En el reparto del África, el rey Leopoldo de Bélgica recibió el Congo como propiedad privada.
Fusilando elefantes, el rey convirtió su colonia en la más pródiga fuente de marfil, y azotando
y mutilando negros, brindó caucho abundante y barato a las ruedas de los automóviles que
habían empezado a rodar por los caminos del mundo.
Él nunca estuvo en el Congo, por los mosquitos. En cambio, el escritor Joseph Conrad si estuvo.
Y, en» El corazón de las tinieblas» su novela más famosa. Kurtz fue el nombre literario del capitán
León Rom, oficial distinguido de la tropa colonial. Los nativos recibían sus órdenes en cuatro patas,
y él los llamaba bestias estúpidas. A la entrada de su casa, entre las flores del jardín, se alzaban
veinte picas que completaban la decoración. Cada una sostenía la cabeza de un negro rebelde.
Y a la entrada de su oficina, entre las flores de su otro jardín, se alzaba una horca que la brisa
balanceaba.
En las horas libres, cuando no cazaba negros ni elefantes, el capitán pintaba paisajes al óleo,
escribía poemas y coleccionaba mariposas.
Eduardo Galeano. Espejos. Una historia casi universal.