{"id":527,"date":"2018-11-18T22:55:30","date_gmt":"2018-11-18T22:55:30","guid":{"rendered":"http:\/\/tecuentoalgo.com\/?p=527"},"modified":"2021-04-24T21:09:33","modified_gmt":"2021-04-24T21:09:33","slug":"los-largos-anos-ray-bradbury","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/los-largos-anos-ray-bradbury\/","title":{"rendered":"Los largos a\u00f1os – Ray Bradbury"},"content":{"rendered":"

C<\/span>ada vez que el viento se levantaba en el cielo, el se\u00f1or Hathaway y su reducida familia se quedaban en la casa de piedra y se calentaban las manos al fuego de le\u00f1a. El viento agitaba las aguas del canal y casi barr\u00eda las estrellas del cielo, pero el se\u00f1or Hathaway conversaba tranquilamente con su mujer, y su mujer replicaba, y luego hablaba con sus dos hijas y su hijo de los d\u00edas pasados en la Tierra, y todos le contestaban adecuadamente.<\/p>\n

La Gran Guerra ten\u00eda ya veinte a\u00f1os. El planeta Marte era una tumba. Hathaway y su familia, en las largas noches marcianas, se preguntaban a menudo, en silencio, si la Tierra ser\u00eda todav\u00eda la misma.<\/p>\n

Esa noche se hab\u00eda desatado sobre los cementerios de Marte una de esas polvorientas tormentas marcianas, y hab\u00eda soplado sobre las antiguas ciudades, y hab\u00eda arrancado las paredes de material pl\u00e1stico del pueblo norteamericano m\u00e1s reciente, un pueblo abandonado y que ya se fund\u00eda con la arena.<\/p>\n

La tormenta amain\u00f3. Hathaway sali\u00f3 de la casa a mirar la Tierra, verde y brillante en el cielo ventoso, y alz\u00f3 una mano como para ajustar una l\u00e1mpara floja en el techo de una habitaci\u00f3n oscura. Mir\u00f3 m\u00e1s all\u00e1 de los fondos del mar. \u00abNo hay nada vivo en todo este mundo -pens\u00f3-. Solo yo, y ellos\u00bb, y volvi\u00f3 los ojos a la casa de piedra.<\/p>\n

\u00bfQu\u00e9 ocurrir\u00eda en la Tierra? El telescopio de treinta pulgadas no mostraba ning\u00fan cambio. \u00abBueno -pens\u00f3-, si me cuido quiz\u00e1 viva veinte a\u00f1os m\u00e1s. Alguien puede venir, por los mares muertos o cruzando el espacio en un cohete sobre una peque\u00f1a estela de fuego rojo.\u00bb<\/p>\n

Mir\u00f3 dentro de la casa y llam\u00f3:<\/p>\n

-Voy a dar un paseo.<\/p>\n

-Muy bien -dijo la mujer.<\/p>\n

Hathaway camin\u00f3 en silencio entre las ruinas.<\/p>\n

-\u00abMade in New York\u00bb -ley\u00f3, al pasar, en un trozo de metal-. Y todos estos materiales terrestres durar\u00e1n menos que las viejas ciudades marcianas.<\/p>\n

Y mir\u00f3 el pueblo que ya ten\u00eda cincuenta siglos, intacto entre las monta\u00f1as azules.<\/p>\n

Lleg\u00f3 a un cementerio escondido, una hilera de l\u00e1pidas hexagonales en una colina batida por el viento solitario. Inm\u00f3vil, cabizbajo, se qued\u00f3 mirando las cuatro sepulturas con toscas cruces de madera, y unos nombres. No derram\u00f3 una l\u00e1grima. Ten\u00eda los ojos secos desde hac\u00eda mucho tiempo.<\/p>\n

-\u00bfMe perdonan lo que hice? -pregunt\u00f3 a las cruces-. Yo estaba muy solo. Lo comprenden, \u00bfverdad?<\/p>\n

Volvi\u00f3 a la casa de piedra y una vez m\u00e1s, antes de entrar, escudri\u00f1\u00f3 el cielo oscuro.<\/p>\n

-Sigue esperando, esperando y mirando -dijo-, y quiz\u00e1s una noche\u2026<\/p>\n

En el cielo hab\u00eda una min\u00fascula llama roja.<\/p>\n

Hathaway se alej\u00f3 de la luz que sal\u00eda de la casa.<\/p>\n

-Mira de nuevo -murmur\u00f3.<\/p>\n

La llamita roja segu\u00eda all\u00ed.<\/p>\n

-Anoche no estaba -murmur\u00f3 otra vez.<\/p>\n

Tropez\u00f3, cay\u00f3, se levant\u00f3, corri\u00f3 hacia los fondos de la casa, hizo girar el telescopio, y apunt\u00f3 al cielo.<\/p>\n

Un poco m\u00e1s tarde, luego de un examen asombrado y minucioso, apareci\u00f3 en el umbral de la casa. La esposa, las dos hijas y el hijo volvieron las cabezas y lo miraron.<\/p>\n

Al fin Hathaway consigui\u00f3 decir:<\/p>\n

-Tengo buenas noticias. He mirado al cielo. Viene un cohete a llevarnos a todos de vuelta a casa. Llegar\u00e1 ma\u00f1ana temprano.<\/p>\n

