{"id":468,"date":"2018-08-30T14:43:44","date_gmt":"2018-08-30T14:43:44","guid":{"rendered":"http:\/\/tecuentoalgo.com\/?p=468"},"modified":"2019-02-23T22:59:23","modified_gmt":"2019-02-23T22:59:23","slug":"el-cuentista-de-saki","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/el-cuentista-de-saki\/","title":{"rendered":"El cuentista de Saki"},"content":{"rendered":"
Saki<\/strong><\/p>\n La escritora extreme\u00f1a Pilar Gal\u00e1n<\/strong><\/a>, cuentista y novelista galardonada con numerosos premios literarios, nos recomienda \u201cEl cuentista\u201d, un cuento de Saki<\/strong><\/a>, seud\u00f3nimo del escritor brit\u00e1nico Hector Hugh Munro<\/strong> (1870-1916). Saki emple\u00f3 el humor macabro en muchos de sus cuentos para retratar la sociedad victoriana que le toc\u00f3 en suerte.<\/p>\n EL CUENTISTA, un relato corto de Saki<\/span><\/strong><\/p>\n Era una tarde calurosa y el vag\u00f3n del tren tambi\u00e9n estaba caliente; la siguiente parada, Templecombe, estaba casi a una hora de distancia. Los ocupantes del vag\u00f3n eran una ni\u00f1a peque\u00f1a, otra ni\u00f1a a\u00fan m\u00e1s peque\u00f1a y un ni\u00f1o tambi\u00e9n peque\u00f1o. Una t\u00eda, que pertenec\u00eda a los ni\u00f1os, ocupaba un asiento de la esquina; el otro asiento de la esquina, del lado opuesto, estaba ocupado por un hombre soltero que era un extra\u00f1o ante aquella fiesta, pero las ni\u00f1as peque\u00f1as y el ni\u00f1o peque\u00f1o ocupaban, enf\u00e1ticamente, el compartimiento. Tanto la t\u00eda como los ni\u00f1os conversaban de manera limitada pero persistente, recordando las atenciones de una mosca que se niega a ser rechazada. La mayor\u00eda de los comentarios de la t\u00eda empezaban por \u00abNo\u00bb, y casi todos los de los ni\u00f1os por \u00ab\u00bfPor qu\u00e9?\u00bb. El hombre soltero no dec\u00eda nada en voz alta.<\/p>\n -No, Cyril, no -exclam\u00f3 la t\u00eda cuando el ni\u00f1o empez\u00f3 a golpear los cojines del asiento, provocando una nube de polvo con cada golpe-. Ven a mirar por la ventanilla -a\u00f1adi\u00f3.<\/p>\n El ni\u00f1o se desplaz\u00f3 hacia la ventilla con desgana.<\/p>\n -\u00bfPor qu\u00e9 sacan a esas ovejas fuera de ese campo? -pregunt\u00f3.<\/p>\n -Supongo que las llevan a otro campo en el que hay m\u00e1s hierba -respondi\u00f3 la t\u00eda d\u00e9bilmente.<\/p>\n -Pero en ese campo hay montones de hierba -protest\u00f3 el ni\u00f1o-; no hay otra cosa que no sea hierba. T\u00eda, en ese campo hay montones de hierba.<\/p>\n -Quiz\u00e1 la hierba de otro campo es mejor -sugiri\u00f3 la t\u00eda neciamente.<\/p>\n -\u00bfPor qu\u00e9 es mejor? -fue la inevitable y r\u00e1pida pregunta.<\/p>\n -\u00a1Oh, mira esas vacas! -exclam\u00f3 la t\u00eda.<\/p>\n Casi todos los campos por los que pasaba la l\u00ednea de tren ten\u00edan vacas o toros, pero ella lo dijo como si estuviera llamando la atenci\u00f3n ante una novedad.<\/p>\n -\u00bfPor qu\u00e9 es mejor la hierba del otro campo? -persisti\u00f3 Cyril.<\/p>\n El ce\u00f1o fruncido del soltero se iba acentuando hasta estar ce\u00f1udo. La t\u00eda decidi\u00f3, mentalmente, que era un hombre duro y hostil. Ella era incapaz por completo de tomar una decisi\u00f3n satisfactoria sobre la hierba del otro campo.<\/p>\n La ni\u00f1a m\u00e1s peque\u00f1a cre\u00f3 una forma de distracci\u00f3n al empezar a recitar \u00abDe camino hacia Mandalay\u00bb. S\u00f3lo sab\u00eda la primera l\u00ednea, pero utiliz\u00f3 al m\u00e1ximo su limitado conocimiento. Repet\u00eda la l\u00ednea una y otra vez con una voz so\u00f1adora, pero decidida y muy audible; al soltero le pareci\u00f3 como si alguien hubiera hecho una apuesta con ella a que no era capaz de repetir la l\u00ednea en voz alta dos mil veces seguidas y sin detenerse. Quienquiera que fuera que hubiera hecho la apuesta, probablemente la perder\u00eda.