Siguiendo las enseñanzas de Immanuel Kant (1724-1804), la filosofía de la Europa del siglo XIX se fue volviendo cada vez más idealista. Aunque los filósofos seguían discrepando unos con otros en casi todo, se aceptaba la idea de Kant de que nuestro conocimiento del mundo de los fenómenos –o de las apariencias- iba progresando hacia la ciencia.
Uno de los principales sucesores de Kant fue el filosofo alemán Georg Hegel (1770-1831), que desarrolló la teoría de la dialéctica, en la que sintetizaban conceptos opuestos (tesis-antítesis-síntesis). Dos interpretaciones distintas de la obra de Hegel dieron lugar a dos escuelas: los Viejos Hegelianos que aceptaban las ideas de Hegel sin discusión, y los Jóvenes Hegelianos, que deseaban continuar la revolución de las ideas utilizando la dialéctica de Hegel. Los alemanes Ludwig Feuerbach (1804-1872) y Karl Marx (1818-1883) fueron los más influyentes de los Jóvenes Hegelianos.
Hegel quería haber reconciliado la filosofía con la religión en su obra Idea de la mente absoluta (1807). Pero para Feuerbach, partidario de la filosofía empírica y materialista la religión era un ejemplo de alienación de la conciencia. Feuerbach creía que el hombre crea a Dios a su imagen y semejanza y después se postra a adorar a su propia creación. Este Dios es un ser humano idealizado, y al suprimir estas cualidades ideales en nosotros mismos y proyectarlas en un objeto religioso estamos alienándonos, alejándonos de nuestra propia esencia. Feuerbach consideraba que la religión era un reflejo del modo en que está estructurada la sociedad, pero parecía conformarse con dejar la sociedad tal como estaba; en cambio, Marx quería transformar radicalmente la sociedad: “Lo único que han hecho los filósofos es interpretar el mundo de varias maneras; lo que hay que hacer es cambiarlo”. Marx tomó de Hegel el concepto de desarrollo histórico dialéctico, pero para él, las que se desarrollaban eran las sociedades y no el espíritu absoluto (Geist).
Hegel no fue el único filósofo postkantiano importante. El alemán Arthur Schopenhauer (1788-1860), contemporáneo de Hegel, pensaba que la realidad última no es el Geist (el espíritu absoluto) sino la voluntad. La obra de Schopenhauer influyó en el joven Friedrich Nietzche (1844-1900), que desarrolló el tema de la voluntad. Para Nietzche, la “voluntad de poder” es la fuerza motriz básica de la condición humana y de la filosofía. El psicoanálisis no sería lo que es sin la influencia de estos dos grandes pensadores.