{"id":513,"date":"2018-09-18T14:49:49","date_gmt":"2018-09-18T14:49:49","guid":{"rendered":"http:\/\/tecuentoalgo.com\/?p=513"},"modified":"2021-04-28T21:37:17","modified_gmt":"2021-04-28T21:37:17","slug":"513","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/513\/","title":{"rendered":"La miel silvestre – Horacio Quiroga"},"content":{"rendered":"
Tengo en el Salto Oriental dos primos, hoy hombres ya, que a sus doce a\u00f1os, y a consecuencia de profundas lecturas de Julio Verne, dieron en la rica empresa de abandonar su casa para ir a vivir al monte. Este queda a dos leguas de la ciudad. All\u00ed vivir\u00edan primitivamente de la caza y la pesca. Cierto es que los dos muchachos no se hab\u00edan acordado particularmente de llevar escopetas ni anzuelos; pero, de todos modos, el bosque estaba all\u00ed, con su libertad como fuente de dicha y sus peligros como encanto.<\/p>\n
Desgraciadamente, al segundo d\u00eda fueron hallados por quienes los buscaban. Estaban bastante at\u00f3nitos todav\u00eda, no poco d\u00e9biles, y con gran asombro de sus hermanos menores -iniciados tambi\u00e9n en Julio Verne- sab\u00edan andar a\u00fan en dos pies y recordaban el habla.<\/p>\n
La aventura de los dos robinsones, sin embargo, fuera acaso m\u00e1s formal a haber tenido como teatro otro bosque menos dominguero. Las escapatorias llevan aqu\u00ed en Misiones a l\u00edmites imprevistos, y a ello arrastr\u00f3 a Gabriel Benincasa el orgullo de sus stromboot.<\/p>\n
Benincasa, habiendo concluido sus estudios de contadur\u00eda p\u00fablica, sinti\u00f3 fulminante deseo de conocer la vida de la selva. No fue arrastrado por su temperamento, pues antes bien Benincasa era un muchacho pac\u00edfico, gordinfl\u00f3n y de cara rosada, en raz\u00f3n de su excelente salud. En consecuencia, lo suficiente cuerdo para preferir un t\u00e9 con leche y pastelitos a qui\u00e9n sabe qu\u00e9 fortuita e infernal comida del bosque. Pero as\u00ed como el soltero que fue siempre juicioso cree de su deber, la v\u00edspera de sus bodas, despedirse de la vida libre con una noche de org\u00eda en compon\u00eda de sus amigos, de igual modo Benincasa quiso honrar su vida aceitada con dos o tres choques de vida intensa. Y por este motivo remontaba el Paran\u00e1 hasta un obraje, con sus famosos stromboot.<\/p>\n
Apenas salido de Corrientes hab\u00eda calzado sus recias botas, pues los yacar\u00e9s de la orilla calentaban ya el paisaje. Mas a pesar de ello el contador p\u00fablico cuidaba mucho de su calzado, evit\u00e1ndole ara\u00f1azos y sucios contactos.<\/p>\n
De este modo lleg\u00f3 al obraje de su padrino, y a la hora tuvo \u00e9ste que contener el desenfado de su ahijado.<\/p>\n
-\u00bfAd\u00f3nde vas ahora? -le hab\u00eda preguntado sorprendido.<\/p>\n
-Al monte; quiero recorrerlo un poco -repuso Benincasa, que acababa de colgarse el winchester al hombro.<\/p>\n
-\u00a1Pero infeliz! No vas a poder dar un paso. Sigue la picada, si quieres\u2026 O mejor deja esa arma y ma\u00f1ana te har\u00e9 acompa\u00f1ar por un pe\u00f3n.<\/p>\n
Benincasa renunci\u00f3 a su paseo. No obstante, fue hasta la vera del bosque y se detuvo. Intent\u00f3 vagamente un paso adentro, y qued\u00f3 quieto. Metiose las manos en los bolsillos y mir\u00f3 detenidamente aquella inextricable mara\u00f1a, silbando d\u00e9bilmente aires truncos. Despu\u00e9s de observar de nuevo el bosque a uno y otro lado, retorn\u00f3 bastante desilusionado.<\/p>\n
