{"id":816,"date":"2019-03-08T13:33:07","date_gmt":"2019-03-08T13:33:07","guid":{"rendered":"http:\/\/tecuentoalgo.com\/?p=816"},"modified":"2021-04-24T21:06:02","modified_gmt":"2021-04-24T21:06:02","slug":"circe-julio-cortazar","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/circe-julio-cortazar\/","title":{"rendered":"Circe – Julio Cort\u00e1zar"},"content":{"rendered":"
\n
\n

And one kiss I had of her mouth, as I took the apple from her hand. But while I bit it, my brain whirled and my foot stumbled; and I felt my crashing fall through the tangled boughs beneath her feet, and saw the dead white faces that welcomed me in the pit.<\/span><\/p>\n

Dante Gabriel Rossetti<\/span>
The Orchard-Pit<\/span><\/i><\/p>\n

Porque ya no ha de importarle, pero esa vez le doli\u00f3 la coincidencia de los chismes entrecortados, la cara servil de Madre Celeste cont\u00e1ndole a t\u00eda Beb\u00e9 la incr\u00e9dula desaz\u00f3n en el gesto de su padre. Primero fue la de la casa de altos, su manera vacuna de girar despacio la cabeza, rumiando las palabras con delicia de bolo vegetal. Y tambi\u00e9n la chica de la farmacia -\u201cno porque yo lo crea, pero si fuese verdad, \u00a1qu\u00e9 horrible!\u201d- y hasta don Emilio, siempre discreto como sus l\u00e1pices y sus libretas de hule. Todos hablaban de Delia Ma\u00f1ara con un resto de pudor, nada seguros de que pudiera ser as\u00ed, pero en Mario se abr\u00eda paso a puerta limpia un aire de rabia subi\u00e9ndole a la cara. Odi\u00f3 de improviso a su familia con un ineficaz estallido de independencia. No los hab\u00eda querido nunca, s\u00f3lo la sangre y el miedo a estar solo lo ataban a su madre y a los hermanos. Con los vecinos fue directo y brutal; a don Emilio lo pute\u00f3 de arriba abajo la primera vez que se repitieron los comentarios. A la de la casa de altos le neg\u00f3 el saludo como si eso pudiera afligirla. Y cuando volv\u00eda del trabajo entraba ostensiblemente para saludar a los Ma\u00f1ara y acercarse -a veces con caramelos o un libro- a la muchacha que hab\u00eda matado a sus dos novios.<\/p>\n

Yo me acuerdo mal de Delia, pero era fina y rubia, demasiado lenta en sus gestos (yo ten\u00eda doce a\u00f1os, el tiempo y las cosas son lentas entonces) y usaba vestidos claros con faldas de vuelo libre. Mario crey\u00f3 un tiempo que la gracia de Delia y sus vestidos apoyaban el odio de la gente. Se lo dijo a Madre Celeste: \u201cLa odian porque no es chusma como ustedes, como yo mismo\u201d, y ni parpade\u00f3 cuando su madre hizo adem\u00e1n de cruzarle la cara con una toalla. Despu\u00e9s de eso fue la ruptura manifiesta; lo dejaban solo, le lavaban la ropa como por favor, los domingos se iban a Palermo o de picnic sin siquiera avisarle. Entonces Mario se acercaba a la ventana de Delia y le tiraba una piedrita. A veces ella sal\u00eda, a veces la escuchaba re\u00edrse adentro, un poco malvadamente y sin darle esperanzas.<\/p>\n

Vino la pelea Firpo-Dempsey y en cada casa se llor\u00f3 y hubo indignaciones brutales, seguidas de una humillada melancol\u00eda casi colonial. Los Ma\u00f1ara se mudaron a cuatro cuadras y eso hace mucho en Almagro, de manera que otros vecinos empezaron a tratar a Delia, las familias de Victoria y Castro Barros se olvidaron del caso y Mario sigui\u00f3 vi\u00e9ndola dos veces por semana cuando volv\u00eda del banco. Era ya verano y Delia quer\u00eda salir a veces, iban juntos a las confiter\u00edas de Rivadavia o a sentarse en Plaza Once. Mario cumpli\u00f3 diecinueve a\u00f1os, Delia vio llegar sin fiestas -todav\u00eda estaba de negro- los veintid\u00f3s.<\/p>\n