Escondi\u00f3 la cabeza entre las manos y se ech\u00f3 a llorar dulcemente.<\/p>\n

A las tres de la ma\u00f1ana quem\u00f3 los restos de Nueva Nueva York.<\/p>\n

Camin\u00f3 con una antorcha por la ciudad de material pl\u00e1stico, toc\u00f3 las paredes con la llama, aqu\u00ed y all\u00e1. La ciudad floreci\u00f3 en vol\u00famenes de calor y luz. Dos kil\u00f3metros cuadrados de iluminaci\u00f3n podr\u00edan verla desde el espacio. Le indicar\u00eda al cohete que all\u00ed abajo estaba Hathaway, y la familia de Hathaway.<\/p>\n

Volvi\u00f3 a la casa con un dolor punzante en el coraz\u00f3n.<\/p>\n

-Miren -alz\u00f3 a la luz una botella polvorienta-. Un vino reservado justo para esta noche. Ya sab\u00eda yo que un d\u00eda alguien dar\u00edan con nosotros. \u00a1Bebamos celebr\u00e1ndolo!<\/p>\n

Llen\u00f3 cinco copas.<\/p>\n

-Ha pasado mucho tiempo -dijo mirando con aire grave el vino de la copa-. \u00bfRecuerdan el d\u00eda en que estall\u00f3 la guerra? Hace veinte a\u00f1os y siete meses. Llamaron desde la Tierra a todos los cohetes de Marte. Y t\u00fa y yo y los chicos est\u00e1bamos en las monta\u00f1as, dedicados a tareas arqueol\u00f3gicas, investigando la t\u00e9cnica quir\u00fargica marciana. Casi reventamos los caballos, \u00bfse acuerdan? Pero llegamos al pueblo con una semana de retraso. Todos se hab\u00edan ido, Estados Unidos hab\u00eda sido destruido. Los cohetes partieron sin esperar a los rezagados, \u00bfse acuerdan, se acuerdan? Y al final fuimos los \u00fanicos que se quedaron. Se\u00f1or, Se\u00f1or, c\u00f3mo pasa el tiempo. Yo no hubiera podido resistirlo sin ustedes. Sin ustedes me hubiera matado. Pero con ustedes val\u00eda la pena esperar. Brindemos por nosotros -a\u00f1adi\u00f3 levantando la copa-. Y por nuestra larga espera.<\/p>\n

Hathaway bebi\u00f3.<\/p>\n

La esposa y las dos hijas y el hijo se llevaron la copa a los labios.<\/p>\n

El vino les corri\u00f3 a los cuatro por las barbillas.<\/p>\n

Por la ma\u00f1ana, los \u00faltimos restos del pueblo volaban como grandes copos blandos y negros cruzando el fondo del mar. El fuego se hab\u00eda apagado, pero no hab\u00eda sido in\u00fatil: el punto rojo hab\u00eda crecido en el cielo.<\/p>\n

Un rico aroma de pan de jengibre sal\u00eda de la casa de piedra. Cuando Hathaway entr\u00f3, la esposa ordenaba sobre la mesa las hornadas de pan fresco. Las dos hijas barr\u00edan gentilmente el desnudo suelo de piedra con tiesas escobas, y el hijo lustraba los cubiertos de plata.<\/p>\n

-Les prepararemos un gran desayuno -ri\u00f3 Hathaway-. \u00a1P\u00f3nganse los mejores trajes!<\/p>\n

Sali\u00f3 de la casa y camin\u00f3 r\u00e1pidamente hacia el vasto cobertizo de metal. Dentro estaban la c\u00e1mara refrigeradora y el generador el\u00e9ctrico que hab\u00eda reparado a lo largo de los a\u00f1os con dedos delgados, eficientes y nerviosos, as\u00ed como hab\u00eda arreglado los relojes, los tel\u00e9fonos y las cintas grabadoras. El cobertizo estaba abarrotado de artefactos construidos por Hathaway; algunos eran mecanismos absurdos, y ni \u00e9l mismo, ahora que los ten\u00eda delante, sab\u00eda c\u00f3mo funcionaban.<\/p>\n

Sac\u00f3 de la c\u00e1mara refrigeradora unas cajas de cart\u00f3n acanalado con habas y fresas de veinte a\u00f1os atr\u00e1s. \u00abL\u00e1zaro, lev\u00e1ntate\u00bb, pens\u00f3, y extrajo un pollo fr\u00edo.<\/p>\n

Cuando lleg\u00f3 el cohete, en el aire flotaban olores de cocina.<\/p>\n

Hathaway corri\u00f3 como un chico, cuesta abajo. Sinti\u00f3 de pronto un dolor agudo en el pecho; se detuvo y se sent\u00f3 jadeando en una pe\u00f1a. En seguida continu\u00f3 corriendo.<\/p>\n

Esper\u00f3 de pie bajo la atm\u00f3sfera abrasadora del ardiente cohete. Se abri\u00f3 una portezuela. Un hombre se asom\u00f3.<\/p>\n

