{"id":2917,"date":"2023-01-12T18:42:54","date_gmt":"2023-01-12T18:42:54","guid":{"rendered":"http:\/\/tecuentoalgo.com\/?p=2917"},"modified":"2023-01-12T18:42:54","modified_gmt":"2023-01-12T18:42:54","slug":"el-marica-abelardo-castillo","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/el-marica-abelardo-castillo\/","title":{"rendered":"El marica – Abelardo Castillo"},"content":{"rendered":"
(San Pedro, 1935) Narrador y dramaturgo argentino cuya obra narrativa se caracteriza por su prosa cortante y muchas veces reveladora de la sordidez de la realidad. Animador de la difusi\u00f3n y el debate literario-pol\u00edtico, fund\u00f3 con Arnoldo Liberman\u00a0<\/span>El Grillo de Papel<\/i>, que luego se llam\u00f3\u00a0<\/span>El Escarabajo de Oro<\/em>, una de las revistas literarias de m\u00e1s larga vida (1959-1974) en la \u00e9poca que acogi\u00f3 como colaboradores a muchas figuras del \u00abBoom\u00bb de la literatura hispanoamericana (<\/span>Julio Cort\u00e1zar<\/a>,\u00a0<\/span>Carlos Fuentes<\/a>,\u00a0<\/span>Miguel \u00c1ngel Asturias<\/a>,\u00a0<\/span>Augusto Roa Bastos<\/a>\u00a0y\u00a0<\/span>Ernesto S\u00e1bato<\/a>, entre otros). Posteriormente dirigi\u00f3\u00a0<\/span>El Ornitorrinco<\/em>\u00a0(1977-1987). Compagin\u00f3 su actividad literaria con las colaboraciones period\u00edsticas y la direcci\u00f3n de talleres de creaci\u00f3n literaria.<\/span><\/p>\n Escuchame, C\u00e9sar: yo no s\u00e9 por d\u00f3nde andar\u00e1s ahora, pero c\u00f3mo me gustar\u00eda que leyeras esto. S\u00ed. Porque hay cosas, palabras, que uno lleva mordidas adentro, y las lleva toda la vida. Pero una noche siente que debe escribirlas, dec\u00edrselas a alguien porque si no las dice van a seguir ah\u00ed, doliendo, clavadas para siempre en la verg\u00fcenza. Y entonces yo siento que tengo que dec\u00edrtelo. Escuchame.<\/span><\/p>\n Vos eras raro. Uno de esos pibes que no pueden orinar si hay otro en el ba\u00f1o. En la laguna, me acuerdo, nunca te desnudabas delante de nosotros. A ellos les daba risa, y a m\u00ed tambi\u00e9n, claro; pero yo dec\u00eda que te dejaran, que cada uno es como es. Y vos eras raro. Cuando entraste a primer a\u00f1o, ven\u00edas de un colegio de curas; San Pedro debi\u00f3 de parecerte, no s\u00e9, algo as\u00ed como Brobdignac. No te gustaba trepar a los \u00e1rboles, ni romper faroles a cascotazos, ni correr carreras hacia abajo entre los matorrales de la barranca. Ya no recuerdo c\u00f3mo fue. Cuando uno es chico, encuentra cualquier motivo para querer a la gente. Solo recuerdo que de pronto \u00e9ramos amigos y que siempre and\u00e1bamos juntos. Una ma\u00f1ana hasta me llevaste a misa. Al pasar frente al caf\u00e9, el colorado Mart\u00ednez dijo con voz de flauta: \u201cAdi\u00f3s, los novios\u201d. A vos se te puso la cara como fuego. Y yo me di vuelta, pute\u00e1ndolo, y le pegu\u00e9 tan tremendo sopapo, de rev\u00e9s, en los dientes, que me lastim\u00e9 la mano. Despu\u00e9s, vos me la quer\u00edas vendar. Me mirabas.<\/span><\/span><\/p>\n \u2013Te lastimaste por m\u00ed, Abelardo.<\/span><\/p>\n Cuando hablaste sent\u00ed fr\u00edo en la espalda: yo ten\u00eda mi mano entre las tuyas y tus manos eran blancas, delgadas. No s\u00e9. Demasiado blancas, demasiado delgadas.<\/span><\/p>\n \u2013Soltame \u2013dije.