El factor Convención Preliminar de Paz de 1828
La Convención, como instrumento jurídico, es un producto directo de la mediación inglesa. La guerra y otros intereses que los perjudican deciden a Canning el envío en 1826 de Lord Ponsonby, poseedor de una mente ordenada e inteligente observador de la situación aprovecha el estancamiento militar de la guerra para lograr que el Brasil y las Provincias Unidas firmen el tratado de paz de agosto de 1827.
Deducido el interés británico en la cuestión y más allá de la circunstancia histórica, su firma significó un acto no deseado para el Imperio de Brasil y las Provincias Unidas, pero con una diferencia importante. La Confederación Argentina sentía como muy poderosa la fuerza de una unión sustentada en el origen común y en esta circunstancia histórica, el apoyo popular con que contaba la cruzada libertadora, no solo en Buenos Aires sino también en las demás provincias tan cercanas la federalismo de la liga. En cambio, el emperador del Brasil defendía la causa de su posesión hasta por razones de dignidad personal y de prestigio imperial más allá de los intereses económicos y políticos que naturalmente constituyen razones de poder.
Las indefiniciones que aparecen en la Convención, sus capítulos abiertos sobre las posibilidades de intervención por un plazo de cinco años son demostrativas de la conservación de sus futuras aspiraciones. Sin embargo, surge una declaración del controvertido diplomático argentino de la época firmante de la Convención D. Manuel J. García sobre la aspiración independentista oriental: “…que la Provincia Oriental debía dejarse librada a sí misma, pues era hostil a toda dominación, y no era el caso de acometer una empresa bélica sin más fin que el de favorecer a los orientales, que no tardarán en repetir lo que hicieron en 1815. Después de darle la libertad, nos arrojaron de su territorio con el triunfo de Arerunguá y Guayabos.” (E. De Salterain y Herrera citando a Blanco Acevedo).
Manuel Dorrego, responsable del gobierno de Buenos Aires y de las relaciones exteriores de las provincias Unidas, intentará hasta último momento revertir la situación militar apoyando opositores rebeldes de Río Grande con la finalidad de reintegrar la provincia Oriental al seno de la Confederación. Sin embargo, hacia inicios de 1828 prevaleció la vía diplomática con la fuerte presencia de la mediación inglesa al debilitarse la solución militar por falta de recursos y los problemas internos que afectaban al emperador de Brasil. La propuesta de paz se impone como la mejor solución. Lavalleja, representante político y militar del futuro Estado, recibe una misión diplomática británica a cargo de Mr. Fraser y aprueba lo laudado.
Múltiples interpretaciones se expresan sobre la Convención Preliminar de Paz y su verdadero alcance; realizar una lectura entre líneas que denotan imperfecciones como instrumento jurídico; de hecho los orientales seguirán bregando por fijar los límites de su territorio y consolidar su independencia política. Sin embargo, su alcance se inscribe dentro de la realidad que denuncia Juan Zorrilla de San Martín: “Se firmó entonces eso que ha dado en llamarse tratado de paz, y que de todo tiene menos que de tratado, como no es otra cosa que la sentencia definitiva de la guerra. Pero la verdadera no la hizo el Brasil con las provincia Unidas, ni viceversa, bien que sean el Brasil y las Provincias Unidas las potencias signatarias del documento. La hicieron todos con la fuerza de las cosas, con su realidad intrínseca; la pactaron con la verdad que todos sentían, de mucho tiempo atrás: los orientales no eran ni argentinos ni brasileños; ni querían ni podían serlo, pese a todas las formas, simulacros, violencias y mentiras, a todos los arbitrios de la simulación, como dicen los negociadores”.
El patriótico esfuerzo de los orientales era recompensado por los alcances jurídicos de la Convención. El Gobierno Provisorio ejercía sus funciones en Canelones mientras que en Montevideo aún permanecía bajo jurisdicción imperial. Una vez conocido el texto de la Convención Preliminar de Paz, la prensa montevideana publicaba un editorial sobre el resultado del acuerdo: “…ocuparse de la felicidad del nuevo estado, meterse y sostener su independencia, su integridad y el orden público, prestando apoyos legales al Gobierno Legal. Esta es la obra de una política generosa y grande […] La República Argentina confió en la virtud de los Orientales; el Imperio ha acabado por reconocerla. La amistad de estos dos poderes ha levantado un monumento a la reconciliación; y en este monumento es la República Oriental. Venturosos hijos de un suelo tan disputado”. (Observador Oriental).