Esto fue en el primer otoño de la guerra.
El muchacho -veinte años- era teniente; el padre, soldado, por no abandonar al hijo. En la Sierra dieron al hijo un balazo, y el padre le cogió a hombros. Le dieron un balazo de muerte. El padre ya no podía correr y se sentó con su carga al lado.
-Me muero, padre, me muero.
El padre le miró tranquilamente la herida mientras el enemigo se acercaba. Sacó la pistola y le mató.
A la mañana siguiente, fue a la cabeza de una descubierta y recobró el cadáver del hijo abandonado en mitad de las peñas. Lo condujo a la posición. Le envolvieron en una bandera tricolor y le enterraron.
Asistió el padre al entierro. Tenía la cabeza descubierta mientras tapaban al hijo con la tierra aterronada, dura de hielo.
La cabeza era calva, brillante, con un cerquillo de pelos canos alrededor. Con la misma pistola hizo saltar la tapadera brillante de la calva.
Quedó el cerquillo de pelo gris rodeando un agujero horrible de sangre y de sesos.
Le enterraron al lado del hijo.
El frío de la Sierra hacía llorar a los hombres.
FIN
Comentario
“En la sierra” es uno de los veinte relatos breves pertenecientes al libro Valor y miedo (1938) de Arturo Barea. Excepto este título, todos los demás están ubicados en la ciudad de Madrid durante los bombardeos de la aviación franquista y pueden ser considerados como documentos testimoniales, pues son verdaderas crónicas periodístico-literarias sobre el sitio de Madrid, ya fueran hechos vividos por el autor o que a él le fueron referidos por personas cercanas. El título alude a la valerosa lucha por seguir viviendo de muchos personajes, en su mayoría innominados, a pesar del miedo ante las amenazas y desgracias de la guerra.
“En la sierra” es el segundo “cuento cierto” al que aludíamos en el comentario anterior. Si Ramón J. Sender narraba un trágico suceso de la Revolución Asturiana de 1934, Barea cuenta en tercera persona otro no menos trágico de la guerra civil de 1936. Se trata de la versión brevísima y escueta, casi telegráfica -media página apretada-, de una intensa historia, con dos únicos personajes anónimos, padre e hijo, arrastrados irremisiblemente por la violencia desatada en el frente de combate de la sierra madrileña, en un frío otoño. El estilo es directo, de frases cortas sin rodeos, sin florituras. Y Barea remata su condensada tragedia con una frase que actúa como epifonema, “El frío de la Sierra hacía llorar a los hombres”, que vela delicadamente el verdadero motivo de las lágrimas de aquellos rudos milicianos.
Fuente: https://ciudadseva.com/texto/en-la-sierra