<\/span><\/p>\n A lo mejor no eran tus manos, a lo mejor era todo: tus manos y tus gestos y tu manera de moverte, de hablar. Yo ahora pienso que antes tambi\u00e9n lo entend\u00eda, y alguna vez lo dije: dije que todo eso no significaba nada, que son cuestiones de educaci\u00f3n, de andar siempre entre mujeres, entre curas. Pero ellos se re\u00edan y uno tambi\u00e9n, C\u00e9sar, acaba ri\u00e9ndose. Acaba por re\u00edrse de macho que es.<\/span><\/p>\n Y pasa el tiempo y una noche cualquiera es necesario recordar, decirlo todo.<\/span><\/p>\n Fuimos inseparables. Hasta el d\u00eda en que pas\u00f3 aquello yo te quise de verdad. Oscura e inexplicablemente como quieren los que todav\u00eda est\u00e1n limpios. Me gustaba ayudarte. A la salida del colegio \u00edbamos a tu casa y yo te ense\u00f1aba las cosas que no comprend\u00edas. Habl\u00e1bamos. Entonces era f\u00e1cil contarte, escuchar todo lo que a los otros se les calla. A veces me mirabas con una especie de perplejidad, con una mirada rara; la misma mirada, acaso, con la que yo no me atrev\u00eda a mirarte. Una tarde me dijiste:<\/span><\/p>\n \u2013Sab\u00e9s, te admiro.<\/span><\/p>\n No pude aguantar tus ojos; mirabas de frente, como los chicos y dec\u00edas las cosas del mismo modo. Eso era.<\/span><\/p>\n \u2013Es un marica.<\/span><\/p>\n \u2013D\u00e9jense de macanas. Qu\u00e9 va a ser marica.<\/span><\/p>\n \u2013Por algo lo cuid\u00e1s tanto\u2026<\/span><\/p>\n Y se re\u00edan. Y entonces daban ganas de decir que todos nosotros, juntos, no val\u00edamos la mitad de lo que val\u00eda \u00e9l, de lo que val\u00edas, pero en aquel tiempo la palabra era dif\u00edcil, y la risa f\u00e1cil. Y uno tambi\u00e9n acepta \u2013uno tambi\u00e9n elige\u2013, acaba por enro\u00f1arse, quiere la brutalidad de esa noche, cuando vino el negro y dijo me pasaron un dato. Me pasaron un dato, dijo, que por las quintas hay una gorda que cobra cinco pesos, vamos y de paso lo hacemos debutar al mach\u00f3n, al C\u00e9sar. Y yo dije macanudo.<\/span><\/p>\n \u2013C\u00e9sar, esta noche vamos a dar una vuelta con los muchachos. Quiero que vengas.<\/span><\/p>\n \u2013\u00bfCon los muchachos?\u2026<\/span><\/p>\n \u2013S\u00ed. Qu\u00e9 tiene.<\/span><\/p>\n \u2013Y bueno, vamos.<\/span><\/p>\n Porque no solo dije macanudo, sino que te llev\u00e9 enga\u00f1ado. Y fuimos. Y vos te diste cuenta de todo cuando llegamos al rancho. La luna enorme, me acuerdo: alta entre los \u00e1rboles.<\/span><\/p>\n \u2013Abelardo, vos lo sab\u00edas.<\/span><\/p>\n \u2013Callate y entr\u00e1.<\/span><\/p>\n \u2013\u00a1Lo sab\u00edas!<\/span><\/p>\n \u2013Entr\u00e1, te digo.<\/span><\/p>\n El marido de la gorda, grandote como la puerta, nos miraba socarronamente. Dijo que eran cinco pesos. Cinco pesos por cabeza, pibes: siete por cinco treinta y cinco. Verle la cara a Dios, hab\u00eda dicho el negro. De la pieza sali\u00f3 un chico, tendr\u00eda cuatro o cinco a\u00f1os. Moqueando, se pasaba el rev\u00e9s de la mano por la boca. Nunca me voy a olvidar de aquel gesto. Sus piecitos desnudos eran del mismo color que el piso de tierra.<\/span><\/p>\n El negro hizo punta. Yo sent\u00eda una cosa, una pelota en el est\u00f3mago. No me atrev\u00eda a mirarte. Los dem\u00e1s hac\u00edan chistes brutales. Desacostumbradamente brutales, en voz de secreto. Estaban, todos est\u00e1bamos asustados como locos. A Roberto le tembl\u00f3 el f\u00f3sforo cuando me dio fuego.