Después de la batalla (de Quebracho Herrado) me acuerdo que el coronel dio orden de enterrar a los muertos. El sargento Saldívar y ocho soldados se encargaron de la macabra operación. Me acuerdo que le dije a Saldívar: “Pero oiga, sargento, que algunos no están muertos y ustedes los entierran lo mismo. Escúcheles quejarse”. Y el sargento me contestó: “Si usted les va a hacer caso a ellos, ninguno estaría muerto”. Y siguió, no más, con la tarea. Por esa salida lo ascendieron a sargento mayor.
FIN