El Nacimiento de la India – Emperador Azoka

En torno al 1500 a.C. un pueblo invasor penetró en la India procedente de las tierras de noroeste. Se trataba de un pueblo de pastores nómadas de piel clara que se llamaban así mismo arios. Hablaban una lengua perteneciente a la línea indoeuropea, de la que derivan algunos idiomas europeos actuales como el inglés, el francés y el ruso, y también ciertas lenguas asiáticas como el persa y el hindi. Durante varios siglos, estos arios seguirían viviendo como nómadas con una economía basada en la ganadería,  y no adoptarían la agricultura hasta el año 1000 a.C. Los arios no dejaron ningún tipo de documento escrito, la única información sobre ellos es la contenida en los poemas épicos escritos mucho más tarde, en los que se recogen los relatos que se transmitían de modo oral. Estos poemas hablan de las guerras entabladas con los nativos y se asemejan a las gestas épicas de la antigua Grecia.

Los relatos conocidos como Mahabharata y el Ramayana. Ambos poemas se compusieron en la misma época en que fueron escritos los grandes poemas épicos griegos Otros de los grandes monumentos de la primigenia literatura india lo constituyen los textos litúrgicos conocidos como Vedas. Éstos son los más sagrados entre los libros santos del hinduismo, la más antigua de las grandes religiones del mundo. Todos los Vedas fueron compuestos  en sáncrito (antes de 1000 a.C.), una lengua clásica que guarda con el hindi y el bengalí moderno la misma relación que el latín guarda con el francés y el español actuales. En el siglo XIX se demostrará que el sáncrito y el latín son lenguas emparentadas que comparten una ascendencia común, el indoeuropeo, cuyo origen se sitúa en algún lugar de las estepas donde la Europa oriental se reúne con Asia Central.

A medida que los invasores arios se van instalando en estas nuevas tierras, el desarrollo de su cultura empieza a recordarnos en cierto modo al de la cultura griega. Los arios comenzaron a fabricar armas y herramientas y hierro en torno al 1000 a.C. , aunque no lo harían en una escala significativa hasta cerca del 500 a.C.. En un principio se establecieron en el valle del Ganges, pero en el 400 a.C.  sus asentamientos se habían extendido hacia el sur hasta llegar al río Godavari. El valle del Ganges contaba con un clima más húmedo que el valle del Indo, por lo que su cultivo básico fue el arroz, en lugar del trigo o la cebada. La agricultura y la tecnología del hierro hicieron posible un aumento sustancial de la población. Antes del 500 a.C., y como consecuencia de los múltiples conflictos que se produjeron entres los reinos tribales rivales, la zona contaba apenas con media docena de Estados, cada uno de ellos organizado en torno a una pequeña capital defendida por murallas de adobe.

Sería durante este período de guerra cuando los textos sagrados de la religión hindú llegaron a adoptar su forma escrita. Hasta entonces, las tradiciones hindúes se habían ido transmitiendo de generación en generación por medio de los bramhanes, una clase sacerdotal hereditaria que constituía uno de los niveles más altos del sistema de castas.   La estricta costumbre de dividir la sociedad en castas provenía ya desde los primeros días de la invasión aria, pero cristalizó definitivamente en el periodo comprendido entre el 800 y el 500 a.C.. Junto a los brahmanes estaban los katatriyas (guerreros) y por debajo de ellos se encontraban los vaisías (comerciantes) y los sudras (agricultores). El contacto entre los miembros de diferentes castas estaba muy restringido y se controlaba de modo estricto por medio de las costumbres sociales. El matrimonio entre personas de distintas castas, era bastante inusual. Al margen de las cuatro castas principales, existía una multitud de individuos no encuadrable en ninguna de ellas, cuyo estatus, a lo largo de los sucesivos siglos, se iría haciendo más y más penoso hasta convertirse en “intocables”. La clasificación original, basada en cuatro castas principales, se fue subdividiendo con el tiempo en una multitud de castas. Este fenómeno de división social fue consustancial a la propia creación de la religión hindú por lo que ambas realidades suelen presentarse estrechamente vinculadas.

El hinduismo es una religión compleja y sutil. Posee una vertiente que un espectador ocasional difícilmente podrá apreciar a simple vista. Refiere a la tradición filosófica  que subyace al hinduismo: una tradición de tres mil años de antigüedad que encuentra su origen en los Upanishads, una colección de comentarios sobre los Vedas (cuatro textos más antiguos de la literatura india, 2000 a.C.), cuya intención última es la de buscar la verdad suprema y sentar las bases para hallar el camino hacia la moralidad. Para muchos hindúes es esta búsqueda lo que constituye la esencia de su religión, y no la simple observancia de una serie de prácticas religiosas.

Alrededor del siglo V a.C., en el noreste de la India, surgió otra religión que habría de convertirse en una de las grandes religiones del mundo. Se trata  del norte de la India, perteneciente a la familia Gautama, que nació en las estribaciones del Himalaya. Es muy poco lo que se sabe sobre la historia temprana del movimiento religioso que él inspiraría. Sus enseñanzas produjeron una extraordinaria emoción en sus primeros seguidores, su doctrina sigue siendo hoy tremendamente influyente. La leyenda cuenta que cuando Gautama tenía unos treinta años, abandonó a su esposa y a su hijo recién nacido, y se adentró en la noche cabalgando a lomo de su caballo. Viajó durante siete años, llevando una vida austera y sencilla, con la esperanza de encontrar, por medio de la meditación, una respuesta al problema del sufrimiento. El estado de iluminación al que finalmente dijo haber llegado hizo que empezara a conocérsele como el Buda (“el que está despierto”).

