{"id":986,"date":"2019-05-03T12:00:34","date_gmt":"2019-05-03T12:00:34","guid":{"rendered":"http:\/\/tecuentoalgo.com\/?p=986"},"modified":"2019-05-03T12:00:34","modified_gmt":"2019-05-03T12:00:34","slug":"el-gato-cocido-roberto-arlt","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/el-gato-cocido-roberto-arlt\/","title":{"rendered":"El gato cocido – Roberto Arlt"},"content":{"rendered":"
<\/p>\n
Me acuerdo.<\/p>\n
La vieja Pepa Mondelli viv\u00eda en el pueblo Las Perdices. Era t\u00eda de mis cu\u00f1ados, los hijos de Alfonso Mondelli, el terrible don Alfonso, que azotaba a su mujer, Mar\u00eda Palombi, en el sal\u00f3n de su negocio de ramos generales. Revent\u00f3, no puede decirse otra cosa, cierta noche, en un altillo del caser\u00f3n atestado de mercader\u00edas, mientras en Italia la Palombi gastaba entre los sacamuelas de Terra Bossa, el dinero que don Alfonso enviaba para costear los estudios de los hijos.<\/p>\n
Los siete Mondelli eran ahora oscuros, ego\u00edstas y enteles, a semejanza del muerto. Se contaba de este que una vez, frente a la estaci\u00f3n del ferrocarril, con el mango del l\u00e1tigo le salt\u00f3, a golpes, los ojos a un caballo que no pod\u00eda arrancar de los baches el carro demasiado cargado.<\/p>\n
De Mar\u00eda Palombi llevaban en la sangre su sensualidad precipitada, y en los nervios el repentino encogimiento, que hace m\u00e1s calculadora a la ferocidad en el momento del peligro. Lo demostraron m\u00e1s tarde.<\/p>\n
Ya la Mar\u00eda Palombi hab\u00eda hecho morir de miedo, y a fuerza de penurias, a su padre en un granero. Y los hijos de la t\u00eda Pepa fueron una noche al cementerio, violaron el r\u00fastico pante\u00f3n, y le robaron al muerto su chaleco. En el chaleco hab\u00eda un reloj de oro.<\/p>\n
Yo viv\u00ed un tiempo entre esta gente. Todos sus gestos transparentaban brutalidad, a pesar de ser suaves. Jam\u00e1s vi pupilas grises tan inm\u00f3viles y muertas. Ten\u00edan el labio inferior ligeramente colgante, y cuando sonre\u00edan, sus rostros adquir\u00edan una expresi\u00f3n de sufrimiento que se dir\u00eda exasperada por cierta convulsi\u00f3n interior, circulaban como fantasmas entre ellos.<\/p>\n
Me acuerdo.<\/p>\n
Entonces yo hab\u00eda perdido mucho dinero.<\/p>\n
Merodeaba por las calles de tierra del pueblo rojo, sin saber qu\u00e9 destino darle a mi vida. Una lluvia de polvo amarillo me envolv\u00eda en sus torbellinos, el sol centelleaba terriblemente en lo alto, y en la huella del camino torcido o\u00eda rechinar las enormes ruedas de un carro cargado de muchas grandes bolsas de ma\u00edz.<\/p>\n
Me refugiaba en la farmacia de Egidio Palombi.<\/p>\n
En el laboratorio, encalado, Egidio trituraba sales en un mortero o, con una esp\u00e1tula en un m\u00e1rmol, frotaba un compuesto. En tanto que yo me preparaba un refresco con \u00e1cido c\u00edtrico y jarabe, Egidio dec\u00eda, sonriendo tristemente:<\/p>\n
-Esta receta me cuesta ocho centavos, y se la cobrar\u00e9 dos pesos y sesenta y cinco.<\/p>\n
Y sonre\u00eda, tristemente. O, anochecido, abr\u00eda la caja de hierro que en otros tiempos perteneci\u00f3 a don Alfonso, sacaba el dinero, producto de la venta del d\u00eda, y lo alineaba encima del tapete verde del escritorio.<\/p>\n
Primero los amarillentos billetes de cien pesos, despu\u00e9s los de cincuenta, a continuaci\u00f3n los de diez, cinco y uno. Sumaba, y dec\u00eda:<\/p>\n
-Hoy gan\u00e9 ciento treinta y cuatro pesos. Ayer gan\u00e9 ciento ochenta y nueve pesos.<\/p>\n