Los Ma\u00f1ara encontraban injustificado el luto por un novio, hasta Mario hubiera preferido un dolor s\u00f3lo por dentro. Era penoso presenciar la sonrisa velada de Delia cuando se pon\u00eda el sombrero ante el espejo, tan rubia sobre el luto. Se dejaba adorar vagamente por Mario y los Ma\u00f1ara, se dejaba pasear y comprar cosas, volver con la \u00faltima luz y recibir los domingos por la tarde. A veces sal\u00eda sola hasta el antiguo barrio, donde H\u00e9ctor la hab\u00eda festejado. Madre Celeste la vio pasar una tarde y cerr\u00f3 con ostensible desprecio las persianas. Un gato segu\u00eda a Delia, no se sab\u00eda si era cari\u00f1o o dominaci\u00f3n, le andaban cerca sin que ella los mirara. Mario not\u00f3 una vez que un perro se apartaba cuando Delia iba a acariciarlo. Ella lo llam\u00f3 (era en el Once, de tarde) y el perro vino manso, tal vez contento, hasta sus dedos. La madre dec\u00eda que Delia hab\u00eda jugado con ara\u00f1as cuando chiquita. Todos se asombraban, hasta Mario que les ten\u00eda poco miedo. Y las mariposas ven\u00edan a su pelo -Mario vio dos en una sola tarde, en San Isidro-, pero Delia las ahuyentaba con un gesto liviano. H\u00e9ctor le hab\u00eda regalado un conejo blanco, que muri\u00f3 pronto, antes que H\u00e9ctor. Pero H\u00e9ctor se tir\u00f3 en Puerto Nuevo, un domingo de madrugada. Fue entonces cuando Mario oy\u00f3 los primeros chismes. La muerte de Rolo M\u00e9dicis no hab\u00eda interesado a nadie desde que medio mundo se muere de un s\u00edncope. Cuando H\u00e9ctor se suicid\u00f3 los vecinos vieron demasiadas coincidencias, en Mario renac\u00eda la cara servil de Madre Celeste cont\u00e1ndole a t\u00eda Beb\u00e9, la incr\u00e9dula desaz\u00f3n en el gesto de su padre. Para colmo fractura del cr\u00e1neo, porque Rolo cay\u00f3 de una pieza al salir del zagu\u00e1n de los Ma\u00f1ara, y aunque ya estaba muerto, el golpe brutal contra el escal\u00f3n fue otro feo detalle. Delia se hab\u00eda quedado adentro, raro que no se despidieran en la misma puerta, pero de todos modos estaba cerca de \u00e9l y fue la primera en gritar. En cambio H\u00e9ctor muri\u00f3 solo, en una noche de helada blanca, a las cinco horas de haber salido de casa de Delia como todos los s\u00e1bados.<\/p>\n

Yo me acuerdo mal de Mario, pero dicen que hac\u00eda linda pareja con Delia. Aunque ella estaba todav\u00eda con el luto por H\u00e9ctor (nunca se puso luto por Rolo, vaya a saber el capricho), aceptaba la compa\u00f1\u00eda de Mario para pasear por Almagro o ir al cine. Hasta ese entonces Mario se hab\u00eda sentido fuera de Delia, de su vida, hasta de la casa. Era siempre una \u201cvisita\u201d, y entre nosotros la palabra tiene un sentido exacto y divisorio. Cuando la tomaba del brazo para cruzar la calle, o al subir la escalera de la estaci\u00f3n Medrano, miraba a veces su mano apretada contra la seda negra del vestido de Delia. Med\u00eda ese blanco sobre negro, esa distancia. Pero Delia se acercar\u00eda cuando volviera al gris, a los claros sombreros para el domingo de ma\u00f1ana.<\/p>\n

Ahora que los chismes no eran un artificio absoluto, lo miserable para Mario estaba en que anexaban episodios indiferentes para darles un sentido. Mucha gente muere en Buenos Aires de ataques card\u00edacos o asfixia por inmersi\u00f3n. Muchos conejos languidecen y mueren en las casas, en los patios. Muchos perros reh\u00fayen o aceptan las caricias. Las pocas l\u00edneas que H\u00e9ctor dej\u00f3 a su madre, los sollozos que la de la casa de altos dijo haber o\u00eddo en el zagu\u00e1n de los Ma\u00f1ara la noche en que muri\u00f3 Rolo (pero antes del golpe), el rostro de Delia los primeros d\u00edas\u2026 La gente pone tanta inteligencia en esas cosas, y c\u00f3mo de tantos nudos agreg\u00e1ndose nace al final el trozo de tapiz -Mario ver\u00eda a veces el tapiz, con asco, con terror, cuando el insomnio entraba en su piecita para ganarle la noche.<\/p>\n

\u201cPerd\u00f3name mi muerte, es imposible que entiendas, pero perd\u00f3name, mam\u00e1.\u201d Un papelito arrancado al borde de Cr\u00edtica, apretado con una piedra al lado del saco que qued\u00f3 como un moj\u00f3n para el primer marinero de la madrugada. Hasta esa noche hab\u00eda sido tan feliz, claro que lo hab\u00edan visto raro las \u00faltimas semanas; no raro, mejor distra\u00eddo, mirando el aire como si viera cosas. Igual que si tratara de escribir algo en el aire, descifrar un enigma. Todos los muchachos del caf\u00e9 Rub\u00ed estaban de acuerdo. Mientras que Rolo no, le fall\u00f3 el coraz\u00f3n de golpe, Rolo era un muchacho solo y tranquilo, con plata y un Chevrolet doble faet\u00f3n, de manera que pocos lo hab\u00edan confrontado en ese tiempo final. En los zaguanes las cosas resuenan tanto, la de la casa de altos sostuvo d\u00edas y d\u00edas que el llanto de Rolo hab\u00eda sido como un alarido sofocado, un grito entre las manos que quieren ahogarlo y lo van cortando en pedazos. Y casi enseguida el golpe atroz de la cabeza contra el escal\u00f3n, la carrera de Delia clamando, el revuelo ya in\u00fatil.<\/p>\n

