EL SENTIDO DE LA HISTORIA EN RAYMOND ARON – Última entrega

Conclusiones

San Agustín nos plantea el sentido de la historia en la Ciudad de Dios con una dirección manifiesta hacia la eternidad. Una visión histórica total que cuestiona los ciclos históricos y nos acerca hacia el fin de los tiempos. A partir de él, los filósofos usan un lenguaje común cuando refieren a la dirección, sentido o fin último de la historia.

Hay un camino largo, pero siempre expedito: Joaquín de Fiore y los tres estados; Jacques Bossuet como último eslabón del providencialismo cristiano; Vico desde el curso espontáneo y reflexivo hacia el recurrente recomienzo; Codorcet y sus fases evolutivas como una imagen de progreso del espíritu humano; Voltaire con su intento de historia universal; Augusto Comte que nos convoca a la unidad de la historia humana; Hegel cuyo ápice es el sistema nacional de la razón; Marx y su énfasis en el trabajo para superar el estado natural; Spengler como ejemplo acabado de organicismo y determinismo histórico.

El mundo de Raymond Aron es el que nos anuncia Spengler con “La decadencia de Occidente”, clara admonición sobre la “época de turbulencia” que nos refiere Arnold Toynbee. Aron vive lo que conjetura Spengler, pero su interpretación sobre el sentido de la historia es más rigurosa, más consecuente.

El análisis de Raymond Aron va a contraponer la ideología liberal democrática con fuerte presencia de un economicismo cultural, frente a la ideología marxista-leninista que procura alcanzar el reino de la libertad. Aparece dentro de su investigación un cristianismo expectante, presente, fortalecido en su universalidad. Cierto eclecticismo ideológico puede marcar la existencia de una democracia social, una especie de contrafuerte humanista del capitalismo liberal.

Se advierte en el autor una encendida crítica del mesianismo marxista, como un intento de secularización religiosa en busca de la plenitud del hombre en un reino sin dios. Parece indicar que el cristianismo se sustenta en su sentido escatológico y reclama que en el hombre permanezca su sentimiento religioso. Por su parte, Max Weber, un confeso referente de Aron, inicia¡ a la sociología como sustento de la sociedad moderna, dinámica, Parecía un sustituto válido para reemplazar a la iglesia.

Las turbulencias de la guerra fría de las décadas de los sesenta y lo setenta reclama de los intelectuales demo-liberales una pública y profunda reflexión en defensa de la cultura. Raymond Aron nos habla sobre las relaciones interestatales y la culminación de las sociedades industriales como un instrumento de desarrollo económico y social, pero no aventura un fin de la historia, marca sí un estadio. Un rasgo importante de su concepciones la activa y compleja participación del hombre en los procesos históricos.

La sociedades demandan un vínculo espiritual para auto-sustentarse: ¿acaso se halle un sentido trascendente para la vida humana? Aron Explica: “la Historia deviene humana porque el hombre se busca una vocación, porque pone su destinación al destino. Pero, al mismo tiempo, no ignora la particularidad del pueblo al que se siente ligado, la incertidumbre de los objetivos o valores a los cuales debe sacrificarse. De un fin de la historia, concibo la noción, idea de la Razón en el sentido kantiano, elaboro vagamente su contenido. ¿Ideal o ilusión? No lo sé”. Y luego acota, dialogando con Gastón Fessar: “distingo historia natural e historia humana; no elimino categóricamente la Historia sobrenatural y sacra, reservo su posibilidad o, si se quiere, el vacío. El Padre Fessar, él, llena el vacío por su fe en Cristo”.

            La historia tiene sentido, no es posible concebir al hombre sin escudriñar el futuro para sus hijos o quizás su propia aspiración por trascender. Si ser el fin último, que Aron descarta, ¿hay un destino para la historia?: “Dos filosofías (o visiones) de la historia inspiran simultáneamente mi meditación, aún cuando se consideren contradictorias: por un lado la fe democrática y liberal, la convicción de que los regímenes demócratas liberales con una economía mixta constituyen en nuestra época la mejor solución, o si se prefiere la menos mala; por otro lado la conciencia de que en esos mismos regímenes pueden suscitar una especie de guerra civil permanente, de que en ellos los ciudadanos puede convertirse en meros consumidores, los grupos de presión multiplicarse y paralizar el Estado. Sin adoptar la explicación spengleriana, según la cual la civilización urbana, utilitaria, democrática, marca como tal una fase de la decadencia de las culturas, es legítimo preguntarse, siguiendo a Pareto y a muchos otros, si el desarrollo de las libertades, el pluralismo de la convicciones, el hedonismo individualista no ponen en peligro la coherencia de las sociedades y su capacidad de acción”. (Raymond Aron: “Memorias”)

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