RAÍCES ARTIGUISTAS EN LA IDIOSINCRACIA DE LA NACIÓN ORIENTAL

Juan Pivel Devoto recogiendo un pensamiento de Renan sobre el concepto de nación en el cual señalaba que es un plebiscito de todos los días en cuanto a su construcción, expresa que nuestra definición como nación se inició con el éxodo oriental (Clemente Frigerio  en la segunda mitad del siglo XIX reivindica a Artigas instalando el vocablo “éxodo” en la historiografía oriental), constituye nuestro primer plebiscito en un momento histórico de desamparo y desazón.

¿Cómo se construye una nación? Son los hechos históricos que dejan profundas huellas. Un surco en el corazón de los habitantes de un territorio. Un líder, el caudillo cuyo carácter es reconocido por su capacidad de discernir la realidad y mediante la acción lograr los objetivos que se propone una comunidad. En ese camino en necesario establecer con claridad las ideas por las cuales se lucha en un emprendimiento de vida o muerte. José Artigas con el manejo de un vocabulario sencillo y transparente, recoge en 1813 los que la historiografía distingue como el “Pacto del Yí”, al afirmar que “la soberanía particular de los pueblos” constituye la columna vertical de su pensamiento al declarar como “objeto único de la revolución”.

Ha definido su pensamiento político compartido por todos los orientales que lo han designado su jefe político y militar. El principio se mantiene como una estrategia que permite hacer permanente un legado histórico, aún más allá de su aspiración de concretar sus ideales federales. Eduardo Acevedo con la claridad de los grandes historiadores señala con precisión que una sola cosa no hizo Artigas: declarar la independencia de la Provincia Oriental. No pasa desapercibido la permanencia en todas las generaciones de orientales los principios enunciados en las Instrucciones del año XIII, fundamento esclarecedor del futuro de la nación.

Coherencia, oportunidad y consecuencia son tres vocablos que explican el objetivo de “la soberanía particular de los pueblos”. De raíz hispánica, los cabildos sintetizan el concepto democracia institucional; allí está presente la voluntad popular a través de la representación asumida por los integrantes de una comunidad que por extensión se traslada a un territorio nación. El cabildo es la más genuina representación de libertad y democracia donde el uso de la tierra tiene una finalidad evidentemente social y en caso de la campaña oriental el fin de arraigar a esa clase plural que la habitaba. Son los documentos del Cabildo los que trasuntan los valores de la justicia, de la economía como instrumento de desarrollo humano.

El Reglamento de Tierras de 1815, aunque pueda tener un sesgo de arbitrariedad, aplicará el derecho hispánico para confiscar tierras de los “emigrados, malos europeos y peores americanos”. Como lo confirmara Dámaso Antonio Larrañaga, fueron medidas resistidas por sectores de hacendados”.

Esfuerzo, maestría y sesos” son, según el rey español Alfonso el Sabio, los atributos de caudillo representados en este caso en José Artigas, los que permiten a la colectividad oriental –intuitiva y desorganizada-, adquirir la conciencia de nación, paso previo para lograr su destino, primero de autonomía y más tarde de independencia. La personalidad aglutinante de Artigas también atraerá a su causa a un sector importante de hacendados ricos, cultos; a eclesiásticos probos y, sobre todo, en el criollo pobre, gauchos, charrúas, guaraníes, afroamericanos provocará una “alucinación” motivadora para la causa emprendida.

República, Democracia, Autonomía Provincial sobre una base Federal fueron los cimientos del pensamiento político de la Revolución. Las raíces hispánicas estarán presentes por sus bondades institucionales de justicia y libertad, méritos destacados por el jurista Jiménez de Aréchaga. Artigas incorpora el influjo innovador norteamericano los principios democráticos,  republicanos y el federalismo, una apertura necesaria para conformar una Confederación, como paso previo de una Constitución Federal. Sin duda, una síntesis coherente, oportuna y ajustada a una realidad rioplatense.

Las Instrucciones del año XIII son, en realidad, un acta fundacional del futuro Estado. El perfil político de Artigas se pone de manifiesto: una vez más está presente el plebiscito de todos los días, fuerte eslabón documentado en el proceso de construcción de la nacionalidad; allí se invoca la soberanía particular de los pueblos, el pacto federal y sus diferentes grados de integración, la independencia del dominio español, la república como forma de gobierno, por primera vez los límites de la Provincia Oriental, el reconocimiento de su autonomía, un ejército propio, vínculos más justos del comercio interprovincial, la cuenca del Río de la Plata como una realidad geopolítica.

José Artigas promueve la necesaria organización provincial en el momento que la Revolución se encamina hacia los carriles institucionales con la conformación de una Asamblea General Constituyente. Logra conformar un Gobierno Económico de corta duración por razones exógenas y diversas medidas son encaradas: designación de jueces, elección de cabildos, designación de Pérez Castellanos para el fomento de la agricultura, la debida atención a la higiene y la salud, y un proyecto de Constitución provincial. Artigas construye la nacionalidad.

Consecuente con los principios enunciados, Artigas comienza la “marcha secreta” y a medida que crece su figura, la dirigencia porteña recela de su figura. Se manifiesta una necesidad de neutralizarlo, no son los principios de la Revolución los que están en riesgo sino los intereses de la oligarquía. Tiene el apoyo, una y otra vez, del pueblo de Buenos Aires, el respeto de José de San Martín, prohombre que profesa el interés de la “cosa pública”.

El Artigas militar comienza integrando el cuerpo de Blandengues, su mejor hora en Las Piedras, la escasez de medios humanos y materiales no le impide una sabia combinación de estrategia y táctica. Milicianos pobres, una población de la campaña apoyando con haciendas y caballadas, sangre derramada como huella profunda para asentar el espíritu nacional.

El autogobierno de la Provincia Oriental y el Protectorado de los Pueblos Libres, una dimensión regional para consolidar las ideas federales, el tratado de comercio con Inglaterra, las patentes de corso marcando su presencia en el ámbito gubernamental del Presidente norteamericano cuando una comisión del Congreso visita el Río de la Plata y los documentos que recogen con justicia la integridad de su persona. Es su mejor hora de logros y prestigio. Cuando el invasor portugués añade otro frente de lucha cercena su ambicioso proyecto.

1820 marca el fin de la “Patria Vieja”, el Paraguay el destino final de este hombre que pretendiendo horizontes regionales más amplios con su idea de una Federación, fue por el rigor de los hechos históricos el mayor constructor de un Uruguay independiente. Una institucionalidad en base a principios democráticos y republicanos, la justicia en base a los principios del Derecho, la cultura como instrumento de desarrollo humano, la felicidad pública como objetivo supremo. Una leyenda negra para acallar su prestigio y el tiempo para ordenar la verdad histórica. Francisco Bauzá, Isidoro de María, Clemente Frigerio, Eduardo Acevedo, Zorrilla de San Martín y tantos otros para investigar y escribir, y en1950, en el centenario de su muerte, llegar a la conclusión que cuanto más se lo estudia, mayor es el convencimiento de los historiadores sobre la  justa dimensión de su figura. Quienes legitiman tal aserto son las generaciones de uruguayos, quienes a través del tiempo construyen la memoria colectiva como signo de identidad nacional.

 

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