<\/p>\n -Ac\u00e9rquense aqu\u00ed y escuchen mi historia -dijo la t\u00eda cuando el soltero la hab\u00eda mirado dos veces a ella y una al timbre de alarma.<\/p>\n Los ni\u00f1os se desplazaron ap\u00e1ticamente hacia el final del compartimiento donde estaba la t\u00eda. Evidentemente, su reputaci\u00f3n como contadora de historias no ocupaba una alta posici\u00f3n, seg\u00fan la estimaci\u00f3n de los ni\u00f1os.<\/p>\n Con voz baja y confidencial, interrumpida a intervalos frecuentes por preguntas malhumoradas y en voz alta de los oyentes, comenz\u00f3 una historia poco animada y con una deplorable carencia de inter\u00e9s sobre una ni\u00f1a que era buena, que se hac\u00eda amiga de todos a causa de su bondad y que, al final, fue salvada de un toro enloquecido por numerosos rescatadores que admiraban su car\u00e1cter moral.<\/p>\n -\u00bfNo la habr\u00edan salvado si no hubiera sido buena? -pregunt\u00f3 la mayor de las ni\u00f1as.<\/p>\n Esa era exactamente la pregunta que hab\u00eda querido hacer el soltero.<\/p>\n -Bueno, s\u00ed -admiti\u00f3 la t\u00eda sin convicci\u00f3n-. Pero no creo que la hubieran socorrido muy deprisa si ella no les hubiera gustado mucho.<\/p>\n -Es la historia m\u00e1s tonta que he o\u00eddo nunca -dijo la mayor de las ni\u00f1as con una inmensa convicci\u00f3n.<\/p>\n -Despu\u00e9s de la segunda parte no he escuchado, era demasiado tonta -dijo Cyril.<\/p>\n La ni\u00f1a m\u00e1s peque\u00f1a no hizo ning\u00fan comentario, pero hac\u00eda rato que hab\u00eda vuelto a comenzar a murmurar la repetici\u00f3n de su verso favorito.<\/p>\n -No parece que tenga \u00e9xito como contadora de historias -dijo de repente el soltero desde su esquina.<\/p>\n La t\u00eda se ofendi\u00f3 como defensa instant\u00e1nea ante aquel ataque inesperado.<\/p>\n -Es muy dif\u00edcil contar historias que los ni\u00f1os puedan entender y apreciar -dijo fr\u00edamente.<\/p>\n -No estoy de acuerdo con usted -dijo el soltero.<\/p>\n -Quiz\u00e1 le gustar\u00eda a usted explicarles una historia -contest\u00f3 la t\u00eda.<\/p>\n -Cu\u00e9ntenos un cuento -pidi\u00f3 la mayor de las ni\u00f1as.<\/p>\n -\u00c9rase una vez -comenz\u00f3 el soltero- una ni\u00f1a peque\u00f1a llamada Berta que era extremadamente buena.<\/p>\n El inter\u00e9s suscitado en los ni\u00f1os moment\u00e1neamente comenz\u00f3 a vacilar en seguida; todas las historias se parec\u00edan terriblemente, no importaba qui\u00e9n las explicara.<\/p>\n -Hac\u00eda todo lo que le mandaban, siempre dec\u00eda la verdad, manten\u00eda la ropa limpia, com\u00eda bud\u00edn de leche como si fuera tarta de mermelada, aprend\u00eda sus lecciones perfectamente y ten\u00eda buenos modales.<\/p>\n -\u00bfEra bonita? -pregunt\u00f3 la mayor de las ni\u00f1as.<\/p>\n -No tanto como cualquiera de ustedes -respondi\u00f3 el soltero-, pero era terriblemente buena.<\/p>\n Se produjo una ola de reacci\u00f3n en favor de la historia; la palabra terrible unida a bondad fue una novedad que la favorec\u00eda. Parec\u00eda introducir un c\u00edrculo de verdad que faltaba en los cuentos sobre la vida infantil que narraba la t\u00eda.