Y sus grandes ojos grises se deten\u00edan en mi rostro con fijeza intolerable. Con un anonadamiento invencible me inmovilizaba su crueldad. Y \u00e9l repet\u00eda, porque comprend\u00eda mi angustia, repet\u00eda, con una expresi\u00f3n de sufrimiento dibujado en el semblante por una sonrisa:<\/p>\n
-Ciento treinta y cuatro pesos, ciento ochenta y nueve pesos.<\/p>\n
Y lo dec\u00eda porque sab\u00eda que ya hab\u00eda perdido mi fortuna. Y ese conocimiento le hac\u00eda m\u00e1s enorme y dulce su dinero, y necesitaba verme p\u00e1lido de odio frente a su dinero para gozarse m\u00e1s sabrosamente en \u00e9l.<\/p>\n
Y yo me preguntaba:<\/p>\n
-\u00bfDe qui\u00e9n le viene esta ferocidad?<\/p>\n
En un autom\u00f3vil de seis cilindros me llevaba a casa de su t\u00eda Pepa, la hermana de su padre. All\u00ed com\u00eda, para no gastar en el hotel, y la vieja, recordando el ego\u00edsmo de su difunto hermano, se regocijaba en esta virtud del sobrino.<\/p>\n
Cuando yo llegaba, la t\u00eda Pepa me hac\u00eda recorrer su caser\u00f3n, abr\u00eda los armarios y me mostraba rollos de telas, bultos de frazadas y joyas que ella regalar\u00eda a sus futuras nueras y conduc\u00edame a la huerta, donde recog\u00eda ensalada para el almuerzo o me mostraba las habitaciones desocupadas y la s\u00f3lida reja de las ventanas.<\/p>\n
Si no, hablaba, interrumpi\u00e9ndose, tom\u00e1ndome de un brazo y clavando en m\u00ed sus implacables ojos grises, m\u00e1s grises a\u00fan en el arco de los p\u00e1rpados. Y a espaldas del sobrino, me contaba de su hermano muerto, de su hermano que yo comprend\u00eda hab\u00eda robado en todas las horas de su vida, para dejar un mill\u00f3n de pesos a los hijos de Mar\u00eda Palombi.<\/p>\n
La vieja vociferaba:<\/p>\n
-Y esa perra tir\u00f3 todo a la calle.<\/p>\n
Cuando nombraba a su cu\u00f1ada, la t\u00eda Pepa masticaba su odio como una carne pulposa, y exalt\u00e1ndose, cont\u00e1bame tantas cosas horribles, que yo terminaba por sentir c\u00f3mo su odio entr\u00e1base a tonificar mi rencor, y ambos nos deten\u00edamos, estremecidos de un coraje que se hac\u00eda insoportable en el latido de las venas.<\/p>\n
Y yo me preguntaba:<\/p>\n
-\u00bfDe d\u00f3nde les viene a esa gente un alma tan sucia?<\/p>\n
Y a veces cre\u00eda en la herencia trasegada de la Mar\u00eda Palombi y otras en la continuidad del terrible don Alfonso Mondelli. Despu\u00e9s comprend\u00ed que ambos se complementaban.<\/p>\n
Esta historia explicar\u00e1 el alma de los Mondelli, el ego\u00edsmo y la crueldad de los Mondelli, y su sonrisa, que les daba expresi\u00f3n de sufrimiento, y su belfo colgante como el de los idiotas.<\/p>\n
Y esta historia me la cont\u00f3, ri\u00e9ndose, el hijo de la t\u00eda Pepa, aquel que fue una noche al cementerio a robarle el chaleco al padre de Mar\u00eda Palombi.<\/p>\n
La t\u00eda Pepa ten\u00eda gallinas en el fondo de la casa, y junto al brasero, siempre acurrucado a su lado, un hermoso gato negro.<\/p>\n
Cuando una de las gallinas se \u00abenculec\u00f3\u00bb, la t\u00eda Pepa consiguiose una docena de \u00abverdaderos\u00bb huevos catalanes.<\/p>\n
M\u00e1s tarde nacieron once pollitos, que iban de un lado a otro por el patio de tierra, bajo la implacable mirada de la vieja.<\/p>\n
Vigil\u00e1ndoles, el gato negro se regodeaba, enarcando el lomo y convirtiendo sus pupilas redondas en oblicuas rayas de oro macizo.<\/p>\n
