Patio de tarde – Julio Cortazar

A Toby le gusta ver pasar a la muchacha rubia por el patio. Levanta la cabeza y remueve un poco la cola, pero después se queda muy quieto, siguiendo con los ojos la fina sombra que a su vez va siguiendo a la muchacha rubia por las baldosas del patio. En la habitación hace fresco, y Toby detesta el sol de la siesta; ni siquiera le gusta que la gente ande levantada a esa hora, y la única excepción es la muchacha rubia. Para Toby la muchacha rubia puede hacer lo que se le antoje. Remueve otra vez la cola, satisfecho de haberla visto, y suspira. Es simplemente feliz, la muchacha rubia ha pasado por el patio, él la ha visto un instante, ha seguido con sus grandes ojos avellana la sombra en las baldosas. Tal vez la muchacha rubia vuelva a pasar. Toby suspira de nuevo, sacude un momento la cabeza como para espantar una mosca, mete el pincel en el tarro, y sigue aplicando la cola a la madera terciada.

FIN

Comentario:

Con «Patio de tarde», Cortázar ha logrado darle al lector la imagen que, con suprema malicia, ha querido que veamos. Cortázar nos ha metido un perro en la cabeza con tan sólo dos palabras: Toby y patio. Allí la imagen, pero también la opacidad de la escritura.

Los grandes cuentos, eso creo, contienen cierta opacidad. Las palabras son opacas, la escritura en sí misma es opaca. Cuando leemos «Toby», de inmediato pensamos, en nuestro primer horizonte de asociación, en un perro, y si nos enlazamos luego con «patio», nos queda, sin duda, la imagen de un perro. Patio y perro van juntos, pertenecen al mismo conjunto o universo de significados.

Cortázar nos ha dibujado un perro y nos ha dejado ese dibujo plantado. Así, cuando el lector llega a «cola», no lee «pegamento» porque en realidad está mirando un «rabo», el rabo de un perro. Más aún, el dibujo del perro está tan bien hecho (con apenas dos palabras, recalco) que el lector pasa por alto la palabra clave para entender que Toby no es un perro sino un ser humano. La palabra clave es «remueve». Un perro puede remover, sin duda; con su pata podría remover la tierra, por ejemplo, pero nunca un perro «remueve» el rabo.

Santaella cree que todo buen cuento contiene una mirada que apunta hacia cierta opacidad

Queda claro entonces: el lector ya no está leyendo, sino más bien «mirando» la lectura. Es decir, de algún modo el lector ya no entiende las palabras como narrativa escrita sino como narrativa de imágenes. Así, y esto creo que nunca debe ser olvidado, escribir narrativa, más que decir, es mostrar. El narrador no dice, el narrador muestra. Esta es la esencia del acto de narrar, pero en el cuento, además, esta idea de mirar la escritura suele ser utilizada por los maestros cuentistas para crear opacidades.

*Tomado del crítico literario Fedosy Santaella que gira en torno a la escritura narrativa y en particular al cuento que hoy presentamos.

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