FELIZ 2019 deseamos a todos y todas (o todes?) los visitantes de este sitio.
No se angustien demasiado por estas Fiestas, es sólo una noche, ni siquiera eso…un rato… tan solo un momento. La ilusión de la infancia y la magia de los regalos de Papá Noel quedaron atrás. El recuerdo de los seres queridos que no están, aflora inexorablemente.
Pero esa nostalgia no es lo más importante. Lo trascendental, la esencia, lo que perturbó durante siglos a los grandes pensadores de la humanidad, la verdadera angustia…está en con quien celebrar esa noche.
Muchos se preguntarán por qué tienen que pasar Noche Buena o Fin de Año con familiares o allegados a quienes no han visto en todo el año, con quienes no tienen ningún vínculo en común más allá del otorgado por el grado de parentesco, o con quienes incluso detestan.
No son los primeros en plantearse estas dudas existenciales. Desde hace mucho tiempo los grandes filósofos y sabios de la Historia se cuestionaban estas cosas. En la Antigüedad Aristóteles, Sócrates y Platón, luego Descartes y Spinoza en la Edad Media, y más recientemente Nietzsche entre otros, se preguntaron por qué el hombre – ser humano – debía cenar en estas fechas con quien no deseaba. ¿Y la libertad? Se cuestionaba Kant. ¿Qué fuerza misteriosa del Universo empujaba a las personas a reunirse con sus enemigos? ¿Cuál es la razón – decía Descartes – por la que deseamos el mal durante todo un año, pero al llegar estas fechas nos dejamos envolver por una nube de virtud, y brindamos promocionando el bien? No dejamos de mandarnos mensajes de amor, paz y deseos de felicidad bajo la modalidad de un cliche común, vacío de contenido real.
Dos grandes preguntas dominaron los debates filosóficos en la Historia. Discusión que continúa hasta nuestros días…
La primera: ¿debemos reunirnos con quienes vemos asiduamente durante el año, personas que queremos, respetamos y apreciamos? O ¿debemos seguir las leyes universales que dictan abrazarse con quienes no vemos nunca, no nos inspiran sentimiento alguno, no tenemos valores comunes, no los queremos, pero son, al fin y al cabo, nuestros familiares directos o indirectos?
Esta primera pregunta no es tan fácil de resolver. Intervienen muchos factores que alteran tu libre albedrío. Sin dudas la voz de tu pareja, el principal. Pero también las decisiones de los otros quienes haciendo uso de su propio libre albedrío condicionan la tuya. Así por ejemplo mi hijo iba a pasar con los padres de mi nuera, pero éstos arrancaron para otro lado; mi hija hacía lo propio con sus suegros pero finalmente respondió al llamado de mi ex esposa (¡qué decir si hay divorciados!). Mi hermana va a pasar con mi hermano aunque no se habla con mi cuñada. Mi otra hermana voló a Europa siguiendo a su hija. Yo de costumbre pensaba pasar con mis suegros pero éstos resolvieron acudir al llamado de mi cuñado que decidió pasar en el este. Ni mencionar la clásica “tía” de la familia que el gobierno y los sindicatos condenaron a pasar sola, entre la ausencia de transporte y la ley de tolerancia “cero” que borró los voluntarios de manejar. También participan los perros en la toma de decisiones pues para algunos amos (y amas) los canes sufren si quedan solos ante el estremecedor sonido de los petardos.
La segunda pregunta que desvelaba a los grandes filósofos era sobre los manjares a degustar y a quién correspondía hacerse cargo. ¿Corresponde comer lechón, cordero, y otros banquetes o una simple cena austera como el pan de Cristo? Ni hablar de la bebida porque el champagne es muy caro… Esta cuestión de difícil resolución, está íntimamente ligada a la sabiduría para desligarse de las compras y la cocina. Desde antaño existe el popular “vivo” que concurre con un pan dulce o con una botella de vino barato, como si nada… Por eso hoy en día hay familias que comen pan y salame pero le llaman “picada” para que tenga glamour… Otras, ya no ponen más la casa para no asumir toda la responsabilidad.
Cuestiones no resueltas. Por eso lo del comienzo. No se angustien. Tengan paz interior. Lo demás es una noche, un rato, un momento.
¡Salud!