Hathaway se protegi\u00f3 los ojos con las manos, y al fin dijo:<\/p>\n

-\u00a1Capit\u00e1n Wilder!<\/p>\n

-\u00bfQui\u00e9n es? -pregunt\u00f3 el capit\u00e1n Wilder. Salt\u00f3 fuera del cohete y se qued\u00f3 mirando al viejo. Le tendi\u00f3 la mano-. \u00a1Dios santo, si es Hathaway!<\/p>\n

-El mismo.<\/p>\n

Se miraron las caras.<\/p>\n

-Hathaway, uno de mis viejos tripulantes, de la cuarta expedici\u00f3n.<\/p>\n

-Ha pasado mucho tiempo, capit\u00e1n.<\/p>\n

-Demasiado. \u00a1Qu\u00e9 alegr\u00eda volver a verlo!<\/p>\n

-Soy viejo -dijo simplemente Hathaway.<\/p>\n

-Yo tampoco soy joven. He estado veinte a\u00f1os en J\u00fapiter, Saturno y Neptuno.<\/p>\n

-O\u00ed decir que los ascendieron para que no se metiese en la pol\u00edtica colonial de Marte -el viejo mir\u00f3 alrededor-. Ha estado fuera tanto tiempo que no sabr\u00e1 lo que ha pasado\u2026<\/p>\n

-Me lo imagino -replic\u00f3 Wilder-. Dimos dos vueltas a Marte y solo encontramos a un hombre, un tal Walter Gripp, a unos quince mil kil\u00f3metros de aqu\u00ed. Le preguntamos si quer\u00eda venir con nosotros, pero dijo que no. Cuando lo vimos por \u00faltima vez estaba en medio de la carretera, sentado en una mecedora, fumando una pipa, salud\u00e1ndonos con la mano. Marte est\u00e1 bien muerto; no queda vivo ni un solo marciano. \u00bfQu\u00e9 pasa en la Tierra?<\/p>\n

-Sabe usted tanto como yo. De vez en cuando capto las radios de la Tierra, muy d\u00e9bilmente. Pero siempre hablan en alguna lengua extranjera. Y de ellas no conozco m\u00e1s que el lat\u00edn. Solo llegan unas pocas palabras. Creo que la mayor parte de la Tierra est\u00e1 en ruinas, pero la guerra sigue. \u00bfRegresar\u00e1 usted, capit\u00e1n?<\/p>\n

-S\u00ed. Tenemos mucha curiosidad, por supuesto. La radio no llegaba hasta nosotros. Queremos ver la Tierra, pase lo que pase.<\/p>\n

-\u00bfNos llevar\u00e1n a todos?<\/p>\n

El capit\u00e1n lo mir\u00f3.<\/p>\n

-Ah, s\u00ed, su mujer, la recuerdo. Hace veinticinco a\u00f1os, \u00bfverdad? Cuando fundaron el primer pueblo usted dej\u00f3 el servicio y trajo a su mujer. Y tambi\u00e9n hab\u00eda hijos\u2026<\/p>\n

-Un hijo y dos hijas.<\/p>\n

-S\u00ed, ya me acuerdo. \u00bfEst\u00e1n aqu\u00ed?<\/p>\n

-All\u00e1 arriba, en la casa. Nos est\u00e1 esperando a todos un buen desayuno. \u00bfQuieren venir?<\/p>\n

-Por supuesto, nos sentiremos muy honrados, se\u00f1or Hathaway -el capit\u00e1n Wilder se volvi\u00f3 hacia el cohete-: \u00a1Abandonen la nave!<\/p>\n

Hathaway, el capit\u00e1n Wilder y los veinte tripulantes subieron por la colina, aspirando profundamente el aire enrarecido y fresco de la ma\u00f1ana. El sol se levantaba en el cielo y era un buen d\u00eda.<\/p>\n

-\u00bfSe acuerda usted de Spender, capit\u00e1n?<\/p>\n

-Nunca lo he olvidado.<\/p>\n

-Una vez al a\u00f1o camino hasta la tumba de Spender. Parece que al fin todo fue como \u00e9l pensaba. No quer\u00eda que vini\u00e9ramos. Imagino que estar\u00e1 contento, ahora que nos vamos todos.<\/p>\n

-\u00bfY qu\u00e9 fue de\u2026. c\u00f3mo se llamaba\u2026. Parkhill, Sam Parkhill?<\/p>\n

-Abri\u00f3 un quiosco de salchichas.<\/p>\n

-Muy propio de \u00e9l.<\/p>\n

-Y una semana despu\u00e9s volvi\u00f3 a la Tierra, a alistarse en el ej\u00e9rcito -Hathaway se llev\u00f3 una mano al costado, sent\u00e1ndose bruscamente en un pe\u00f1asco-. Perd\u00f3neme. La excitaci\u00f3n. Volver a verlo despu\u00e9s de tantos a\u00f1os \u2026 Tengo que descansar.<\/p>\n

El coraz\u00f3n le golpeaba el pecho. Cont\u00f3 los latidos. Mal asunto.<\/p>\n

-Hay un m\u00e9dico a bordo -dijo Wilder-. Exc\u00faseme, Hathaway, ya s\u00e9 que usted tambi\u00e9n lo es, pero ser\u00eda bueno que \u00e9l lo examinara y\u2026<\/p>\n