El budismo es básicamente una religión sin dios. No obstante, la  necesidad de muchos seres humanos sienten de tener algo o a alguien a quien adorar haría que posteriormente se empezara a venerar a su fundador como una especie de dios. En los siglos posteriores a la muerte de Gautama, la fe que surgió sobre la base de sus enseñanzas se fue escindiendo en sectas que luchaban brutalmente las unas contra las otras. Estas sectas pasaron a alumbrar sus propias versiones del budismo, que se extendería ampliamente gracias a las actividades misioneras de monjes y monjas, que contarían con el patrocinio de los comerciantes budistas que se asentaron en lugares como el norte de China. Con la conversión de uno de los mayores gobernantes de la historia de la India, el emperador Asoka (siglo III a.C.),  y el establecimiento como religión oficial del Estado, el budismo consolidó su presencia y notoriedad (el budismo tiene hoy en día cientos de millones de seguidores en Asia central, Asia suroriental y China). Sin embargo no lograría desplazar al hinduismo, una religión por lo demás mucho más antigua.

El Estado que el emperador Asoka intentó crear predicaba una ética política que implicaba la obligación de luchar contra la pobreza y la inseguridad. Se esforzó por cumplir un mandato moral. En lugar de emprender más conquistas militares, instauró el principio de la conquista por el “dharma” (los principios de la recta vida). Redujo significativamente el tamaño de su ejército, y dedicó los recursos liberados a poner en marcha un grandioso programa de obras públicas: hizo construir pozos y depósitos de agua para el baño, hospitales, casa de descanso para los viajeros y los abrevaderos para el ganado. Promovió la educación de las mujeres. Impuso un régimen de tolerancia para todas las religiones, y viajó a lo largo y a lo ancho de sus dominios a fin de observar por sí mismo como eran las vidas de sus súbditos y para asegurarles de que sus políticas se llevaban a la práctica.

Tras su muerte acaecida en 238 a.C., la dinastía Maurya a la que pertenecía se extinguió. Gobernó el imperio más populoso que el mundo haya conocido jamás, y uno de los más prósperos. En el momento de su muerte, la población de la India era de alrededor de cincuenta millones de habitante, lo cual superaba en un 50% la población de China y constituía casi una cuarta parte de la población mundial.

Siguieron varios siglos de lo que se conoce como la “Edad Oscura” de la India porque ante la falta de documentación, los historiadores suponen “que no ocurrió nada de mucha importancia”. Lo que si sabemos que durante estos siglos “oscuros” la población disminuyó precipitadamente. Si se debió a las guerras, las hambrunas o a la peste es algo que desconocemos. Pero fuera cual fuese la causa, entre 238 a.C. y el 320 d.C., la población de la India disminuyó de más de 50 millones a menos de 40 millones de personas.

En el año 320 d.C., la mayor parte de la India se unificó bajo el mandato de una nueva dinastía, la dinastía Gupta. Los dos siglos siguientes constituyeron un periodo de comercio activo con países lejanos, que conllevó un aumento de la riqueza y el lujo para todos aquellos que se hallaban en lo más alto de la escala social. Se trató también de una edad de oro para los logros artísticos, ya que se crearon obras de arte que nada pueden envidiar a la de cualquier otra civilización que haya podido darse a lo largo de la historia. En literatura, por ejemplo, nos encontramos en la época en que las grandes gestas épicas, el Mahabharata y el Ramayana, fueron plasmadas en su forma definitiva en lengua sáncrita. Fue asimismo, el periodo en el que Kaloidasa        –considerado el Shakespeare en sáncrito—escribió su gran poema amoroso Meghaduta (“El mensajero de las nubes”), y la obra Sakuntala que se titula así por su heroína, que aparece en el Mahabharata y que es una de las más sublimes obras maestras del teatro a nivel mundial.

La dinastía Gupta no solo destacó por sus logros artísticos; también dio pie  a una importante etapa en la historia de la ciencia. Fue testigo de un resurgimiento de las universidades que ya habían enaltecido el reinado de Asoka. De ella surgiría una oleada de escritos que más tarde inspirarían a la cultura científica del islam y que, a través del islam, conducirían a la revolución científica de Europa. Entre las innovaciones científicas introducidas por los geniales  matemáticos de este periodo, hay que destacar el sistema de notación con números arábigos. Fue un matemático indio, Aryabhata, quien, en 499, publicaría el primer libro que empleaba un sistema numérico con valores posicionales y separación decimal. Su trabajo se abrió paso, a través de la Bagdad del siglo IX, hasta la Europa del siglo XIII, y resultaría muy difícil poder exagerar la importancia de esta contribución de la India al desarrollo de la moderna civilización científica y comercial.

Extractado de Cyril Aydon: “Historia del Hombre”.

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