Guillermo fue el único hijo que Roberto II de Normandía tuvo con su frilla (manceba libre) Herleva. Cuando Roberto II partió en peregrinación a Jerusalén en 1035, hizo que se reconociera como heredero al pequeño Guillermo, pero la unión more danico (a la usanza danesa) con una frilla tolerada durante mucho tiempo, ya no se admitía sino con bastante renuencia; cuando murió su padre en el camino de vuelta de Jerusalén, Guillermo era un “bastardo” menor de edad, y se inició un período de anarquía durante el cual los “ricardistas” (los descendientes del duque Ricardo I) impugnaron la autoridad de Guillermo. Se enfrentaron violentamente e implicaron a sus vasallos, una aristocracia inestable integrada por los descendientes de vikingos, bretones y franceses. La anarquía imperó: el tutor de Guillermo, Gilbert de Brionne murió asesinado; degollaron a su protector, el senescal de Osbern, en la propia recámara del niño. Poco faltó para que tuviera éxito un complot para suplantar a Guillermo en provecho del ricardista Guy de Brionne: el joven tuvo que pedir ayuda al rey de Francia, Enrique I, y juntos ganaron la decisiva batalla de Val-és Dunes en 1046.
La niñez de Guillermo explica el carácter duro e inflexible, casi cruel, de este guerrero, que por lo demás era un organizador tenaz y paciente. Se casó con Matilde, la hija del conde de Flandes con quien tuvo nueve hijos. De 1046 a 1066 pacificó el ducado con apoyo de la Iglesia y la Tregua de Dios. Matilde y Guillermo fundaron en Caen la Abadía de los Hombres y la Abadía de las Damas, y, gracias a Lanfranco, el prior de Bec, contaron con la ayuda de la Iglesia. Guillermo ordenó la destrucción de los castillos edificados sin el aval de ducado y eliminó a los ricardistas. Se apoderó de la región de Maine y contuvo a Bretania, Anjou y al rey de Francia. En 1051 su primo Eduardo el Confesor, el último rey anglosajón, lo nombró su sucesor a pesar de la hostilidad de la aristocracia anglo-danesa; empero uno de sus líderes, Haroldo, pareció aceptar esta decisión. Confiado en su prestigio y el firme respaldo de sus medios hermanos Eudes, obispo de Bayeux, y Roberto, conde de Mortain, Guillermo se sentía bien preparado. Sin embargo, cuando murió Eduardo (en enero de 1066), Haroldo fue coronado rey.
La expedición de Inglaterra fue una hazaña de la cual la tapicería de Bayeux ofrece un precioso reportaje. Guillermo se benefició del apoyo del papado reformador de Alejandro II, quien había sido discípulo de Lanfranco en Bec y le entregó la bandera que legitimaba la empresa. Guillermo construyó una flota inmensa y reclutó caballeros oriundos de toda Francia: su ejército era apenas inferior al de Haroldo. Quedó bloqueado todo el verano debido a vientos contrarios, luego cruzó la Mancha a fines de septiembre. Entonces Haroldo ya no lo esperaba: se había precipitado al norte para combatir al rey de Noruega, Haroldo Hardrada, a quien eliminó en Stamfordbridge, para después volver y librar la batalla de Hasting el 14 de octubre. Durante ésta, la situación permaneció indecisa por un largo tiempo, pero las cargas de los normandos desbarataron la infantería inglesa y triunfaron. Haroldo murió en combate y los anglosajones se retiraron. Guillermo avanzó hacia Londres y las élites inglesas se aliaron a él: su coronación ocurrió en Westminster el día de Navidad. Pero aún había desconfianza: ese día, cuando los normandos que esperaban fuera de la iglesia oyeron las tradicionales aclamaciones, creyeron que la gente se estaba amotinando e incendiaron las casas del burgo.
Al principio Guillermo quiso gobernar con las élites anglosajonas, pero renunció a esta política ante las incesantes revueltas. La guerra de conquista sería total. Guillermo sostuvo varias campañas terribles; la política de tierra arrasada, las masacres y las deportaciones de la población arruinaron el norte. El arma por excelencia de los normandos eran los castillos dotados de una torre y una mota que cuadriculaban el territorio; la Torre de Londres es un buen ejemplo de ello; no fue erigida para defender la ciudad sino para controlarla. Un estricto sistema feudal disciplinó y movilizó a la aristocracia guerrera: los terratenientes dependían directamente del rey, quien les distribuyó reagrupaciones de feudos, asegurándose así también los servicios de los caballeros vasallos que a su vez dependían para su mantenimiento de los feudos que les concedían los terratenientes. Salvo algunas excepciones estos feudos solían estar esparcidos por el país. La clase dominante experimentó un cambio profundo: cuando murió el Conquistador, 95% de los señoríos se encontraban en manos de normandos o franceses que también eran miembros de la Iglesia, como Lanfranco, obispo de Canterbury. Pero el Conquistador pretendía ser el sucesor de Eduardo el Confesor: preservó las instituciones inglesas, el condado, con su Corte y su sheriff, y defendió las leyes inglesas y la paz del rey. Poco a poco se fue pacificando Inglaterra: tenemos un testimonio con el censo del Domesday Book, una radiografía de Inglaterra pueblo por pueblo.
De hecho, las dificultades de Guillermo no surgieron en Inglaterra donde se estableció poco después de 1072, sino en Francia: el rey Felipe I, con Anjou, Bretaña y Flandes, sostuvieron duras campañas contra él. Además, tuvo que hacer frente a dos rebeliones encabezadas por su primogénito Roberto de Curthose. Murió a consecuencia de una herida recibida en Mantes en 1087. Si el “bastardo” supo convertirse en Conquistador, sobre todo supo mostrar la incansable energía y el pragmatismo necesario para fundar un imperio lo suficientemente duradero como para cambiar por siempre el destino de Inglaterra.
Jean-Philippe Genet