{"id":476,"date":"2018-09-02T22:54:06","date_gmt":"2018-09-02T22:54:06","guid":{"rendered":"http:\/\/tecuentoalgo.com\/?p=476"},"modified":"2019-02-23T22:59:58","modified_gmt":"2019-02-23T22:59:58","slug":"aceite-de-perro-ambrose-bierce","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/aceite-de-perro-ambrose-bierce\/","title":{"rendered":"Aceite de perro – Ambrose Bierce"},"content":{"rendered":"
Los mejores 1001 cuentos literarios de la Historia: \u201cAceite de perro\u201d, de Ambrose Bierce<\/strong><\/p>\n Me llamo Boffer Bings. Nac\u00ed de padres honestos en uno de los m\u00e1s humildes caminos de la vida: mi padre era fabricante de aceite de perro y mi madre pose\u00eda un peque\u00f1o estudio, a la sombra de la iglesia del pueblo, donde se ocupaba de los no deseados. En la infancia me inculcaron h\u00e1bitos industriosos; no solamente ayudaba a mi padre a procurar perros para sus cubas, sino que con frecuencia era empleado por mi madre para eliminar los restos de su trabajo en el estudio. Para cumplir este deber necesitaba a veces toda mi natural inteligencia, porque todos los agentes de ley de los alrededores se opon\u00edan al negocio de mi madre.<\/p>\n No eran elegidos con el mandato de oposici\u00f3n, ni el asunto hab\u00eda sido debatido nunca pol\u00edticamente: simplemente era as\u00ed. La ocupaci\u00f3n de mi padre -hacer aceite de perro- era naturalmente menos impopular, aunque los due\u00f1os de perros desaparecidos lo miraban a veces con sospechas que se reflejaban, hasta cierto punto, en m\u00ed. Mi padre ten\u00eda, como socios silenciosos, a dos de los m\u00e9dicos del pueblo, que rara vez escrib\u00edan una receta sin agregar lo que les gustaba designar Lata de \u00d3leo. Es realmente la medicina m\u00e1s valiosa que se conoce; pero la mayor\u00eda de las personas es reacia a realizar sacrificios personales para los que sufren, y era evidente que muchos de los perros m\u00e1s gordos del pueblo ten\u00edan prohibido jugar conmigo, hecho que afligi\u00f3 mi joven sensibilidad y en una ocasi\u00f3n estuvo a punto de hacer de m\u00ed un pirata.<\/p>\n A veces, al evocar aquellos d\u00edas, no puedo sino lamentar que, al conducir indirectamente a mis queridos padres a su muerte, fui el autor de desgracias que afectaron profundamente mi futuro.<\/p>\n Una noche, al pasar por la f\u00e1brica de aceite de mi padre con el cuerpo de un ni\u00f1o rumbo al estudio de mi madre, vi a un polic\u00eda que parec\u00eda vigilar atentamente mis movimientos. Joven como era, yo hab\u00eda aprendido que los actos de un polic\u00eda, cualquiera sea su car\u00e1cter aparente, son provocados por los motivos m\u00e1s reprensibles, y lo elud\u00ed meti\u00e9ndome en la aceiter\u00eda por una puerta lateral casualmente entreabierta. Cerr\u00e9 en seguida y qued\u00e9 a solas con mi muerto. Mi padre ya se hab\u00eda retirado. La \u00fanica luz del lugar ven\u00eda de la hornalla, que ard\u00eda con un rojo rico y profundo bajo uno de los calderos, arrojando rubicundos reflejos sobre las paredes. Dentro del caldero el aceite giraba todav\u00eda en indolente ebullici\u00f3n y empujaba ocasionalmente a la superficie un trozo de perro. Me sent\u00e9 a esperar que el polic\u00eda se fuera, el cuerpo desnudo del ni\u00f1o en mis rodillas, y le acarici\u00e9 tiernamente el pelo corto y sedoso. \u00a1Ah, qu\u00e9 guapo era! Ya a esa temprana edad me gustaban apasionadamente los ni\u00f1os, y mientras miraba al querub\u00edn, casi deseaba en mi coraz\u00f3n que la peque\u00f1a herida roja de su pecho -la obra de mi querida madre- no hubiese sido mortal.