Llamaron al m\u00e9dico.<\/p>\n

-No es nada -insisti\u00f3 Hathaway-. La espera, la excitaci\u00f3n -apenas pod\u00eda respirar. Ten\u00eda los labios azules-. Usted sabe -dijo cuando el m\u00e9dico le puso el estetoscopio-, es como si hubiera vivido esperando este d\u00eda. Y ahora que han llegado para llevarme otra vez a la Tierra, me siento ya satisfecho, y quisiera acostarme y olvidarme de todo.<\/p>\n

-Tome -el m\u00e9dico le dio una p\u00edldora amarilla-. Es mejor que descanse.<\/p>\n

-Tonter\u00edas. D\u00e9jeme estar sentado un momento. Me alegra verlos, o\u00edr al fin otras voces.<\/p>\n

-\u00bfLe hace efecto la p\u00edldora?<\/p>\n

-Mucho. \u00a1Vamos!<\/p>\n

Siguieron caminando, colina arriba.<\/p>\n

-Alice,\u00a1mira qui\u00e9n est\u00e1 aqu\u00ed!<\/p>\n

Hathaway frunci\u00f3 el ce\u00f1o y se asom\u00f3 al interior de la casa.<\/p>\n

-\u00bfHas o\u00eddo, Alice?<\/p>\n

Primero apareci\u00f3 la esposa. Despu\u00e9s salieron las dos hijas, graciosas y altas, y las sigui\u00f3 el hijo, todav\u00eda m\u00e1s alto.<\/p>\n

-Alice, \u00bfte acuerdas del capit\u00e1n Wilder?<\/p>\n

Alice titube\u00f3, mir\u00f3 a su marido como pidi\u00e9ndole instrucciones, y en seguida sonri\u00f3:<\/p>\n

-Claro, \u00a1el capit\u00e1n Wilder!<\/p>\n

-Recuerdo que cenamos juntos la v\u00edspera de mi partida para J\u00fapiter, se\u00f1ora Hathaway.<\/p>\n

Alice le estrech\u00f3 vigorosamente la mano.<\/p>\n

-Mis hijas, Marguerite y Susan. Mi hijo John -dijo-. Se acuerdan del capit\u00e1n, \u00bfno es cierto?<\/p>\n

Se dieron la mano entre risas y mucha charla.<\/p>\n

El capit\u00e1n Wilder husme\u00f3 el aire.<\/p>\n

-\u00bfHuele a pan de jengibre? -pregunt\u00f3.<\/p>\n

-\u00bfQuieren probarlo?<\/p>\n

Todos se movieron. Sacaron de prisa unas mesas plegables, pusieron sobre ellas unos cubiertos y unas finas servilletas de seda y sirvieron unos platos humeantes. El capit\u00e1n Wilder, de pie, inm\u00f3vil, miraba a la se\u00f1ora Hathaway y a las dos hijas que iban en silencio de un lado a otro. Les miraba las caras y segu\u00eda todos los movimientos de aquellas manos j\u00f3venes y todas las expresiones de aquellos rostros tersos. Se sent\u00f3 en una silla que le trajo el hijo.<\/p>\n

-\u00bfCu\u00e1ntos a\u00f1os tienes, John? -le pregunt\u00f3.<\/p>\n

-Veintitr\u00e9s -replic\u00f3 el- hijo.<\/p>\n

Wilder movi\u00f3 torpemente los cubiertos. Se hab\u00eda puesto p\u00e1lido. El hombre que estaba junto a \u00e9l le dijo en voz baja:<\/p>\n

-No puede ser, capit\u00e1n.<\/p>\n

John fue a buscar m\u00e1s sillas.<\/p>\n

-\u00bfQu\u00e9 dice, Williamson?<\/p>\n

-Yo tengo cuarenta y tres. Fui a la escuela con John Hathaway, hace ya veinte a\u00f1os. John dice que tiene veintitr\u00e9s a\u00f1os, y representa esa edad. Pero no puede ser. Tendr\u00eda que tener, por lo menos, cuarenta y dos. \u00bfQu\u00e9 significa esto, capit\u00e1n?<\/p>\n

-No s\u00e9.<\/p>\n

-Pero \u00bfqu\u00e9 le pasa, capit\u00e1n?<\/p>\n

-No me siento bien. Las hijas las vi hace unos veinte a\u00f1os. Tampoco han cambiado. No tienen una arruga. \u00bfQuiere usted hacerme un favor? Quiero que me averig\u00fce una cosa, Williamson. Le dir\u00e9 ad\u00f3nde debe ir y d\u00f3nde debe mirar. Cuando acabe el desayuno, escab\u00fallase. No tardar\u00e1 m\u00e1s de diez minutos. El sitio no est\u00e1 lejos. Lo he visto desde el cohete cuando baj\u00e1bamos.<\/p>\n

-\u00a1Eh! \u00bfDe qu\u00e9 hablan con tanta seriedad? -les pregunt\u00f3 la se\u00f1ora Hathaway mientras les serv\u00eda en los tazones unas r\u00e1pidas cucharadas de sopa-. Sonr\u00edan, estamos todos juntos, el viaje ha terminado, \u00a1ya casi est\u00e1n en casa!<\/p>\n