Al d\u00eda siguiente, sin embargo, recorri\u00f3 la picada central por espacio de una legua, y aunque su fusil volvi\u00f3 profundamente dormido, Benincasa no deplor\u00f3 el paseo. Las fieras llegar\u00edan poco a poco.<\/p>\n
Llegaron \u00e9stas a la segunda noche -aunque de un car\u00e1cter un poco singular.<\/p>\n
Benincasa dorm\u00eda profundamente, cuando fue despertado por su padrino.<\/p>\n
-\u00a1Eh, dormil\u00f3n! Lev\u00e1ntate que te van a comer vivo.<\/p>\n
Benincasa se sent\u00f3 bruscamente en la cama, alucinado por la luz de los tres faroles de viento que se mov\u00edan de un lado a otro en la pieza. Su padrino y dos peones regaban el piso.<\/p>\n
-\u00bfQu\u00e9 hay, qu\u00e9 hay? -pregunt\u00f3 ech\u00e1ndose al suelo.<\/p>\n
-Nada\u2026 Cuidado con los pies\u2026 La correcci\u00f3n.<\/p>\n
Benincasa hab\u00eda sido ya enterado de las curiosas hormigas a que llamamos correcci\u00f3n. Son peque\u00f1as, negras, brillantes y marchan velozmente en r\u00edos m\u00e1s o menos anchos. Son esencialmente carn\u00edvoras. Avanzan devorando todo lo que encuentran a su paso: ara\u00f1as, grillos, alacranes, sapos, v\u00edboras y a cuanto ser no puede resistirles. No hay animal, por grande y fuerte que sea, que no haya de ellas. Su entrada en una casa supone la exterminaci\u00f3n absoluta de todo ser viviente, pues no hay rinc\u00f3n ni agujero profundo donde no se precipite el r\u00edo devorador. Los perros a\u00fallan, los bueyes mugen y es forzoso abandonarles la casa, a trueque de ser ro\u00eddos en diez horas hasta el esqueleto. Permanecen en un lugar uno, dos, hasta cinco d\u00edas, seg\u00fan su riqueza en insectos, carne o grasa. Una vez devorado todo, se van.<\/p>\n
No resisten, sin embargo, a la creolina o droga similar; y como en el obraje abunda aqu\u00e9lla, antes de una hora el chalet qued\u00f3 libre de la correcci\u00f3n.<\/p>\n
Benincasa se observaba muy de cerca, en los pies, la placa l\u00edvida de una mordedura.<\/p>\n
-\u00a1Pican muy fuerte, realmente! -dijo sorprendido, levantando la cabeza hacia su padrino.<\/p>\n
Este, para quien la observaci\u00f3n no ten\u00eda ya ning\u00fan valor, no respondi\u00f3, felicit\u00e1ndose, en cambio, de haber contenido a tiempo la invasi\u00f3n. Benincasa reanud\u00f3 el sue\u00f1o, aunque sobresaltado toda la noche por pesadillas tropicales.<\/p>\n
Al d\u00eda siguiente se fue al monte, esta vez con un machete, pues hab\u00eda concluido por comprender que tal utensilio le ser\u00eda en el monte mucho m\u00e1s \u00fatil que el fusil. Cierto es que su pulso no era maravilloso, y su acierto, mucho menos. Pero de todos modos lograba trozar las ramas, azotarse la cara y cortarse las botas; todo en uno.<\/p>\n
El monte crepuscular y silencioso lo cans\u00f3 pronto. D\u00e1bale la impresi\u00f3n -exacta por lo dem\u00e1s- de un escenario visto de d\u00eda. De la bullente vida tropical no hay a esa hora m\u00e1s que el teatro helado; ni un animal, ni un p\u00e1jaro, ni un ruido casi. Benincasa volv\u00eda cuando un sordo zumbido le llam\u00f3 la atenci\u00f3n. A diez metros de \u00e9l, en un tronco hueco, diminutas abejas aureolaban la entrada del agujero. Se acerc\u00f3 con cautela y vio en el fondo de la abertura diez o doce bolas oscuras, del tama\u00f1o de un huevo.<\/p>\n
-Esto es miel -se dijo el contador p\u00fablico con \u00edntima gula-. Deben de ser bolsitas de cera, llenas de miel\u2026<\/p>\n
