{"id":2448,"date":"2021-11-16T10:37:23","date_gmt":"2021-11-16T10:37:23","guid":{"rendered":"http:\/\/tecuentoalgo.com\/?p=2448"},"modified":"2021-11-16T10:37:23","modified_gmt":"2021-11-16T10:37:23","slug":"la-loba-giovanni-verga","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/la-loba-giovanni-verga\/","title":{"rendered":"La Loba – Giovanni Verga"},"content":{"rendered":"

Era alta, flaca, pero con los senos firmes y vigorosos, aunque ya no era joven; p\u00e1lida, como si fuera v\u00edctima de la malaria, y sobre esa palidez dos ojos grandes y dos labios frescos y rojos, devoradores.<\/p>\n

En el pueblo la llamaban La Loba porque nunca se saciaba de nada. Las mujeres hac\u00edan la se\u00f1al de la cruz al verla pasar sola, como perra sarnosa, con el paso receloso y vagabundo de loba hambrienta. Con sus labios rojos devoraba a sus hijos y maridos en un abrir y cerrar de ojos, y los tra\u00eda al trote con su sola mirada de Satan\u00e1s, incluso cuando estaban ante el altar de Santa Agripina. Por fortuna, La Loba nunca iba a la iglesia en Pascua ni en Navidad, ni a o\u00edr misa ni a confesarse. El padre Angiolino de Santa Mar\u00eda de Jes\u00fas, un verdadero siervo de Dios, perdi\u00f3 su alma por ella.<\/p>\n

La pobre Maricchia, una buena muchacha, lloraba a escondidas porque, al ser hija de La Loba, ninguno querr\u00eda casarse con ella, a pesar de tener un buen ajuar y su buena tierra soleada, como cualquier otra muchacha del pueblo.<\/p>\n

Una vez, La Loba se enamor\u00f3 de un hermoso joven que hab\u00eda sido soldado y segaba el heno con ella en las tierras del notario; pero lo que se llama enamorarse, sintiendo que las carnes le ard\u00edan bajo el fust\u00e1n del corpi\u00f1o, y sintiendo, al mirarlo a los ojos, la sed que se siente en las horas t\u00f3rridas de junio, en medio de la llanura. Pero \u00e9l segu\u00eda segando tranquilamente y, viendo los montes, le dec\u00eda:<\/p>\n

-\u00bfQu\u00e9 tiene, do\u00f1a Pina?<\/p>\n

En los campos inmensos, donde solo se o\u00eda el revoloteo de los grillos, cuando el sol ca\u00eda a plomo, La Loba hacinaba, mont\u00f3n tras mont\u00f3n, gavilla sobre gavilla, sin cansarse nunca, sin erguirse un solo momento, sin acercar sus labios a la garrafa, a fin de no alejarse de Nanni, que segaba y segaba, pregunt\u00e1ndole de vez en cuando:<\/p>\n

-\u00bfQu\u00e9 quiere, do\u00f1a Pina?<\/p>\n

Y una noche se lo dijo, mientras los hombres dormitaban en la era, cansados de la larga jornada, y los perros aullaban en el inmenso campo negro:<\/p>\n

-\u00a1Te quiero a ti! A ti, que eres hermoso como el sol y dulce como la miel. \u00a1Te quiero a ti!<\/p>\n

-Pues yo quiero a su hija, que es soltera -respondi\u00f3 Nanni, sin aguantarse la risa.<\/p>\n

La Loba se llev\u00f3 las manos a la cabeza, se rasc\u00f3 las sienes y, sin decir palabra, se fue. No volvi\u00f3 a aparecer en la era. Pero en octubre, el mes en que se extrae el aceite, volvi\u00f3 a ver a Nanni, porque \u00e9l trabajaba cerca de su casa y el ruido de la prensa no la dejaba dormir durante toda la noche.<\/p>\n

-Coge el costal de aceitunas y ven conmigo -le orden\u00f3 a la hija.<\/p>\n

Nanni empujaba las aceitunas con una pala, para que cayeran debajo de la muela, y le gritaba \u201c\u00a1Arre!\u201d a la mula, para que no se detuviera.<\/p>\n

-\u00bfQuieres a mi hija Maricchia? -le dijo do\u00f1a Pina.<\/p>\n

-\u00bfQu\u00e9 le va a dar usted a Maricchia? -le pregunt\u00f3 Nanni.<\/p>\n

-Tiene lo que le dej\u00f3 su padre; adem\u00e1s, le doy mi casa. A m\u00ed me basta con un rinc\u00f3n en la cocina, donde pueda tenderme en un jerg\u00f3n.<\/p>\n