-S\u00ed -dijo el capit\u00e1n ri\u00e9ndose-. Por cierto, \u00a1se la ve muy bien y muy joven, se\u00f1ora Hathaway!<\/p>\n

-\u00a1Ah, los hombres!<\/p>\n

La se\u00f1ora Hathaway se alej\u00f3 como llevada por una corriente de aire, con la cara encendida, tersa como una manzana, sin arrugas y de buen color. Respond\u00eda a las bromas con una risa cristalina, serv\u00eda limpiamente la ensalada, sin detenerse una sola vez a tomar aliento. Y el hijo huesudo y las hijas curvil\u00edneas se mostraban brillantemente ingeniosos, como el padre, hablando de los largos a\u00f1os y de sus vidas solitarias, mientras el padre asent\u00eda con orgullo.<\/p>\n

Williamson se alej\u00f3 en silencio, colina abajo.<\/p>\n

-\u00bfAd\u00f3nde va? -pregunt\u00f3 Hathaway.<\/p>\n

-A examinar el cohete -respondi\u00f3 Wilder-. Pero, como le iba diciendo, Hathaway, no hay nada en J\u00fapiter, absolutamente nada para el hombre. En Saturno y Plut\u00f3n, tampoco.<\/p>\n

Wilder habl\u00f3 mec\u00e1nicamente, sin atender a lo que dec\u00eda, pensando solo en Williamson que en ese momento corr\u00eda colina abajo, y que muy pronto estar\u00eda de vuelta.<\/p>\n

-Gracias.<\/p>\n

Marguerite Hathaway le estaba sirviendo agua. Impulsivamente, Wilder le toc\u00f3 el brazo. La muchacha no se inmut\u00f3. La carne era firme y tibia.<\/p>\n

Al otro lado de la mesa, Hathaway se interrump\u00eda a veces, se tocaba el pecho con un gesto de dolor, segu\u00eda escuchando los murmullos, que de pronto eran una charla ruidosa, y de vez en cuando miraba preocupado a Wilder, a quien no parec\u00eda gustarle el pan de jengibre.<\/p>\n

Williamson regres\u00f3. Se sent\u00f3 y se puso a picotear la comida hasta que el capit\u00e1n le susurr\u00f3 de costado:<\/p>\n

-\u00bfBien?<\/p>\n

-Lo encontr\u00e9, capit\u00e1n.<\/p>\n

-\u00bfY?<\/p>\n

Williamson estaba p\u00e1lido. No dejaba de mirar a la gente que se re\u00eda. Las hijas sonre\u00edan gravemente, y el hijo contaba un chiste.<\/p>\n

-He estado en el cementerio -dijo Williamson.<\/p>\n

-\u00bfLas cuatro cruces est\u00e1n all\u00ed?<\/p>\n

-Las cuatro cruces est\u00e1n all\u00ed, se\u00f1or. Se pueden leer los nombres. Los he apuntado para estar seguro -Williamson ley\u00f3 en un papel blanco-: \u00abAlice, Marguerite, Susan y John Hathaway. Muertos a causa de un virus desconocido. Julio de dos mil siete\u00bb.<\/p>\n

Wilder cerr\u00f3 los ojos.<\/p>\n

-Gracias, Williamson<\/p>\n

-Hace diecinueve a\u00f1os, capit\u00e1n -la mano de Williamson temblaba.<\/p>\n

-S\u00ed.<\/p>\n

-Entonces, \u00bfqui\u00e9nes son estos?<\/p>\n

-No lo s\u00e9.<\/p>\n

-\u00bfQu\u00e9 vamos a hacer?<\/p>\n

-Tampoco lo s\u00e9.<\/p>\n

-\u00bfSe lo diremos a los otros?<\/p>\n

-M\u00e1s tarde. Siga comiendo como si no pasara nada.<\/p>\n

-No tengo mucho apetito, se\u00f1or.<\/p>\n

La comida termin\u00f3 con un vino tra\u00eddo del cohete. Hathaway se puso de pie.<\/p>\n

-Brindo por todos ustedes. Es bueno estar otra vez entre amigos. Y brindo tambi\u00e9n por mi mujer y mis hijos. Sin ellos no hubiera sobrevivido. Solo gracias a sus cari\u00f1osos cuidados he podido esperar la llegada de ustedes.<\/p>\n

Alz\u00f3 la copa hacia su familia. Los cuatro lo miraron azorados y bajaron los ojos cuando los otros comenzaron a beber.<\/p>\n

Hathaway apur\u00f3 el vino. En seguida, sin un grito, cay\u00f3 de bruces sobre la mesa y resbal\u00f3 hasta el suelo. Algunos de los hombres lo ayudaron a acostarse. El m\u00e9dico se inclin\u00f3 sobre \u00e9l y escuch\u00f3. Wilder toc\u00f3 el hombro del m\u00e9dico. El m\u00e9dico alz\u00f3 los ojos y mene\u00f3 la cabeza. Wilder se arrodill\u00f3 y tom\u00f3 la mano del viejo.<\/p>\n

