Neusinha, un sueño en portugués – G.García

Tomara que tudo tivesse sido “mintchura” para você!*

 

Mi amigo insistió una vez más en que tenía que conocer al coleccionista de fotos: “Vos con la memoria que tienes y él con sus fotografías, pueden llegar a reconstruir una buena parte de las vivencias de la gente de aquella época y rescatar a algún personaje perdido.” – me dijo, refiriéndose a la década de 1960 en mi pueblo natal, San Pedro del Durazno.

Le respondí que mis historias abarcaban muy poco tiempo; desde que tengo uso de memoria y hasta llegada mi adolescencia, que fue cuando abandoné San Pedro junto a mi familia, para pasar a vivir en la Capital. Aunque su idea de conocer a esa persona no estaba nada mal. Me he preguntado en varias oportunidades si alguien conservaría una fotografía de tal o cual cosa para verlas y recordar detalles que el paso del tiempo ha difuminado. También he pensado en alguna fotografía para incorporarla a un texto que he escrito, como fiel testigo de lo que se dice o simplemente para ilustrar un pasaje del mismo. No voy a desechar esa idea.

Y le conté lo siguiente: hay una historia de un suceso que ocurrió en San Pedro que tengo en la cabeza y que hoy casi nadie lo recuerda Se trata de cuando un general brasileño del que nunca supe su nombre, estuvo asilado durante un tiempo en San Pedro. No le conocí y tampoco supe su nombre, o ya no lo recuerdo. En cambio conocí a sus tres hijos que normalmente se los veía por las calles céntricas de la ciudad y a los que yo intentaba, a como fuera,  encontrármelos en alguna esquina.

Mi corta edad no me permitía deambular libremente por la ciudad y solo me cuidaba de no alejarme más allá de los límites que yo mismo consideraba, de acuerdo a lo alejado que podía estar de mi casa. Aquella aventura de “callejear” con aquellos chicos raros, que hablaban un idioma diferente, hizo que los infringiera en varias oportunidades.

Lo que más me motivaba a estar en la compañía de los hermanos, cuyos nombres tampoco logro recordar, era la niña. Aparentaba tener mi misma edad y de una belleza exótica que contrarrestaba a todas las niñas que conocía en San Pedro, a ello se sumaba lo singular de la procedencia y su forma de hablar en un idioma diferente, que nos costaba hacernos entender. La recuerdo muy blanca, de cabello largo y ensortijado, baja, al menos más baja que yo por entonces y también que su hermano mayor y facciones muy delicadas; sus oscuros ojos, desde un primer instante, me dijeron más de lo que ambos podíamos comprender con aquella edad. El tiempo desvaneció los recuerdos de mi mente, pero no pudo borrar algo que quedó grabado fuertemente en mi corazón.

Su hermano mayor muy callado, siempre se impuso a cualquier acercamiento más allá que el de una simple conversación y el pequeño, al que tampoco se le escuchaba mucho hablar, no intervenía o no entendía nada de lo que a su alrededor ocurría. Esta es una de mis historias inconclusas que viví en San Pedro, si no es, a la que más le faltaría tener un fin.

Siempre estuve ligado familiarmente a Brasil y si bien cunado niño no hablaba el idioma, era normal que lo escuchara en mi casa, en especial a mi padre que sin ser cantor, cuando se afeitaba o tomaba una ducha, entonaba alguna canción en portugués:

“Oi, Chiquita Bacana lá da Martinica

Se veste com uma casca de banana nanica”

O esta:

“Você pensa que cachaça é água?

Cachaça não é água não

Cachaça vem do alambique

E água vem do ribeirão”

Y también esta:

“Bandeira branca, amor

Não posso mais

Pela saudade que me invade

Eu peço paz”

Días después mi amigo Maffini, que tiene amigos y parte de su familia en San Pedro, me escribe contándome algunos detalles que había podido averiguar. El brasileño que estuvo asilado no había sido un militar sino que un conocido político brasileño, el Ingeniero Leonel Brizola, ex alcalde de Porto Alegre y ex Gobernador del Estado de Río Grande do Sul. El golpe de estado acaecido en 1964 derrocó al Presidente de Brasil, João Gulart; Brizola casado con la hermana de Gulart, era diputado por el hoy desaparecido Estado de Guanabara y mano derecha del Presidente, en que ambas personalidades tuvieron que buscar refugio en Uruguay. Goulart se instaló en San Fernando de Maldonado, mientras que Brizola lo hizo en San Pedro del Durazno.

Cuando volaba en PLUNA – me contó Maffini –, tuvo oportunidad de llevarlo como pasajero a Río de Janeiro, después de que Brizola dejara de ser gobernador de ese Estado por segunda vez.

Lo que me había contado Maffini sobre Brizola ya lo sabía; él era brasileño pero no era un general, puede que en el pueblo la gente, confundida por el golpe de estado protagonizado por militares, se dijera que lo era. Fui conciente de lo sucedido entonces cuando me hice adulto, cuando Brizola cobró popularidad nuevamente en la política de su país y por su relación con el nuestro, derivado de su asilo político años antes. Luego accedió al cargo de Gobernador de Río de Janeiro, en las décadas de los 80 y 90 y la prensa se hacía eco de las noticias que lo involucraban. Por todo eso, pienso que nunca relacioné a aquellos niños al apellido Brizola.

Fueron muchos años los que pasaron sin contar a nadie lo poco que recordaba de aquello y muy corto el tiempo pasado en que me enteraría de infaustas noticias.

Continúa Maffini, más adelante en su carta: “Brizola debía ser un poco mayor que tu padre y su hija, Neusinha, nacida en 1954, ya falleció.”

Esto confirmaba mi apreciación de que ambos deberíamos tener la misma edad cuando nos conocimos. Ella era apenas tres meses mayor que yo. Lamenté el haberme enterado de esa luctuosa revelación que hacía mi amigo.

Mientras no lo supe cobijaba una remota posibilidad de encontrarla y poder establecer algún tipo de relación con ella. Confiaba en que los adelantos tecnológicos del mundo en que vivimos, de la comunicación instantánea, donde la Internet ha empequeñecido la dimensión del planeta y la idea de los “seis grados de separación” propuesta por Friges Karinthy no ha perdido vigencia, me lo permitirían. Igualmente, ya  no será posible.

De repente los recuerdos se hicieron nítidos y se volvieron tristes.

Anoche tuve un sueño en portugués. Fue en blanco y negro.

Junio, 2021.

 

* ¡Ojalá que todo hubiese sido mentira para ti!

 

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