Fue la señal , como la traición contada en los evangelios.
“ A la que yo dé un beso, ésa es”
Y a fines de de 1977, en Buenos Aires, el Angel Rubio besó, una tras otra, a
Esther Balestrino, Maria Poce y Azucena Villaflor, fundadoras de las Madres
de Plaza de Mayo, y a las monjas Alice Domón y Léonie Duquet.
Y se las tragó la tierra. El ministro del interior de la dictadura militar negó
que las madres estuvieran presas y dijo que las monjas se habían ido a
Méjico, a ejercer la prostitución.
Después se supo que todas, madres y monjas, habían sido torturadas y
arrojadas vivas al mar desde un avión.
Y el Angel Rubio fue reconocido. A pesar de la barba y de la gorra, fue
reconocido, cuando los diarios publicaron la foto del capitán Alfredo Astiz
firmando cabizbajo, la rendición ante los ingleses.
Era el fin de la guerra de Malvinas, y él no había disparado ni un tiro.
Estaba especializado en otros heroísmos.
Eduardo Galeano. Espejos. Una historia casi universal.