-De ser as\u00ed, ya hablaremos de eso en Navidad -le dijo Nanni.<\/p>\n

El joven estaba muy sucio y embarrado de aceite y de aceitunas puestas a fermentar, y Maricchia no lo quer\u00eda bajo ning\u00fan aspecto; pero la madre la agarr\u00f3 por los cabellos, frente al fog\u00f3n, y, rechinando los dientes, le dijo:<\/p>\n

-\u00a1O te casas con \u00e9l o te mato!<\/p>\n

La Loba estaba como enferma, y la gente andaba diciendo que cuando el diablo envejece se vuelve ermita\u00f1o. Ya no andaba aqu\u00ed y all\u00e1, ya no se paraba bajo el umbral de su casa, con aquellos ojos de endemoniada. Cuando lo miraba cara a cara, su yerno se echaba a re\u00edr, sacaba la imagen de la Virgen y se santiguaba. Maricchia se quedaba en casa, amamantando a sus hijos, mientras su madre se iba al campo a trabajar con los hombres, como cualquiera de ellos, aunque soplara el cierzo en enero o el siroco en agosto, cuando los mulos andan con la cabeza gacha y los hombres duermen de bruces, al abrigo de los muros. En las horas que van de la v\u00edspera a la nona, en las que ninguna mujer buena sale de paseo, La Loba era la \u00fanica alma que vagaba por el campo, sobre las piedras ardientes de los senderos, entre los rastrojos requemados, en la inmensa llanura que se perd\u00eda en el bochorno, lejos, lejos, hacia el Etna caliginoso, donde el cielo se aposentaba en el horizonte.<\/p>\n

-\u00a1Despierta! \u2014le dijo La Loba a Nanni, que dorm\u00eda en una zanja, al lado de un matorral polvoriento, con la cabeza entre los brazos-. Despi\u00e9rtate; te traigo vino para que te refresques la garganta.<\/p>\n

-\u00a1No! \u00a1No hay mujer buena entre la v\u00edspera y la nona! -gem\u00eda Nanni, metiendo la cabeza entre la hierba seca de la zanja, mes\u00e1ndose los cabellos-. \u00a1V\u00e1yase, v\u00e1yase! \u00a1No vuelva nunca a la era!<\/p>\n

Y La Loba se marchaba, amarr\u00e1ndose las trenzas soberbias, mirando fijamente el sendero y el rastrojo caliente, con sus ojos negros como el carb\u00f3n.<\/p>\n

Pero La Loba regres\u00f3 a la era muchas veces, y Nanni dej\u00f3 de protestar. M\u00e1s a\u00fan, cuando ella tardaba en llegar, en las horas que van de la v\u00edspera a la nona, \u00e9l la esperaba en lo m\u00e1s alto del sendero blanco y desierto, con la frente ba\u00f1ada en sudor. Despu\u00e9s, volv\u00eda a mesarse los cabellos y a gritarle otra vez:<\/p>\n

-\u00a1V\u00e1yase, v\u00e1yase! \u00a1No vuelva m\u00e1s a la era!<\/p>\n

Maricchia lloraba noche y d\u00eda, y miraba a la madre con ojos quemados por el llanto y los celos, como una lobezna, cuando la ve\u00eda regresar del campo, p\u00e1lida y muda.<\/p>\n

-\u00a1Malvada! -le dec\u00eda-. \u00a1Madre malvada!<\/p>\n

-\u00a1C\u00e1llate!<\/p>\n

-\u00a1Ladrona, ladrona!<\/p>\n

-\u00a1C\u00e1llate!<\/p>\n

-\u00a1Voy a ir a la polic\u00eda! \u00a1Voy a ir!<\/p>\n

-\u00a1Pues ve!<\/p>\n

Y fue de verdad, cargando a los hijos, sin ning\u00fan miedo y sin derramar una l\u00e1grima, como una loca, porque ahora tambi\u00e9n amaba al marido que le hab\u00edan impuesto, sucio y embarrado de aceite y aceitunas puestas a fermentar.<\/p>\n

El sargento mand\u00f3 a llamar a Nanni; lo amenaz\u00f3 con mandarlo a la c\u00e1rcel y luego a la horca. Nanni se arrancaba los cabellos y sollozaba, pero ni siquiera intent\u00f3 disculparse.<\/p>\n

-\u00a1Es la tentaci\u00f3n! \u2013dec\u00eda-. \u00a1Es la tentaci\u00f3n del infierno!<\/p>\n

Se arroj\u00f3 a los pies del sargento, rog\u00e1ndole que lo mandara a la c\u00e1rcel.<\/p>\n

-\u00a1Por caridad, se\u00f1or sargento, l\u00edbreme de este infierno! \u00a1Ordene que me maten o que me manden a prisi\u00f3n! \u00a1No deje que vuelva a verla otra vez! \u00a1Nunca!<\/p>\n

