Siempre han existido conservadores, personas que prefieren la seguridad del mundo tal como es a las nuevas maneras, aún no probadas, de hacer las cosas. Pero los orígenes del conservadurismo como fuerza política moderna, se pueden remontar al movimiento contrarrevolucionario que se desarrolló en oposición al programa reformista de la Ilustración y la Revolución francesa. Uno de sus teóricos fue Edmund Burke (1729-1797), en sus Reflexiones sobre la Revolución en Francia (1790).
Burke era contrario a la idea de planificar la sociedad según un programa. Sostenía que las sociedades crecen orgánicamente a partir del pasado. En el lenguaje algo místico que les gusta usar a los conservadores, decía que toda sociedad era “una asociación, no sólo entre los vivos, sino entre los vivos, los difuntos y los que aún no han nacido”.
Los conservadores desconfían de las ideas y exaltan la experiencia y la continuidad histórica. Tradicionalmente, suelen mostrarse contrarios a los “gobiernos grandes”. “Un gobierno lo bastante grande para darte todo lo que quieres, es también lo bastante grande para quitártelo todo”, decía Barry Goldwater, candidato republicano a la presidencia norteamericana en 1964.
Pero al mismo tiempo, los conservadores han estado siempre dispuestos a aliarse con instituciones de poder y autoridad establecidos, como la monarquía, el ejército y la Iglesia (en Europa sobre todo, la Iglesia Católica). El conservadurismo con sus raíces en la sociedad terrateniente y su tendencia al orden, defiende la jerarquía y lo que considera la división natural de la sociedad en clases. Aunque no puedan decírselo tan claramente a un electorado demócrata, no es posible ignorar que el conservadurismo, opuesto al igualitarismo y empeñado en salvaguardar los derechos de los propietarios, toma partido por los ricos en contra de los pobres.
Partidos conservadores: Los últimos doscientos años, caracterizados por el avance de la democracia y la ilustración, han sido una era de cambios sociales y económicos de rapidez y magnitud sin precedentes en la historia humana. No resulta fácil declararse conservador a la vista de tantos cambios. Por eso no debe sorprender que muy pocos partidos políticos del mundo se atrevan a llamarse “Conservador”.
El Partido Conservador Británico, por ejemplo, abandonó el nombre de Tory hacia 1830 (aunque se le sigue llamando así coloquialmente). Desde entonces ha mantenido el nombre de Conservador sin tener que avergonzarse, ya que, junto con el Partido Demócrata estadounidense, es el partido político de más larga historia y mayor éxito del mundo.