El buzo solitario del Graf Spee

Conocí la historia almorzando en el Club Pescadores de Montevideo. Me llamaron la atención las viejas fotos que decoraban, algo polvorientas, las paredes del salón.

Un collage con cuatro imágenes capturó especialmente mi curiosidad.

Una breve leyenda sobre una deslustrada chapita de bronce me iluminó sobre el asunto.

Al parecer un tal Firpo – que aparecía con su traje de Neopreno sonriente y con los pulgares hacia arriba – había sido un visitante habitual del acorazado alemán buceando a pulmón libre o con tanques de aire, desde la década de los ochenta hasta finales de los noventa.

Lo acompañaba un personaje de barba pelirroja que, también sonriente, apoyaba su mano sobre el motor fuera de borda que había impulsado al pequeño bote, un Fiordo de escasos cuatro metros, desde el muelle del Club hasta los restos del acorazado.

Catorce kilómetros separan el Club del buque. A media distancia se encuentra el Calpean Star, carguero inglés que se hundió lentamente a principios de los sesenta. Nunca pudo ser rescatado. Sus mástiles podían verse desde la costa. Hoy, por efectos de los temporales y la corrosión, desaparecieron del paisaje.

Ambos naufragios son zona prohibida para la navegación y están balizados con sendas boyas. Rige igual prohibición para cualquier tipo de buceo.

Los pescadores deben respetar esa disposición claramente marcada en las cartas náuticas.

Cuentan que la obsesión por llegar al acorazado formaba parte de la naturaleza de Firpo desde su lejana infancia cuando su abuelo desde lo alto de la fortaleza del Cerro, le señaló los restos que, por entonces, todavía se divisaban.

No fue sencillo encontrar un compañero dispuesto a acompañarlo en tamaña aventura. Durante muchos meses Firpo predicó en el desierto. Solo pedía un «aventón» hasta el Calpean Star. Después multiplicaría sus esfuerzos para intentar el gran salto.

Pero el voluntario no aparecía.

Finalmente José Carlos Laffitte, el barbado pelirrojo que aparece en las fotos, Odontólogo de profesión, fue quién se prestó a la travesía, la cual resultaba distante para a una embarcación tan pequeña y azarosa por las características del naufragio al cuál se dirigían.

Las fotos que hoy presentamos fueron tomadas por Laffitte. Gracias a él, esta historia mínima pudo ser registrada y…creída.

Un libro publicado por Firpo hace un par de años, rememora una de aquellas inmersiones y lo presentamos al final de las imágenes.

Nota: Le recomendamos leer el cuento corto «Memoria sumergida»

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