La caída de la URSS, y su posterior desmembramiento, ha sido también el quiebre de una filosofía de la historia, el marxismo, en sus distintas líneas y obediencias. Ha sido invalidada la pretensión del marxismo de poseer la clave de la lógica de la historia, de monopolizar la capacidad de guiar los dinamismos secretos. La caída de la URSS significó, inevitablemente, poner en paréntesis la validez de todos los marxismos existentes, que se intentaron en el plano histórico, ligados o no a la Unión Soviética.
Por tanto, se exigía a los marxistas una puesta de discusión, radical, profunda, verdaderamente crítica de sus fundamentos epistemológicos (cognitivos); en suma, que quienes se consideraban los verdaderos críticos de los dinamismos históricos, ahora se criticaran a sí mismos, y no urgidos por las objeciones de los adversarios sino por pura y simple asunción de la realidad, Era un deber para toda la izquierda marxista comprender, explicar, volver a sentar las bases de una acción política. Discernir entre lo que quedaba en pie del pensamiento de Marx y aquello que estaba irremediablemente muerto. Desafortunadamente, esta exigencia inherente a la intensidad de la caída no fue correspondida como hubiera sido necesario.
No es fácil; cuando un pensamiento tan poderoso como para determinar casi todo un siglo, el XX, tan persuasivo como para instalarse en el corazón de generaciones y generaciones, y de una autoridad tal como para dar forma a la estructura de un Estado, no es fácil tener la honestidad y la estatura intelectual suficientes para repensar las cosas con la profundidad que merecen. No existen hoy gigantes del pensamiento que se destaquen sobre la línea del horizonte y pongan las cosas en su lugar. Es una tarea que queda pendiente. Y en la medida que permanece inacabada cuestiona el uso y la legitimidad futura del marxismo.
Sin adentrarse en la vía de una autocrítica histórica radical del marxismo continuará vagabundeando por los caminos de la historia contemporánea, con una palidez mortal.
Extractado de: Methol Ferré-Metalli, “La América Latina del siglo XXI”