Sin darse cuenta, Mario juntaba pedazos de episodios, se descubr\u00eda urdiendo explicaciones paralelas al ataque de los vecinos. Nunca pregunt\u00f3 a Delia, esperaba vagamente algo de ella. A veces pensaba si Delia sabr\u00eda exactamente lo que se murmuraba. Hasta los Ma\u00f1ara eran raros, con su manera de aludir a Rolo y a H\u00e9ctor sin violencia, como si estuviesen de viaje. Delia callaba protegida por ese acuerdo precavido e incondicional. Cuando Mario se agreg\u00f3, discreto como ellos, los tres cubrieron a Delia con una sombra fina y constante, casi transparente los martes o los jueves, m\u00e1s palpable y sol\u00edcita de s\u00e1bado a lunes. Delia recobraba ahora una menuda vivacidad epis\u00f3dica, un d\u00eda toc\u00f3 el piano, otra vez jug\u00f3 al ludo; era m\u00e1s dulce con Mario, lo hac\u00eda sentarse cerca de la ventana de la sala y le explicaba proyectos de costura o de bordado. Nunca le dec\u00eda nada de los postres o los bombones, a Mario le extra\u00f1aba, pero lo atribu\u00eda a delicadeza, a miedo de aburrirlo. Los Ma\u00f1ara alababan los licores de Delia; una noche quisieron servirle una copita, pero Delia dijo con brusquedad que eran licores para mujeres y que hab\u00eda volcado casi todas las botellas. \u201cA H\u00e9ctor\u2026\u201d, empez\u00f3 pla\u00f1idera su madre, y no dijo m\u00e1s por no apenar a Mario. Despu\u00e9s se dieron cuenta de que a Mario no lo molestaba la evocaci\u00f3n de los novios. No volvieron a hablar de licores hasta que Delia recobr\u00f3 la animaci\u00f3n y quiso probar recetas nuevas. Mario se acordaba de esa tarde porque acababan de ascenderlo, y lo primero que hizo fue comprarle bombones a Delia. Los Ma\u00f1ara picoteaban pacientemente la galena del aparatito con tel\u00e9fonos, y lo hicieron quedarse un rato en el comedor para que escuchara cantar a Rosita Quiroga. Luego \u00e9l les dijo lo del ascenso, y que le tra\u00eda bombones a Delia.<\/p>\n

-Hiciste mal en comprar eso, pero and\u00e1, llev\u00e1selos, est\u00e1 en la sala. -Y lo miraron salir y se miraron hasta que Ma\u00f1ara se sac\u00f3 los tel\u00e9fonos como si se quitara una corona de laurel, y la se\u00f1ora suspir\u00f3 desviando los ojos. De pronto los dos parec\u00edan desdichados, perdidos. Con un gesto turbio Ma\u00f1ara levant\u00f3 la palanquita de la galena.<\/p>\n

Delia se qued\u00f3 mirando la caja y no hizo mucho caso de los bombones, pero cuando estaba comiendo el segundo, de menta con una crestita de nuez, le dijo a Mario que sab\u00eda hacer bombones. Parec\u00eda excusarse por no haberle confiado antes tantas cosas, empez\u00f3 a describir con agilidad la manera de hacer los bombones, el relleno y los ba\u00f1os de chocolate o moka. Su mejor receta eran unos bombones a la naranja rellenos de licor, con una aguja perfor\u00f3 uno de los que le tra\u00eda Mario para mostrarle c\u00f3mo se los manipulaba; Mario ve\u00eda sus dedos demasiado blancos contra el bomb\u00f3n, mir\u00e1ndola explicar le parec\u00eda un cirujano pausando un delicado tiempo quir\u00fargico. El bomb\u00f3n como una menuda laucha entre los dedos de Delia, una cosa diminuta pero viva que la aguja laceraba. Mario sinti\u00f3 un raro malestar, una dulzura de abominable repugnancia. \u201cTire ese bomb\u00f3n\u201d, hubiera querido decirle. \u201cT\u00edrelo lejos, no vaya a llev\u00e1rselo a la boca, porque est\u00e1 vivo, es un rat\u00f3n vivo.\u201d Despu\u00e9s le volvi\u00f3 la alegr\u00eda del ascenso, oy\u00f3 a Delia repetir la receta del licor de t\u00e9, del licor de rosa\u2026 Hundi\u00f3 los dedos en la caja y comi\u00f3 dos, tres bombones seguidos. Delia se sonre\u00eda como burl\u00e1ndose. \u00c9l se imaginaba cosas, y fue temerosamente feliz. \u201cEl tercer novio\u201d, pens\u00f3 raramente. \u201cDecirle as\u00ed: su tercer novio, pero vivo.\u201d<\/p>\n

Ahora ya es m\u00e1s dif\u00edcil hablar de esto, est\u00e1 mezclado con otras historias que uno agrega a base de olvidos menores, de falsedades m\u00ednimas que tejen y tejen por detr\u00e1s de los recuerdos; parece que \u00e9l iba m\u00e1s seguido a lo de Ma\u00f1ara, la vuelta a la vida de Delia lo ce\u00f1\u00eda a sus gustos y a sus caprichos, hasta los Ma\u00f1ara le pidieron con alg\u00fan recelo que alentara a Delia, y \u00e9l compraba las sustancias para los licores, los filtros y embudos que ella recib\u00eda con una grave satisfacci\u00f3n en la que Mario sospechaba un poco de amor, por lo menos alg\u00fan olvido de los muertos.<\/p>\n

Los domingos se quedaba de sobremesa con los suyos, y Madre Celeste se lo agradec\u00eda sin sonre\u00edr, pero d\u00e1ndole lo mejor del postre y el caf\u00e9 muy caliente. Por fin hab\u00edan cesado los chismes, al menos no se hablaba de Delia en su presencia. Qui\u00e9n sabe si los bofetones al m\u00e1s chico de los Camiletti o el agrio encresparse frente a Madre Celeste entraban en eso; Mario lleg\u00f3 a creer que hab\u00edan recapacitado, que absolv\u00edan a Delia y hasta la consideraban de nuevo. Nunca habl\u00f3 de su casa en lo de Ma\u00f1ara, ni mencion\u00f3 a su amiga en las sobremesas del domingo. Empezaba a creer posible esa doble vida a cuatro cuadras una de otra; la esquina de Rivadavia y Castro Barros era el puente necesario y eficaz. Hasta tuvo esperanza de que el futuro acercara las casas, las gentes, sordo al paso incomprensible que sent\u00eda -a veces, a solas- como \u00edntimamente ajeno y oscuro.<\/p>\n

