{"id":870,"date":"2019-03-26T12:59:51","date_gmt":"2019-03-26T12:59:51","guid":{"rendered":"http:\/\/tecuentoalgo.com\/?p=870"},"modified":"2019-04-20T21:29:57","modified_gmt":"2019-04-20T21:29:57","slug":"la-higiene","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/la-higiene\/","title":{"rendered":"La higiene"},"content":{"rendered":"
I<\/span>sabella Balcarce es una mujer elegante. Sus \u00a0modales, la gentileza de su trato y una \u00a0beat\u00edfica sonrisa, le confieren un especial encanto. Debi\u00f3 ser una mujer muy hermosa. Una belleza intemporal de rasgos delicados y ojos azules.<\/p>\n Agrega a esos dones una profunda filantrop\u00eda, \u00a0un amor desinteresado por el g\u00e9nero humano donde la piedad y la solidaridad se unen firmemente.<\/p>\n Muchos califican de vacuo su altruista discurso, \u00a0un reiterado canto a su imagen narcisista. Dudan incluso que haya estado en la India, motivo de la mayor\u00eda de sus alocuciones, donde, seg\u00fan sus palabras, conoci\u00f3 a la madre Teresa de Calcuta con qui\u00e9n colabor\u00f3 en \u00a0\u00a0penosas tareas de insalubridad extrema.<\/p>\n Cierto es que no hay testigos presenciales ni fechas precisas en relaci\u00f3n a su estad\u00eda en aquel pa\u00eds y que sus manos, de cuidada manicura y valiosos anillos, no parecen haber realizado tarea m\u00e1s pesada que levantar un palo de golf, pero las apariencias enga\u00f1an.<\/p>\n Rosita Mauretania, amiga incondicional y admiradora, no deja de pedirle que repita esas historias vividas a las orillas del Ganges curando llagas purulentas y apoyando sus \u00a0manos en la frente de los moribundos que, presas de alguna terrible enfermedad, recib\u00edan ese \u00faltimo consuelo.<\/p>\n -\u00bfC\u00f3mo fuiste capaz de soportarlo?\u00a0 Tanta suciedad, sin agua ni jab\u00f3n- insist\u00eda Rosita, una hipocondr\u00edaca de aquellas que llevaba siempre a mano un frasco de alcohol y un tapabocas – \u00bfNo ten\u00edas miedo de contagiarte?<\/p>\n – Te acostumbras, Rosita. Lo tomas como una obligaci\u00f3n moral, un servicio hacia el pr\u00f3jimo-contestaba pudorosa Isabella- con estas manos-continuaba mientras las levantaba a la altura de su vista en arrobada contemplaci\u00f3n- espant\u00e9 las moscas que se posaban por cientos en mi plato de arroz fr\u00edo, con estas mismas manos me lo llev\u00e9 a la boca.<\/p>\n – \u00a1Ufff…!.. \u00a1Que asco!- exclamaba finalmente Rosita- con una mueca indescifrable entre el placer y la n\u00e1usea.<\/p>\n Aquella tarde hab\u00edan decidido ir Club del Cerro. Rosita manejaba lentamente disfrutando una nueva peripecia de Isabella en un \u00a0leprosario del barrio m\u00e1s miserable de Calcuta atendido por un m\u00e9dico alem\u00e1n al que le faltaba un brazo.<\/p>\n El alma simple de Rosita se sent\u00eda transportada por el relato. El mon\u00f3logo de su amiga le tra\u00eda recuerdos infantiles. Lejanos radioteatros escuchados junto a su madre a la luz de una veladora con el coraz\u00f3n acongojado por el drama de los protagonistas.<\/p>\n \u201cEl pata\u201d Mareco los esperaba en el estacionamiento sentado bajo un eucaliptos. Rosita lo hab\u00eda contratado como caddie. Hac\u00eda a\u00f1os que la acompa\u00f1aba. Se acerc\u00f3 sol\u00edcito a la camioneta y ayud\u00f3 a las dos mujeres a armar los carros. Su desprolijo aspecto era compensado por una simpat\u00eda natural y un hablar medido y levemente ir\u00f3nico. Un segundo caddie provisto por el club lleg\u00f3 algo m\u00e1s tarde. Rosita no lo conoc\u00eda. Siempre pensando en lo mejor para Isabella, le cedi\u00f3 a Mareco sabiendo que no cometer\u00eda ninguna imprudencia que hiciera sentir inc\u00f3moda a su amiga.