-\u00bfWilder? -la voz de Hathaway apenas se o\u00eda-. He estropeado el desayuno.<\/p>\n

-No diga disparates.<\/p>\n

-Desp\u00eddame de Alice y mis hijos.<\/p>\n

-Espere un momento. Los llamar\u00e9.<\/p>\n

-No, no -jade\u00f3 Hathaway-. No comprender\u00edan. No quiero que comprendan. \u00a1No los llame!<\/p>\n

Wilder no se movi\u00f3.<\/p>\n

Hathaway estaba muerto.<\/p>\n

Wilder esper\u00f3 un largo rato. Luego se levant\u00f3 y se alej\u00f3 del grupo de hombres aturdidos que rodeaban a Hathaway. Busc\u00f3 a Alice, la mir\u00f3 a la cara, y le dijo:<\/p>\n

-\u00bfSabe usted qu\u00e9 acaba de ocurrir?<\/p>\n

-\u00bfLe ha pasado algo a mi marido?<\/p>\n

-Ha muerto. El coraz\u00f3n -contest\u00f3 Wilder observ\u00e1ndola.<\/p>\n

-Lo lamento -dijo ella.<\/p>\n

-\u00bfC\u00f3mo se siente?<\/p>\n

-Hathaway no quer\u00eda que nos sinti\u00e9ramos mal. Nos dijo que esto ocurrir\u00eda en cualquier momento y no quer\u00eda que llor\u00e1ramos. No nos ense\u00f1\u00f3 a llorar. No quer\u00eda que supi\u00e9ramos hacerlo. Seg\u00fan \u00e9l, nada peor puede ocurrirle a un hombre que saber c\u00f3mo estar solo, y c\u00f3mo estar triste, y ponerse a llorar. Por eso no sabemos lo que es llorar o estar tristes.<\/p>\n

Wilder ech\u00f3 una ojeada a las manos de la mujer, las manos blandas y tibias, las u\u00f1as bien cuidadas y las delgadas mu\u00f1ecas. Mir\u00f3 el cuello esbelto y terso y los ojos inteligentes y por \u00faltimo dijo:<\/p>\n

-El se\u00f1or Hathaway los hizo a ustedes muy bien.<\/p>\n

-Le hubiera gustado o\u00edr eso. Estaba tan orgulloso de nosotros\u2026 Al cabo de un tiempo hasta olvid\u00f3 que nos hab\u00eda hecho. Al final nos aceptaba y nos quer\u00eda como si fu\u00e9ramos de veras su mujer y sus hijos. Y en cierto sentido lo somos.<\/p>\n

-Ustedes lo ayudaron mucho.<\/p>\n

-S\u00ed, conversamos con \u00e9l durante a\u00f1os interminables. Le gustaba tanto hablar. Le gustaba la casa de piedra y el fuego de la chimenea. Hubi\u00e9ramos podido vivir en una de las casas comunes del pueblo, pero a \u00e9l le gustaba esto, donde pod\u00eda ser primitivo si quer\u00eda, o moderno si quer\u00eda. Me hablaba muchas veces del laboratorio y de las cosas que hac\u00eda. Instal\u00f3 toda una red de alambres y altavoces en esa colonia muerta de ah\u00ed abajo. Cuando apretaba un bot\u00f3n el pueblo se iluminaba y se llenaba de ruidos, como si vivieran en \u00e9l diez mil personas. Se o\u00edan aviones, coches y la charla de la gente. Hathaway se sentaba, encend\u00eda un cigarro y nos hablaba y los ruidos del pueblo llegaban hasta nosotros, y de vez en cuando sonaba un tel\u00e9fono, y una voz grabada le hac\u00eda una pregunta sobre ciencia o cirug\u00eda, y el se\u00f1or Hathaway contestaba. Con el tel\u00e9fono, nosotros, los ruidos del pueblo y el cigarro, Hathaway era feliz. Pero hubo una cosa que no pudo conseguir: que envejeci\u00e9ramos. \u00c9l envejec\u00eda d\u00eda tras d\u00eda, y nosotros no cambi\u00e1bamos. Creo que no le importaba. Creo que nos quer\u00eda as\u00ed.<\/p>\n

-Lo enterraremos en el cementerio de las cuatro cruces. Pienso que le hubiera gustado a Hathaway.<\/p>\n

Alice toc\u00f3 levemente la mu\u00f1eca del capit\u00e1n Wilder.<\/p>\n

-Estoy segura.<\/p>\n

El capit\u00e1n dio unas \u00f3rdenes. La familia sigui\u00f3 al reducido cortejo colina abajo. Dos hombres llevaron a Hathaway en una parihuela cubierta. El cortejo dej\u00f3 atr\u00e1s la casa de piedra y el cobertizo donde Hathaway, a\u00f1os atr\u00e1s, hab\u00eda comenzado sus trabajos. Wilder se detuvo junto a la puerta del taller.<\/p>\n