Otras gentes no iban a ver a los Ma\u00f1ara. Asombraba un poco esa ausencia de parientes o de amigos. Mario no ten\u00eda necesidad de inventarse un toque especial de timbre, todos sab\u00edan que era \u00e9l. En diciembre, con un calor h\u00famedo y dulce, Delia logr\u00f3 el licor de naranja concentrado, lo bebieron felices un atardecer de tormenta. Los Ma\u00f1ara no quisieron probarlo, seguros de que les har\u00eda mal. Delia no se ofendi\u00f3, pero estaba como transfigurada mientras Mario sorb\u00eda apreciativo el dedalito viol\u00e1ceo lleno de luz naranja, de olor quemante. \u201cMe va a hacer morir de calor, pero est\u00e1 delicioso\u201d, dijo una o dos veces. Delia, que hablaba poco cuando estaba contenta, observ\u00f3: \u201cLo hice para vos\u201d. Los Ma\u00f1ara la miraban como queriendo leerle la receta, la alquimia minuciosa de quince d\u00edas de trabajo.<\/p>\n

A Rolo le hab\u00edan gustado los licores de Delia, Mario lo supo por unas palabras de Ma\u00f1ara dichas al pasar cuando Delia no estaba: \u201cElla le hizo muchas bebidas. Pero Rolo ten\u00eda miedo por el coraz\u00f3n. El alcohol es malo para el coraz\u00f3n.\u201d Tener un novio tan delicado, Mario comprend\u00eda ahora la liberaci\u00f3n que asomaba en los gestos, en la manera de tocar el piano de Delia. Estuvo por preguntarle a los Ma\u00f1ara qu\u00e9 le gustaba a H\u00e9ctor, si tambi\u00e9n Delia le hac\u00eda licores o postres a H\u00e9ctor. Pens\u00f3 en los bombones que Delia volv\u00eda a ensayar y que se alineaban para secarse en una repisa de la antecocina. Algo le dec\u00eda a Mario que Delia iba a conseguir cosas maravillosas con los bombones. Despu\u00e9s de pedir muchas veces, obtuvo que ella le hiciera probar uno. Ya se iba cuando Delia le trajo una muestra blanca y liviana en un platito de alpaca. Mientras lo saboreaba -algo apenas amargo, con un asomo de menta y nuez moscada mezcl\u00e1ndose raramente-, Delia ten\u00eda los ojos bajos y el aire modesto. Se neg\u00f3 a aceptar los elogios, no era m\u00e1s que un ensayo y a\u00fan estaba lejos de lo que se propon\u00eda. Pero a la visita siguiente -tambi\u00e9n de noche, ya en la sombra de la despedida junto al piano- le permiti\u00f3 probar otro ensayo. Hab\u00eda que cerrar los ojos para adivinar el sabor, y Mario obediente cerr\u00f3 los ojos y adivin\u00f3 un sabor a mandarina, lev\u00edsimo, viniendo desde lo m\u00e1s hondo del chocolate. Sus dientes desmenuzaban trocitos crocantes, no alcanz\u00f3 a sentir su sabor y era s\u00f3lo la sensaci\u00f3n agradable de encontrar un apoyo entre esa pulpa dulce y esquiva.<\/p>\n

Delia estaba contenta del resultado, dijo a Mario que su descripci\u00f3n del sabor se acercaba a lo que hab\u00eda esperado. Todav\u00eda faltaban ensayos, hab\u00eda cosas sutiles por equilibrar. Los Ma\u00f1ara le dijeron a Mario que Delia no hab\u00eda vuelto a sentarse al piano, que se pasaba las horas preparando los licores, los bombones. No lo dec\u00edan con reproche, pero tampoco estaban contentos; Mario adivin\u00f3 que los gastos de Delia los aflig\u00edan. Entonces pidi\u00f3 a Delia en secreto una lista de las esencias y sustancias necesarias. Ella hizo algo que nunca antes, le pas\u00f3 los brazos por el cuello y lo bes\u00f3 en la mejilla. Su boca ol\u00eda despacito a menta. Mario cerr\u00f3 los ojos llevado por la necesidad de sentir el perfume y el sabor desde debajo de los p\u00e1rpados. Y el beso volvi\u00f3, m\u00e1s duro y quej\u00e1ndose.<\/p>\n

No supo si le hab\u00eda devuelto el beso, tal vez se qued\u00f3 quieto y pasivo, catador de Delia en la penumbra de la sala. Ella toc\u00f3 el piano, como casi nunca ahora, y le pidi\u00f3 que volviera al otro d\u00eda. Nunca hab\u00edan hablado con esa voz, nunca se hab\u00edan callado as\u00ed. Los Ma\u00f1ara sospecharon algo, porque vinieron agitando los peri\u00f3dicos y con noticias de un aviador perdido en el Atl\u00e1ntico. Eran d\u00edas en que muchos aviadores se quedaban a mitad del Atl\u00e1ntico. Alguien encendi\u00f3 la luz y Delia se apart\u00f3 enojada del piano, a Mario le pareci\u00f3 un instante que su gesto ante la luz ten\u00eda algo de la fuga enceguecida del ciempi\u00e9s, una loca carrera por las paredes. Abr\u00eda y cerraba las manos, en el vano de la puerta, y despu\u00e9s volvi\u00f3 como avergonzada, mirando de reojo a los Ma\u00f1ara; los miraba de reojo y se sonre\u00eda.<\/p>\n

