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\u201cSobre una torre hab\u00eda una mujer, de t\u00fanica blanca, pein\u00e1ndose la cabellera, que le llegaba a los pies. El peine desprend\u00eda sue\u00f1os, con todos sus personajes: los sue\u00f1os sal\u00edan del pelo y se iban al aire\u201d.<\/span><\/em><\/div>\n

E.G.<\/span><\/span><\/em><\/div>\n

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CELEBRACI\u00d3N DE LA FANTAS\u00cdA, un microrrelato de\u00a0Eduardo Galeano (Uruguay, 1940 -2015)<\/span><\/span><\/strong><\/div>\n

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Fue a la entrada del pueblo de Ollantaytambo, cerca de Cuzco. Yo me hab\u00eda despedido de un grupo de turistas y estaba solo, mirando de lejos las ruinas de piedra, cuando un ni\u00f1o del lugar, enclenque, haraposo, se acerc\u00f3 a pedirme que le regalara una lapicera. No pod\u00eda darle la lapicera que ten\u00eda, porque la estaba usando en no s\u00e9 qu\u00e9 aburridas anotaciones, pero le ofrec\u00ed dibujarle un cerdito en la mano.<\/div>\n

S\u00fabitamente, se corri\u00f3 la voz. De buenas a primeras me encontr\u00e9 rodeado de un enjambre de ni\u00f1os que exig\u00edan, a grito pelado, que yo les dibujara bichos en sus manitas cuarteadas de mugre y fr\u00edo, pieles de cuero quemado: hab\u00eda quien quer\u00eda un c\u00f3ndor y quien una serpiente, otros prefer\u00edan loritos o lechuzas y no faltaban los que ped\u00edan un fantasma o un drag\u00f3n.<\/div>\n

Y entonces, en medio de aquel alboroto, un desamparadito que no alzaba m\u00e1s de un metro del suelo me mostr\u00f3 un reloj dibujado con tinta negra en su mu\u00f1eca:<\/div>\n

-Me lo mand\u00f3 un t\u00edo m\u00edo, que vive en Lima -dijo.<\/div>\n

-Y \u00bfanda bien? -le pregunt\u00e9.<\/div>\n

-Atrasa un poco -reconoci\u00f3.<\/div>\n

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Fuente: El libro de los abrazos\u00a0<\/i>(1989), Barcelona, RBA, 1995, p\u00e1g. 22<\/div>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"

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