\u00bfC\u00f3mo ser\u00eda, se pregunt\u00f3, vivir en un planeta con una mujer y tres hijos, verlos morir y quedarse a solas con el viento y el silencio? \u00bfQu\u00e9 se podr\u00eda hacer? Enterrarlos bajo unas cruces, volver al taller y con inteligencia, memoria, habilidad manual e ingenio recomponer, pedazo a pedazo, esas cosas que eran una mujer, un hijo, dos hijas. Con toda una ciudad all\u00e1 abajo, en la que pod\u00eda encontrar lo que quisiera, un hombre inteligente pod\u00eda hacer cualquier cosa.<\/p>\n

El ruido de los pasos se apagaba en la arena. Cuando llegaron al cementerio, dos de los hombres cavaban ya una tumba. Volvieron al cohete en las \u00faltimas horas de la tarde.<\/p>\n

Williamson se\u00f1al\u00f3 la casa con un movimiento de cabeza.<\/p>\n

-\u00bfQu\u00e9 vamos a hacer con ellos?<\/p>\n

-No lo s\u00e9 -dijo el capit\u00e1n.<\/p>\n

-\u00bfLos va a parar?<\/p>\n

El capit\u00e1n pareci\u00f3 un poco sorprendido.<\/p>\n

-\u00bfParar? No lo hab\u00eda pensado.<\/p>\n

-No los llevaremos.<\/p>\n

-No, ser\u00eda in\u00fatil.<\/p>\n

-\u00bfEs decir que los vamos a dejar aqu\u00ed, as\u00ed, como son?<\/p>\n

El capit\u00e1n le alcanz\u00f3 un arma a Williamson.<\/p>\n

-Si usted puede hacer algo\u2026. yo no ser\u00eda capaz.<\/p>\n

Cinco minutos despu\u00e9s, Williarnson volvi\u00f3 de la casa de piedra con el rostro transpirado.<\/p>\n

-Tome, el arma. Ahora entiendo lo que quer\u00eda decir. Entr\u00e9 en la casa con el arma. Una de las hijas me sonri\u00f3. Y tambi\u00e9n los dem\u00e1s. La mujer me ofreci\u00f3 una taza de t\u00e9. \u00a1Dios, ser\u00eda un asesinato!<\/p>\n

Wilder asinti\u00f3.<\/p>\n

-Nunca habr\u00e1 nada tan maravilloso como ellos. Fueron construidos para durar: diez, cincuenta, doscientos a\u00f1os. S\u00ed, tienen derecho\u2026 tienen derecho a vivir, tanto como usted o yo o cualquiera de nosotros -sacudi\u00f3 la pipa-. Bueno, ahora a bordo. Nos vamos. Este pueblo est\u00e1 muerto. Nada hacemos aqu\u00ed.<\/p>\n

Oscurec\u00eda. Se levantaba un viento helado. Los hombres ya estaban a bordo. El capit\u00e1n titube\u00f3.<\/p>\n

-No me diga que va a volver a decirles\u2026 adi\u00f3s -dijo Williamson.<\/p>\n

El capit\u00e1n lo mir\u00f3 fr\u00edamente.<\/p>\n

-No es asunto suyo.<\/p>\n

Wilder subi\u00f3 a la casa en el viento del crep\u00fasculo. Los hombres del cohete vieron que la sombra del capit\u00e1n se deten\u00eda en el umbral de la casa. Vieron la sombra de una mujer. Vieron que el capit\u00e1n le estrechaba la mano.<\/p>\n

Un momento despu\u00e9s, Wilder volvi\u00f3 corriendo al cohete.<\/p>\n

*<\/p>\n

De noche, cuando el viento barre el fondo del mar muerto y el cementerio hexagonal con cuatro cruces viejas y una nueva, una luz brilla a\u00fan en la baja casa de piedra, y en esa casa, mientras ruge el viento y giran los torbellinos de arena y las estrellas fr\u00edas titilan en el cielo, cuatro figuras, una mujer, dos hijas y un hijo atienden el fuego sin ning\u00fan motivo y conversan y r\u00eden.<\/p>\n

Noche tras noche, a\u00f1o tras a\u00f1o, la mujer, sin ning\u00fan motivo, sale de la casa y mira largamente el cielo con las manos en alto, mira la Tierra, la luz verde y brillante, sin saber por qu\u00e9 mira, y despu\u00e9s entra y echa al fuego un trozo de le\u00f1a, y el viento sigue soplando y el mar muerto sigue muerto.<\/p>\n