Sin sorpresa, casi como una confirmaci\u00f3n, midi\u00f3 Mario esa noche la fragilidad de la paz de Delia, el peso persistente de la doble muerte. Rolo, vaya y pase; H\u00e9ctor era ya el desborde, el trizado que desnuda un espejo. De Delia quedaban las man\u00edas delicadas, la manipulaci\u00f3n de esencias y animales, su contacto con cosas simples y oscuras, la cercan\u00eda de las mariposas y los gatos, el aura de su respiraci\u00f3n a medias en la muerte. Se prometi\u00f3 una caridad sin l\u00edmites, una cura de a\u00f1os en habitaciones claras y parques alejados del recuerdo; tal vez sin casarse con Delia, simplemente prolongando este amor tranquilo hasta que ella no viese m\u00e1s una tercera muerte andando a su lado, otro novio, el que sigue para morir.<\/p>\n

Crey\u00f3 que los Ma\u00f1ara iban a alegrarse cuando \u00e9l empezara a traerle los extractos a Delia; en cambio se enfurru\u00f1aron y se replegaron hoscos, sin comentarios, aunque terminaban transando y y\u00e9ndose, sobre todo cuando ven\u00eda la hora de las pruebas, siempre en la sala y casi de noche, y hab\u00eda que cerrar los ojos y definir -con cu\u00e1ntas vacilaciones a veces por la sutilidad de la materia- el sabor de un trocito de pulpa nueva, peque\u00f1o milagro en el plato de alpaca.<\/p>\n

A cambio de esas atenciones, Mario obten\u00eda de Delia una promesa de ir juntos al cine o pasear por Palermo. En los Ma\u00f1ara advert\u00eda gratitud y complicidad cada vez que ven\u00eda a buscarla el s\u00e1bado de tarde o la ma\u00f1ana del domingo. Como si prefiriesen quedarse solos en la casa para o\u00edr radio o jugar a las cartas. Pero tambi\u00e9n sospech\u00f3 una repugnancia de Delia a irse de la casa cuando quedaban los viejos. Aunque no estaba triste junto a Mario, las pocas veces que salieron con los Ma\u00f1ara se alegr\u00f3 m\u00e1s, entonces se divert\u00eda de veras en la Exposici\u00f3n Rural, quer\u00eda pastillas y aceptaba juguetes que a la vuelta miraba con fijeza, estudi\u00e1ndolos hasta cansarse. El aire puro le hac\u00eda bien, Mario le vio una tez m\u00e1s clara y un andar decidido. L\u00e1stima esa vuelta vespertina al laboratorio, el ensimismamiento interminable con la balanza o las tenacillas. Ahora los bombones la absorb\u00edan al punto de dejar los licores; ahora pocas veces daba a probar sus hallazgos. A los Ma\u00f1ara nunca; Mario sospechaba sin razones que los Ma\u00f1ara hubieran rehusado probar sabores nuevos; prefer\u00edan los caramelos comunes y si Delia dejaba una caja sobre la mesa, sin invitarlos pero como invit\u00e1ndolos, ellos escog\u00edan las formas simples, las de antes, y hasta cortaban los bombones para examinar el relleno. A Mario lo divert\u00eda el sordo descontento de Delia junto al piano, su aire falsamente distra\u00eddo. Guardaba para \u00e9l las novedades, a \u00faltimo momento ven\u00eda de la cocina con el platito de alpaca; una vez se hizo tarde tocando el piano y Delia dej\u00f3 que la acompa\u00f1ara hasta la cocina para buscar unos bombones nuevos. Cuando encendi\u00f3 la luz, Mario vio el gato dormido en su rinc\u00f3n y las cucarachas que hu\u00edan por las baldosas. Se acord\u00f3 de la cocina de su casa, Madre Celeste desparramando polvo amarillo en los z\u00f3calos. Aquella noche los bombones ten\u00edan gusto a moka y un dejo raramente salado (en lo m\u00e1s lejano del sabor), como si al final del gusto se escondiera una l\u00e1grima; era idiota pensar en eso, en el resto de las l\u00e1grimas ca\u00eddas la noche de Rolo en el zagu\u00e1n.<\/p>\n

-El pez de color est\u00e1 tan triste -dijo Delia, mostr\u00e1ndole el bocal con piedritas y falsas vegetaciones. Un pececillo rosa transl\u00facido dormitaba con un acompasado movimiento de la boca. Su ojo fr\u00edo miraba a Mario como una perla viva. Mario pens\u00f3 en el ojo salado como una l\u00e1grima que resbalar\u00eda entre los dientes al mascarlo.<\/p>\n

-Hay que renovarle m\u00e1s seguido el agua -propuso.<\/p>\n

-Es in\u00fatil, est\u00e1 viejo y enfermo. Ma\u00f1ana se va a morir.<\/p>\n

A \u00e9l le son\u00f3 el anuncio como un retorno a lo peor, a la Delia atormentada del luto y los primeros tiempos. Todav\u00eda tan cerca de aquello, del pelda\u00f1o y el muelle, con fotos de H\u00e9ctor apareciendo de golpe entre los pares de medias o las enaguas de verano. Y una flor seca -del velorio de Rolo- sujeta sobre una estampa en la hoja del ropero.<\/p>\n