<\/p>\n La tarde \u00a0declinaba suavemente, como los golpes de las mujeres, no muy largos ni muy desviados. Los caddies no ten\u00edan que esforzarse buscando pelotas\u00a0 en los crecidos pastos. Isabella intercambiaba breves y amables di\u00e1logos con Mareco, los socialmente indicados en estos casos. La sonrisa de beata, afectada por el<\/p>\n cansancio, era un moh\u00edn forzado y enga\u00f1oso.<\/p>\n <\/p>\n <\/p>\n En alg\u00fan momento del juego, promediando el hoyo nueve, Isabella advirti\u00f3 la ausencia de Mareco. Gir\u00f3 sobre si misma busc\u00e1ndolo. En la soledad del ancho fairway solo Rosita y su caddie caminando hacia el green distante. De pronto lo divis\u00f3 saliendo de un umbr\u00edo soto pleno de malezas y hojas secas. La sonrisa hab\u00eda desaparecido de su rostro. Mareco, distra\u00eddo en sus pensamientos, solo advirti\u00f3 la pelota \u00a0reposando a unos metros de su due\u00f1a. Calcul\u00f3 la distancia al hoyo, sac\u00f3 un hierro ocho de la bolsa de palos y se lo pas\u00f3 a Isabella que lo tom\u00f3 con gesto helado sin despegar la mirada de su rostro.<\/p>\n -\u00bfSe puede saber por donde andaba?- le espet\u00f3 con dureza.<\/p>\n Reci\u00e9n entonces \u201cEl pata\u201d cay\u00f3 en la cuenta de que algo, no sab\u00eda que cosa, hab\u00eda ocurrido provocando la agresiva actitud de Isabella. \u00a0El inesperado improperio lo hizo sonrojar. Isabella insist\u00eda.<\/p>\n -\u00bfMe va a contestar o no?<\/p>\n – Estaba all\u00ed-dijo se\u00f1alando vagamente el bosquecito de eucaliptos-en el bosque.<\/p>\n -\u00bfY haciendo qu\u00e9? Si se puede saber\u2026porque yo no lo contrat\u00e9 para que usted se vaya graciosamente a pasear por el campo haci\u00e9ndome perder el tiempo.<\/p>\n -Estaba en el ba\u00f1o-dijo bajando la cabeza \u00a0con voz apenas audible.<\/p>\n -\u00bfDonde?- exclam\u00f3 Isabella desencajado el rostro por un terror paralizante. Y sin que Mareco tuviera tiempo de repetir su ubicaci\u00f3n reciente- arroj\u00f3 el hierro ocho como si estuviera al rojo vivo.<\/p>\n Rosita fall\u00f3 su approach al escuchar \u00a0el desesperado grito de Isabella clamando por ayuda.<\/p>\n -\u00a1El alcohol Rosita, el alcohol! \u00a1Este hombre no se lav\u00f3 las manos!<\/p>\n La lluvia acentuaba la tristeza del regreso. Isabella hab\u00eda preferido sentarse atr\u00e1s.<\/p>\n Iba en silencio, ajada y mustia. Restregaba sus delicadas manos intentando en vano quitar sus invisibles manchas.<\/p>\n Las gotas de lluvia se deslizaban fugaces por el parabrisas. Como las l\u00e1grimas de Rosita. Ella y su madre en una lejana noche de s\u00e1bado. Comenzaba el Teatro Palmolive del Aire. Pero la radio hab\u00eda fallado. En el silencio de la vieja casa se fueron a la cama.<\/p>\n La noche se hab\u00eda hecho muy larga.<\/p>\n <\/p>\n <\/p>\n Elbio Firpo.<\/p>\n <\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":" Isabella Balcarce es una mujer elegante. Sus \u00a0modales, la gentileza de su trato y una \u00a0beat\u00edfica sonrisa, le confieren un especial encanto. Debi\u00f3 ser una mujer muy hermosa. Una belleza intemporal de rasgos delicados y ojos azules. 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