Francisco I de Francia proclamaba el derecho de sus súbditos a navegar por el “mar libre”, negando el pretendido derecho exclusivo de las coronas ibéricas sobre los territorios del Nuevo Mundo. En su nombre, el florentino Giovani Verrazano viajó hacia la costa atlántica de Norteamérica, en1523-1524, con el objetivo de encontrar el paso hacia Asia por el norte.; recorrió toda la costa desde la actual Carolina del Norte hasta la península del Labrador; fue el primero en denominar Nueva Francia a la actual costa canadiense, y el viaje tuvo un resultado positivo en cuanto a información geográfica y navegación, pero al no lograr su objetivo principal no se intentó de nuevo.
El conocimiento y experiencia de las antiguas pesquerías en los bancos de Terranova –obra de vascos, cántabros y bretones desde el siglo XV- incitaron a un marino de Saint Malo, Jacques Cartier, a iniciar una empresa más ambiciosa en 1534. En un primer viaje bordeó la isla de Terranova y reconoció la bahía del río San Lorenzo (nombre que él le dio). En su segundo viaje (1535-1536) penetró por el San Lorenzo hasta el poblado indio Stadaconé (actual Quebec) y, adentrándose por el cauce fluvial, estableció la colonia Mont Real (actual Montreal). Como ocurrió a menudo en la conquista española, las noticias indígenas de inmensas riquezas “más allá” traídas a Francia por Cartier, llevaron a Francisco I a financiar una tercera expedición más ambiciosa (diez naves y varios cientos de hombres) al mando de Cartier e inmediatamente detrás una cuarta al frente de La Roque, con una clara intención pobladora. Los expedicionarios se internaron profundamente en Canadá a través del San Lorenzo, pero el resultado fue una enorme decepción: la ausencia de riqueza, la dureza del clima y la hostilidad indígena hicieron que la mayoría muriera en la empresa, los pocos supervivientes fueron evacuados y la corona francesa, también por sus problemas internos, se olvidara de ella hasta fines del siglo XVI.
Los franceses, al mantener una guerra permanente con el emperador Carlos V, tuvieron otra oportunidad: el corso y la piratería. Desde 1523 (captura por el corsario Jean Fleury de la nave que llevaba parte del tesoro de la conquista de España a México) se multiplican los ataques a los buques españoles que regresan de América cargados de riquezas. Luego, en 1542-44 y en 1552-55, los corsarios o piratas Le Clerc y Jacques Sorés atacaron saquearon los puertos españoles de las Antillas.
El último de los intentos franceses fue el de los hugonotes en Florida, en 1564. Con el impulso del líder protestante francés Gaspard de Coligny, una expedición de 400 hugonotes fundó una colonia en la costa norte de Florida; pero las pésimas condiciones y el hambre les obligaron a dedicarse a la piratería, atacando buques españoles; grave error, porque dio a éstos noticia de su existencia antes de que se hubieran consolidado. Debido al peligro que entrañaba esa colonia enemiga en la salida del canal de Florida, Felipe II nombra adelantado a Menéndez de Avilés, primero que lleva a las costas americanas una armada de guerra que, en 1565, arrasó a los hugonotes fundó en su lugar San Agustín, junto a otros pequeños fuertes y misiones.
Consolidada la monarquía francesa y debilitada España, va a iniciar desde los principios del siglo XVII su propia empresa colonial en la costa atlántica de Norteamérica, la parte del continente no ocupada por España y el destino más lógico de sus marinos y navegantes. Por otro lado, la competencia por el dominio marítimo y comercial, y el objetivo de romper el monopolio español, llevará a holandeses, franceses e ingleses a ocupar las pequeñas Antillas, abandonadas por los españoles, lo que les va a permitir introducirse en la comercialización de productos coloniales de gran demanda en Europa, especialmente el azúcar, y el comercio de esclavos africanos, gran negocio en el que nunca se introdujeron los españoles directamente. Además, esas posiciones van a ser un activo foco de contrabando con las posesiones españolas del Caribe.
A diferencia de la colonización inglesa, fruto sobre todo de la iniciativa privada, la francesa será impulsada directamente desde la corona, por motivaciones religiosas pero, sobre todo, económica de carácter mercantilista.
