Para Marx el control de los medios de producción es la base sobre la que se asienta la dominación política e ideológica de las dos clases sociales: la clase explotadora dominante y la clase trabajadora dominada. Siguiendo este razonamiento según él se pueden ver históricamente la sociedad antigua de amos y esclavos, la sociedad feudal con señores nobles y siervos; y la sociedad capitalista con la burguesía y el proletariado. Durante siglos fue la religión el factor justificativo de las diferencias sociales: así lo había determinado Dios quien confirió poder divino a reyes y nobleza.
Weber considera que hay clases intermedias y según él el fenómeno más visible del capitalismo es el surgimiento de una nueva clase social compuesta por los trabajadores de cuello blanco (técnicos, intelectuales y profesionales) que constituirían las clases medias en conjunto con la pequeña burguesía de comerciantes, artesanos y otros trabajadores independientes.
Weber también menciona el surgimiento de los partidos políticos, que son la base de la democracia. Con ellos, el “poder político”. Se fue desarrollando una verdadera “casta” privilegiada: sueldos altos, viáticos, dádivas, choferes, secretarios, locomoción paga, viajes, fiestas, congresos, y hasta tarjetas corporativas. Sin rendir cuentas de nada, por supuesto. Son la nueva nobleza, los nueves reyes y duques, justificados no por el poder divino, sino por la democracia, el voto del pueblo.
Los partidos políticos son grupos que representan intereses y que están específicamente involucrados con el ejercicio, la influencia y el poder, buscan tomar el control del Estado y del gobierno para tomar decisiones en favor de sus miembros o sea de sí mismos.
En nuestro país, hasta hace algunos años, la forma de “ascenso social” era la educación. Gracias a la gratitud de la enseñanza formal, el acceso a carreras terciarias era una vía – sacrificada – para obtener mejores posiciones ocupacionales con mayores remuneraciones. De ahí aquello de M” hijo el dotor (Florencio Sanchez). Pero en los últimos años esta opción se ha ido devaluando: la educación pública deteriorada y desestimulante, la alta competencia, muchos años de estudio, esfuerzo y sacrificio, parecen no compensar ya que hoy en día no está tan clara la relación entre una mayor educación y ascenso social.
Surge una vía más fácil y directa: el comité de base, el activista social, el sindicalista. Sin estudios ni preparación ninguna. Sin necesidad de dar exámenes. Basta con hacer un poco de ruido y empujar para integrar alguna lista política y con suerte ya pasar de tomar mate y opinar con al clásico “me parece”, a ocupar una banca o un carguito de privilegio con todas las prebendas señaladas.
No importa si los compañeros no son aptos, son corruptos o tan sólo toman café. Están “santiguados” por la democracia. Esa nueva religión que no se puede criticar, porque si alguno de los “nabos” que pagamos nuestros impuestos para que ellos disfruten, se nos ocurre pedir explicaciones o señalar desvíos, enseguida salen “a coro” los miembros de la clase política a señalar que no se puede poner en peligro la “institucionalidad” ni atentar contra la democracia.
Lo vimos ahora con el silencio cómplice de todos los partidos ante la renuncia del Vicepresidente. No hagan ruido.
¿Será que están cuidando la democracia o defendiendo su silla?
Bartolomé Markoni