Antes de irse le pidi\u00f3 que se casara con \u00e9l en el oto\u00f1o. Delia no dijo nada, se puso a mirar el suelo como si buscara una hormiga en la sala. Nunca hab\u00edan hablado de eso. Delia parec\u00eda querer habituarse y pensar antes de contestarle. Despu\u00e9s lo mir\u00f3 brillantemente, irgui\u00e9ndose de golpe. Estaba hermosa, le temblaba un poco la boca. Hizo un gesto como para abrir una puertecita en el aire, un adem\u00e1n casi m\u00e1gico.<\/p>\n

-Entonces sos mi novio -dijo-. Qu\u00e9 distinto me parec\u00e9s, qu\u00e9 cambiado.<\/p>\n

Madre Celeste oy\u00f3 sin hablar la noticia, puso a un lado la plancha y en todo el d\u00eda no se movi\u00f3 de su cuarto, adonde entraban de a uno los hermanos para salir con caras largas y vasitos de Hesperidina. Mario se fue a ver f\u00fatbol y por la noche llev\u00f3 rosas a Delia. Los Ma\u00f1ara lo esperaban en la sala, lo abrazaron y le dijeron cosas, hubo que destapar una botella de oporto y comer masas. Ahora el tratamiento era \u00edntimo y a la vez m\u00e1s lejano. Perd\u00edan la simplicidad de amigos para mirarse con los ojos del pariente, del que lo sabe todo desde la primera infancia. Mario bes\u00f3 a Delia, bes\u00f3 a mam\u00e1 Ma\u00f1ara y al abrazar fuerte a su futuro suegro hubiera querido decirle que confiaran en \u00e9l, nuevo soporte del hogar, pero no le ven\u00edan las palabras. Se notaba que tambi\u00e9n los Ma\u00f1ara hubieran querido decirle algo y no se animaban. Agitando los peri\u00f3dicos volvieron a su cuarto y Mario se qued\u00f3 con Delia y el piano, con Delia y la llamada de amor indio.<\/p>\n

Una o dos veces, durante esas semanas de noviazgo, estuvo a un paso de citar a pap\u00e1 Ma\u00f1ara fuera de la casa para hablarle de los an\u00f3nimos. Despu\u00e9s lo crey\u00f3 in\u00fatilmente cruel porque nada pod\u00eda hacerse contra esos miserables que lo hostigaban. El peor vino un s\u00e1bado a mediod\u00eda en un sobre azul, Mario se qued\u00f3 mirando la fotograf\u00eda de H\u00e9ctor en\u00a0\u00daltima Hora<\/i>\u00a0y los p\u00e1rrafos subrayados con tinta azul. \u201cS\u00f3lo una honda desesperaci\u00f3n pudo arrastrarlo al suicidio, seg\u00fan declaraciones de los familiares\u201d. Pens\u00f3 raramente que los familiares de H\u00e9ctor no hab\u00edan aparecido m\u00e1s por lo de Ma\u00f1ara. Quiz\u00e1 fueron alguna vez en los primeros d\u00edas. Se acordaba ahora del pez de color, los Ma\u00f1ara hab\u00edan dicho que era regalo de la madre de H\u00e9ctor. Pez de color muerto el d\u00eda anunciado por Delia. S\u00f3lo una honda desesperaci\u00f3n pudo arrastrarlo. Quem\u00f3 el sobre, el recorte, hizo un recuento de sospechosos y se propuso franquearse con Delia, salvarla en s\u00ed mismo de los hilos de baba, del rezumar intolerable de esos rumores. A los cinco d\u00edas (no hab\u00eda hablado con Delia ni con los Ma\u00f1ara), vino el segundo. En la cartulina celeste hab\u00eda primero una estrellita (no se sab\u00eda por qu\u00e9) y despu\u00e9s: \u201cYo que usted tendr\u00eda cuidado con el escal\u00f3n de la cancel\u201d. Del sobre sali\u00f3 un perfume vago a jab\u00f3n de almendra. Mario pens\u00f3 si la de la casa de altos usar\u00eda jab\u00f3n de almendra, hasta tuvo el torpe valor de revisar la c\u00f3moda de Madre Celeste y de su hermana. Tambi\u00e9n quem\u00f3 este an\u00f3nimo, tampoco le dijo nada a Delia. Era en diciembre, con el calor de esos diciembres del veintitantos, ahora iba despu\u00e9s de cenar a lo de Delia y hablaban pase\u00e1ndose por el jardincito de atr\u00e1s o dando vuelta a la manzana. Con el calor com\u00edan menos bombones, no que Delia renunciara a sus ensayos, pero tra\u00eda pocas muestras a la sala, prefer\u00eda guardarlos en cajas antiguas, protegidos en moldecitos, con un fino c\u00e9sped de papel verde claro por encima. Mario la not\u00f3 inquieta, como alerta. A veces miraba hacia atr\u00e1s en las esquinas, y la noche que hizo un gesto de rechazo al llegar al buz\u00f3n de Medrano y Rivadavia, Mario comprendi\u00f3 que tambi\u00e9n a ella la estaban torturando desde lejos; que compart\u00edan sin decirlo un mismo hostigamiento.<\/p>\n

