ALEJANDRÍA (230 a.C.) HISTORIA MENOR DE GRECIA

En Alejandría (Egipto) hay un hombre al que los más modestos llaman Pentathlos por su admirable destreza en todos los campos y los más envidiosos motejan con el nombre de Beta para recordarle que nunca será Alfa, que nunca será en nada primero. Pentathlos, o Beta, se ha propuesto realizar un proyecto que todos tienen por imposible: calcular el tamaño del mundo.

Desde el tiempo de los filósofos jonios, nadie con dotes de razón pone en duda que la tierra es una esfera o al menos una figura de superficies curvas. Así lo prueba el hecho de que el cielo estrellado de Grecia sea diferente al de Egipto, de que la sombra que cae sobre la luna en los eclipses sea circular y de que, al avanzar en una nave por el mar, veamos antes en el horizonte las cumbres de las islas que sus playas. Sabemos que el mundo es una esfera, como lo son también los cuerpos celestes, pero desconocemos su tamaño.

Hoy, día del solsticio de verano, Pentathlos aguarda la llegada del mediodía sentado bajo un improvisado sombrajo de cañas junto a un poste espetado firmemente en el suelo. Ha leído que en la ciudad de Siena, en unos cinco mil estadios al sur de Alejandría, hay un pozo cuyo fondo iluminan los rayos del sol cuando llega este día del año, sin proyectar ninguna sombra sobre sus paredes. En Alejandría no ocurre lo mismo, por eso el polifacético sabio aguarda ahora a que el sol alcance su zenit para medir el grado en que la sombra del poste se separa de la vertical absoluta. Según su teoría, multiplicando por los trescientos sesenta grados de la circunferencia la distancia que separa ambas ciudades y dividiendo ese total por los grados del ángulo que forme la sombra del poste sobre el suelo, podrá conocer el perímetro del planeta, y a partir de él, calcular su radio.

Llegada la hora, su compás revela la cifra de 7,2 grados. Pentathlos regresa rápidamente al cobertizo y, apoyando una tablilla sobre sus piernas, resuelve la ansiada ecuación: el contorno de la tierra mide doscientos cincuenta y dos mil estadios (40.008 Kmts.) (“Circunferencia real de la tierra 40.075 Kmts.”)

Más tarde, ya de vuelta en su casa, piensa que la medición de un ángulo a partir de la sombra proyectada por un poste sobre el suelo no puede ser más que aproximada; que, pese a sus intentos de obtener la información más fidedigna, tampoco conoce la distancia exacta que separa su poste de Alejandría del pozo de Siena; que ni siquiera puede comprobar que las dos ciudades se hallan exactamente sobre una línea imaginaria norte-Sur; que no ha tenido en cuenta la altitud de una y otra sobre el nivel del mar.

A los ochenta y dos años de edad Eratóstenes de Cirene –el apodado Pentathlos- se dejará morir de inanición sin conocer a ciencia cierta la exactitud de su cálculo. Dejará a las generaciones posteriores el revolucionario sistema de los meridianos y los paralelos, un libro sobre constelaciones y un hermoso poema sobre el cielo. Más de dos mil años después los hombres descubrirán por fin que la circunferencia de la tierra, apenas una cuantas jornadas a pie menor de lo que había calculado el inquieto indagador griego.

Pedro Olalla: “Una Historia Menor de Grecia. Una mirada humanista…”, 2022.

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