Con Enrique IV asentado en el trono desde 1598, la corona gala va a favorecer la formación de compañías que establezcan colonias estables en tierras americanas. En Norteamérica, los franceses van a penetrar por las cuencas fluviales del San Lorenzo y el Misisipí, lo que le permitirá recorrer enormes extensiones territoriales que limitarán la expansión inglesa por el norte y el oeste, provocando conflictos entre las dos potencias, que se resolverán en las grandes guerras coloniales del siglo XVIII a favor de Inglaterra.
El creador de Nueva Francia o Canadá es Samuel Champlain, marino bretón. El impulso para la empresa fue el negocio de pieles, el único considerado rentable tras la experiencia de los viajes de Cartier en el siglo anterior. La corona otorgó la exclusividad del negocio a una Compañía de marinos-comerciantes bretones con la condición de que constituyeran colonias de poblamiento. Con una mezcla de motivaciones económicas y religiosas, esta primera expedición, en la que viajaban 120 hugonotes, estableció una colonia, Port Royal, a la entrada de la bahía de San Lorenzo, en 1604. Tres años más tarde, las duras condiciones climáticas, la hostilidad indígena y la falta de nuevos colonos, acabó con la empresa.
En 1608, Champlain lo intenta de nuevo. Esta vez se adentra por el San Lorenzo y, en el mismo lugar en el que Jacques Cartier acampó en 1535, funda Quebec, justo un año después de que los ingleses establecieran la primera colonia estable en Virginia. Desde aquí se inicia la exploración del territorio, ocupados por tres grupos indígenas: hurones, algonquinos y, algo más al sur, los iroqueses, en guerra contínua unos contra otros. Los franceses supieron ganarse y contarán siempre con la amistad de los dos primeros grupos, pero a cambio de la enemistad profunda de los iroqueses, que se convertirá, en aliados de los holandeses primero y los ingleses después contra los galos.
En 1610, una nueva expedición de Champlain llega hasta Mont Royal, fundando Montreal. Desde allí estableció relaciones con las naciones indias alrededor de los Grandes Lagos, incrementando el gran negocio del comercio de pieles. Pero los esfuerzos de Champlain no llegaron a consolidar la colonización francesa de la zona. La guerra entre Francia e Inglaterra se trasladó por primera vez a América en 1620. Los ingleses, ya situados allí, tomaron Quebec y apresaron a Champlain; además una expedición privada escocesa ocupó Port Royal y bautizó la isla como Nueva Escocia. En 1632, con la paz entre las dos naciones, Francia recupera el control de la zona. Champlain murió en Quebec en 1635 dejando tres colonias estables a lo largo del valle de San Lorenzo (Quebec, Montreal y Trois Rivieres), un conocimiento profundo de toda la zona y una sólida amistad con los indígenas hurones y algonquinos.
En una segunda fase entre 1635 y 1670, misioneros jesuitas, aventureros y comerciantes de pieles continuarán la penetración francesa en toda la región de los Grandes Lagos. Destacó el sucesor directo de Champlain, Nicolette, que alcanzó la divisoria de aguas entre el San Lorenzo y el Misisipi, al sur de los Grandes Lagos orientales. Otro bretón instalado en Montreal, el aventurero-soldado Cavelier de la Salle, llegó en 1669-70 al curso superior del Misisipi tras recorrer los lagos Ontario y Eire, reconociendo los afluentes Ohio e Illinois.
Sin embargo, los colonos de la Nueva Francia sufrían la continua hostilidad de los iroqueses y ataques de holandeses e ingleses, además del desgobierno por parte de la Compañía responsable de la colonia. Por fin en 1633, Luis XIV revocó la concesión e incorporó Nueva Francia al dominio real. Comienza entonces, impulsada por el ministro Colbert, una auténtica política colonial francesa, favoreciendo el traslado y asentamiento estable de nuevos colonos. Se procedió también a vencer militarmente la resistencia iroquesa. Se nombró un gobernador general y un intendente, además de autoridades judiciales y eclesiásticas. El negocio peletero y maderero se entregó a una nueva compañía estatal, la de las Indias Occidentales. Veinte años más tarde la población “canadiense” había pasado de 2.000 a 10.000. El primer Intendente, Talon, llevó a cabo una verdadera labor colonizadora en todos los sentidos, pasando por ser el verdadero creador de Canadá.