Se encontr\u00f3 con pap\u00e1 Ma\u00f1ara en el Munich de Cangallo y Pueyrred\u00f3n, lo colm\u00f3 de cerveza y papas fritas sin arrancarlo de una vigilante modorra, como si desconfiara de la cita. Mario le dijo riendo que no iba a pedirle plata, sin rodeos le habl\u00f3 de los an\u00f3nimos, la nerviosidad de Delia, el buz\u00f3n de Medrano y Rivadavia.<\/p>\n

-Ya s\u00e9 que apenas nos casemos se acabar\u00e1n estas infamias. Pero necesito que ustedes me ayuden, que la protejan. Una cosa as\u00ed puede hacerle da\u00f1o. Es tan delicada, tan sensible.<\/p>\n

-Vos quer\u00e9s decir que se puede volver loca, \u00bfno es cierto?<\/p>\n

-Bueno, no es eso. Pero si recibe an\u00f3nimos como yo y se los calla, y eso se va juntando\u2026<\/p>\n

-Vos no la conoc\u00e9s a Delia. Los an\u00f3nimos se los pasa\u2026 quiero decir que no le hacen mella. Es m\u00e1s dura de lo que te pens\u00e1s.<\/p>\n

-Pero mire que est\u00e1 como sobresaltada, que algo la trabaja -atin\u00f3 a decir indefenso Mario.<\/p>\n

-No es por eso, sab\u00e9s. -Beb\u00eda su cerveza como para que le tapara la voz. -Antes fue igual, yo la conozco bien.<\/p>\n

-\u00bfAntes de qu\u00e9?<\/p>\n

-Antes de que se le murieran, zonzo. Pag\u00e1 que estoy apurado.<\/p>\n

Quiso protestar, pero pap\u00e1 Ma\u00f1ara estaba ya andando hacia la puerta. Le hizo un gesto vago de despedida y se fue para el Once con la cabeza gacha. Mario no se anim\u00f3 a seguirlo, ni siquiera pensar mucho lo que acababa de o\u00edr. Ahora estaba otra vez solo como al principio, frente a Madre Celeste, la de la casa de altos y los Ma\u00f1ara. Hasta los Ma\u00f1ara.<\/p>\n

Delia sospechaba algo porque lo recibi\u00f3 distinta, casi parlanchina y sonsacadora. Tal vez los Ma\u00f1ara hab\u00edan hablado del encuentro en el Munich. Mario esper\u00f3 que tocara el tema para ayudarla a salir de ese silencio, pero ella prefer\u00eda\u00a0Rose Marie<\/i>\u00a0y un poco de Schumann, los tangos de Pacho con un comp\u00e1s cortado y entrador, hasta que los Ma\u00f1ara llegaron con galletitas y m\u00e1laga y encendieron todas las luces. Se habl\u00f3 de Pola Negri, de un crimen en Liniers, del eclipse parcial y la descompostura del gato. Delia cre\u00eda que el gato estaba empachado de pelos y apoyaba un tratamiento de aceite de castor. Los Ma\u00f1ara le daban la raz\u00f3n sin opinar, pero no parec\u00edan convencidos. Se acordaron de un veterinario amigo, de unas hojas amargas. Optaban por dejarlo solo en el jardincito, que \u00e9l mismo eligiera los pastos curativos. Pero Delia dijo que el gato se morir\u00eda; tal vez el aceite le prolongara la vida un poco m\u00e1s. Oyeron a un diariero en la esquina y los Ma\u00f1ara corrieron juntos a comprar\u00a0\u00daltima Hora<\/i>. A una muda consulta de Delia fue Mario a apagar las luces de la sala. Qued\u00f3 la l\u00e1mpara en la mesa del rinc\u00f3n, manchando de amarillo viejo la carpeta de bordados futuristas. En torno del piano hab\u00eda una luz velada.<\/p>\n

Mario pregunt\u00f3 por la ropa de Delia, si trabajaba en su ajuar, si marzo era mejor que mayo para el casamiento. Esperaba un instante de valor para mencionar los an\u00f3nimos, un resto de miedo a equivocarse lo deten\u00eda cada vez. Delia estaba junto a \u00e9l en el sof\u00e1 verde oscuro, su ropa celeste la recortaba d\u00e9bilmente en la penumbra. Una vez que quiso besarla, la sinti\u00f3 contraerse poco a poco.<\/p>\n

-Mam\u00e1 va a volver a despedirse. Esper\u00e1 que se vayan a la cama\u2026<\/p>\n