<\/p>\n Era mi costumbre arrojar los ni\u00f1os al r\u00edo que la naturaleza hab\u00eda provisto sabiamente para ese fin, pero esa noche no me atrev\u00ed a salir de la aceiter\u00eda por temor al agente. \u201cDespu\u00e9s de todo\u201d, me dije, \u201cno puede importar mucho que lo ponga en el caldero. Mi padre nunca distinguir\u00eda sus huesos de los de un cachorro, y las pocas muertes que pudiera causar el reemplazo de la incomparable Lata de \u00d3leo por otra especie de aceite no tendr\u00e1n mayor incidencia en una poblaci\u00f3n que crece tan r\u00e1pidamente\u201d. En resumen, di el primer paso en el crimen y atraje sobre m\u00ed indecibles penurias arrojando el ni\u00f1o al caldero.<\/p>\n Al d\u00eda siguiente, un poco para mi sorpresa, mi padre, frot\u00e1ndose las manos con satisfacci\u00f3n, nos inform\u00f3 a m\u00ed y a mi madre que hab\u00eda obtenido un aceite de una calidad nunca vista por los m\u00e9dicos a quienes hab\u00eda llevado muestras. Agreg\u00f3 que no ten\u00eda conocimiento de c\u00f3mo se hab\u00eda logrado ese resultado: los perros hab\u00edan sido tratados en forma absolutamente usual, y eran de razas ordinarias. Consider\u00e9 mi obligaci\u00f3n explicarlo, y lo hice, aunque mi lengua se habr\u00eda paralizado si hubiera previsto las consecuencias. Lamentando su antigua ignorancia sobre las ventaja de una fusi\u00f3n de sus industrias, mis padres tomaron de inmediato medidas para reparar el error. Mi madre traslad\u00f3 su estudio a un ala del edificio de la f\u00e1brica y cesaron mis deberes en relaci\u00f3n con sus negocios: ya no me necesitaban para eliminar los cuerpos de los peque\u00f1os superfluos, ni hab\u00eda por qu\u00e9 conducir perros a su destino: mi padre los desech\u00f3 por completo, aunque conservaron un lugar destacado en el nombre del aceite. Tan bruscamente impulsado al ocio, se podr\u00eda haber esperado naturalmente que me volviera ocioso y disoluto, pero no fue as\u00ed. La sagrada influencia de mi querida madre siempre me protegi\u00f3 de las tentaciones que acechan a la juventud, y mi padre era di\u00e1cono de la iglesia. \u00a1Ay, que personas tan estimables llegaran por mi culpa a tan desgraciado fin!<\/p>\n Al encontrar un doble provecho para su negocio, mi madre se dedic\u00f3 a \u00e9l con renovada asiduidad. No se limit\u00f3 a suprimir a pedido ni\u00f1os inoportunos: sal\u00eda a las calles y a los caminos a recoger ni\u00f1os m\u00e1s crecidos y hasta aquellos adultos que pod\u00eda atraer a la aceiter\u00eda. Mi padre, enamorado tambi\u00e9n de la calidad superior del producto, llenaba sus cubas con celo y diligencia. En pocas palabras, la conversi\u00f3n de sus vecinos en aceite de perro lleg\u00f3 a convertirse en la \u00fanica pasi\u00f3n de sus vidas. Una ambici\u00f3n absorbente y arrolladora se apoder\u00f3 de sus almas y reemplaz\u00f3 en parte la esperanza en el Cielo que tambi\u00e9n los inspiraba.