombre f\u00edsicamente fuerte y a la vez de tan elevada inteligencia, que nos garantizaba un sistema nervioso sensible. Resultaba ir\u00f3nico; porque se trataba del oficial que hab\u00eda ayudado a que se le concediese a West su destino, y que ahora ten\u00eda que haber sido nuestro socio. Es m\u00e1s; en el pasado, hab\u00eda estudiado secretamente la teor\u00eda de la reanimaci\u00f3n bajo la direcci\u00f3n de West. El comandante Eric Moreland Clapman-Lee, D.S.O., era el mejor cirujano de nuestra divisi\u00f3n, y hab\u00eda sido designado precipitadamente al sector de St. Eloi cuando llegaron al cuartel general noticias del recrudecimiento de la lucha. Efectu\u00f3 el viaje en un avi\u00f3n pilotado por el intr\u00e9pido teniente Ronald Hill, s\u00f3lo para ser derribado precisamente en el punto de su destino. La ca\u00edda fue tremenda y espectacular, Hill qued\u00f3 irreconocible; en cuanto al gran cirujano, el accidente le seccion\u00f3 la cabeza casi por entero, aunque el resto del cuerpo estaba intacto. West se apoder\u00f3 ansiosamente de aquel despojo inerte que hab\u00eda sido su amigo y compa\u00f1ero de estudios; me estremec\u00ed al verle terminar de separar la cabeza, colocarla en la diab\u00f3lica cuba de pulposo tejido de reptiles con objeto de conservarla para futuros experimentos, y seguir manipulando el cuerpo decapitado sobre la mesa de operaciones. Inyect\u00f3 sangre nueva, uni\u00f3 determinadas venas, arterias y nervios del cuello sin cabeza, y cerr\u00f3 la horrible abertura injertando piel de un ejemplar no identificado que hab\u00eda llevado uniforme de oficial. Yo sab\u00eda lo que pretend\u00eda: comprobar si este cuerpo sumamente organizado pod\u00eda dar, sin cabeza, alguna se\u00f1al de la vida mental que hab\u00eda distinguido a Eric Moreland Clapman-Lee, estudioso en otro tiempo de la reanimaci\u00f3n. Este tronco mudo era ahora requerido espantosamente a servir de ejemplo.<\/p>\n

A\u00fan puedo ver a Herbert West bajo la siniestra luz de la l\u00e1mpara, inyectando la soluci\u00f3n reanimadora en el brazo del cuerpo decapitado. No puedo describir la escena, me desmayar\u00eda si lo intentara, ya que era enloquecedora aquella habitaci\u00f3n repleta de horribles objetos clasificados, con el suelo resbaladizo a causa de la sangre y otros desechos menos humanos que formaban un barro cuyo espesor llegaba casi hasta el tobillo, y aquellas horrendas anormalidades de reptiles salpicando, burbujeando y cociendo sobre el espectro azulenco y vacilante de llama, en un rinc\u00f3n de negras sombras. El ejemplar, como West coment\u00f3 repetidas veces, pose\u00eda un sistema nervioso espl\u00e9ndido. Esperaba mucho de \u00e9l; y cuando empez\u00f3 a manifestar leves movimientos de contracci\u00f3n, pude ver el inter\u00e9s febril reflejado en el rostro de West. Creo que estaba preparado para presenciar la prueba de su cada vez m\u00e1s s\u00f3lida opini\u00f3n de que la conciencia, la raz\u00f3n y la personalidad pueden subsistir independientemente del cerebro\u2026 de que el hombre no posee un esp\u00edritu central conectivo, sino que es meramente una m\u00e1quina de materia nerviosa en la que cada secci\u00f3n se encuentra m\u00e1s o menos completa en s\u00ed misma. En una triunfal demostraci\u00f3n, West estaba a punto de relegar el misterio de la vida a la categor\u00eda de mito. El cuerpo ahora se contra\u00eda m\u00e1s vigorosamente; y bajo nuestros ojos \u00e1vidos, empez\u00f3 a jadear de forma horrible. Agit\u00f3 los brazos con desasosiego, alz\u00f3 las piernas y contrajo varios m\u00fasculos en una especie de contorsi\u00f3n repulsiva. Luego, aquel despojo sin cabeza levant\u00f3 los brazos en un gesto de inequ\u00edvoca desesperaci\u00f3n\u2026 de una desesperaci\u00f3n inteligente, que bastaba para confirmar todas las teor\u00edas de Herbert West. Evidentemente, los nervios recordaban el \u00faltimo acto en vida del hombre: la lucha por librarse del avi\u00f3n que se iba a estrellar.<\/p>\n

No s\u00e9 exactamente qu\u00e9 fue lo que sigui\u00f3. Tal vez se trata s\u00f3lo de una alucinaci\u00f3n provocada por la impresi\u00f3n que sufr\u00ed en aquel instante al iniciarse el bombardeo alem\u00e1n que destruy\u00f3 el edificio\u2026 \u00bfqui\u00e9n sabe, ya que West y yo fuimos los \u00fanicos supervivientes? West prefer\u00eda pensar que fue eso, antes de su reciente desaparici\u00f3n; pero hab\u00eda ocasiones en que no pod\u00eda, porque era extra\u00f1o que sufri\u00e9ramos los dos la misma alucinaci\u00f3n. El horrendo incidente fue simple en s\u00ed mismo, aunque excepcional por lo que implicaba.<\/p>\n

El cuerpo de la mesa se levant\u00f3 con un movimiento ciego, vacilante, terrible; y o\u00edmos un sonido gutural. No me atrevo a decir que se trataba de una voz, porque fue demasiado espantoso. Sin embargo, lo m\u00e1s horrible no fue su cavernosidad. Ni tampoco lo que dijo, ya que grit\u00f3 tan solo:<\/p>\n

-\u00a1Salta, Ronald, por Dios! \u00a1Salta!<\/p>\n

Lo espantoso fue su procedencia: porque brot\u00f3 de la gran cuba tapada de aquel rinc\u00f3n macabro de oscuras sombras.<\/p>\n<\/div>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"

Muchos hombres han contado cosas espantosas, no referidas en letra impresa, que sucedieron en los campos de batalla durante la Gran Guerra. Algunas de estas cosas me han hecho palidecer; otras me han producido unas n\u00e1useas incontenibles, mientras que otras me han hecho temblar y volver la mirada hacia atr\u00e1s en la oscuridad; sin embargo, […]<\/p>\n","protected":false},"author":1,"featured_media":2368,"comment_status":"open","ping_status":"open","sticky":false,"template":"","format":"standard","meta":{"footnotes":""},"categories":[10,19,34],"tags":[],"class_list":{"0":"post-2367","1":"post","2":"type-post","3":"status-publish","4":"format-standard","5":"has-post-thumbnail","7":"category-cuentos-cortos","8":"category-los-mejores-cuentos-clasicos","9":"category-otros","10":"czr-hentry"},"_links":{"self":[{"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/2367","targetHints":{"allow":["GET"]}}],"collection":[{"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/posts"}],"about":[{"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/types\/post"}],"author":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/users\/1"}],"replies":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/comments?post=2367"}],"version-history":[{"count":0,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/2367\/revisions"}],"wp:featuredmedia":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/media\/2368"}],"wp:attachment":[{"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/media?parent=2367"}],"wp:term":[{"taxonomy":"category","embeddable":true,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/categories?post=2367"},{"taxonomy":"post_tag","embeddable":true,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/tags?post=2367"}],"curies":[{"name":"wp","href":"https:\/\/api.w.org\/{rel}","templated":true}]}}