Afuera se o\u00eda a los Ma\u00f1ara, el crujir del diario, su di\u00e1logo continuo. No ten\u00edan sue\u00f1o esa noche, las once y media y segu\u00edan charlando. Delia volvi\u00f3 al piano, como obstin\u00e1ndose tocaba largos valses criollos con da capo al fine una vez y otra, escalas y adornos un poco cursis, pero que a Mario le encantaban, y sigui\u00f3 en el piano hasta que los Ma\u00f1ara vinieron a decirles buenas noches, y que no se quedaran mucho rato, ahora que \u00e9l era de la familia ten\u00eda que velar m\u00e1s que nunca por Delia y cuidar que no trasnochara. Cuando se fueron, como a disgusto, pero rendidos de sue\u00f1o, el calor entraba a bocanadas por la puerta del zagu\u00e1n y la ventana de la sala. Mario quiso un vaso de agua fresca y fue a la cocina, aunque Delia quer\u00eda serv\u00edrselo y se molest\u00f3 un poco. Cuando estuvo de vuelta vio a Delia en la ventana, mirando la calle vac\u00eda por donde antes en noches iguales se iban Rolo y H\u00e9ctor. Algo de luna se acostaba ya en el piso cerca de Delia, en el plato de alpaca que Delia guardaba en la mano como otra peque\u00f1a luna. No hab\u00eda querido pedirle a Mario que probara delante de los Ma\u00f1ara, \u00e9l ten\u00eda que comprender c\u00f3mo la cansaban los reproches de los Ma\u00f1ara, siempre encontraban que era abusar de la bondad de Mario pedirle que probara los nuevos bombones -claro que si no ten\u00eda ganas, pero nadie le merec\u00eda m\u00e1s confianza, los Ma\u00f1ara eran incapaces de apreciar un sabor distinto. Le ofrec\u00eda el bomb\u00f3n como suplicando, pero Mario comprendi\u00f3 el deseo que poblaba su voz, ahora lo abarcaba con una claridad que no ven\u00eda de la luna, ni siquiera de Delia. Puso el vaso de agua sobre el piano (no hab\u00eda bebido en la cocina) y sostuvo con dos dedos el bomb\u00f3n, con Delia a su lado esperando el veredicto, anhelosa la respiraci\u00f3n, como si todo dependiera de eso, sin hablar pero urgi\u00e9ndolo con el gesto, los ojos crecidos -o era la sombra de la sala-, oscilando apenas el cuerpo al jadear, porque ahora era casi un jadeo cuando Mario acerc\u00f3 el bomb\u00f3n a la boca, iba a morder, bajaba la mano y Delia gem\u00eda como si en medio de un placer infinito se sintiera de pronto frustrada. Con la mano libre apret\u00f3 apenas los flancos del bomb\u00f3n, pero no lo miraba, ten\u00eda los ojos en Delia y la cara de yeso, un pierrot repugnante en la penumbra. Los dedos se separaban, dividiendo el bomb\u00f3n. La luna cay\u00f3 de plano en la masa blanquecina de la cucaracha, el cuerpo desnudo de su revestimiento cori\u00e1ceo, y alrededor, mezclados con la menta y el mazap\u00e1n, los trocitos de patas y alas, el polvillo del caparacho triturado.<\/p>\n

Cuando le tir\u00f3 los pedazos a la cara, Delia se tap\u00f3 los ojos y empez\u00f3 a sollozar, jadeando en un hipo que la ahogaba, cada vez m\u00e1s agudo el llanto, como la noche de Rolo; entonces los dedos de Mario se cerraron en su garganta como para protegerla de ese horror que le sub\u00eda del pecho, un borborigmo de lloro y quejido, con risas quebradas por retorcimientos, pero \u00e9l quer\u00eda solamente que se callara y apretaba para que solamente se callara; la de la casa de altos estar\u00eda ya escuchando con miedo y delicia, de modo que hab\u00eda que callarla a toda costa. A su espalda, desde la cocina donde hab\u00eda encontrado al gato con las astillas clavadas en los ojos, todav\u00eda arrastr\u00e1ndose para morir dentro de la casa, o\u00eda la respiraci\u00f3n de los Ma\u00f1ara levantados, escondi\u00e9ndose en el comedor para espiarlos, estaba seguro de que los Ma\u00f1ara hab\u00edan o\u00eddo y estaban ah\u00ed contra la puerta, en la sombra del comedor, oyendo c\u00f3mo \u00e9l hac\u00eda callar a Delia. Afloj\u00f3 el apret\u00f3n y la dej\u00f3 resbalar hasta el sof\u00e1, convulsa y negra, pero viva. O\u00eda jadear a los Ma\u00f1ara, le dieron l\u00e1stima por tantas cosas, por Delia misma, por dej\u00e1rsela otra vez y viva. Igual que H\u00e9ctor y Rolo, se iba y se las dejaba. Tuvo mucha l\u00e1stima de los Ma\u00f1ara, que hab\u00edan estado ah\u00ed agazapados y esperando que \u00e9l -por fin alguno- hiciera callar a Delia que lloraba, hiciera cesar por fin el llanto de Delia.<\/p>\n<\/div>\n<\/article>\n


\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"

And one kiss I had of her mouth, as I took the apple from her hand. But while I bit it, my brain whirled and my foot stumbled; and I felt my crashing fall through the tangled boughs beneath her feet, and saw the dead white faces that welcomed me in the pit. Dante Gabriel […]<\/p>\n","protected":false},"author":1,"featured_media":817,"comment_status":"open","ping_status":"open","sticky":false,"template":"","format":"standard","meta":{"footnotes":""},"categories":[10,33,19],"tags":[],"class_list":{"0":"post-816","1":"post","2":"type-post","3":"status-publish","4":"format-standard","5":"has-post-thumbnail","7":"category-cuentos-cortos","8":"category-julio-cortazar","9":"category-los-mejores-cuentos-clasicos","10":"czr-hentry"},"_links":{"self":[{"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/816","targetHints":{"allow":["GET"]}}],"collection":[{"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/posts"}],"about":[{"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/types\/post"}],"author":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/users\/1"}],"replies":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/comments?post=816"}],"version-history":[{"count":0,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/816\/revisions"}],"wp:featuredmedia":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/media\/817"}],"wp:attachment":[{"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/media?parent=816"}],"wp:term":[{"taxonomy":"category","embeddable":true,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/categories?post=816"},{"taxonomy":"post_tag","embeddable":true,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/tags?post=816"}],"curies":[{"name":"wp","href":"https:\/\/api.w.org\/{rel}","templated":true}]}}