<\/p>\n Tan emprendedores eran ahora, que se realiz\u00f3 una asamblea p\u00fablica en la que se aprobaron resoluciones que los censuraban severamente. Su presidente manifest\u00f3 que todo nuevo ataque contra la poblaci\u00f3n ser\u00eda enfrentado con esp\u00edritu hostil. Mis pobres padres salieron de la reuni\u00f3n desanimados, con el coraz\u00f3n destrozado y creo que no del todo cuerdos. De cualquier manera, consider\u00e9 prudente no ir con ellos a la aceiter\u00eda esa noche y me fui a dormir al establo.<\/p>\n A eso de la medianoche, alg\u00fan impulso misterioso me hizo levantar y atisbar por una ventana de la habitaci\u00f3n del horno, donde sab\u00eda que mi padre pasaba la noche. El fuego ard\u00eda tan vivamente como si se esperara una abundante cosecha para ma\u00f1ana. Uno de los enormes calderos burbujeaba lentamente, con un misterioso aire contenido, como tom\u00e1ndose su tiempo para dejar suelta toda su energ\u00eda. Mi padre no estaba acostado: se hab\u00eda levantado en ropas de dormir y estaba haciendo un nudo en una fuerte soga. Por las miradas que echaba a la puerta del dormitorio de mi madre, deduje con sobrado acierto sus prop\u00f3sitos. Inm\u00f3vil y sin habla por el terror, nada pude hacer para evitar o advertir. De pronto se abri\u00f3 la puerta del cuarto de mi madre, silenciosamente, y los dos, aparentemente sorprendidos, se enfrentaron. Tambi\u00e9n ella estaba en ropas de noche, y ten\u00eda en la mano derecha la herramienta de su oficio, una aguja de hoja alargada.<\/p>\n Tampoco ella hab\u00eda sido capaz de negarse el \u00faltimo lucro que le permit\u00edan la poca amistosa actitud de los vecinos y mi ausencia. Por un instante se miraron con furia a los ojos y luego saltaron juntos con ira indescriptible. Luchaban alrededor de la habitaci\u00f3n, maldiciendo el hombre, la mujer chillando, ambos peleando como demonios, ella para herirlo con la aguja, \u00e9l para ahorcarla con sus grandes manos desnudas. No s\u00e9 cu\u00e1nto tiempo tuve la desgracia de observar ese desagradable ejemplo de infelicidad dom\u00e9stica, pero por fin, despu\u00e9s de un forcejeo particularmente vigoroso, los combatientes se separaron repentinamente.<\/p>\n El pecho de mi padre y el arma de mi madre mostraban pruebas de contacto. Por un momento se contemplaron con hostilidad, luego, mi pobre padre, malherido, sintiendo la mano de la muerte, avanz\u00f3, tom\u00f3 a mi querida madre en los brazos desde\u00f1ando su resistencia, la arrastr\u00f3 junto al caldero hirviente, reuni\u00f3 todas sus \u00faltimas energ\u00edas \u00a1y salt\u00f3 adentro con ella! En un instante ambos desaparecieron, sumando su aceite al de la comisi\u00f3n de ciudadanos que hab\u00eda tra\u00eddo el d\u00eda anterior la invitaci\u00f3n para la asamblea p\u00fablica.<\/p>\n Convencido de que estos infortunados acontecimientos me cerraban todas las v\u00edas hacia una carrera honorable en ese pueblo, me traslad\u00e9 a la famosa ciudad de Otumwee, donde se han escrito estas memorias, con el coraz\u00f3n lleno de remordimiento por el acto de insensatez que provoc\u00f3 un desastre comercial tan terrible.<\/p>\n F<\/span>uente:\u00a0https:\/\/narrativabreve.com\/2013\/11\/cuento-ambrose-bierce-aceite-perro.html<\/em><\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":" Los mejores 1001 cuentos literarios de la Historia: \u201cAceite de perro\u201d, de Ambrose Bierce Me llamo Boffer Bings. 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