Dos exploradores lograron refugiarse en una caba\u00f1a abandonada, despu\u00e9s de haber vivido tres angustiosos d\u00edas extraviados en la nieve. Al cabo de otros tres d\u00edas, uno de ellos muri\u00f3. El sobreviviente excav\u00f3 una fosa en la nieve, a unos cien metros de la caba\u00f1a, y sepult\u00f3 el cad\u00e1ver. Al d\u00eda siguiente, sin embargo, al despertar de su primer sue\u00f1o apacible, lo encontr\u00f3 otra vez dentro de la casa, muerto y petrificado por el hielo, pero sentado como un visitante formal frente a su cama. Lo sepult\u00f3 de nuevo, tal vez en una tumba m\u00e1s distante, pero al despertar al d\u00eda siguiente volvi\u00f3 a encontrarlo sentado frente a su cama. Entonces perdi\u00f3 la raz\u00f3n. Por el diario que hab\u00eda llevado hasta entonces se pudo conocer la verdad de su historia. Entre las muchas explicaciones que trataron de darse al enigma, una parec\u00eda ser la m\u00e1s veros\u00edmil: el sobreviviente se hab\u00eda sentido tan afectado por su soledad que \u00e9l mismo desenterraba dormido el cad\u00e1ver que enterraba despierto.<\/p>\n

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