Bram paseaba apesadumbrado por el salón de su casa. Era un hombre solitario, receloso y preocupado por el percance que sufrió anoche en el sótano.
En su deambular, fue a mirarse en el espejo del cuarto de baño, y vio cómo su imagen, reflejada, le ofrecía una copa de brandy de Jerez, un exquisito Cardenal Mendoza.
Se reprochó que, siendo él el dueño de la casa, fuese su imagen especular la que hiciese de anfitrión, evidenciando, así, su falta de cortesía para con el invitado.
Aceptó sin embargo la copa, bebió y continuó con sus pensamientos…
Arrepentido, rellenó su copa y volvió frente al espejo, para devolverle la invitación, pero su imagen había desaparecido.
Entonces volvió a inquietarse: se había incrementado el escozor que le producían las dos pequeñas incisiones que aquel murciélago le había propinado en el cuello.
Juan Manuel Ramírez