La República Checa y Hungría forman parte de la Unión Europea. Sus capitales, Praga y Budapest, se integraron al occidente democrático y liberal de economía de mercado y se alejaron rápidamente de su pasado sujeto a las autoridades de la desaparecida Unión Soviética. Su organización política, la economía, el desarrollo de su infraestructura en comunicaciones y edilicia, pero sobre todo a la forma de vivir de su gente se acerca al concepto de un estado de bienestar. El capitalismo en estos países es aceptado como una inevitable realidad, se intenta atemperar las injusticias descarnadas que muchas veces genera. Ambas naciones rechazan su pasado tutelado por el Kremlin, recuperan sus tradiciones históricas y encuentran en el nuevo contexto europeo mejores posibilidades de desarrollo. En la capital checa se recuerda el intento de la Primavera de Praga de 1968 y en Budapest la sublevación de 1956; también la presencia del nacionalsocialismo alemán y más tarde del comunismo soviético, un pasado que se desvanece frente a la rica historia política y cultural de estos ancestrales pueblos que habitaron y construyeron estos países. Las ilustraciones, unos modestos testimonios: primero el Café Nueva York de Budapest frecuentado por el escritor Sandor Narai (foto de portada); luego el Parlamento húngaro frente al río Danubio (abajo) y finalmente un homenaje a los aviadores checos que combatieron en la II Guerra Mundial integrando la Real Fuerza Aérea británica.
Enviado de «tecuentoalgo»