{"id":464,"date":"2018-08-28T18:55:31","date_gmt":"2018-08-28T18:55:31","guid":{"rendered":"http:\/\/tecuentoalgo.com\/?p=464"},"modified":"2019-02-23T23:03:20","modified_gmt":"2019-02-23T23:03:20","slug":"la-migala-juan-jose-arreola","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/la-migala-juan-jose-arreola\/","title":{"rendered":"La migala – Juan Jos\u00e9 Arreola"},"content":{"rendered":"
La migala discurre libremente por la casa, pero mi capacidad de horror no disminuye.<\/p>\n
El d\u00eda en que Beatriz y yo entramos en aquella barraca inmunda de la feria callejera, me di cuenta de que la repulsiva alima\u00f1a era lo m\u00e1s atroz que pod\u00eda depararme el destino. Peor que el desprecio y la conmiseraci\u00f3n brillando de pronto en una clara mirada.<\/p>\n
Unos d\u00edas m\u00e1s tarde volv\u00ed para comprar la migala, y el sorprendido saltimbanqui me dio algunos informes acerca de sus costumbres y su alimentaci\u00f3n extra\u00f1a. Entonces comprend\u00ed que ten\u00eda en las manos, de una vez por todas, la amenaza total, la m\u00e1xima dosis de terror que mi esp\u00edritu pod\u00eda soportar. Recuerdo mi paso tembloroso, vacilante, cuando de regreso a la casa sent\u00eda el peso leve y denso de la ara\u00f1a, ese peso del cual pod\u00eda descontar, con seguridad, el de la caja de madera en que la llevaba, como si fueran dos pesos totalmente diferentes: el de la madera inocente y el del impuro y ponzo\u00f1oso animal que tiraba de m\u00ed como un lastre definitivo. Dentro de aquella caja iba el infierno personal que instalar\u00eda en mi casa para destruir, para anular al otro, el descomunal infierno de los hombres.<\/p>\n
La noche memorable en que solt\u00e9 a la migala en mi departamento y la vi correr como un cangrejo y ocultarse bajo un mueble, ha sido el principio de una vida indescriptible. Desde entonces, cada uno de los instantes de que dispongo ha sido recorrido por los pasos de la ara\u00f1a, que llena la casa con su presencia invisible.<\/p>\n
Todas las noches tiemblo en espera de la picadura mortal. Muchas veces despierto con el cuerpo helado, tenso, inm\u00f3vil, porque el sue\u00f1o ha creado para m\u00ed, con precisi\u00f3n, el paso cosquilleante de la aralia sobre mi piel, su peso indefinible, su consistencia de entra\u00f1a. Sin embargo, siempre amanece. Estoy vivo y mi alma in\u00fatilmente se apresta y se perfecciona.<\/p>\n
Hay d\u00edas en que pienso que la migala ha desaparecido, que se ha extraviado o que ha muerto. Pero no hago nada para comprobarlo. Dejo siempre que el azar me vuelva a poner frente a ella, al salir del ba\u00f1o, o mientras me desvisto para echarme en la cama. A veces el silencio de la noche me trae el eco de sus pasos, que he aprendido a o\u00edr, aunque s\u00e9 que son imperceptibles.<\/p>\n
Muchos d\u00edas encuentro intacto el alimento que he dejado la v\u00edspera. Cuando desaparece, no s\u00e9 si lo ha devorado la migala o alg\u00fan otro inocente hu\u00e9sped de la casa. He llegado a pensar tambi\u00e9n que acaso estoy siendo v\u00edctima de una supercher\u00eda y que me hallo a merced de una falsa migala. Tal vez el saltimbanqui me ha enga\u00f1ado, haci\u00e9ndome pagar un alto precio por un inofensivo y repugnante escarabajo.<\/p>\n
Pero en realidad esto no tiene importancia, porque yo he consagrado a la migala con la certeza de mi muerte aplazada. En las horas m\u00e1s agudas del insomnio, cuando me pierdo en conjeturas y nada me tranquiliza, suele visitarme la migala. Se pasea embrolladamente por el cuarto y trata de subir con torpeza a las paredes. Se detiene, levanta su cabeza y mueve los palpos. Parece husmear, agitada, un invisible compa\u00f1ero.<\/p>\n
Entonces, estremecido en mi soledad, acorralado por el peque\u00f1o monstruo, recuerdo que en otro tiempo yo so\u00f1aba en Beatriz y en su compa\u00f1\u00eda imposible.<\/p>\n
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