Pero entre \u00e9l -Benincasa- y las bolsitas estaban las abejas. Despu\u00e9s de un momento de descanso, pens\u00f3 en el fuego; levantar\u00eda una buena humareda. La suerte quiso que mientras el ladr\u00f3n acercaba cautelosamente la hojarasca h\u00fameda, cuatro o cinco abejas se posaran en su mano, sin picarlo. Benincasa cogi\u00f3 una en seguida, y oprimi\u00e9ndole el abdomen, constat\u00f3 que no ten\u00eda aguij\u00f3n. Su saliva, ya liviana, se clarifico en mel\u00edfica abundancia. \u00a1Maravillosos y buenos animalitos!<\/p>\n
En un instante el contador desprendi\u00f3 las bolsitas de cera, y alej\u00e1ndose un buen trecho para escapar al pegajoso contacto de las abejas, se sent\u00f3 en un raig\u00f3n. De las doce bolas, siete conten\u00edan polen. Pero las restantes estaban llenas de miel, una miel oscura, de sombr\u00eda transparencia, que Benincasa palade\u00f3 golosamente. Sab\u00eda distintamente a algo. \u00bfA qu\u00e9? El contador no pudo precisarlo. Acaso a resina de frutales o de eucaliptus. Y por igual motivo, ten\u00eda la densa miel un vago dejo \u00e1spero. \u00a1Mas qu\u00e9 perfume, en cambio!<\/p>\n
Benincasa, una vez bien seguro de que cinco bolsitas le ser\u00edan \u00fatiles, comenz\u00f3. Su idea era sencilla: tener suspendido el panal goteante sobre su boca. Pero como la miel era espesa, tuvo que agrandar el agujero, despu\u00e9s de haber permanecido medio minuto con la boca in\u00fatilmente abierta. Entonces la miel asom\u00f3, adelgaz\u00e1ndose en pesado hilo hasta la lengua del contador.<\/p>\n
Uno tras otro, los cinco panales se vaciaron as\u00ed dentro de la boca de Benincasa. Fue in\u00fatil que \u00e9ste prolongara la suspensi\u00f3n, y mucho m\u00e1s que repasara los globos exhaustos; tuvo que resignarse.<\/p>\n
Entre tanto, la sostenida posici\u00f3n de la cabeza en alto lo hab\u00eda mareado un poco. Pesado de miel, quieto y los ojos bien abiertos, Benincasa consider\u00f3 de nuevo el monte crepuscular. Los \u00e1rboles y el suelo tomaban posturas por dem\u00e1s oblicuas, y su cabeza acompa\u00f1aba el vaiv\u00e9n del paisaje.<\/p>\n
-Qu\u00e9 curioso mareo\u2026 -pens\u00f3 el contador. Y lo peor es\u2026<\/p>\n
Al levantarse e intentar dar un paso, se hab\u00eda visto obligado a caer de nuevo sobre el tronco. Sent\u00eda su cuerpo de plomo, sobre todo las piernas, como si estuvieran inmensamente hinchadas. Y los pies y las manos le hormigueaban.<\/p>\n
-\u00a1Es muy raro, muy raro, muy raro! -se repiti\u00f3 est\u00fapidamente Benincasa, sin escudri\u00f1ar, sin embargo, el motivo de esa rareza. Como si tuviera hormigas\u2026 La correcci\u00f3n -concluy\u00f3.<\/p>\n
Y de pronto la respiraci\u00f3n se le cort\u00f3 en seco, de espanto.<\/p>\n
-\u00a1Debe ser la miel!\u2026 \u00a1Es venenosa!\u2026 \u00a1Estoy envenenado!<\/p>\n
Y a un segundo esfuerzo para incorporarse, se le eriz\u00f3 el cabello de terror; no hab\u00eda podido ni aun moverse. Ahora la sensaci\u00f3n de plomo y el hormigueo sub\u00edan hasta la cintura. Durante un rato el horror de morir all\u00ed, miserablemente solo, lejos de su madre y sus amigos, le cohibi\u00f3 todo medio de defensa.<\/p>\n
-\u00a1Voy a morir ahora!\u2026 \u00a1De aqu\u00ed a un rato voy a morir!\u2026 \u00a1No puedo mover la mano!\u2026<\/p>\n
En su p\u00e1nico constat\u00f3, sin embargo, que no ten\u00eda fiebre ni ardor de garganta, y el coraz\u00f3n y pulmones conservaban su ritmo normal. Su angustia cambi\u00f3 de forma.<\/p>\n
-\u00a1Estoy paral\u00edtico, es la par\u00e1lisis! \u00a1Y no me van a encontrar!\u2026<\/p>\n
