{"id":3321,"date":"2024-04-13T17:18:22","date_gmt":"2024-04-13T17:18:22","guid":{"rendered":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/?p=3321"},"modified":"2024-04-13T17:18:22","modified_gmt":"2024-04-13T17:18:22","slug":"la-mujer-de-vapor-carlos-ruiz-zafon","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/la-mujer-de-vapor-carlos-ruiz-zafon\/","title":{"rendered":"La mujer de vapor. Carlos Ruiz Zaf\u00f3n"},"content":{"rendered":"
Nunca se lo confes\u00e9 a nadie, pero consegu\u00ed el piso de puro milagro. Laura, que ten\u00eda besar de tango, trabajaba de secretaria para el administrador de fincas del primero segunda. La conoc\u00ed una noche de julio en que el cielo ard\u00eda de vapor y desesperaci\u00f3n. Yo dorm\u00eda a la intemperie, en un banco de la plaza, cuando me despert\u00f3 el roce de unos labios. \u00ab\u00bfNecesitas un sitio para quedarte?\u00bb Laura me condujo hasta el portal. El edificio era uno de esos mausoleos verticales que embrujan la ciudad vieja, un laberinto de g\u00e1rgolas y remiendos sobre cuyo atrio se le\u00eda 1866. La segu\u00ed escaleras arriba, casi a tientas. A nuestro paso, el edificio cruj\u00eda como los barcos viejos. Laura no me pregunt\u00f3 por n\u00f3minas ni referencias. Mejor, porque en la c\u00e1rcel no te dan ni unas ni otras. El \u00e1tico era del tama\u00f1o de mi celda, una estancia suspendida en la tundra de tejados. \u00abMe lo quedo\u00bb, dije. A decir verdad, despu\u00e9s de tres a\u00f1os en prisi\u00f3n, hab\u00eda perdido el sentido del olfato, y lo de las voces que transpiraban por los muros no era novedad. Laura sub\u00eda casi todas las noches. Su piel fr\u00eda y su aliento de niebla eran lo \u00fanico que no quemaba de aquel verano infernal. Al amanecer, Laura se perd\u00eda escaleras abajo, en silencio. Durante el d\u00eda yo aprovechaba para dormitar. Los vecinos de la escalera ten\u00edan esa amabilidad mansa que confiere la miseria. Cont\u00e9 seis familias, todas con ni\u00f1os y viejos que ol\u00edan a holl\u00edn y a tierra removida. Mi favorito era don Flori\u00e1n, que viv\u00eda justo debajo y pintaba mu\u00f1ecas por encargo. Pas\u00e9 semanas sin salir del edificio. Las ara\u00f1as trazaban arabescos en mi puerta. Do\u00f1a Luisa, la del tercero, siempre me sub\u00eda algo de comer. Don Flori\u00e1n me prestaba revistas viejas y me retaba a partidas de domin\u00f3. Los cr\u00edos de la escalera me invitaban a jugar al escondite. Por primera vez en mi vida me sent\u00eda bienvenido, casi querido. A medianoche, Laura tra\u00eda sus diecinueve a\u00f1os envueltos en seda blanca y se dejaba hacer como si fuera la \u00faltima vez. La amaba hasta el alba, saci\u00e1ndome en su cuerpo de cuanto la vida me hab\u00eda robado. Luego yo so\u00f1aba en blanco y negro, como los perros y los malditos. Incluso a los despojos de la vida como yo se les concede un asomo de felicidad en este mundo. Aquel verano fue el <\/span><\/p>\n m\u00edo. Cuando llegaron los del ayuntamiento a finales de agosto los tom\u00e9 por polic\u00edas. El ingeniero de derribos me dijo que \u00e9l no ten\u00eda nada contra los okupas, pero que, sinti\u00e9ndolo mucho, iban a dinamitar el edificio. \u00abDebe de haber un error\u00bb, dije. Todos los cap\u00edtulos de mi vida empiezan con esa frase. Corr\u00ed escaleras abajo hasta el despacho del administrador de fincas para buscar a Laura. Cuanto hab\u00eda era una percha y medio palmo de polvo. Sub\u00ed a casa de don Flori\u00e1n. Cincuenta mu\u00f1ecas sin ojos se pudr\u00edan en las tinieblas. Recorr\u00ed el edificio en busca de alg\u00fan vecino. Pasillos de silencio se apilaban debajo de escombros. \u00abEsta finca est\u00e1 clausurada desde 1939, joven \u2014me inform\u00f3 el ingeniero\u2014. La bomba que mat\u00f3 a los ocupantes da\u00f1\u00f3 la estructura sin remedio.\u00bb Tuvimos unas palabras. Creo que lo empuj\u00e9 escaleras abajo. Esta vez, el juez se despach\u00f3 a gusto. Los antiguos compa\u00f1eros me hab\u00edan guardado la litera: \u00abTotal, siempre vuelves.\u00bb Hern\u00e1n, el de la biblioteca, me encontr\u00f3 el recorte con la noticia del bombardeo. En la foto, los cuerpos est\u00e1n alineados en cajas de pino, desfigurados por la metralla pero reconocibles. Un sudario de sangre se esparce sobre los adoquines. Laura viste de blanco, las manos sobre el pecho abierto. Han pasado ya dos a\u00f1os, pero en la c\u00e1rcel se vive o se muere de recuerdos. Los guardias de la prisi\u00f3n se creen muy listos, pero ella sabe burlar los controles. A medianoche, sus labios me despiertan. Me trae recuerdos de don Flori\u00e1n y los dem\u00e1s. \u00abMe querr\u00e1s siempre, \u00bfverdad?\u00bb, pregunta mi Laura. Y yo le digo que s\u00ed.<\/span><\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":" Nunca se lo confes\u00e9 a nadie, pero consegu\u00ed el piso de puro milagro. Laura, que ten\u00eda besar de tango, trabajaba de secretaria para el administrador de fincas del primero segunda. La conoc\u00ed una noche de julio en que el cielo ard\u00eda de vapor y desesperaci\u00f3n. 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