<\/p>\n -Era tan buena -continu\u00f3 el soltero- que gan\u00f3 varias medallas por su bondad, que siempre llevaba puestas en su vestido. Ten\u00eda una medalla por obediencia, otra por puntualidad y una tercera por buen comportamiento. Eran medallas grandes de metal y chocaban las unas con las otras cuando caminaba. Ning\u00fan otro ni\u00f1o de la ciudad en la que viv\u00eda ten\u00eda esas tres medallas, as\u00ed que todos sab\u00edan que deb\u00eda de ser una ni\u00f1a extraordinariamente buena.<\/p>\n -Terriblemente buena -cit\u00f3 Cyril.<\/p>\n -Todos hablaban de su bondad y el pr\u00edncipe de aquel pa\u00eds se enter\u00f3 de aquello y dijo que, ya que era tan buena, deber\u00eda tener permiso para pasear, una vez a la semana, por su parque, que estaba justo afuera de la ciudad. Era un parque muy bonito y nunca se hab\u00eda permitido la entrada a ni\u00f1os, por eso fue un gran honor para Berta tener permiso para poder entrar.<\/p>\n -\u00bfHab\u00eda alguna oveja en el parque? -pregunt\u00f3 Cyril.<\/p>\n -No -dijo el soltero-, no hab\u00eda ovejas.<\/p>\n -\u00bfPor qu\u00e9 no hab\u00eda ovejas? -lleg\u00f3 la inevitable pregunta que surgi\u00f3 de la respuesta anterior.<\/p>\n La t\u00eda se permiti\u00f3 una sonrisa que casi podr\u00eda haber sido descrita como una mueca.<\/p>\n -En el parque no hab\u00eda ovejas -dijo el soltero- porque, una vez, la madre del pr\u00edncipe tuvo un sue\u00f1o en el que su hijo era asesinado tanto por una oveja como por un reloj de pared que le ca\u00eda encima. Por esa raz\u00f3n, el pr\u00edncipe no ten\u00eda ovejas en el parque ni relojes de pared en su palacio.<\/p>\n La t\u00eda contuvo un grito de admiraci\u00f3n.<\/p>\n -\u00bfEl pr\u00edncipe fue asesinado por una oveja o por un reloj? -pregunt\u00f3 Cyril.<\/p>\n -Todav\u00eda est\u00e1 vivo, as\u00ed que no podemos decir si el sue\u00f1o se har\u00e1 realidad -dijo el soltero despreocupadamente-. De todos modos, aunque no hab\u00eda ovejas en el parque, s\u00ed hab\u00eda muchos cerditos corriendo por todas partes.<\/p>\n -\u00bfDe qu\u00e9 color eran?<\/p>\n -Negros con la cara blanca, blancos con manchas negras, totalmente negros, grises con manchas blancas y algunos eran totalmente blancos.<\/p>\n El contador de historias se detuvo para que los ni\u00f1os crearan en su imaginaci\u00f3n una idea completa de los tesoros del parque; despu\u00e9s prosigui\u00f3:<\/p>\n -Berta sinti\u00f3 mucho que no hubiera flores en el parque. Hab\u00eda prometido a sus t\u00edas, con l\u00e1grimas en los ojos, que no arrancar\u00eda ninguna de las flores del pr\u00edncipe y ten\u00eda intenci\u00f3n de mantener su promesa por lo que, naturalmente, se sinti\u00f3 tonta al ver que no hab\u00eda flores para coger.<\/p>\n -\u00bfPor qu\u00e9 no hab\u00eda flores?<\/p>\n -Porque los cerdos se las hab\u00edan comido todas -contest\u00f3 el soltero r\u00e1pidamente-. Los jardineros le hab\u00edan dicho al pr\u00edncipe que no pod\u00eda tener cerdos y flores, as\u00ed que decidi\u00f3 tener cerdos y no tener flores.<\/p>\n Hubo un murmullo de aprobaci\u00f3n por la excelente decisi\u00f3n del pr\u00edncipe; mucha gente habr\u00eda decidido lo contrario.<\/p>\n -En el parque hab\u00eda muchas otras cosas deliciosas. Hab\u00eda estanques con peces dorados, azules y verdes, y \u00e1rboles con hermosos loros que dec\u00edan cosas inteligentes sin previo aviso, y colibr\u00edes que cantaban todas las melod\u00edas populares del d\u00eda. Berta camin\u00f3 arriba y abajo, disfrutando inmensamente, y pens\u00f3: \u00abSi no fuera tan extraordinariamente buena no me habr\u00edan permitido venir a este maravilloso parque y disfrutar de todo lo que hay en \u00e9l para ver\u00bb, y sus tres medallas chocaban unas contra las otras al caminar y la ayudaban a recordar lo buen\u00edsima que era realmente. Justo en aquel momento, iba merodeando por all\u00ed un enorme lobo para ver si pod\u00eda atrapar alg\u00fan cerdito gordo para su cena.