{"id":2610,"date":"2022-04-04T17:37:38","date_gmt":"2022-04-04T17:37:38","guid":{"rendered":"http:\/\/tecuentoalgo.com\/?p=2610"},"modified":"2022-05-29T22:09:56","modified_gmt":"2022-05-29T22:09:56","slug":"la-puerta-cerrada-edmundo-paz-soldan-bolivia-1967","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/la-puerta-cerrada-edmundo-paz-soldan-bolivia-1967\/","title":{"rendered":"La puerta cerrada – Edmundo Paz Sold\u00e1n (Bolivia, 1967)"},"content":{"rendered":"
Acabamos de enterrar a pap\u00e1. Fue una ceremonia majestuosa; bajo un cielo azul salpicado de hilos de plata, en la calurosa tarde de este verano agobiador. El cura ofici\u00f3 una misa conmovedora frente al lujoso ata\u00fad de caoba y, mientras nos refrescaba a todos con agua bendita, nos convenci\u00f3 una vez m\u00e1s de que la verdadera vida reci\u00e9n comienza despu\u00e9s de \u00e9sta. Personalidades del lugar dejaron guirnaldas de flores frescas a los pies del ata\u00fad y, sec\u00e1ndose el rostro con pa\u00f1uelos perfumados, pronunciaron aburridos discursos, destacando lo bueno y desprendido que hab\u00eda sido pap\u00e1 con los vecinos, el ejemplo de amor y abnegaci\u00f3n que hab\u00eda sido para su esposa y sus hijos, las incontables cosas que hab\u00eda hecho por el desarrollo del pueblo. Una banda toc\u00f3 \u201cLa media vuelta\u201d, el bolero favorito de pap\u00e1:\u00a0Te vas porque yo quiero que te vayas, \/ a la hora que yo quiera te detengo, \/ yo s\u00e9 que mi cari\u00f1o te hace falta, \/ porque quieras o no yo soy tu due\u00f1o.\u00a0<\/i>Mam\u00e1 lloraba, los hermanos de pap\u00e1 lloraban. S\u00f3lo mi hermana no lloraba. Ten\u00eda un jazm\u00edn en la mano y lo ol\u00eda con aire ausente. Con su vestido negro de una pieza y la larga cabellera casta\u00f1a recogida en un mo\u00f1o, era la sobriedad encarnada.<\/span><\/span><\/div>\n
Pero ayer por la ma\u00f1ana Mar\u00eda ten\u00eda un aspecto muy diferente.<\/span><\/span><\/div>\n
Yo la vi, por la puerta entreabierta de su cuarto, empu\u00f1ar el cuchillo para destazar cerdos con la mano que ahora oprime un jazm\u00edn, e incrustarlo con sa\u00f1a en el est\u00f3mago de pap\u00e1, una y otra vez, hasta que sus entra\u00f1as comenzaron a sal\u00edrsele y \u00e9l se desplom\u00f3 al suelo. Luego, Mar\u00eda dio unos pasos como son\u00e1mbula, se dirigi\u00f3 a tientas a la cama, se ech\u00f3 en ella, todav\u00eda con el cuchillo en la mano, llor\u00f3 como lo hacen los ni\u00f1os, con tanta angustia y desesperaci\u00f3n que uno cree que acaban de ver un fantasma. Esa fue la \u00fanica vez que la he visto llorar. Me acerqu\u00e9 a ella y la consol\u00e9 dici\u00e9ndole que no se preocupara, que estar\u00eda all\u00ed para protegerla. Le quit\u00e9 el cuchillo y fui a tirarlo al r\u00edo.<\/span><\/span><\/div>\n
Mar\u00eda mat\u00f3 a pap\u00e1 porque \u00e9l jam\u00e1s respet\u00f3 la puerta cerrada. \u00c9l ingresaba al cuarto de ella cuando mam\u00e1 iba al mercado por la ma\u00f1ana, o a veces, en las tardes, cuando mam\u00e1 iba a visitar a unas amigas, o, en las noches, despu\u00e9s de asegurarse de que mam\u00e1 estaba profundamente dormida. Desde mi cuarto, yo los o\u00eda. O\u00eda que ella le dec\u00eda que la puerta de su cuarto estaba cerrada para \u00e9l, que le pesar\u00eda si \u00e9l continuaba sin respetar esa decisi\u00f3n. As\u00ed sucedi\u00f3 lo que sucedi\u00f3. Mar\u00eda, poco a poco, se fue armando de valor, hasta que, un d\u00eda, el cuchillo para destazar cerdos se convirti\u00f3 en la \u00fanica opci\u00f3n.<\/span><\/span><\/div>\n
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\"cuento
Edmundo Paz Sold\u00e1n<\/figcaption><\/figure>\n<\/div>\n

Este es un pueblo chico, y aqu\u00ed todo, tarde o temprano, se sabe. Acaso todos, en el cementerio, ya sab\u00edan lo que yo s\u00e9, pero acaso, por esas formas extra\u00f1as pero obligadas que tenemos de comportarnos en sociedad, deb\u00edan actuar como si no lo supieran. Acaso mam\u00e1, mientras lloraba, se sent\u00eda al fin liberada de un peso enorme, y los personajes importantes, mientras elogiaban al hombre que fue mi padre, se sent\u00edan aliviados de tenerlo al fin a un metro bajo tierra, y el cura, mientras promet\u00eda el cielo, pensaba en el infierno para esa fr\u00e1gil carne en el ata\u00fad de caoba.<\/span><\/span><\/p>\n

Acaso todos los habitantes del pueblo sepan lo que yo s\u00e9, o m\u00e1s, o menos. Acaso. Pero no podr\u00e9 saberlo con seguridad mientras no hablen. Y lo m\u00e1s probable es que lo hagan s\u00f3lo despu\u00e9s de que a alg\u00fan borracho se le ocurra abrir la boca. Alguien ser\u00e1 el primero en hablar, pero \u00e9se no ser\u00e9 yo, porque no quiero revelar lo que s\u00e9. No quiero que Mar\u00eda, de regreso a casa con mam\u00e1 y conmigo, mordiendo el jazm\u00edn y con la frente h\u00fameda por el calor de este verano que no nos da sosiego, decida, como lo hizo antes con pap\u00e1, cerrarme la puerta de su cuarto.<\/span><\/span><\/div>\n
Amores imperfectos<\/span><\/i>\u00a0(1998), Madrid, Suma de Letras, 2002, p\u00e1gs. 17-20.<\/span><\/span><\/div>\n
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