Tras esta reorganización comienza una tercera fase colonizadora. En 1672-73 el gobernador Frontenac impulsó una expedición que, siguiendo la ruta de Nicolette, tratara de encontrar el paso hacia el pacífico, sugerido por la continua sucesión de lagos y ríos en dirección este-oeste. La expedición, al frente de uno de los primeros canadienses, el trampero Joliett, al que acompañaba el jesuita Marquette, cruzó el Michigan y llegó al Misisipi, bautizado entonces (“gran río”) y al Arkansas, regresando al comprobar que el curso fluvial se dirigía al sur y temer el encuentro con los españoles. Se comprobó, en todo caso, la no existencia del ansiado paso. Mientras tanto, en esa década y la siguiente, otros aventureros y misioneros penetran hacia el norte y el oeste, hasta el Lago Superior, ampliando la influencia francesa a la mitad occidental de la región.
La experiencia de las expediciones de La Salle y Joliett impulsó a la corona a apoyar al primero para una gran empresa colonizadora del interior del país al sur de los Grandes Lagos. Hacia 1678, La Salle combina la fundación de fuertes con el reconocimiento detallado de los Grandes Lagos y de los valles de los río Illinois y el Misisipi en su curso alto. Tras cuatro años llenos de dificultades penetró en el gran río y lo navegó en su totalidad, estableciendo a su paso relaciones con las naciones indígenas; llegó a la desembocadura en el Golfo de México el 6 de abril de 1682, dando el nombre de Luisiana a todo el territorio recorrido.
La Salle regresó a Francia y, como había ocurrido con los conquistadores españoles, se le confirmó como máxima autoridad del nuevo territorio y se le autorizó a fundar una colonia en la desembocadura del Misisipi, como primer establecimiento de una cadena que enlazara el Golfo de México con los Grandes Lagos a través de la extensa cuenca del gran río. La gran expedición que La Salle organiza en Francia se dirigió directamente al Golfo de México, pero desembarcan en 1687 en lugar equivocado (costa de Texas) y fracasa con la muerte de La Salle. En 1698, otro canadiense de Montreal, Pierre Le Moyne organiza otra expedición y llega al delta del Misisipi y, en 1699, funda la primera colonia francesa en el Golfo de México, Biloxi, a la que pronto se trasladan colonos y misioneros procedentes de Nueva Francia. Más tarde, la presión de los ingleses desde la Carolina les obligó a trasladar la colonia más al oeste, en la Bahía de Mobile, en 1702. Será Le Moyne, en 1712, y en el curso de la guerra de Sucesión española, funde Nueva Orleáns.
Franceses en el Caribe
El primer asentamiento francés en el Caribe data de 1625, cuando ocuparon, junto a los británicos, la isla de San Cristóbal. A partir de 1635, el ministro Richelieu buscó el dominio de algunas islas para abastecer el Canadá. Nace así la Compañía de las Islas de América, con misión comercial y colonizadora, que en su corta vida fue el instrumento para ocupar Martinica y Guadalupe, ese mismo año, y a continuación Santa Cruz, Matigalante, Dominica, Granada, Santa Lucía y otras pequeñas islas. En 1647, la Compañía fue disuelta y entregada a los accionistas. Dos de ellas, Guadalupe y, sobre todo, Martinica desarrollaron con éxito el cultivo de la caña de azúcar, llevado por emigrantes holandeses.
Imitando el sistema empleado por los ingleses en las Trece Colonias, intentaron resolver el problema de la mano de obra contratando a jóvenes en régimen de servidumbre temporal a cambio del pasaje y su futura conversión en colonos libres con derecho a recibir tierras. Pero la escasez de tierras por las reducidas dimensiones de las islas y la extensión de la hacienda azucarera impedirá la generalización del sistema, recurriéndose pronto a la mano de obra esclava. En realidad, las Antillas francesas no alcanzarán un cierto grado de desarrollo hasta la llegada de cientos de holandeses expulsados del Brasil en 1654.
Pero la zona más productiva para Francia en el Caribe será la región noroccidental de La Española, abandonada por los españoles en 1605. Los colonos lograron que la colonia prosperara con el cultivo del tabaco y el ganado. En 1665 llegó a la zona un antiguo colono de Martinica, Bertrand D´Ogerón, nombrado gobernador de la vecina la Tortuga (antigua sede de piratas y filibusteros hermanados en sociedades libres de provecho mutuo) por la Compañía de las Indias Occidentales. El nuevo gobernador fue quien logró iniciar una verdadera colonización de Saint Domingue (futuro Haití). Guadalupe, Martinica y, sobre todo, Saint Domingue alcanzarán un desarrollo asombroso en el siglo XVIII, basado en el cultivo masivo de caña de azúcar con mano de obra esclava.
Próxima entrega: La colonización holandesa en Norteamérica y el Caribe