<\/p>\n -\u00bfDe qu\u00e9 color era? -preguntaron los ni\u00f1os, con un inmediato aumento de inter\u00e9s.<\/p>\n -Era completamente del color del barro, con una lengua negra y unos ojos de un gris p\u00e1lido que brillaban con inexplicable ferocidad. Lo primero que vio en el parque fue a Berta; su delantal estaba tan inmaculadamente blanco y limpio que pod\u00eda ser visto desde una gran distancia. Berta vio al lobo, vio que se dirig\u00eda hacia ella y empez\u00f3 a desear que nunca le hubieran permitido entrar en el parque. Corri\u00f3 todo lo que pudo y el lobo la sigui\u00f3 dando enormes saltos y brincos. Ella consigui\u00f3 llegar a unos matorrales de mirto y se escondi\u00f3 en uno de los arbustos m\u00e1s espesos. El lobo se acerc\u00f3 olfateando entre las ramas, su negra lengua le colgaba de la boca y sus ojos gris p\u00e1lido brillaban de rabia. Berta estaba terriblemente asustada y pens\u00f3: \u00abSi no hubiera sido tan extraordinariamente buena ahora estar\u00eda segura en la ciudad\u00bb. Sin embargo, el olor del mirto era tan fuerte que el lobo no pudo olfatear d\u00f3nde estaba escondida Berta, y los arbustos eran tan espesos que podr\u00eda haber estado busc\u00e1ndola entre ellos durante mucho rato, sin verla, as\u00ed que pens\u00f3 que era mejor salir de all\u00ed y cazar un cerdito. Berta temblaba tanto al tener al lobo merodeando y olfateando tan cerca de ella que la medalla de obediencia chocaba contra las de buena conducta y puntualidad. El lobo acababa de irse cuando oy\u00f3 el sonido que produc\u00edan las medallas y se detuvo para escuchar; volvieron a sonar en un arbusto que estaba cerca de \u00e9l. Se lanz\u00f3 dentro de \u00e9l, con los ojos gris p\u00e1lido brillando de ferocidad y triunfo, sac\u00f3 a Berta de all\u00ed y la devor\u00f3 hasta el \u00faltimo bocado. Todo lo que qued\u00f3 de ella fueron sus zapatos, algunos pedazos de ropa y las tres medallas de la bondad.<\/p>\n -\u00bfMat\u00f3 a alguno de los cerditos?<\/p>\n -No, todos escaparon.<\/p>\n -La historia empez\u00f3 mal -dijo la m\u00e1s peque\u00f1a de las ni\u00f1as-, pero ha tenido un final bonito.<\/p>\n -Es la historia m\u00e1s bonita que he escuchado nunca -dijo la mayor de las ni\u00f1as, muy decidida.<\/p>\n -Es la \u00fanica historia bonita que he o\u00eddo nunca -dijo Cyril.<\/p>\n La t\u00eda expres\u00f3 su desacuerdo.<\/p>\n -\u00a1Una historia de lo menos apropiada para explicar a ni\u00f1os peque\u00f1os! Ha socavado el efecto de a\u00f1os de cuidadosa ense\u00f1anza.<\/p>\n -De todos modos -dijo el soltero cogiendo sus pertenencias y dispuesto a abandonar el tren-, los he mantenido tranquilos durante diez minutos, mucho m\u00e1s de lo que usted pudo.<\/p>\n \u00ab\u00a1Infeliz! -se dijo mientras bajaba al and\u00e9n de la estaci\u00f3n de Templecombe-. \u00a1Durante los pr\u00f3ximos seis meses esos ni\u00f1os la asaltar\u00e1n en p\u00fablico pidi\u00e9ndole una historia impropia!\u00bb.<\/p>\n F<\/span>uente:\u00a0https:\/\/narrativabreve.com\/2013\/11\/cuento-saki-cuentista.html<\/em><\/p>\n<\/div>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":" Saki La escritora extreme\u00f1a Pilar Gal\u00e1n, cuentista y novelista galardonada con numerosos premios literarios, nos recomienda \u201cEl cuentista\u201d, un cuento de Saki, seud\u00f3nimo del escritor brit\u00e1nico Hector Hugh Munro (1870-1916). 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