FIN<\/p>\n

Fuente:\u00a0https:\/\/ciudadseva.com\/texto\/los-largos-anos<\/em><\/p>\n

Comentario<\/span><\/strong><\/p>\n

Ray Bradbury es conocido como \u201cel poeta de la ciencia-ficci\u00f3n\u201d no s\u00f3lo por la calidad de su prosa po\u00e9tica sino tambi\u00e9n porque en sus numerosos cuentos sobre mundos extraterrestres se destacan la imaginaci\u00f3n, la sensibilidad y los valores humanos en las situaciones m\u00e1s fant\u00e1sticas; por tanto, su tratamiento de los mundos futuros es m\u00e1s po\u00e9tica que cient\u00edfica al desviarse de la fr\u00eda tecnolog\u00eda y atender a la psicolog\u00eda de unos personajes solitarios y, sobre todo, a sus temores y esperanzas. Su obra m\u00e1s conocida es\u00a0Cr\u00f3nicas marcianas<\/em>\u00a0(1950), un cl\u00e1sico de la ciencia-ficci\u00f3n que es una recopilaci\u00f3n de veinticinco relatos escritos a lo largo de varios a\u00f1os, publicados en diferentes revistas del g\u00e9nero y, posteriormente, reunidos bajo el t\u00edtulo citado. A prop\u00f3sito de esta obra escribi\u00f3 Borges: \u201c\u00bfQu\u00e9 ha hecho este hombre de Illinois, me pregunto al cerrar las p\u00e1ginas de su libro, para que episodios de la conquista de otro planeta me pueblen de terror y de soledad? \u00bfC\u00f3mo pueden tocarme estas fantas\u00edas, y de una manera tan \u00edntima?\u201d Porque en verdad el escritor estadounidense no trata de teor\u00edas cient\u00edficas o de inventos futuros, sino que se sirve de la colonizaci\u00f3n del Planeta Rojo para expresar lo que es propio del esp\u00edritu del hombre, como el af\u00e1n de aventuras, el odio y el rencor, la soledad y el miedo, el amor y la imaginaci\u00f3n y dem\u00e1s potencias y sentimientos humanos. Como se ha dicho, \u201call\u00e1 a donde vayamos, sea el Nuevo Continente, Marte o el rinc\u00f3n m\u00e1s alejado del Universo, los hombres seremos siempre iguales a nosotros mismos.\u201d<\/p>\n

\u201cLos largos a\u00f1os\u201d es uno de esos relatos de\u00a0Cr\u00f3nicas marcianas<\/em>\u00a0sobre la soledad o, mejor dicho, sobre el intento de vencer la soledad. En un Marte desolado del que ya han desaparecido los marcianos y los colonizadores han vuelto apresuradamente a la Tierra, Hathaway, cuya familia ha muerto, permanece en el Planeta Rojo, en medio del sombr\u00edo paisaje y en la m\u00e1s absoluta soledad. Pero dispone de todos los conocimientos y medios t\u00e9cnicos, y crea, con habilidad y paciencia, unos robots a imagen y semejanza de su mujer y sus hijos desaparecidos, con los que mantiene una convivencia virtual que le sirve para mitigar la soledad de n\u00e1ufrago en aquel mundo extraterrestre.<\/p>\n

Nada teme tanto el hombre como la soledad y, curiosamente, el lenguaje, el instrumento del que se ha dotado para comunicarse con los dem\u00e1s, es lo que le rescata de su soledad. Pues es sabido que no hay peor castigo para un prisionero que el aislamiento total y la incomunicaci\u00f3n, y, si ella se impone, que por lo menos le dejen algo que leer o usar un l\u00e1piz y un papel. La situaci\u00f3n planteada en el cuento de Bradbury es la de un hombre en tiempos futuros, que, adem\u00e1s de poder escribir y as\u00ed autocomunicarse, tiene el poder de crear androides, seres con apariencia de hombres con los cuales puede comunicarse como si realmente fueran hombres; porque ciertamente no son tales, sino creaciones de su propia inteligencia y de su capacidad manipulativa, pero, en definitiva, criaturas ciegas que nunca pueden salir de las l\u00edneas y l\u00edmites de que se les ha dotado; seres sin sentimientos ni libertad. Cuando Hathaway muere y los astronautas visitantes emprenden el viaje de regreso a la Tierra, all\u00ed quedan aquellos hermosos y pat\u00e9ticos mu\u00f1ecos realizando sus faenas cotidianas, charlando y riendo sin saber qu\u00e9 dicen, ni por qu\u00e9 lo dicen, ni para qu\u00e9 o qui\u00e9n lo dicen.<\/p>\n

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Cada vez que el viento se levantaba en el cielo, el se\u00f1or Hathaway y su reducida familia se quedaban en la casa de piedra y se calentaban las manos al fuego de le\u00f1a. El viento agitaba las aguas del canal y casi barr\u00eda las estrellas del cielo, pero el se\u00f1or Hathaway conversaba tranquilamente con su […]<\/p>\n","protected":false},"author":1,"featured_media":528,"comment_status":"open","ping_status":"open","sticky":false,"template":"","format":"standard","meta":{"footnotes":""},"categories":[10,19,35],"tags":[],"class_list":{"0":"post-527","1":"post","2":"type-post","3":"status-publish","4":"format-standard","5":"has-post-thumbnail","7":"category-cuentos-cortos","8":"category-los-mejores-cuentos-clasicos","9":"category-ray-bradbury","10":"czr-hentry"},"_links":{"self":[{"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/527","targetHints":{"allow":["GET"]}}],"collection":[{"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/posts"}],"about":[{"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/types\/post"}],"author":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/users\/1"}],"replies":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/comments?post=527"}],"version-history":[{"count":0,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/527\/revisions"}],"wp:featuredmedia":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/media\/528"}],"wp:attachment":[{"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/media?parent=527"}],"wp:term":[{"taxonomy":"category","embeddable":true,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/categories?post=527"},{"taxonomy":"post_tag","embeddable":true,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/tags?post=527"}],"curies":[{"name":"wp","href":"https:\/\/api.w.org\/{rel}","templated":true}]}}