<\/span><\/p>\n \u2013Debe estar sucia.<\/span><\/p>\n Despu\u00e9s, el negro sali\u00f3 de la pieza y ven\u00eda sonriendo. Triunfador. Abroch\u00e1ndose.<\/span><\/p>\n Nos gui\u00f1\u00f3 un ojo.<\/span><\/p>\n \u2013Pasa vos, Cacho.<\/span><\/p>\n \u2013No, yo no. Yo, despu\u00e9s.<\/span><\/p>\n Entr\u00f3 el colorado, despu\u00e9s Roberto. Y cuando sal\u00edan, sal\u00edan distintos. Sal\u00edan no s\u00e9, sal\u00edan hombres. S\u00ed, esa era la impresi\u00f3n que yo ten\u00eda.<\/span><\/p>\n Despu\u00e9s entr\u00e9 yo. Y cuando sal\u00ed, vos no estabas.<\/span><\/p>\n \u2013\u00bfD\u00f3nde est\u00e1 C\u00e9sar?<\/span><\/p>\n No recuerdo si grit\u00e9, pero quise gritar. Alguien me hab\u00eda contestado: dispar\u00f3. Y el adem\u00e1n \u2013un adem\u00e1n que pudo ser id\u00e9ntico al del negro\u2013 se me hel\u00f3 en la punta de los dedos, en la cara, me lo borr\u00f3 el viento del patio, porque de pronto yo estaba fuera del rancho.<\/span><\/p>\n \u2013Vos tambi\u00e9n te asustaste, pibe.<\/span><\/p>\n Tomando mate contra un \u00e1rbol vi al marido de la gorda; el chico jugaba entre sus piernas.<\/span><\/p>\n \u2013Qu\u00e9 me voy a asustar. Busco al otro, al que se fue.<\/span><\/p>\n \u2013Agarr\u00f3 pa ay\u00e1 \u2013con la misma mano que sosten\u00eda la pava, se\u00f1al\u00f3 el sitio. Y el chico sonre\u00eda. El chico tambi\u00e9n dijo pa ay\u00e1.<\/span><\/p>\n Te alcanc\u00e9 frente al Matadero Viejo; quedaste arrinconado contra un cerco. Me mirabas. Siempre me mirabas.<\/span><\/p>\n \u2013Lo sab\u00edas.<\/span><\/p>\n \u2013Volv\u00e9.<\/span><\/p>\n \u2013No puedo, Abelardo, te juro que no puedo.<\/span><\/p>\n \u2013Volv\u00e9, \u00a1animal!<\/span><\/p>\n \u2013Por Dios que no puedo.<\/span><\/p>\n \u2013Volv\u00e9 o te llevo a patadas en el culo.<\/span><\/p>\n La luna grande, no me olvido, blanqu\u00edsima luna de verano entre los \u00e1rboles y tu cara de tristeza o de verg\u00fcenza, tu cara de pedirme perd\u00f3n, a m\u00ed, tu hermosa cara iluminada, desfigur\u00e1ndose de pronto. Me ard\u00eda la mano. Pero hab\u00eda que golpear, lastimar, ensuciarte para olvidarme de aquella cosa, como una arcada, que me estaba atragantando.<\/span><\/p>\n \u2013Bruto \u2013dijiste\u2013. Bruto de porquer\u00eda. Te odio. Sos igual, sos peor que los otros.<\/span><\/p>\n Te llevaste la mano a la boca, igual que el chico cuando sal\u00eda de la pieza. No te defendiste.<\/span><\/p>\n Cuando te ibas, todav\u00eda alcanc\u00e9 a decir:<\/span><\/p>\n \u2013Maric\u00f3n. Maric\u00f3n de mierda.<\/span><\/p>\n Y despu\u00e9s lo grit\u00e9.<\/span><\/p>\n Escuchame, C\u00e9sar. Es necesario que leas esto. Porque hay cosas que uno lleva mordidas, trampeadas en la verg\u00fcenza toda la vida, hay cosas por las que uno, a solas, se escupe la cara en el espejo. Pero de golpe, un d\u00eda, necesita decirlas, confes\u00e1rselas a alguien. Escuchame.<\/span><\/p>\n Aquella noche, al salir de la pieza de la gorda, yo le ped\u00ed, por favor, que no se lo vaya a contar a los otros.<\/span><\/p>\n Porque aquella noche yo no pude. Yo tampoco pude.<\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":" (San Pedro, 1935) Narrador y dramaturgo argentino cuya obra narrativa se caracteriza por su prosa cortante y muchas veces reveladora de la sordidez de la realidad. 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