Pero una visible somnolencia comenzaba a apoderarse de \u00e9l, dej\u00e1ndole \u00edntegras sus facultades, a lo por que el mareo se aceleraba. Crey\u00f3 as\u00ed notar que el suelo oscilante se volv\u00eda negro y se agitaba vertiginosamente. Otra vez subi\u00f3 a su memoria el recuerdo de la correcci\u00f3n, y en su pensamiento se fij\u00f3 como una suprema angustia la posibilidad de que eso negro que invad\u00eda el suelo\u2026<\/p>\n
Tuvo a\u00fan fuerzas para arrancarse a ese \u00faltimo espanto, y de pronto lanz\u00f3 un grito, un verdadero alarido, en que la voz del hombre recobra la tonalidad del ni\u00f1o aterrado: por sus piernas trepaba un precipitado r\u00edo de hormigas negras. Alrededor de \u00e9l la correcci\u00f3n devoradora oscurec\u00eda el suelo, y el contador sinti\u00f3, por bajo del calzoncillo, el r\u00edo de hormigas carn\u00edvoras que sub\u00edan.<\/p>\n
Su padrino hall\u00f3 por fin, dos d\u00edas despu\u00e9s, y sin la menor part\u00edcula de carne, el esqueleto cubierto de ropa de Benincasa. La correcci\u00f3n que merodeaba a\u00fan por all\u00ed, y las bolsitas de cera, lo iluminaron suficientemente.<\/p>\n
No es com\u00fan que la miel silvestre tenga esas propiedades narc\u00f3ticas o paralizantes, pero se la halla. Las flores con igual car\u00e1cter abundan en el tr\u00f3pico, y ya el sabor de la miel denuncia en la mayor\u00eda de los casos su condici\u00f3n; tal el dejo a resina de eucaliptus que crey\u00f3 sentir Benincasa.<\/p>\n
FIN<\/p>\n
Cuentos de amor de locura y de muerte, 1917<\/span><\/p>\n F<\/span>uente: https:\/\/ciudadseva.com\/texto\/la-miel-silvestre\/<\/em><\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":" Tengo en el Salto Oriental dos primos, hoy hombres ya, que a sus doce a\u00f1os, y a consecuencia de profundas lecturas de Julio Verne, dieron en la rica empresa de abandonar su casa para ir a vivir al monte. Este queda a dos leguas de la ciudad. All\u00ed vivir\u00edan primitivamente de la caza y la […]<\/p>\n","protected":false},"author":1,"featured_media":514,"comment_status":"open","ping_status":"open","sticky":false,"template":"","format":"standard","meta":{"footnotes":""},"categories":[10,36,19],"tags":[],"class_list":{"0":"post-513","1":"post","2":"type-post","3":"status-publish","4":"format-standard","5":"has-post-thumbnail","7":"category-cuentos-cortos","8":"category-horacio-quiroga","9":"category-los-mejores-cuentos-clasicos","10":"czr-hentry"},"_links":{"self":[{"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/513","targetHints":{"allow":["GET"]}}],"collection":[{"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/posts"}],"about":[{"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/types\/post"}],"author":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/users\/1"}],"replies":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/comments?post=513"}],"version-history":[{"count":0,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/513\/revisions"}],"wp:featuredmedia":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/media\/514"}],"wp:attachment":[{"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/media?parent=513"}],"wp:term":[{"taxonomy":"category","embeddable":true,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/categories?post=513"},{"taxonomy":"post_tag","embeddable":true,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/tags?post=513"}],"curies":[{"name":"wp","href":"https:\/\/api.w.org\/{rel}","templated":true}]}}