La gente de color lleva cantándolo y tocando
como yo ahora desde hace un montón de años…
Lo tocaban así en sus chabolas y en sus garitos
sin que nadie les hiciera el menor caso hasta que
yo le dí caña al asunto.
Elvis.
Elvis “el Rey”. Así fue como apodó la más republicana de las naciones al hijo predilecto de su música, con lo que se aseguró que su eminencia permanecería intacta. No inventó el rock and roll ni escribió muchas de sus canciones; jamás hizo una gira por el extranjero, y desde aquella época apenas ha habido lista de éxitos en las que haya quedado eclipsado por completo por muchos otros. Y sin embargo, nada de eso es relevante. Lo sublime de su voz –que llama la atención por ir sin esfuerzo de lo sensual y lo rebelde a una ternura angelical-, su atractivo demoledor y su hechizo palpitante extasiaron a millones de personas. Fue una estrella mundial, y al ser capaz de llevar la música del blues y los espirituales negros a un auditorio blanco de un modo nuestros días la base de la música popular.
Elvis Aarón Presley, de orígenes sureños pobres, estuvo siempre más cerca de su madre, vivaz e impresionante, que de un padre gandul y adicto a los delitos menores. Durante la adolescencia mostró una gran timidez, y solía ser víctima de las burlas de sus compañeros por ser el niño de mamá. Cuando dejó los estudios se puso a conducir camiones como su padre. Con todo, no hubo de esperar mucho para que su extraordinaria voz llamase la atención del productor discográfico Sam Philips. Éste estaba buscando un hombre blanco a quien hacer interpretar música de negros, y cuando oyó los sencillos que había grabado Elvis con su propio dinero en 1953 como regalo de cumpleaños para su madre, se convenció de que lo había encontrado.
En 1954 grabó “That,s all right”, un blues. Las emisoras de radio de Tennessee la difundieron de inmediato, y y Presley hizo una gira por los estados sureños. Enseguida tropezó con los prejuicios de muchos estadounidenses blancos reacios a ver a los suyos mezclarse con los negros o compartiendo cultura con ellos.; pero ni siquiera este legado cismático pudo competir con la veneración de los adolescentes blancos, jóvenes y menos preocupados por cuestiones de piel que obligaban a las cadenas de radio de la nación a emitir sus sencillos –éxitos como “Heartbreak hotel (1956), “Love mi tender” (1956) o la canción que le dio nombre a la película Jailhouse rock (“El rock de la cárcel”). No faltaron críticos negros que le acusaron de robarles la música. En cambio, Little Richard lo tenía por “una bendición” por haber “abierto la puerta”.
Elvis firmó un contrato de representación con Tom Parker, “el Coronel”, en cuyas manos dejó todos sus negocios. Este personaje misterioso era, pese a todo, un maestro en lo tocante a transacciones mercantiles, y lo convirtió en la mayor marca comercial musical que hubiera visto nunca el mundo. Batió records de venta en sencillos y discos de larga duración, y sus apariciones en la pequeña pantalla lograban atraer el 80 por 100 del auditorio con que contaba la televisión estadounidense. Los jóvenes varones querían ser como él, las jóvenes lo querían a él, y quienes pertenecían a otras generaciones contemplaban a este fenómeno asustados y estupefactos. En la ciudad inglesa de Liverpool, un tal John Lennon metió a Paul McCartney en el grupo que estaba formando, que tenía por norte al cantante estadounidense y quería ser “”más grande que Elvis”.
A medida que la música y la energía que derrochaba sobre el escenario aumentaban en popularidad, los sectores conservadores de Estados Unidos se mostraban escandalizados y preocupados al ver que su prole se estaba viendo corrompida de manera irreparable. Su costumbre de agitar las piernas, sacudir las caderas enfundadas en cuero, bambolearse y pavonearse frente al micrófono se consideraba el colmo de la obscenidad, y, en consecuencia, fueron muchos quienes acogieron con alivio la idea que se alistara en el ejército y lo destinasen a Alemania en 1958. Cuando regresó a su país en 1960 parecía haberse amansado un tanto y en la década de 1960, cuando floreció la época de los grupos de música pop, optó por centrarse en una carrera cinematográfica deslucida en lugar de regresar al panorama musical. Sin embargo, se reinventó a sí mismo para reaparecer en los escenarios en 1968 tras adoptar parte de la influencia de The Beatles y The Rolling Stones, los mismos artistas que habían reinterpretado su música para venderla transformada en Estados Unidos.
La popularidad de Elvis siguió siendo considerable a lo largo de la década de 1970, época en que las ventas le brindaron ganancias colosales en Estados Unidos, sobre todo en Las Vegas, aunque para ello le fue necesario cambiar de personaje y envolverse en los atuendos estrafalarios de los espectáculos de variedades. Siguió haciendo llegar su música a las listas de éxitos, como ocurrió, por ejemplo, con “Always on my mind” (1973). Sin embargo, su salud y su condición mental declinaron de manera alarmante. Su afición a los atracones de comida basura lo llevó a engordar, y se volvió adicto a los medicamentos con receta. Se pasaba durmiendo la mayor parte del día y en el escenario se mostraba aletargado, aunque aquella voz resultaba fascinadora.
Murió 2l 16 de agosto de 1977. Sufrió un paro cardíaco en Graceland, su mansión de Memphis, Tennesse. Su funeral fue un acontecimiento multitudinario que observaron millones de personas. Elvis cuenta, junto con cantantes como Frank Sinatra, Bob Dylan y Michael Jackson, formaciones británicas como The Beatles o The Rolling Stones y la intérprete francesa Edith Piaf entre los colosos musicales que han trascendido su ámbito para formar parte de la identidad consciente de sus naciones.