El Brasil portugués – 1ª entrega

Portugal

En comparación con la vecina Castilla, Portugal era un pequeño reino, con unos recursos económicos y demográficos moderados., Sin embargo, por espacio de más de tres siglos este país había explotado y mantenido un imperio colonial que abarcaba desde el Asia oriental hasta Brasil. La historia de tal éxito puede explicarse al menos en parte por la naturaleza del propio desarrollo histórico de Portugal.

A pesar de su pequeño tamaño y de su relativamente temprana unificación, los sentimientos localistas eran en Portugal al menos tan fuertes como en el resto de la península Ibérica. En parte se debía a la existencia de verdaderas diferencias económicas y geográficas. El Portugal al norte del Tajo era una tierra de viñedos, pequeñas propiedades y, en algunos lugares, una gran densidad de población para los recursos disponibles; es decir, un permanente caldo de cultivo para la emigración. El Portugal “mediterráneo” del sur tenía sus propias tradiciones, y se caracterizaba por la existencia de grandes latifundios y rebaños de diversos ganados, con unos pueblos blancos que daban testimonio de la herencia mora. No obstante, ambas regiones compartían una larga tradición marinera y pesquera. En los pequeños puertos de Algarve, su región más meridional, los marineros aprovecharon la destreza y técnica adquiridas en las rutas marítimas del Atlántico y del Mediterráneo para desarrollar unas técnicas marítimas que le serán de gran ayuda en la expansión ultramarina. Con un tipo de población más disperso que de otras regiones, esta zona era el centro de la industria azucarera interna de Portugal durante el pequeño período de su florecimiento, así como la que empleaba más esclavos negros en la agricultura.

Tanto en el siglo XV o en el siglo XVI como en la actualidad, decir Portugal era decir Lisboa. Situada en el centro y sur de la costa junto a la desembocadura del Tajo y de uno de los mayores puertos del mundo, Lisboa dominaba la vida política y comercial de la nación. Rica en historia ininterrumpida desde los tiempos de los fenicios, Lisboa era, hacia el año 1500, la capital indiscutida de Portugal y una de las mayores ciudades de Europa. En la península Ibérica, sus únicas competidoras eran Sevilla y Barcelona. Sus funciones comerciales, administrativas y políticas atraían a una variada población urbana y convirtieron a la ciudad en un centro cosmopolita. Sus lazos comerciales con el norte de Europa, Italia y otras plazas de la cuenca mediterránea llevaron muchos extranjeros a la ciudad, entre los cuales, como no era ninguna sorpresa, los genoveses eran particularmente importantes. Marinos genoveses y expertos en asuntos marítimos pululaban por Portugal desde el siglo XII, y hacia el siglo XVI los italianos estaban sólidamente establecidos en su vida comercial. Su experiencia en el comercio y sus contactos desempeñaron un papel fundamental en las primeras expediciones portuguesas y en la creación del imperio marítimo portugués.

A pesar de la insistencia de los historiadores portugueses en señalar la originalidad de su nación, buena parte de la historia moderna de Portugal fue similar a la de otros reinos ibéricos. La reconquista dela tierra en poder de los moros, las luchas dinásticas, la repoblación de los territorios recién  reconquistados, constituyeron fenómenos generales, aunque el ritmo y la cronología de tales procesos fueran particulares. Debido en parte a las reducidas dimensiones de su territorio, la unificación política de Portugal se demostró relativamente sencilla. Un conflicto dinástico llevó a Juan de Avis al trono en 1385 con el apoyo general. Su victoria sobre el pretendiente de Castilla estableció la independencia de su receloso y gran vecino y colocó a un monarca a la cabeza del gobierno. También instaló en el poder los intereses comerciales de Lisboa y a los juristas procedentes de las universidades, que legitimaron la victoria y que proporcionarían la clase de administradores y burócratas del nuevo Estado. La temprana unificación del Portugal, combinada con la presencia de una activa casa real, unos administradores interesados en la extensión del poder real y unos comerciantes interesados en obtener beneficios, darían buena parte del impulso a las realizaciones ultramarinas portuguesas.

 

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