-\u00a1No! \u2013contest\u00f3 por su parte La Loba al sargento-. Solo tengo un rinc\u00f3n en la cocina, para dormir. \u00a1Y la casa es m\u00eda! \u00a1Yo no me voy!<\/p>\n

D\u00edas despu\u00e9s, un mulo pate\u00f3 a Nanni en el pecho y, pese a estar a punto de morir, el p\u00e1rroco no quiso llevarle los santos \u00f3leos. La Loba no sal\u00eda de la casa, y cuando al fin se fue, Nanni pudo prepararse entonces para morir como buen cristiano; se confes\u00f3 y comulg\u00f3, dando tantas muestras de arrepentimiento y contrici\u00f3n, que todos los vecinos y curiosos lloraban ante la cama del moribundo. Y m\u00e1s le hubiera valido morir ese mismo d\u00eda, antes de que el diablo volviese a tentarlo y a clav\u00e1rsele en el alma y en el cuerpo cuando san\u00f3.<\/p>\n

-\u00a1D\u00e9jeme en paz! -le dec\u00eda a La Loba-. \u00a1Por caridad, d\u00e9jeme en paz! He visto a la muerte con mis propios ojos. La pobre Maricchia est\u00e1 desesperada. \u00a1Ahora todo el pueblo lo sabe! Dejar de verla es mejor para usted y para m\u00ed\u2026<\/p>\n

Y \u00e9l hubiera querido arrancarse los ojos para no ver los de La Loba, que, cuando se clavaban en los suyos, le hac\u00edan sentir que perd\u00eda el cuerpo y el alma. Ya no sab\u00eda qu\u00e9 hacer para librarse del hechizo. Mand\u00f3 a decir misas en sufragio de las almas del Purgatorio; fue a pedir ayuda al p\u00e1rroco y al sargento. En la Pascua fue a confesarse, y lami\u00f3 seis palmos del atrio, delante de todos, como penitencia. Despu\u00e9s, dado que La Loba no dejaba de incitarlo, le dijo:<\/p>\n

-\u00a1\u00d3igame bien! Que no se le ocurra venir a buscarme a la era, porque, como hay un Dios en el cielo, \u00a1la mato!<\/p>\n

-\u00a1M\u00e1tame! \u2014le dijo La Loba\u2014. No me importa, porque sin ti no quiero vivir.<\/p>\n

Cuando volvi\u00f3 a divisarla a lo lejos, en medio del sembrado verde, dej\u00f3 de escardar la vi\u00f1a y fue por el hacha que pend\u00eda de la rama de un olmo. La Loba lo vio llegar, p\u00e1lido y trastornado, con el hacha que relumbraba con la luz del sol; pero ella no se detuvo ni baj\u00f3 los ojos, y fue a su encuentro, llevando entre las manos un manojo de amapolas rojas y comi\u00e9ndoselo con sus ojazos negros.<\/p>\n

\u2014\u00a1Ay! \u00a1Maldita sea su alma! \u2014murmur\u00f3 Nanni.<\/p>\n

\u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0FIN<\/p>\n


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Era alta, flaca, pero con los senos firmes y vigorosos, aunque ya no era joven; p\u00e1lida, como si fuera v\u00edctima de la malaria, y sobre esa palidez dos ojos grandes y dos labios frescos y rojos, devoradores. En el pueblo la llamaban La Loba porque nunca se saciaba de nada. Las mujeres hac\u00edan la se\u00f1al […]<\/p>\n","protected":false},"author":1,"featured_media":2449,"comment_status":"open","ping_status":"open","sticky":false,"template":"","format":"standard","meta":{"footnotes":""},"categories":[10,19,34],"tags":[],"class_list":{"0":"post-2448","1":"post","2":"type-post","3":"status-publish","4":"format-standard","5":"has-post-thumbnail","7":"category-cuentos-cortos","8":"category-los-mejores-cuentos-clasicos","9":"category-otros","10":"czr-hentry"},"_links":{"self":[{"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/2448","targetHints":{"allow":["GET"]}}],"collection":[{"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/posts"}],"about":[{"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/types\/post"}],"author":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/users\/1"}],"replies":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/comments?post=2448"}],"version-history":[{"count":0,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/2448\/revisions"}],"wp:featuredmedia":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/media\/2449"}],"wp:attachment":[{"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/media?parent=2448"}],"wp:term":[{"taxonomy":"category","embeddable":true,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/categories?post=2448"},{"taxonomy":"post_tag","embeddable":true,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/tags?post=2448"}],"curies":[{"name":"wp","href":"https:\/\/api.w.org\/{rel}","templated":true}]}}