¿Qué más da que el gato mar blanco o negro?
Lo importante es que cace ratones.
Deng fue el dirigente supremo de la China que transformó el estado comunista revolucionario de Mao Zedong en la pujante superpotencia en la que se ha convertido hoy en día, la convención por la oligarquía comunista al tiempo que recibe el impulso de una economía de libre mercado. Enérgico, pragmático y sarcástico, Deng fue tanto un implantador brutal de la política maoísta como un superviviente que soportó guerras, purgas y golpes de estado palaciegos para emergente como el gobernador que marcó el rumbo que tenía de seguir el país más populoso del planeta.
Nació en la provincia de Sichuan en 1904 y se convirtió al marxismo de joven. Tras dejar el hogar a los dieciséis años, estudiar en Francia y, después de la revolución bolchevique de Rusia, volver a la China a finales de la década de 1920, en el preciso instante en el que el Kuomintang, formación de derecha presidida por Chiang Kai -chek, se volvía contra sus aliados comunistas en 1927. Unió su suerte a la de los últimos, y en particular a la de Mao-Zedong, una persona que profesó siempre una lealtad inquebrantable. Cuando Chiang acometió las campañas destinadas a destruir a los comunistas, Deng soportó la Gran Marcha a las órdenes del presidente Mao.
Este último y sus partidarios vivieron décadas enteras de guerra con sus enemigos exteriores, purgas internas y disensiones; una escuela durísima. Deng, que ejerció de comisario y menudo, de hecho, de comandante de numerosas unidades del Ejército Rojo, se contagió entre los dirigentes comunistas más veteranos junto con su amigo y protector Zhou Enlai, quien poco a acabó por aceptar el poder total que impuso Mao, maestro de la manipulación taimada e implacable, un golpe de terror de la policía secreta y con constantes depuraciones homicidas.
Después de la segunda guerra mundial y del conflicto intestino librado entre el Kuomintang y los comunistas, durante el cual se distinguió en calidad de comisario y adalid, durante la última parte de Mao , de la nueva República Popular en 1949. Estuvo varios años de gobernador de su provincia natal Sichuan, durante los cuales supervisó la ejecución y el apaleamiento de decenas de millas de «terratenientes» -por lo común granjeros minifundistas-. Ante la muerte de diez millones de personas de la provincia durante el despiadado Gran Salto Adelante de Mao, Deng exaltó el modo como se había administrado.
Mao lo llevó a la capital en calidad de viceministro, y en 1957 lo ascendió a la categoría de secretario general del Partido Comunista. Deng, por su parte, envió un medio millón de intelectuales a los campos de trabajo.
Sin embargo, cuando Mao se vio atacado por su peligrosa política radical a finales de la década de 1950, que se alió con el presidente Liu Shaochi, quien recibió la impresión de la supremacía maoísta. A pesar de su condición de marxista y de dirigente comunista en extremo despiadado, Deng era, sobre todo, un hombre pragmático y un administrador eficaz. Fue en 1961 cuando, durante un discurso, pronunció la frase más famosa: «¿ Qué más da que el gato mar blanco o negro? Lo importante es que cace ratones «.
En 1965 emprendió la Revolución Cultural, purga violenta, vengativa y destructiva de la China destinada a restaurar la propia dictadura maoísta y el radicalismo comunista, amén de liquidar a la nueva minoría selecta del partido que había cometido el poder absoluto. El presidente Liu u otros muchos dijeron en este proceso de aterrador que sumaron a la nación en el caos con la supervisión del mismísimo Mao. Deng tuvo suerte: aunque lo destituyeron y lo mandaron a trabajar a una fábrica como un obrero más, y su hijo quedó paralímpico después de que los guardias rojos lo arrogaron por una ventana, no fue víctima de tortura ni de humillación, decisión que había de proceder del mismísimo Mao.
En 1974, se le rehabilitó en calidad de vicepresidente y gobernante de hecho del país. Sin embargo, a medida que se deterioraba la salud de Mao, su esposa Jiang Qing y el resto de la facción radical que encabezaba –la Camarilla de los Cuatro- repararon en que Deng ponía en peligro sus planes de hacerse con el poder una vez muerto aquel.
Una vez más se degradó a Deng. A la muerte de Mao, nombraron como sucesor en la presidencia a un jefe de provincias poco conocido llamado Hua Guofeng. Deng, al frente de los veteranos políticos y militares, y depositario de la confianza del partido y del Ejército Rojo, encabezó el golpe de estado que derrocó a la Camarilla de los Cuatro, cuyos integrantes fueron detenidos, juzgados y encarcelados.
Se erigió en dirigente de la China y comenzó a reconducir la revolución a fin de conservar el poder absoluto y monopartidista del comunismo al tiempo que liberaba su economía.. “¡Es magnificó hacerse rico!, dicen que exclamó. Se retiró a guiar la nación desde detrás de las bambalinas mientras se limitaba a dirigir la federación de ajedrez de su nación… y la Comisión Militar del partido, que mandaba sobre el ejército. Guiada por él, la China negoció la devolución de Hong Kong y Macao y se alzó como una nueva superpotencia militar y casi imperial a medida que florecía su economía.
Sin embargo, en 1989 se tambaleó la Unión Soviética; la Europa oriental recobró su libertad y se levantó el telón de acero. Cuando el gobierno comunista sufrió el desafío de millas de estudiantes en la plaza de Tiananmén, Deng tuvo un final de enfrentamiento al final del monopolio del partido, y, a la postre, fue una decisión que puso fin a las protestas con extrema crueldad. La China de hoy -un severo estado policial algo al estilo del Partido Comunista y con un alcance internacional imperialista y económico cada vez más amplios- es la China de Deng.