El Estado de California con 444.000 kilómetros cuadrados de superficie y 38 millones de habitantes -si se considera separado de los Estados Unidos-, representa la quinta economía del mundo. Pocos hablan de su capital, la ciudad de Sacramento, donde reside el Gobernador demócrata, mientras que la ciudad de Los Ángeles es por todos conocida. Con 18 millones de habitantes y una superficie de 90 mil kilómetros cuadrados (incluye a todas las poblaciones de su área), es una ciudad donde todo no parece tener límites. Su extendida área geográfica dominada por edificaciones poco elevadas, sus amplias aerovías donde millones de autos la transitan todos los días las veinticuatro horas, la fuerte presencia latina donde el español se habla tanto como el inglés, la amplitud de etnias que transitan sus calles, donde un edificio con extrañas paredes cúbicas esconden juiciosamente pozos petrolíferos. También llama la atención que en 1781 la fundara el gobernador español de California, Felipe de Neve, con el nombre de “El Pueblo de Nuestra Señora de Los Ángeles de Porciúncula” y que hoy en día sus habitantes prefieran llamarla “LA”. Por otra parte, aunque muchos se resistieran a la construcción de “rascacielos”, hoy día, y a partir del presente siglo, un “boom” de altos edificios enriquecen visualmente su centro comercial y financiero haciendo agradable recorrer sus calles. Falta el otro ápice de su identidad: la industria del cine. Varias generaciones de todo el mundo han sentido el noble impacto del arte del cine y en ello Los Ángeles tiene mucho que ver. La ficción creada explicará el complejo fenómeno de la vida y despertará emociones. El músico de la foto, Beniamino Gigli, es un buen ejemplo. Lo bueno de Hollywood puede ser representado por el penetrante sonido de un violín.
De nuestro enviado especial Julio Díaz