Los orientales del éxodo, en resumen, formaban el núcleo de una nación independiente.
El ejército portugués, huelga decirlo, no compartía estos sentimientos. No estaba dispuesto a retirarse de la Banda Oriental y ni Buenos Aires ni Montevideo podían forzarlo a hacerlo. La única potencia capaz de influir en la política portuguesa era Gran Bretaña, de cuya alianza Portugal dependía para sobrevivir en la guerra contra Francia. Gran Bretaña era también aliada de España y tenía que apoyar la posición española en el Río de la Plata manteniendo a los portugueses a raya, en parte para preservar la alianza antifrancesa, en parte para proteger el comercio británico en la zona. El secretario británico de asuntos exteriores, Castlereagh, aclaró que quería “la evacuación incondicional de todas las posesiones hispanoamericanas” por parte de los portugueses, y esto reforzó la posición de Lord Strangford, el ministro británico en Río de Janeiro, en sus tratos con el gobierno portugués. Forzó a los portugueses a aceptar los términos del armisticio con Buenos Aires y a sacar sus fuerzas de la Banda Oriental. En este caso, como en otros, los intereses británicos coincidían con los de los patriotas. Porque la Banda Oriental en sí no fue incluida como parte en el armisticio: de este modo, la evacuación portuguesa abrió el camino al retorno de los patriotas. Pero éstos pronto se encontraron con que el terreno no era suyo y que continuaban siendo desafiados por las fuerzas de Buenos Aires. En 1813 artiguistas y porteños asediaban Montevideo, que estaba en poder de los españoles. Fue una difícil alianza.
En Buenos Aires mandaban los centralistas, y eran aquellos quienes controlaban la Asamblea Constituyente de las Provincias Unidas que se celebró a principios de 1813. Esta institución ordenó a la Banda Oriental reconocer su soberanía y enviar representantes. Los orientales se opusieron. El propio Artigas estaba fuertemente influido por la experiencia constitucional de Estados Unidos; era también consciente de las implicaciones que para las economías locales tenía el centralismo porteño. Abogaba por la autodeterminación para cada provincia individual; éstas se aliarían en una laxa confederación que con el tiempo quizás convirtiera en una federación real. Pero el punto de arranque era una autonomía provincial. Las otras provincias del litoral compartían estos sentimientos y se alinearon con Artigas. Como era más capaz que los otros caudillos y ya dirigía un movimiento de liberación, se convirtió en el portavoz reconocido de la resistencia provincial contra el centralismo porteño. Él y sus compañeros orientales platearon su posición en las “Instrucciones” que fueron debatidas en un congreso local y llevadas por los diputados de la provincia oriental a la Asamblea Constituyente. Mantenían una línea más militante antiespañola que la de Buenos Aires: pedían una declaración formal de independencia para la Provincias Unidas y redactaron una declaración en este sentido para la Provincia Oriental. Pero el tema crucial era la organización política. La “Instrucciones” afirmaban la soberanía independiente de la Provincia Oriental, que retendría todos los poderes no expresamente delegados en un gobierno federal; y además pedían gobiernos separados para todas las provincias.
Las “Instrucciones” de 1813 eran el proyecto de un sistema en el cual las provincias tendrían plena soberanía; ésta incluiría la autonomía económica y también el poder de reclutar sus propios ejércitos. El armazón federal sería extremadamente débil, y el gobierno central despojado de todos los medios de controlar a las provincias. No era éste un verdadero federalismo, Reduciría al Río de la Plata a una aglomeración de miniestados gobernados por insignificantes caudillos y estancados en su propia incapacidad, como en realidad ocurrió en los años de anarquía de 1819-1820. El futuro de Argentina no iba en esa dirección, ni en la de un rígido centralismo. La actitud de Buenos Aires no era esperanzadora. La Asamblea Constituyente rehusó aceptar a los diputados orientales. Ello pareció confirmar toda la tesis de Artigas. Entonces se retiró del Sitio de Montevideo y, mientras Buenos Aires lo declaraba un proscrito, dedicó su atención a consolidar la independencia política de la provincia y a levantar en armas a la totalidad del litoral contra Buenos Aires. Montevideo se rindió a las fuerzas de tierra y mar de Buenos Aires en junio de 1814. Pero con Artigas en abierta oposición y con elementos en Montevideo cooperando con la revolución exterior, ¿Qué podía hacer Buenos Aires en la Banda Oriental? Alvear consideraba que una nueva monarquía o un protectorado británico eran preferibles a la anarquía federalista; pero estos desesperados e infructuosos planes tan sólo resaltaban la bancarrota política del régimen porteño. Como alternativa podía abandonar una insostenible posición, evacuar Montevideo y entregarlo a Artigas. Esto fue lo que ocurrió en febrero de 1815.