Una ma\u00f1ana devor\u00f3 un pollo, y estrope\u00f3 a otro de un zarpazo.<\/p>\n
Cuando la t\u00eda Pepa recogi\u00f3 del suelo la gallinita muerta, el gato, sole\u00e1ndose en la cresta del muro, malhumorado, la espiaba con el v\u00e9rtice de sus ojos.<\/p>\n
Do\u00f1a Pepa no grit\u00f3. S\u00fabitamente amonton\u00f3 en ella tanta ira, que, desesperada, fue a sentarse junto al brasero.<\/p>\n
Al mediod\u00eda el gato entr\u00f3 al comedor. Se desliz\u00f3 prudentemente, atisbando el ojo gris de la patrona, y deteni\u00e9ndose a los pies de la mesa, maull\u00f3 dolorosamente.<\/p>\n
La t\u00eda Pepa le arroj\u00f3 un pedazo de carne asada.<\/p>\n
Despu\u00e9s que los muchachos salieron, la vieja tom\u00f3 una lata vac\u00eda, en cuya tapa circular hizo varios agujeros, y la llen\u00f3 hasta la mitad de agua.<\/p>\n
Prepar\u00f3 tambi\u00e9n cierto alambre, de esos que se utilizan para atar los fardos de pasto, y llam\u00f3 al gato con voz meliflua. Este se desliz\u00f3 como a mediod\u00eda, prudente, desconfiado. La t\u00eda Pepa insist\u00eda, llam\u00e1ndole despacio, golpe\u00e1ndose un muslo con la palma de la mano.<\/p>\n
El gato maull\u00f3, quej\u00e1ndose de un desv\u00edo, luego, acercose, y frot\u00f3 su pelaje en la saya de la vieja.<\/p>\n
Bruscamente, lo meti\u00f3 en el tacho, con los alambres at\u00f3 la tapa, ech\u00f3 m\u00e1s carb\u00f3n en el brasero, coloc\u00f3 la lata encima, y tomando la pantalla, suavemente, movi\u00f3 el aire para avivar el fuego.<\/p>\n
Y sentada all\u00ed, la t\u00eda Pepa pas\u00f3 la tarde escuchando los gritos del gato que se coc\u00eda vivo.<\/p>\n
\u00a0<\/span> \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 \u00a0 FIN<\/p>\n Me acuerdo. La vieja Pepa Mondelli viv\u00eda en el pueblo Las Perdices. Era t\u00eda de mis cu\u00f1ados, los hijos de Alfonso Mondelli, el terrible don Alfonso, que azotaba a su mujer, Mar\u00eda Palombi, en el sal\u00f3n de su negocio de ramos generales. Revent\u00f3, no puede decirse otra cosa, cierta noche, en un altillo del caser\u00f3n […]<\/p>\n","protected":false},"author":1,"featured_media":987,"comment_status":"open","ping_status":"open","sticky":false,"template":"","format":"standard","meta":{"footnotes":""},"categories":[10,19],"tags":[],"class_list":{"0":"post-986","1":"post","2":"type-post","3":"status-publish","4":"format-standard","5":"has-post-thumbnail","7":"category-cuentos-cortos","8":"category-los-mejores-cuentos-clasicos","9":"czr-hentry"},"_links":{"self":[{"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/986","targetHints":{"allow":["GET"]}}],"collection":[{"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/posts"}],"about":[{"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/types\/post"}],"author":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/users\/1"}],"replies":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/comments?post=986"}],"version-history":[{"count":0,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/986\/revisions"}],"wp:featuredmedia":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/media\/987"}],"wp:attachment":[{"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/media?parent=986"}],"wp:term":[{"taxonomy":"category","embeddable":true,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/categories?post=986"},{"taxonomy":"post_tag","embeddable":true,"href":"https:\/\/tecuentoalgo.com\/wp-json\/wp\/v2\/tags?post=986"}],"curies":[{"name":"wp","href":"https:\/\/api.w.org\/{rel}","templated":true}]}}